domingo, 30 de diciembre de 2007

El corazón en la congeladora...

Hace unos días he leído la carta de un muchacho de un país "desarrollado" y me he quedado impresionado, primero por su franqueza y luego por la situación que está atravesando. Este chiquillo cuenta que en medio de todo su mundo él se esfuerza por ser responsable, recto y trabajador, que aunque su ambiente, su barrio, es difícil él trata de caminar en línea recta. Y luego pasa a contar que él se ha mostrado veraz con las chicas que ha conocido, que ha jugado limpio siempre, que las ha respetado, pero que por más que lo ha intentado no acaba de encontrar una sola chica que no piense sino en ir a bailar y pasear en la moto todo o casi todo el día, que no acaba de encontrar una chica que... piense por sí misma y que fije su mirada en algo más que pasarla bien y darse la gran vida. Y él se pregunta: ¿Será justo que uno se esfuerce por vivir en linea recta y sea serio y cultive un alma profunda y no pueda encontrar una persona igual para por lo menos poder conversar sobre algo que valga la pena? ¿Es justo que las cosas sean así? ¿Dónde está la gente con corazón?
Me temo que este buen muchacho tiene razón en su "protesta" si las cosas son así. Pero lo que me deja pasmado es que existan en su entorno tan pocas personas -pocas chicas en este caso- que den la talla, que tengan alma pues. Y no es ésta una crítica de género. Quizá alguna lectora asidua de este blog podrá decir lo mismo con relación a los varones de su entorno y posiblemente no le faltaría razón.
Pero, ¿de dónde sacamos la gente con corazón? ¿De dónde sacamos la gente con alma? ¿Son muchos o pocos los que tienen cierta profundidad de alma? ¿Dónde se origina ese pasotismo como forma de vida, esa superficialidad como modo universal de proceder? ¿Será que hemos puesto el corazón en la congeladora? ¿Eso es "estar al día"?
Hoy celebramos a la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Y quizá en esta bendita y feliz familia podemos encontrar alguna respuesta o alguna explicación que nos pueda volver a calentar el alma.
En Nazaret María era el alma de la casa, era el corazón, era el calor y la acogida, la sonrisa y el canto. José era el soporte de todo, la columna vertebral, el apoyo, el timonel, el sustentador (no sólo "nutricio" sino mucho más...). Jesús era la esperanza, la alegría, la vida, el motivo, el entusiasmo, el sentido de todo. Y Dios lo era todo en todos. Y Nazaret era un cielo en pequeño, una maqueta de vida eterna, una maqueta de gloria futura.
Y seguramente María y José habrían sido los forjadores del corazón humano de Jesucristo. Todos nodotros necesitamos de calor de amor, necesitamos de acogida, necesitamos de sabernos amados y aprobados. María habrá hecho experimentar estas realidades a Jesús desde pequeño y seguramente él no habrá aprendido a poner el corazón en la congeladora sino que lo habría usado mucho ya desde tierna edad. Y José daba el soporte en este aprendizaje, la firmeza, la perseverancia, el cariño también fuerte y exigente. Aquellos tres se amaban y con mucha sencillez y sin aspavientos. ¡Qué bello cuadro aquel en el que no se dismulaba el cariño ni la entrega, ¿no es así?! Y cualquier persona que habría pasado por Nazaret lo habría notado y experimentado, el taller de ese pobre artesano era muy especial porque allí se amaba.
No hay duda de que si todas las familias acostumbrasen a sus hijos a vivir en ese estilo sencillo y amable nadie tendría por qué sentirse sólo ni tendríamos el pasotismo y la superficialidad como forma de vida. Y entonces no se formarían generaciones de gente que ha puesto el corazón en la congeladora y a la que le basta con una vida hecha de apariencias.
Y vuelvo a pensar en aquel muchacho al que aludía al comienzo de éste artículo. ¿Será que ahora con el frío familiar cada vez más extenso -divorcios, infidelidades, experimentos "familiares"- en muchos países se están forjando más adolescentes y jóvenes que seguramente tienen el corazón en la congeladora? ¿Llegará un día en el que nuestras sociedades se vuelvan tan frías y superficiales que no puedan soportar a alguien que reclama un poco de autenticidad y profundidad de alma?
Nazaret fue un auténtico HOGAR, es decir, un centro de calor, de calor del corazón en el que todos se podían sentir amados y considerados por ser ellos mismos sin disfraces y sin intereses. Las familias están llamadas a ser HOGARES, centros de amor, de calor y acogida, donde cada quien puede sentirse bien.
¿Y qué pasará si todos corremos tras nuestros intereses personales sin que nos importe en absoluto dar, amar, gastarse por el otro? Si eso sucede, la familia será imposible, será imposible el calor y seremos seres con el corazón congelado disimulando nuestra temperatura interior bajo cero mientras el alma se muere de frío.
Y digo ahora como Esthercita, una niña que conozco: Quiero tener unos brazos graaaandes, graaandes para abrazar a todos los que no se sienten amados y decirles que yo los quiero mucho porque Diosito los quiere mucho.
José bendito y María, Madre nuestra, ayúdennos a dar la vida con corazón grande y a romper las barreras que nuestros egoísmos han levantado y que nos impiden acoger y demostrar cariño a los que nos rodean; concédannos del Buen Dios el coraje y la valentía de tomar la iniciativa para amar a quemarropa, para que podamos descongelar cualquier corazón y así calentar el nuestro también.
Amén.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Informes desde la tierra (Solín y Santi desde la gruta de Belén)

Día 329 de Exahopjtarmyx del 379'455,921
(Que para los humanos es el 26 de diciembre del año 0 o muy cerca)

Recordado señor Don Pedro. Yo aquí, mandándole este informe desde mi Compaq Cielirio 550 para contarle lo que corresponde al día de hoy. Aquí va a lo sintético:

7.17 am Entró un pastorcito con una jarra de leche y unos huevos (así me han dicho que se llaman) y se los regaló a la Reina, a Nuestra Reina, perdón, y el bueno de José agradeció con sentidas reverencias. Me han dicho que el pastor se llama Jorgito, pero eso no lo he confirmado.

7.23 am Estuvo de paso por aquí... se lo tengo que decir señor Don Pedro, estuvo por aquí (que conste que soy sincero, eh?) pues, es que quiso darse una vuelta; ahora: yo no sé si tendrá permiso pero a mí me late que no. Pero bueno, le digo que estuvo aquí -y bien emocionado- pues, ya sabe quién: Calín. Sí, él mismo. Aleteó unos minutos, me sonrió y se quedó medio bobo mirando al Niño Bueno y otra vez casi nos arruina la adoración. Pero se fue rápido y ya no lo ví en todo el día.

8.49 am La señora Doña Juana entró y dejó con un caldo que dice que tiene que ver con nosotros pero eso me parece absurdo: ¡¡¡nosotros no tenemos cabello!!! Pero bueno, ese caldo tenía un arooomaaaa!!! (Casi podría decir que se me abrió el apetito).

9.24 am Nuestra Reina salió un momento y el bueno de José -qué tipo tan simpático, eh?- se quedó con el Niño. Tal parece que el pequeñín notó al instante el cambio de brazos y de regazo, estiró sus músculos y quiso hacer puchero, movió sus labios rosados y le salió una pompa de saliva: ¡fenomenal! (Por más que lo intenté, a mí no me ha salido....)

10.31 am Entró Gabriel pero no quiso hacerse notar. Yo me incliné para la debida reverencia y me hizo señas de no aletear ni nada, que no venía en plan de grandes mensajes sino que quería contemplar unos segundos al Niño Bueno y a Nuestra Reina. El pequeñín sólo hace una cosa: dormir, dormir y dormir.

11.04 am Llegó Santi, que se supone venía a relevarme pero bien pronto me dí cuenta que estaba muy perdido en todo (Usted disculpe, señor Don Pedro, pero últimamente mandan unos inexpertos para las misiones en la tierra, ayyy!) Le dije a Santi que no debe temer al animal aquél que estaba echado cerca de José y del Pequeñín, le dije que se llama "vaca", se lo deletré: v-a-c-a. Se lo tuve que repetir varias veces.

*********

12.45 pm Soy Santi. Solín volvió a la base y yo he quedado a cargo de todo aquí en esta gruta. Le cuento señor Don Pedro que todo es muy divertido por aquí. ¿A que no sabe? He conocido unos seres fantásticos, señor Don Pedro. Hay uno que es formidable, me da risa de sólo verlo. Solín me lo explicó todo: tiene unas cosas sobre su cabeza, largas, largas, unos ojazos y unas pestañotas excelentes. Dice Solín que se llama Burrrro, jajaja.

3.10 pm Entró en la gruta un señor vestido de traje talar. Recurriendo a mi manual me di cuenta de que se trataba del párroco de la zona, señor Don Pedro. Entró y se arrodilló, hizo unas oraciones y se fue muy rápido, dice que no tenía tiempo para más...

5.21 pm Esto sí que fue de lo mejor del día, señor Don Pedro. Estaba yo muy contento contemplando al Niño Bueno y en eso que escuho ruido y entró corriendo un niño. El pequeño estaba muy contento. Se quedó mirando al Niño Bueno y comenzó a preguntar y preguntar, no se cansaba de preguntar... el bueno de José respondió a todas sus interrogantes con una calma tremenda, yo confieso que en cierto momento ya me estaba cansando de tantos porqués y más porqués. Al final el niño, que tenía un caramelo en la boca, se lo sacó y le invitó a José y él... se lo comió!!! Ni qué decir que el pequeño estaba contento y Nuestra Reina se reía con ganas.
Pero luego vino el hecho de que aquel pequeño me hizo pasar un momento algo incómodo: ¡¡¡me vió!!! Y por poco y comienza a hacerme preguntas. Uffff!!!!

Son las 8.32 pm Cierro mi informe de hoy. José ha cerrado la entrada de la gruta y comienza el descanso. Hasta pronto señor Don José.

martes, 25 de diciembre de 2007

«De carne y hueso»

Así: te necesito
de carne y hueso.
Te atisba el alma en el ciclón de estrellas,
tumulto y sinfonía de los cielos;
y, a zaga del arcano de la vida,
perfora el caos y sojuzga el tiempo,
y da contigo, Padre de las causas,
Motor primero.

Mas el frío conturba en los abismos,
y en los días de Dios amaga el vértigo.
¡Y un fuego vivo necesita el alma
y un asidero!

Hombre quisiste hacerme, no desnuda inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!

Así: tangible, humano,
fraterno.

Ungir tus pies, que buscan mi camino,
sentir tus manos en mis ojos ciegos,
hundirme, como Juan, en tu regazo,
y –Judas sin traición– darte mi beso.

Carne soy, y de carne te quiero.
¡Caridad que viniste a mi indigencia,
qué bien sabes hablar en mi dialecto!

Así, sufriente, corporal, amigo,
¡cómo te entiendo!
¡Dulce locura de misericordia:
los dos de carne y hueso!

(Alfonso Junco)

lunes, 24 de diciembre de 2007

«Vendrá de noche»

Vendrá de noche cuando todo duerma,
vendrá de noche cuando el alma enferma
se emboce en vida,
vendrá de noche con su paso quedo,
vendrá de noche y posará su dedo
sobre la herida.

Vendrá de noche y su fugaz vislumbre
volverá lumbre la fatal quejumbre;
vendrá de nochecon su rosario, soltará las perlas
negro sol que da ceguera verlas,
¡todo un derroche!

Vendrá de noche, noche nuestra madre,
cuando a lo lejos el recuerdo ladre
perdido agujero;
vendrá de noche; apagará su paso
mortal ladrido y dejará al ocaso
largo agujero...

¿Vendrá una noche recogida y vasta?
¿Vendrá una noche maternal y casta
de luna llena?
Vendrá viniendo con venir eterno;
vendrá una noche del postrer invierno...
noche serena...

Vendrá como se fue, como se ha ido
-suena a lo lejos el fatal ladrido-,
vendrá a la cita;
será de noche mas que sea aurora,
vendrá a su hora, cuando el aire llora,
llora y medita...

Vendrá de noche, en una noche clara,
noche de luna que al dolor ampara,
noche desnuda,
vendrá... venir es porvenir... pasado
que pasa y queda y que se queda al lado
y nunca muda...

Vendrá de noche, cuando el tiempo aguarda,
cuando la tarde en las tinieblas tarda
y espera al día,
vendrá de noche, en una noche pura,
cuando del sol la sangre se depura,
del mediodía.

Noche ha de hacerse en cuanto venga y llegue,
y el corazón rendido se le entregue,
noche serena,
de noche ha de venir... ¿él, ella o ello?
De noche ha de sellar su negro sello,
noche sin pena. Vendrá la noche, la que da la vida,
y en que la noche al fin el alma olvida,
traerá la cura;
vendrá la noche que lo cubre todo
y espeja al cielo en el luciente lodo
que lo depura.

Vendrá de noche, sí, vendrá de noche,
su negro sello servirá de broche
que cierra el alma;
vendrá de noche sin hacer ruido,
se apagará a lo lejos el ladrido,
vendrá la calma...
vendrá la noche...

Este poema de Miguel de Unamuno me hace pensar que todos aquellos que viven hondamente viven también en un permanente adviento, viven esperando. Y con la espera, está siempre la ilusión y la emoción de Alguien que encenderá la vida en nuevo fulgor.
Vivimos esperando a que venga. Él nos ha dicho que volverá, tiene un nombre: Jesucristo.
Y no traerá un sol negro, Él será nuestro sol.
Y no habrá el ladrido fatal sino el canto de quien sabe que su espera no será defraudada.
Y al final de los tiempos vendrá en gloria y con Él vendrá la calma.
Vendrá de noche y traerá la cura... porque la noche es tiempo de salvación.
Abramos el corazón.
Feliz Navidad.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Pero no se lo digas a nadie, ok?

En estos días de navidad me viene a la mente el recuerdo de mi buen amigo Angel.
Hace buen tiempo que no lo veo, pero él me sorprende de cuando en cuando con un telefonazo que llena mi alma de un oxígeno distinto. Él sabe que yo no puedo llamarle y yo sé que él algún día llamará.
Es una bendición contar con amigos así, con quienes se puede compartir un chiste sin que ninguno se sienta ofendido, con quienes se puede hablar francamente, con quienes se puede decir algunas frases geniales, agudas, locuaces (cuántas locuras compartidas, no?).
¿Y por qué lo recuerdo en especial en estas fechas?
Es sencillo: Ángel sabe bien lo que es la navidad y la ha vivido varias veces de verdad ( Y no sólo en diciembre).
¿Quieren que les cuente cómo es eso?
Aquí les va, con algunos aderezos míos.
Por donde Ángel vive, en estos tiempos hace mucho frío, a veces bajo cero. El bueno éste a veces se escapa de casa (tiene ya su buena edad...) y encapotado con sus atavíos invernales se mete entre la gente. Ángel casi siempre sonríe y tiene un humor que admiro de pé a pá.
Me contó que varias veces había hecho una travesura. Es una cosa sencilla pero que cuando me la contó por primera vez me conmovió y no supe qué decirle.
Cuando Ángel llega al centro de la ciudad se busca algún servicio higiénico y entonces en uno de los compartimentos abre la mochila y se tranforma. El traje serio y empaquetado queda dentro de la mochila vetusta y sale de los servicios con unos pantalones medio rotos y sucios, una chompa desteñida, un gorro viejísimo, una bufanda de color indefinido, unos lentes oscuros y un cigarro en los labios. Medio despeinado y con unas zapatillas muy usadas camina con la mochila a la espalda con el rumbo propio de los que piden unas monedas para atenuar el hambre.
Y Ángel sabe dónde están los que son "del gremio" y se va con ellos.
Allí, a los costados de la Catedral, arrimados a las paredes, los encuentra, les da la mano, les saluda como hermano, bromean, les invita unos cigarros y se sienta con ellos y pasa todo el día conversando con ellos, enfundado en su traje de amigo. Se hace mendigo con los mendigos.
"Pero no se lo digas a los míos, ¿ok?" "Si se enteran, me matan" Disculpa amigo, no sé si estoy traicionando tu confianza, pero cosas así creo que merecen ser conocidas y todos podemos disfrutar de tu atrevimiento.
Tú sabes bien, querido Ángel, que hace dos mil años el mismo Dios se quitó el traje acartonado que nosotros le pusimos y se hizo mendigo y pobre. Y sabes que en Belén no hubo sino frío y silencio, y mucha pobreza y también mucha confianza en que Dios actuaría cuando lo tendría previsto.
Me has dicho que la has pasado bien entre tus amigos mendigos, que les has contado unos chistes tremendos, que han reído juntos y que han compartido de buen grado los cigarros y que al final les has dado también "un poco" de tu dinero. Y yo sé que tú añoras volver a estar con ellos muchos días del año, pero tienes que trabajar y los demás no comprenderían.
Yo sé, buen amigo, que hay muchos secretos entre tú y Dios, sé que tú vas escribiendo un evangelio distinto cada día con aquel: "que no sepa tu mano izquierda..."
Y sé que no le das importancia a esas "menudencias" que puedes hacer.
Y sé que has perdido no una sino mil veces por haber hecho el bien.
Y sé que aquella vez en que me volvía para mi lugar tú lloraste sentidamente y te quedaste varios minutos viendo el avión en que yo me alejaba.
¿Quién te enseñó a tener un corazón tan grande?
Yo creo que un Niño pequeño te lo "sopló" al oído. Ese mismo Niño que es Hijo de María, a quien tú le rezas todos los días el humilde rosario en latín.
Yo pienso que la navidad es el tiempo de todos aquellos que dan sin esperar, de aquellos héroes anónimos que hacen que este mundo sea un poco más habitable y mejor.
Sé perfectamente que tú, buen Ángel, nunca leerás este blog, que seguramente no te interesaría hacerlo y no lo tomo a mal. En tí agradezco a Jesucristo que no dudó en hacerse uno de los nuestros para hacernos compañía y darnos esperanza.
¿Qué bonito es saber que Dios mismo ha tocado y tomado nuestra carne, no Ángel?
Tenemos algo de divinos y eso hace nuestro barro un poquito más bello, ¿no es así, Ángel?
Dios te bendiga siempre y te guarde bueno... y niño.
Feliz Navidad, amigo.
Feliz Navidad, amigos.

domingo, 16 de diciembre de 2007

El día en que los ángeles nos tuvieron envidia...

Calín era uno de los ángeles más alegres que el cielo había visto correr por su pasadizos (aunque eso de correr es en sentido figurado ya que los ángeles no tienen pies ni piernas, pero bueno...). Hacía una tarde tremenda en su zona angélica y vio muy cerca de él a un grupillo de angelotes que estaban conversando, o mejor diría, discutiendo. Se acercó con su singular sonrisa y les preguntó el porqué de tanta emoción. Uno de ellos, Solín, le explicó que había pasado algo que nunca se hubieran imaginado ni en mil años (que en el fondo son para ellos como un día). Solín con no poco desgano le fue soltando algo de la verdad del asunto.

Y resulta que últimamente El Buen Padre Dios había tomado ciertas decisiones que los habían sorprendido de pluma a pluma. Estaban, como se dice, con las plumas paradas.

Luego de que se lo explicaron, Calín no entendió casi nada, pero claro, había que decir: "¡Ahh!" para no quedar como un ángel caído del cielo. Se alejó de ellos que estaban cejijuntos y decidió ir a "la oficina central" para ver mejor el asunto.

Lo que vió en las inmediaciones de la "Sky Center" fue tremendo. Literales turbas angélicas iban y venían con rostros de sorpresa total. Calín sabía que casi siempre él era el último de enterarse de las cosas importantes, pero esto le parecía extremo. Sí, de acuerdo, él tenía muchas veces la cabeza en las nubes, pero ¿en dónde más podía tener la cabeza un ángel? Díganmelo!!! En lo mejor de su contemplación pasó un grupo de amigos y fue Cencín el que le hizo señas para que los acompañase, se subió a la nube-taxi y se fueron. Cencín era su mejor amigo, a él le había puesto ese sobrenombre ya que le parecía muy largo aquello de Inocencín, pero en emergencias lo llamaba simplemente "Cín". Bueno, el buenazo de Cín le contó al vuelo (literalmente) que la cosa era increíble, que el Buen Padre Dios había decidido que...., bueno, que... ¡¡¡Y era irrevocable!!! Cuando Calín, impaciente, estaba a punto de agarrarlo del cogote plumífero, la nube-taxi se detuvo y bajaron: estaban en el partidor central. Calín nunca había llegado tan lejos y menos se le había ocurrido la necesidad de partir a... Tierra!!!

"No, no, no tengo permiso del Buen Padre Dios" Cín sí que lo tenía y sus compañeros también. Le animaron a que lo pida, que seguro que le dejaría permiso de bajar a Tierra. Calín estaba sorprendido por todo, claro que él tenía que bajar a tierra hace tiempo, pero eso era en otro sentido, que dicho sea de paso tampoco lo entendía bastante. Estando en ese trance de pensarlo se acercó Rafael, el arcángel, y los saludó amablemente. Los ángeles se alinearon y lo saludaron con mucha veneración. Rafael se le quedó mirando y le dijo: "¿No tienes permiso, eh? No hay problema, aquí tengo un pase libre a tierra, ¿ok? Quédate tranquilo, el Buen Padre Dios te bendice, anda con tus amigos y den gloria a Dios en la tierra" La tropa de ángeles se alineó otra vez y se despidieron de Rafael y comenzaron a partir, iban por grupos y Calín voló al final de su grupo, casi jalado por todos.

**********

En el cielo nunca hay noche, así que Calín tuvo que pasar la primera noche en sus miles de años de existencia. Había escuchado hablar a algunos ángeles experimentados sobre lo oscura que es la noche pero nunca la había vivido. Sus amigos le dieron unas instrucciones y le indicaron el lugar donde tendría que llegar y dar gloria a Dios. Estaba ansioso de llegar, de ver cómo sería todo eso, estaba afinando su angélica garganta y pensaba cómo tendría que comenzar a cantar. Se fue acercando y ahora sobrevolaba unas casitas muy pobres, unas pocas luces de lámparas caseras y alguna que otra persona que caminaba apresurada.

Calín había visto a los humanos en el cielo, eran fantásticos con sus chistes e historias, se acordaba del bueno de Daniel, de los valientes Macabeos (aunque nunca había entendido eso de la carne de cerdo). Pensaba en los humanos, tan majos. Pero pensando y pensando en ellos se había desviado del camino. Sin saberlo había girado demasiado en su ruta y ahora estaba sobrevolando unas grutas oscurecidas y algunos pastores a lo lejos durmiendo al raso, pero esa no era su ruta, no, no. Pero ¿a dónde ir? Su mapa no concordaba, era la primera vez que venía a la tierra y si no encontraba otro angelote se quedaba sin casa... para siempre... Sintió por primera vez algo que los humanos llamaban "angustia", "miedo" Quiso llegar a un lugar más iluminado, quizá por allí habría otro de sus compañeros, porque habían salido miles hoy del cielo, había un movimiento bárbaro.

Trató de rehacerse y en parte lo logró. ¿Será esto lo que los humanos llaman cuevas? Calín miraba esas formaciones rocosas, había escuchado que Elías, ese apasionado del Buen Padre Dios, había estado refugiado en una cueva, pero era la primera vez que veía una. Observó que entraban casi de puntillas unos humanos muy sencillos: los pastores. Ellos se quitaban el sombrero y tenían gesto de maravilla y veneración, eso sí que lo sabía identificar; eso es lo que veía en los rostros de sus colegas cada día frente al Buen Padre Dios al cantar las alabanzas. Pero ahora se preguntaba qué había dentro de esa cueva para que todos entraran así . De cuando en cuando salía alguno y con los ojos bien abiertos y muy contento les decía no sé qué cosas a sus compañeros. Temió que le vieran, pero los pastores en esa noche estaban demasiado ocupados en ver algo grande dentro de esa cueva, así que resolvió entrar. En efecto, nadie se dio cuenta de que un ángel entraba. Eso lo dejó impresionado ya para comenzar. Él había oído contar a sus mayores cómo los humanos se quedaban atónitos cuando veían un ángel, que sus ojos casi se desorbitaban y algunos palidecían, otros en cambio se emocionaban tanto que los trataban como sólo se trata al Buen Padre Dios. Y, curiosamente, él ya estaba en lo profundo de la cueva y nadie pestañeó porque un ángel estaba entre ellos, ni siquiera voltearon a verle.
Calín se olvidó de los cánticos que debía cantar, ¿cómo era la canción? De pronto pudo divisar entre los campesinos al fondo un cuadro sencillísimo: Una mujercilla muy jóven tenía entre sus brazos un niñito muy pequeño, cualquiera diría que era un recién nacido y un poco en segundo plano, un varón de mirada tierna, seguramente sería el papá del niño, el esposo de la mujercilla. Calín sintió algo parecido a la emoción. Este cuadro le parecía familiar, él era un poquito despistado... Entonces escuchó que un campesino le decía bien bajito a su hijo, un muchachito muy curioso: "Ese niño que ves en los brazos de su mamá es aquel de quien los ángeles nos hablaron hace un rato, míralo bien..." A Calín le dió un vuelco el corazón. ¿Osea que sus compañeros habían estado cerca? Le dio la tentación de preguntar al hombrecillo aquel por sus compañeros pero jamás se había visto eso: que un ángel le pregunte a un hombre por sus compañeros, al contrario, son los hombres los que preguntan cosas a los ángeles.
Y se quedó mirando al niño, se elevó un poco y el pequeñín abrió de pronto los ojillos y le sonrió. ¡¡¡Fue un flash!!!
Calín casi se cae de la impresión, las alas no le sostenían ya. Por poco y se va contra la pared de la cueva... ¡Claro, de eso se trataba! Vio en los ojitos del Niño un resplandor y una belleza como sólo en el cielo existía. ¿Entonces, era verdad? Y la madre del niño parece que también lo vio. ¡¡¡Se trataba del Hijo Eterno!!!
Y quiso empezar con el cántico que de pronto se le vino a la memoria y no podía por la emoción, porque eso era: emoción. Y sintió mucho no tener corazón. Y si lo hubiera tenido seguro que le hubiera explotado de gozo, de alegría eterna, de pronto se sentía en casa, de pronto se sentía rodeado de todos sus compañeros. Y se sintió feliz. se sintió en la eternidad. Ya no le importaba estar lejos de casa 'geográficamente' Y como pudo se postró. Estaba feliz pero al mismo tiempo confundido. Era un vendaval de cosas. Y viendo a un campesino que acababa de entrar y postrarse pensó que a él le hubiera gustado mucho ser humano, porque viendo las lágrimas de ese hombre sencillo que al contemplar al pequeñín, lloraba, entendía que ser humano debería ser algo muy grande: lloraban de alegría. Y él no sabía eso de llorar ni qué significaba tener lágrimas.
Y el pequeñín estornudó. Y todos celebraron. Y Calín no sabía qué era eso. Y comprendió que El Hijo Eterno era ese pequeñín, ese pequeñín que estaba acurrucado en el regazo de esa mujercilla. Se detuvo a contemplar a la madre. Allí comenzó a sentir un poco de vergüenza. Recordaba lo que le decían sus compañeros, que muchos humanos sentían "vergüenza" cuando eran visitados por ángeles. Pero ahora era él quien la sentía. Si Calín era un terrón de azúcar sentía ahora que se derretía. Miraba a la jovencita. Nunca había visto tanta nobleza reflejada en su rostro. Cuando ella alzaba la mirada él se ponía nervioso. ¿Sería eso lo que los humanos llamaban "sonrojarse"? Pero no estaba seguro, él nunca había visto un ángel rojo. Y se sentía sonrojado porque en la mirada de aquella mujer él veía el cielo y la presencia del Buen Padre Dios. Y recordaba cómo todos ellos, querubines, serafines, arcágeles y ángeles rasos se tapaban los ojos ante el Buen Padre Dios hasta que él mismo les permitía verle, siempre con recato. Y Calín vio la misma presencia del Buen Padre Dios en la mirada cristalina de esa mujercilla.
Ahora ella acariciaba a su pequeño y adivinó cuánto le quería. En ese momento Calín tuvo la idea de pedir "Agua de azahar" a algún pastorcillo. Él había sido creado para amar a Dios y lo amaba de verdad, lo servía con gusto. Pero nunca había experimentado la ternura ni la caricia; dentro de su ser angélico no estaban esos registros del amor humano. Allí fue cuando Calín sintió por vez primera una especie de envidia por los seres humanos.
Y la envidia angélica (para nada maligna, por supuesto) se le amplificó cuando reparó en que el Buen Padre Dios había decidido (y de hecho ya lo había conseguido) que El Hijo Eterno se hiciese ser humano sin dejar de ser Dios mismo. Y comprendió que estaba de rodillas ante El Hijo Eterno hecho niño y a la vez estaba, con ese gesto, de rodillas ante la completa y extensa raza humana. Sintió vergüenza de ser ángel. Le pareció que ser humano sería algo maravilloso, ¡claro! Si el Hijo Eterno era ahora ser humano también. Y se sintió servidor más que nunca. Y envidió a los seres humanos porque pueden amar de tal manera, porque Dios, el Buen Padre Dios, los había escogido para ser imágen de Su Hijo y había decidido que El Hijo se hiciese uno de ellos. Sintió vergüenza de sus alas, de su plumas. Su voz le pareció fea en comparación a la voz cantarina y tintineante de esa mujercilla feliz. Voltió a mirar a los campesinitos y le pareció cada uno de ellos muy parecido al Hijo Eterno. En cada uno de ellos miró al Buen Padre Dios. Se sintió conmovido.
No, no, no podía cantar. La voz se le ahogaba. En vano trató de recordar las técnicas que le habían enseñado para cantar en días difíciles. Sintió un profunda conmoción. Le pareció que el cielo estaba allí y que estos seres humanos eran mucho más brillantes que el sol. Y ese pequeñito era el causante de todo, era la vida de todos. Estaba asombrado y también avergonzado de ser ángel. No sabía expresar cariño como los humanos. Claro, era perfecto pero no sabía lo que era la libertad, no sabía de ternura, de dar la vida, de amar con ese calorcillo tan humano, no sabía tantas cosas...

**********

¿Quién nos metió en la cabeza aquello de que debemos ser como ángeles?
¿Quién nos metió en la cabeza de que ser creyentes perfectos es ser como los ángeles?
¿Acaso El Hijo de Dios se hizo ángel?
Si Dios mismo quiso, sin dejar de ser Dios, hacerse hombre, ser hombre debe ser entonces un gran privilegio, debe ser una maravilla. Esta idea pertenece a Ortega y Gasset y es una reflexión muy feliz y poco comprendida por nosotros, creyentes. Estamos muy acostumbrados a angelizarlo todo y a deshumanizarlo todo a la vez. Pensamos que para agradar a Dios debemos ser ángeles pero yo sospecho que no es así: para agradar a Dios hay que ser como Jesucristo y él es perfecto Dios y perfecto Hombre. No nos toca ser perfectos 'dioses' pero sí perfectos seres humanos y así dar gloria a Dios.
Nos suele pasar que no sabemos valorar lo que tenemos sino hasta cuando lo perdemos. Ojalá no perdamos la maravilla de existir y de vivir en este tierra, con su vorágine dramática pero hermosa, para recién valorar la maravilla de ser humanos.
Desde que El Hijo de Dios, el Hijo Eterno, se hizo hombre y tomó toda nuestra carne hemos sido elevados a una altura tan inmensa que por ello estoy seguro de que en cierto modo los mismos ángeles nos tienen envidia (envidia buena), porque Dios no quiso hacerse... ángel.
¿Comprenderemos que ser humanos es una cosa maravillosa, aunque dramática y riesgosa?
Contemplando al pequeño Jesús en brazos de María bajo la mirada de José, sentimos que hemos sido enaltecidos y a los ojos de Dios ahora valemos muchísimo más que antes.

**********

- Calín, ¿estás bien?
- ¿Qué? ¿Dónde estoy? ¿Qué...?
- Calma, calma, ya estás en casa. Me preocupaste, eh? Nunca había visto algo así.
- ¿Qué pasó? Cuéntame por favor...
- Mira, debes agradecer que estábamos algo preocupados y por eso te estábamos buscando... Felizmente estábamos entre varios y pudimos rescatarte. Por poco y malogras la adoración!!!
- ¿Qué pasó?!!
- Eso es lo que yo no sé, sólo te vimos caído, como desmayado, los pastores estaban asustados y en eso entramos y sin pensarlo mucho... Bueno, alguno habrá que encontrará algunas de tus plumas regadasen la cueva. Ja, el Señor hizo un mohín gracioso al verte y María se sonrió...
- ¿María?
- Claro, así se llama la Madre del Señor, ok?
- Ahhh.
Y desde entonces Calín cada vez que escucha hablar de la tierra siente un poco de vergüenza, aunque no por haber hecho una escena en plena gruta de Belén, sino más, por no ser un humano para poder decirle al Señor: ¡Señor, Hermano, qué bueno que viniste a nuestro barro!

sábado, 8 de diciembre de 2007

Nostalgia y... Esperanza

Pocas veces como hoy he sentido una tremenda nostalgia que felizmente ha sido amortiguada por una irremediable esperanza.
Hoy me he puesto ante La Inmaculada y el corazón se me ha hecho un nudo. Me he emocionado y he sentido que Dios me atravesaba el alma sin previo aviso. Recuerdo ahora el relato sobre aquella muchacha japonesa no creyente que una mañana en un café de Roma le preguntaba al Padre Martín Descalzo, el entrañable escritor católico, que quién era la Virgen María, que le dijera quién era ella. El buen José Luis se quedó sorprendido ante tal pregunta y la joven le explicó: No he podido dejar de llorar de emoción toda la noche al repetir una y mil veces el Ave María...
Y es que si nos ponemos a pensar seriamente qué significa aquello de Llena de gracia lo más lógico es que se nos quiebre el corazón de pura emoción y gratitud.
Hoy he sentido una tremenda nostalgia de la inocencia perdida, de la santidad extraviada en algún recodo de mi camino. He sentido la tristeza de no ser lo que El Buen Dios tenía proyectado para mí. He tenido nostalgia de aquella ingenuidad del niño recién bautizado, la nostalgia de un alma transparente, de una región más pura, de una belleza en algún momento probada y gustada pero luego extraviada estúpidamente o canjeada por cosas que en realidad valen poco o nada. Nostalgia de todo aquello que es nobleza, pureza, claridad, limpieza, virtud, bondad integérrima.
Y agradezco al Buen Dios esa nostalgia, porque sé que se convertirá en deseo, en deseo de recobrar -por lo menos un poco- esa pureza de alma extraviada el algún lugar de mi itinerario.
Y es que Santa María, La Inmaculada, es un recuerdo, es una hermosa ventana a lo eterno, a lo bueno, a lo bello, a lo noble y a lo más puro de Dios. Quien me diera ser tan humilde y sensible como aquella muchacha japonesa que con lágrimas había comprendido que la Virgen María debería ser tan hermosa, tan linda, tan feliz por ser llena de gracia y que eso era suficiente para llorar de alegría al contemplarla.
Santa María es un reclamo de aquella región pura en la que Dios habita y desde la cual cada uno de nosotros ha salido en algún momento, es lo más hermoso que la raza humana ha producido y es la obra maestra de Dios por amor a Su Hijo, Jesucristo.
Y estoy seguro de que ella, tan radiante, estará hoy allá arriba con los brazos abiertos, diciéndome, diciéndonos, que todavía se puede, todavía es posible volver a esa región pura, a esa ingenuidad de niño, a esa pureza integérrima, que Dios puede devolver la inocencia a quien la ha perdido, que Él puede hacer maravillas en nosotros así como lo hizo en ella. Por eso su imágen es esperanza, esperanza de volver a agradar a Dios plenamente.
Ahora entiendo mejor por qué aquella viejecilla se acercó al párroco del pueblo y luego de darle una cantidad de dinero le dijo: «Es para que celebre misas de agradecimiento a Dios... por haber hecho tan linda a la Virgen María» Cosas de humildes, cosas de gente que tiene ojos limpios y ve más allá de lo que nosotros usualmente vemos.
Y como aquella viejecilla, y como aquella muchacha japonesa, yo también me atrevo a decirte Señor: ¡Gracias por haber hecho a Santa María llena de gracia! ¡Gracias porque ella es oxígeno purísimo para mi alma! ¡Gracias porque ella es mi esperanza! ¡Gracias porque es lo mejor de nuestra familia, de la entera raza humana!

miércoles, 28 de noviembre de 2007

«95%»

Esto lo puedes tomar como mejor te cuadre. Tiene algo de queja, algo de reclamo, algo de resentimiento también (ayyy, qué vergüenza), algo de manifiesto, en fin, es algo muy sincero y sé que aprecias la sinceridad ante todo, por eso te lo digo.
Pues, la cosa es sencilla: luego de varios años de conocerte me he dado cuenta (por fín, cabeza dura!!!) que el 95% de las veces te has encargado suavemente de desilusionar mis ilusiones,
el 95% de las veces has andado dándome la contra,
el 95% de las veces has hecho que mis sueños se vayan al agua fría,
el 95% de las veces has hecho que mi barca haga agua,
el 95% de las veces me has metido allí donde está el ojo de la tormenta,
el 95% de las veces me has enviado como oveja entre lobos,
el 95% de las veces he fracasado porque tú lo habías previsto,
el 95% de las veces has permitido que me diera con la naríz en el suelo,
el 95% de las veces has permitido que camine entre tinieblas,
el 95% de las veces he sentido al vivo la lejanía de la casa paterna,
el 95% de las veces me has hecho caminar en la noche... sin linterna de mano!!
el 95% de las veces has permitido que me sienta sólo y sin defensas,
el 95% de las veces he sentido que casi tocaba fondo,
el 95% de las veces me has lanzado desde lo alto de un tobogán acuático que no sé a dónde va,
el 95% de las veces me has quitado apoyos humanos justo en los peores momentos,
el 95% de las veces he pensado tirar la toalla... aunque luego se me pasaba...
Y ¿sabes qué?,
Debo admitir que bendigo esos 95% de veces en las que todo me ha salido al revés y en las que he probado el fracaso, el silencio, la oscuridad y la lejanía, porque sólo así pude experimentar que el 95% de las veces podía resistir porque tú lo hacías posible.
Es verdad, el 95% de veces no te ví, no te sentí, no te experimenté, pero curiosamente pude sentir una fuerza que el 99% de veces no era la mía.
Y aún cuando ya debo sentirme experimentado, debo admitir con el poco de honradez que todavía tengo, que cuando venga la próxima oportunidad volveré a sufrir la pataleta de protesta al ser lanzado a la refriega como si fuese el hombre bala o como si fuese carne de cañón.
Yo no sé qué ha pasado, no sé qué es lo que quieres lograr, pero seguramente debo estar muy apasionado por tí porque aunque el 100% de veces me hagas vivir todo lo anterior estoy cierto que no te dejaré, que tú provocas la atracción que siento por tu nombre, que tú me has agarrado de la diestra y que, tengo que admitirlo, yo sin tí ya no puedo vivir.
Admito que varias veces me siento algo resentido contigo, porque no me dejas acertar una sola, me la paso mal, tú no sabes eso.
Y me parece que te sonríes viéndome en aprietos, de acuerdo: sé que tu sonrisa no es sarcástica ni burlona pero me pones a prueba.
Y sé que algo en mi alma me dice que tú tienes razón, que tú debes vencer siempre, que es lo mejor.
Permíteme sólo pedir que alguna vez quede bien, pero bueno tú eres el que tiene el control y yo no te lo quito.
¿Y si me concedes un poquitín de sabiduría para entenderte mejor y no irme de bruces 7 de cada 5 veces?
Okey, tú tienes la razón, sólo he querido desahogar un poco este corazón cansado, no hay problema, no me tomes tan en serio, a veces uno se estresa, ¿no?
Y nada, ya nos vemos, un abrazo, Jefe.
(¿Hasta dónde pretendes llegar mañana? No, no, es sólo una broma)

Un servidor.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Estáte, Señor, conmigo

Estáte, Señor, conmigo
siempre, sin jamás partirte,
y, cuando decidas irte;
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás
me causa un terrible miedo
de si yo sin Tí me quedo,
de si Tú sin mí te vas.

Llévame en tu compañía,
donde Tú vayas, Jesús,
porque bien sé que eres Tú,
la vida del alma mía;
si tu vida no me das,
yo se que vivir no puedo,
ni si yo sin Tí me quedo,
ni si Tú sin mí te vas.

Por eso, más que a la muerte,
temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida,
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tú das,
sé que alcanzarla no puedo
cuando yo sin Tí me quedo,
cuando Tú sin mí te vas.

La fe es amistad, es dinamismo interior que se renueva cada día, a cada momento. En la amistad con Jesucristo siempre existe el riesgo de la périda, es una amistad amenazada (los enemigos de ésta amistad los sabemos muy bien quiénes son).
"Llévame, Señor, contigo" En nuestro trato con Jesucristo siempre experimentamos una cierta nostalgia, una nostalgia de amistad plena con él, una nostalgia de plenitud. Nos sentimos muchas veces lejanos de la verdadera casa nuestra, nos damos cuenta de que vamos caminando a oscuras muchas veces, en medio del frío de la lejanía de la casa paterna. Y sentimos la necesidad de la compañía del más bueno d ela familia, Jesucristo.
"De si yo sin tí me quedo..." Desde que le hemos conocido nos parece que lo peor que nos podría pasar sería perderle a él, quedarnos sin él. Él ha entrado en nuestras vidas y ha tomado posesión de todo lo que somos, si él se va entonces ya no hay nada, ya nada tiene sentido.
"Por eso más que a la muerte, temo, Señor, tu partida" ¿Qué es la muerte frente a perder definitivamente a Jesucristo? La muerte es sólo un paso obligado, el perder a Jesucristo es una desgracia inmensa.
Para pensar:
¿Cómo nos sentimos cuando no podemos recibir a Jesucristo en la comunión eucarística?
¿Sentimos su ausencia cuando no tenemos el sagrario cerca de nosotros?

domingo, 11 de noviembre de 2007

Cuando Dios se hace fiel compañero...

Jesús amigo, amigo bueno
vengo a decirte por qué te quiero
porque eres libre y buen compañero
porque eres Dios, y no te andas lejos.

Jesús amigo, Jesús hermano
ven a mi casa y tráeme tus clavos
quiero llevarlos siempre en mis manos
y así, arrancar los de mis hermanos.

Jesús amigo, Jesús pequeño
gran pensador de todos los tiempos;
palabra viva, salud de enfermos
calor para quien vive en el suelo.

Jesús amigo, Jesús obrero
el de María y un carpintero
que eres el rey de pobres y tiernos
porque contigo nadie anda huérfano.

Jesús amigo, ¡cuenta conmigo!
aunque mis años no sean muy dignos;
mira mi adentro, sincero y vivo
y en tu palabra quedaré limpio.

Jesús amigo, buen compañero
vengo a decirte por qué te quiero,
porque tu vida llena mis sueños
porque tu amor, me hace un hombre nuevo.
(Migueli, P'adentro, 1999)

¿Cómo se hace para tener a Dios tan adentro?
¿Cómo se hace para tener a Dios como amigo?
¿Es posible tener a Jesús como fiel compañero?
¿Es posible que Jesucristo pueda convertirse en la pasión dominante de la vida?
¿Es posible tener tanta confianza en Él?
¿Es posible tener una fe tan viva?
¿Es posible contagiarla suavemente?
¿Puede Jesucristo convertirse en la ilusión constante de la vida, en el compañero de camino?
Las respuestas son de cada quien, yo tengo las mías y las comparto.
Me emociona escuchar la canción de Migueli (cantautor católico) cuyas letras dan inicio a este artículo, son cosas que salen del alma.
Desde hace unos años debo decir que no me llenan algunas canciones muy piadosas pero poco veraces y poco hondas, prefiero las canciones tipo Migueli. La que aludimos hoy se titula "Jesús amigo" y es bien franca y es simple, es de corazón abierto, me encanta, como tantas del buen Migueli.
"Vengo a decirte a decirte por qué te quiero, porque eres libre y buen compañero..."
Te has ubicado, Jefe, en el hondón del alma y te has conviertido en mi vida, y te has ganado mi afecto entero y te quiero como se quiere al único amigo, como se quiere al hijo único, como se ama la única esperanza. Eres libre por excelencia, eres libre porque eres veraz, hablas francamente y nunca desentonas con tu propia conciencia, eres libre y por eso eres fuerte, eres feliz, no tienes nada que ocultar ni que defender, juegas a perdedor también y eres valiente, eres buen compañero, eres fiel, no traicionas jamás.
"Jesús amigo, Jesús hermano, ven a mi casa tráeme tus clavos..."
Tráeme tus clavos, yo los tendré para que no te hagan daño, yo lavaré tus heridas y trataré de consolarte. Me enternece el alma saberte tan sufriente, tan cercano (no te andas lejos). Y yo te mostraré los míos, yo te enseñaré mis clavos... me consuela ya bastante saber que no estoy sólo en mi dolor y que tú fuiste el primero en sufrirlo. Y besaré tus llagas y limpiaré tus clavos, Jesús amigo si vienes hoy a mi casa. Y arrancaré los clavos de mis hermanos, no permitiré que sufran si puedo evitarlo... no los haré sufrir.
"Jesús pequeño... calor para quien vive en el suelo"
Perdona por haber deformado las cosas, porque creí que tú sólo admitías a los buenos a tu mesa, a tu casa. Tú eres pequeño y te gusta estar con los enfermos de alma y de cuerpo, con los pequeños, con esos que no cuentan en nuestras asambleas, con los que viven en el suelo, con los que comen de las migajas que caen de la mesa de los amos. Tú eres calor y vida para todos ellos. Te sientas con ellos, a su lado, te ensucias los vestidos con ellos, Jesús pequeño.
"Rey de pobres y tiernos... porque contigo nadie anda huérfano"
Me río para mis adentros (y también para afuera) cuando me imagino tu séquito, tú te gozas haciéndomelo imaginar: no es un séquito, casi parece un corso, un contraséquito, una contracorte, todo lo más lejano al boato y oropel; estás sonriente en medio de pobres, lisiados, niños, gente sucia, gente que no cuenta, Rey de pobres y tiernos. Y todos saben que contigo nadie anda huérfano, nadie se siente no amado.
"Jesús amigo, buen compañero, vengo a decirte por qué te quiero... porque tu vida llena mis sueños"
Sé que tú eres el cúmulo de todo lo bello, lo bueno, lo amable, lo laudable, de todo lo que es virtud y mérito, por eso tu vida llena mis sueños y, recordando esa canción del Tri, digo que si tú eres como un sueño, yo tan sólo soy un pobre soñador.
No te andes tan lejos, no dejes de llamarme, Amigo.

martes, 6 de noviembre de 2007

Te diré cómo es mi Amigo

Te diré cómo le conocí:
Había oído hablar mucho de Él, pero no hice caso.
Me cubría constantemente de atenciones y regalos, pero nunca le di las gracias.
Parecía desear mi amistad, y yo me mostraba indiferente.
Me sentía desamparado, infeliz, hambriento y en peligro, y Él me ofrecía refugio, consuelo, apoyo y serenidad; pero yo seguía siendo ingrato.
Por fin se cruzó en mi camino y, con lágrimas en los ojos, me suplicó: ven y mora conmigo.

Te diré cómo me trata ahora:
Satisface todos mis deseos.
Me concede más de lo que me atrevo a pedir.

Se anticipa a mis necesidades.
Me ruega que le pida más.
Nunca me reprocha mis locuras pasadas.

Te diré ahora lo que pienso de Él:
Es tan bueno como grande.
Su amor es tan ardiente como verdadero.
Es tan pródigo es Sus promesas como fiel en cumplirlas.
Tan celoso de mi amor como merecedor de él.

Soy su deudor en todo, y me invita a que le llama amigo.
(Robert H. Benson (1871 - 1914), "La amistad de Cristo")

Este breve texto de R. H. Benson me mueve en esta semana a compartir con todos las lineas que ahora siguen.
Quien pretende ser seguidor de Jesucristo deberá prepararse a ser un continuo buscador de Dios. Y Dios se manifiesta a quien le busca con sincero corazón, a quien le busca con pasión y con humildad. Dios no puede negarse a quien es buscador de la verdad, a quien busca todo lo bello, lo bueno y lo laudable. Porque Él es la fuente de todo ello y más.
Y Él se nos ha manifestado en Jesucristo, El Hijo.
Hace 20 años que Él me salió al encuentro y no tengo sino agradecimiento por el gran detalle que tuvo al dejarse ver por mí. Desde entonces la fe no me resulta un cúmulo de dogmas que debo cargar o una serie de cosas que debo aceptar aún sabiendo que no me convencen. Desde que Él me salió al encuentro la fe se me hizo muy lógica, no se me hizo carga ni obligación, se tornó para mí en necesidad, serena pero inquietante, de vida, de luz y de calor. Así le encontré en la Eucaristía. Porque Jesucristo se hizo todo ello para mí.
Yo respeto a quienes afirman que la fe -"la religión", les gusta llamarla- es un opio, a los que sostienen que la fe o la religión es opresora, oscurantista, retrógrada. No sé qué experiencias hayan tenido sobre la fe (o sobre falsas máscaras de fe). En mi caso, testimonio libremente que la fe para mí ha sido liberadora, ha sido iluminadora, ha sido vivificadora y ha alentado mi progreso personal y mi realización como varón normal.
Jesucristo es mi amigo.
No sé decir mucho más ni mejor.
Y me emociona pensar que en la próxima esquina él me estará esperando con un nuevo rostro, con una nueva alegría, con una nueva ilusión por vivir.
No. Dios no es para mí opio, es libertad y es verdad. Y me alegra pensar que aún cuando yo afirmo conocerle hace varios años él siempre será una aterna novedad para mí.
Y me alegra pensar que nunca me aburriré de su presencia ni su trato me cansará.
Dios no me ha arreglado los problemas ni me los ha ahorrado; tampoco -felizmente- he corrido detrás de sus milagros, me ha bastado saber y me basta hoy saber que el milagro él ya me lo hizo hace varios años cuando se metió en mi vida sin preguntar.
Porque Él es el milagro más grande de mi vida.
Y nada, eso es todo.

¡Gracias Jefe por estos veinte años de caminada!
¡Alabado sea Jesucristo!

Cruz Blanca, 8 de noviembre de 1987 - Santa Eulalia, 8 de noviembre del 2007

domingo, 28 de octubre de 2007

«El infierno es un lugar muy, pero muy, frío»

- Pero, oiga, ¡debe haber una equivocación! ¡Las cosas no son así! ¡Un momento, hay una equivocación! Oiga...!
- Déjeme decirle algo de entrada: Usted es a quien esperábamos y como se dará cuenta ya no hay vuelta atrás, los pasos que Ud dio para llegar aquí ya no se pueden desandar, aquí no existen los retrocesos ni las reconsideraciones. Aquí la bienvenida es un gran «Lo sentimos por Usted» Aquí es mejor no esperar nada. Ehhh, Mentilius será su guía para llevarle a donde Usted debe estar, hasta pronto. Tendremos mucho tiempo para hablar luego.
- ¡Pero, oiga! ¿Qué le pasa? ¡Aquí hay una confusión! Mire, yo soy éste, ¿ok? Aquí está mi nombre, esto no me puede pasar a mí!
-¿Ves Mentilius? Siempre es lo mismo, el trauma del comienzo, todos dicen que ha habido una equivocación, que no es justo, que no les avisaron... Si no fuera por tú sabes qué, diría que siento lástima por estos humanos que caen como moscas por aquí. ¡Llévatelo pronto, Mentilius!
- Pero, no, no, no. Oiga no puede ser...!!!
No podía volver atrás, me veía empujado externamente a seguir a aquel tipo desagradable, pero todo mi interior se resistía, no podía ser posible, tenía que haber una explicación... ¿Por qué está todo tan frío? ¡Dios! Esto se pone más frío,
- ¡Oiga, este frío es demasiado fuerte, ¿así es siempre?!
- Siempre.
- Pero, esto no hay quien lo resista.
- Aunque no quieras resistirlo, lo tendrás que soportar siempre. ¡Siempre!
- ¡¡Pero, por favor...!!
- No hay retroceso muchacho, el frío te calará los huesos, querrás morirte una y mil veces, querrás dormirte y no despertar jamás y no podrás dormir jamás. Las cosas son así aquí, ¿ok? Luego para tí vendrá la oscuridad y será bien negra y vas a divagar y no podrás salir de esto, ¿me entiendes? Por más que hagas lo que hagas no habrá retroceso, y nunca morirás sino que seguirás sufriendo sin morir, sin poder quitarte la existencia y con la convicción de que nadie te amará ni tú podrás amar a nadie por más que quisieras... y no podrás sentirte amado jamás. Te harás duro, muy duro, y morirás sin morir. Una y mil veces. Siempre. Siempre. No te digo ni te pido que resistas porque aún cuando no lo quieras siempre resistirás y no habrá salida. Así son las cosas aquí. Frío, noche, soledad, vacío, que se hacen cada vez más grandes, más oscuros, más envolventes, más fuertes, más duros y con ello crece la desesperanza sin morir, aquí no hay muerte...
*****
Me empecé a golpear la cabeza, quise rebobinar toda mi vida y volver atrás.
Y me dí cuenta que no se podía.
Y el frío me iba invadiendo y con él un inmenso miedo como para morir sin poder morir jamás. Cuando ví que se acercaba una inmensa oscuridad grité con todas mis fuerzas.........
- Noooooooooooooooooooooo !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Y entonces, salté asustado, ¡¿dónde estoy?!
Sentí pasos corriendo...
- ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? ¡Por favor, responde!
- ...
- ...
- Sí, mamá... sí, todo está bien... un... sueño, un sueño...
- Dios bendito, nos has hecho asustar, por favor, persígnate.
- Sí mamá, gracias.
Y al darme cuenta de todo... me anegó el llanto...
******
Y pensé, como pocas veces lo hice, en la posibilidad del infierno.
Y todavía escuchaba en mis oídos las palabras de aquel ¿Mentilius? Sí, aquello de que el frío te calará los huesos, querras morirte una y mil veces... Muchas veces había pensado en que el infierno era un lugar muy caliente, donde los malos de la película se queman. Me parece que es más posible que el infierno sea frío. Porque allí no hay amor, no hay amistad, no hay cariño y eso es frío, frío que cala los huesos. Y eso por toda una eternidad... es un infierno.
Y pensé en tantos pequeños infiernos que yo provoco a los que están a mi alrededor.
Y pensé en tanta cerrazón de corazón en mí mismo.
Y me dí cuenta de que Dios es todo lo contrario y de que el amor verdadero es más que un sentimiento. Y me dí cuenta de cuán bello será el cielo y qué feo será el infierno.
Y me propuse ser más consciente de la vida que llevo.
Y entendí lo que era hacer un verdadero acto de contrición...
Y elegí amar a Dios y a mis hermanos. Y dormí como pocas veces...

viernes, 19 de octubre de 2007

«Bienaventurado el político que esto hiciere, porque suyo será el reino de los cielos»

Esta semana recogemos este bello texto del Siervo de Dios, Card. Francisco Javier Van Thuân. Nuestro ánimo es alentar a todos aquellos cristianos y católicos que se esfuierzan por llevar el evangelio a los difíciles ambientes de la vida política y social d enuestras naciones. Allí donde hay algo que interesa a la realización y a la dignidad del ser humano, allí estan presentes los intereses de Dios, por eso la vida política no es un campo vetado para los seguidores de Jesús, porque a Dios le interesa la paz y el desarrollo de las naciones. He aquí, pues, este texto que nos hace pensar sobre lo que hacemos positivamente para que Jesús reine allí donde se negocia el destino de la humanidad.

Las bienaventuranzas del político
1. Bienaventurado el político que tiene un elevado conocimiento y una profunda conciencia de su papel.
El Concilio Vaticano II definió la política «arte noble y difícil» ( Gaudium et spes, 73). A más de treinta años de distancia y en pleno fenómeno de globalización, tal afirmación encuentra confirmación al considerar que, a la debilidad y a la fragilidad de los mecanismos económicos de dimensiones planetarias se puede responder sólo con la fuerza de la política, esto es, con una arquitectura política global que sea fuerte y esté fundada en valores globalmente compartidos.

2. Bienaventurado el político cuya persona refleja la credibilidad.
En nuestros días, los escándalos en el mundo de la política, ligadas sobre todo al elevado coste de las elecciones, se multiplican haciendo perder credibilidad a sus protagonistas. Para volcar esta situación, es necesaria una respuesta fuerte, una respuesta que implique reforma y purificación a fin de rehabilitar la figura del político.

3. Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.
Para vivir esta bienaventuranza, que el político mire su conciencia y se pregunte: ¿estoy trabajando para el pueblo o para mí? ¿Estoy trabajando por la patria, por la cultura? ¿Estoy trabajando para honrar la moralidad? ¿Estoy trabajando por la humanidad?

4. Bienaventurado el político que se mantiene fielmente coherente, con una coherencia constante entre su fe y su vida de persona comprometida en política; con una coherencia firme entre sus palabras y sus acciones; con una coherencia que honra y respeta las promesas electorales.

5. Bienaventurado el político que realiza la unidad y, haciendo a Jesús punto de apoyo de aquélla, la defiende. Ello, porque la división es autodestrucción. Se dice en Francia: «los católicos franceses jamás se han puesto en pié a la vez, más que en el momento del Evangelio». ¡Me parece que este refrán se puede aplicar también a los católicos de otros países!

6. Bienaventurado el político que está comprometido en la realización de un cambio radical, y lo hace luchando contra la perversión intelectual;lo hace sin llamar bueno a lo que es malo;no relega la religión a lo privado; establece las prioridades de sus elecciones basándose en su fe;tiene una charta magna: el Evangelio.

7. Bienaventurado el político que sabe escuchar, que sabe escuchar al pueblo, antes, durante y después de las elecciones; que sabe escuchar la propia conciencia;que sabe escuchar a Dios en la oración.Su actividad brindará certeza, seguridad y eficacia.

8. Bienaventurado el político que no tiene miedo. Que no tiene miedo, ante todo, de la verdad: «¡la verdad –dice Juan Pablo II-- no necesita de votos!». Es de sí mismo, más bien, de quien deberá tener miedo. El vigésimo presidente de los Estados Unidos, James Garfield, solía decir: «Garfield tiene miedo de Garfield». Que no tema, el político, los medios de comunicación. ¡En el momento del juicio él tendrá que responder a Dios, no a los medios!

François-Xavier Card. Nguyên Van Thuân
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]

martes, 9 de octubre de 2007

«Danos hoy la alegría de cada día»

No sé si los que leen este blog se han atrevido a hacer una oración para pedir alegría. Me parece que la alegría es un don grande que se puede recibir y regalar sin mayor trabajo y puede y debe ser algo muy digno de pedirse. Yo sé que todos tenemos un montón de necesidades personales, de distinto tipo, pero sé también que si tuviésemos alegría las cosas serían un poco mejores. Y es que la alegría no es el resultado de no tener problemas o de que todos los sueños se cumplan fácilmente; la alegría es una disposición del alma que se puede contagiar y que no proviene sólo ni en primer lugar de haber comido y bebido bien, no es la alegría del animal sano, sino una decisión y correspondencia a un don que viene de lo alto.
Les invito a hacer esta oración, parafraseando la que Jesús El Señor nos enseñó hace mucho tiempo:

Padre nuestro que estás
donde la alegría no tiene fin,
gozosa nos sea tu memoria,
venga a nosotros tu alegría infinita,
hágase tu voluntad
en el éxito y en el fracaso.
Danos hoy
nuestra alegría de cada día
(Y dánosla también para mañana),
perdónanos nuestra poca sonrisa,
como también nosotros perdonamos
a los que nos asustan y espantan (a veces lo hacen en tu nombre).
No nos dejes caer en la tentación
de amargarnos la vida (tenemos un montón de pretendidos motivos)
por insignificancias
y líbranos
de la tristeza, si no es tuya.
Amén, aleluya.

lunes, 1 de octubre de 2007

Jesucristo, alegría del corazón

Esta vez quiero hacer con Uds. una breve reflexión sobre Jesucristo, alegría del corazón.
En verdad, es éste un discurso poco usado por los sacerdotes y por eso mismo peor empleado por varios catequistas, un discurso poco demostrado por gran parte de católicos y casi un atrevimiento en no pocas personas devotas. Me explico.
Dios vino para darnos su alegría, su plenitud. Dios vino para darnos de su vida y su vida no es otra cosa que paz y alegría completas porque Él es Amor. Pero nosotros no hemos dado suficiente testimonio de ello. Parece que –en muchos de nosotros- Dios no ha terminado de alegrarnos el corazón y por eso no lo mostramos con orgullo, no lo paseamos con ilusión, no se nota en nosotros una esperanza distinta... muchas veces nos han dicho que lo propio de los cristianos es la «resignación», ¿quién dijo que eso era virtud cristiana?... Pero eso es lo que usualmente pensamos y nadie nos puede sacar esa idea. Hasta ahora hemos tenido muy pocos maestros de la alegría –católicamente hablando-... ¿Será acaso que los evangelizadores no han gozado ellos primero de la alegría de Dios? Tengo mi respuesta: no se puede anunciar una alegría que no se conoce.
Muchos jamás relacionarían la fe con la alegría, eso ya me parece cruel e injusto. Los ángeles anunciaron a los pastores una gran alegría. Isabel al ver a Santa María se llenó de alegría, Juan dio un volantín de alegría, aquel anciano llamado Simeón bendijo al Niño y a sus noventaitantos años descubrió la alegría verdadera. Jesucristo vino para darnos alegría, no hay otra respuesta. Como que él mismo se encargó de certificarlo, en la última cena se atreve a resumir toda su vida de predicación así: «Les he dicho todo esto para que mi alegría esté en ustedes y vuestra alegría sea plena...» Parece que aún no lo entendemos, parece que aún no lo hemos experimentado.
La alegría cristiana es una alegría sufrida, por ello es más sentida y profunda, la alegría cristiana es la de aquel que se ríe con ganas porque Dios se ha hecho vertiente en el corazón. La alegría de Jesucristo fue siempre una alegría confiada, la alegría propia del niño pequeño que se siente mirado por su Padre mientras juega despreocupado.
Y Jesús mismo es nuestra alegría, necesitamos desempolvar varios sagrarios y doblar más las rodillas, necesitamos hacer un poquito más de silencio y parar un poco y darnos cuenta que Él es Dios con nosotros y que está cerca para darnos de su paz y alegría.
Los apóstoles estaban muy alegres en medio de los sufrimientos que pasaban por anunciar el Evangelio, el discurso de Juan es muy emocionado: «Lo que hemos visto y oído, lo que tocaron nuestras manos, lo que hemos contemplado acerca del Verbo de Vida... eso os lo anunciamos...»
Necesitamos acercarnos a Él con mucha humildad, sin defensas, sin coartadas, sin planes debajo de la manga y pedirle el gran favor de que Él mismo sea nuestra alegría. El mundo está muy triste: es fácil verlo en el rostro de las chiquillas que sonríen superficialmente, es fácil verlo en los muchachos que ocultan su vacío con tanta necedad, es fácil verlo en los adultos que fingen tener todo bajo control pero han perdido la alegría, es fácil verlo en todo lo que hoy se inventa –inmoralmente- para estar “alegres”.
No, no hemos proclamado todavía que Dios es la alegría, no lo hemos mostrado como la alegría más profunda del corazón, es un testimonio pendiente en nuestra vida cristiana, tan pendiente de ser cumplido como el mandamiento de la caridad. ¡Si nosotros pudiéramos probarles a todos que Jesucristo es la alegría que ellos están buscando! Tendrían que vernos a nosotros primero colmados de esa alegría... a veces sólo nos ven colmados de «resignación», de «seriedad», de falsos recogimientos, de falsas religiosidades, de actitudes puramente condenatorias o de activismo “pastoral”...
Acerquémonos a Él, pidámosle que nos enseñe a gozar de su alegría, que nos enseñe a gozar de Él.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Entre bostezo y bostezo (2º parte)

Un paso más.
Nuestros piadosos bostezos (descarados o contenidos) me han hecho pensar -por contraste- en aquellos creyentes ilusionados. Repito: creyentes ilusionados. Yo no sé si los que me leen hayan tenido la gracia de conocer creyentes ilusionados. Utilizo la palabra "ilusionados" porque se me hace la más gráfica para ilustrar ese estado maravilloso en el que los ojos brillan, la mente está bien alerta y contenta, y la paz y la sorpresa pueblan el corazón. Yo personalmente debo dar gracias a Dios porque Él ha puesto en mi camino varias de esas personas ilusionadas por Jesucristo y su Reino.
Sospecho que la ilusión por Jesucristo (perfecta combinación de gozo, verdad, alegría, paz, sinceridad, espontaneidad, esperanza, optimismo, fortaleza, etc.) es todo lo más contrario al bostezo piadoso. De acuerdo, cada quien es libre y también los creyentes bostezantes merecen respeto. Pero me parece que nos hacen más falta esos creyentes ilusionados. ¿Dónde están? Pues, será cuestión de tener los ojos bien abiertos para identificarlos muy cerca de nosotros.
Lógicamente, en este contraste entre bostezantes piadosos y creyentes ilusionados salen mal parados los primeros, como que quedan en ridículo. Y no es justo que una mayoría pueda quedar en ridículo, es mejor que esos bostezantes se conviertan poco a poco en ilusionados por Jesucristo.
Confieso que a mí me importa y me preocupa el hecho de que hasta cierto punto nos hayamos acostumbrado a concebir la fe católica como el receptáculo del aburrimiento y de la formalidad llevada por la paz, porque en fin, porque no queda otra salida.
Me permito aclarar un poco: como quien preside la celebración eucarística dominical me toca observar las distintas asambleas, me doy un tiempo para ver a los fieles, para tratar de averiguar qué les motiva y si les motiva la fe que están celebrando. Queda claro que no soy psicólogo profesional pero me parece interesante estudiar los gestos faciales cuando se escucha la Palabra de Dios, por ejemplo. Las más de las veces puedo percibir poco interés por escucharla realmente. Claro, también tenemos el problema de que por ahí salen a hacer las lecturas precisamente los que no saben leer para los demás, los que no les interesa comunicar sino sólo cumplir.
Varias veces me ha dado cierto temor algunas asambleas de fieles demasiado serios. No me considero un real experto en cuestiones litúrgico-celebrativas pero con lo poco que sé del tema, me esfuerzo para que las celebraciones que me toca presidir sean muy sentidas a la vez que vívidas, con un rasgo inocultable de alegría y sencillez. Y digo que he sentido cierto temor de aquellas asambleas demasiado serias porque me parece que han olvidado el aspecto celebrativo de la fe.
La fe es fiesta. Ciertamente la fiesta cristiana no es igual a una fiesta pagana o profana. La fiesta de la fe tiene una alegría mucho más profunda y verdadera.
Definitivamente, si descubrimos personalmente que la fe es fiesta, que Dios es alegría infinita, que Jesucristo es portador de esperanza, eliminaremos de una vez por todas nuestros bostezos o aburrimientos piadosos.
La clave es la fe viva, una fe que dé para vivir, una fe que nos mueva, que no nos permita ser pasivos, que nos obligue a caminar y actuar, esa fe nunca es aburrida. Que El Señor nos conceda un encuentro con Jesucristo vivo para ya no bostezar ante las cosas más hermosas de la vida.

martes, 18 de septiembre de 2007

Entre bostezo y bostezo (1º parte)

Hace varios años, José Luis Martín Descalzo escribió un artículo que tituló sabiamente "La cruz y el bostezo" el cual leí no sólo con atención sino con emoción. No pretendo copiarlo ahora sino sólo desarrollar una intuición que él, inolvidable escritor católico, compartía en aquel entonces.

Primera escena:
Un templo católico en día domingo, abarrotado de gente (por lo menos eso pasa en latinoamérica), chicos y grandes llegan y buscan un sitio, se santiguan y se ubican.

Segunda escena:
Sale el presbítero y sus ministros de altar para comenzar la Eucaristía, se canta y comienzan los ritos como de costumbre.

Tercera escena:
Los fieles sentados. Muchos de ellos que entraron riéndose ahora están con rostro impasible. Otros están con la mirada perdida. Otros tienen los ojos casi en blanco. Las tres señoras de al fondo se ponen la mano sobre la boca para que no se les vea las amígdalas al bostezar. Aquel señor de traje y corbata "plantó el pico", está dormido. Esa familia que está casi adelante en pleno tiene a tres de sus miembros con los ojos en blanco... por el sueño.
Cuarta escena: La misa ha terminado. El que sale primero gana. Otra vez las risas y los deseos locos de alejarse lo más pronto posible de un lugar que inspira... aburrimiento y bostezo. Qué bueno que el padre de turno sólo demoró treinta minutos (treinta insufribles minutos... piensa el señor de traje y corbata).

¿Es un templo imaginario?
Pues yo digo sí, cada quien verá.
Sí, es verdad. Yo mismo -siendo sacerdote- he escuchado homilías y sermones que realmente me han causado repulsa y también he observado cómo algunos de mis colegas celebran la misa sin el más mínimo brillo ni entusiasmo por las cosas de Dios. Sí, yo he experimentado la sensación de querer salir corriendo de algunas concelebraciones que si no fuera por el ex ópere operato diría que no valían para nada o que a lo mucho valían para quitar la fe.
Pero no es ahora el momento de tirar piedras a mis hermanos que presiden la celebración eucarística, no pretendo aquello.
Mi pregunta es mucho más amplia y quizá atrevida y es ésta: ¿Por qué la fe, la práctica religiosa, nos produce muchas veces esa especie de piadoso aburrimiento? ¿por qué no son pocas las personas que ya vienen como programadas -mentalmente- para aburrirse en la misa? ¿Por qué debemos poner los gestos -y no sólo los gestos- de aburrimiento cada vez que se tocan los temas de fe?
En mi condición de presidente de la celebración eucarística en especial los domingos he podido observar cómo hay gente que entrando en el templo se prepara a no entender nada y a no escuchar nada, esos que se acurrucan en las bancas para realizar el precepto del descanso dominical... en misa.
El P. Martín Descalzo consideraba, en el artículo mencionado, la escena aquella en la que Jesús moría en la cruz mientras que a sólo unos metros de él habían cuatro soldados jugando a los dados para matar el aburimiento. Uno que moría salvando a todo el mundo y a sus pies nomás cuatro hombres aburridos sin comprender ni saber nada. La cruz y el bostezo tan cerca, tan cerca.
Yo sospecho que algo parecido nos suele pasar a los creyentes, fieles y sacerdotes, seglares y religiosos, cumplidores y lejanos, piadosos y "modernos". Estamos a sólo unos metros del misterio más grande -los presbíteros lo tenemos entre manos- pero no nos damos cuenta, bostezamos aburridos, nos son necesarios los innumerables dados que nos hemos inventado para tener un poco de alegría (cada uno puede enumerar esos "dados modernos").
Yo sé que más de uno podrá pretextar que el padrecito de su parroquia es muy aburrido, que no predica bien, que no tiene conocimiento de la liturgia, que no sabe expresarse, que no se le entiende, que ya está muy viejito, que está muy apurado siempre, que es muy elevado en sus explicaciones, y un largo etcétera. Siempre habrá algún defecto en el sacerdote de turno. Pero sospecho que las más de las veces esas razones son sólo excusas, que en verdad no se cree o en el mejor de los casos se cree poco en Jesucristo.
Me permito contar algo de mis tiempos de estudios teológicos. Teníamos un profesor de teología que era una real eminencia en la materia, tenía varios títulos académicos, extranjero, cultísimo como él sólo. Confieso que sus clases se me hacían insufribles como insufribles son -dicen- los martirios chinos. Por más que trataba no podía seguir bien la hilación de sus discursos, sentía que mi cabeza se hacía un nudo y no podía. Las más tristes veces me quedaba medio dormido (ayyy vergüenza mía). Pero en general me ponía a pensar en otras cosas, hasta hacía mi oración. El tono de voz de nuestro profesor era casi siempre lineal, no tenía buen desempeño como orador, su método era muy simple: hablar y hablar y hablar. A tal punto llegó el hecho que se fue forjando en mí una predisposición a no entender, a no querer entender. Cierto día luego de una clase insufrible con dos largas horas que parecían no acabar nunca -con ganas de desahogar mi frustración- le pregunto a una religiosa: ¿qué le pareció la clase? Y cuando me imaginaba un drama igual que el mío me dijo con tremenda alegría: «¡Excelente! ¡Me ha gustado la clase! ¡La he entendido de principio a fin!». Demás está decir que quedé igual que el Líbano luego de un bombardeo israelí. Pasaron los días y con las pocas neuronas lúcidas que tenía me puse a observar cómo hacía esta religiosa para seguir la clase, allí me dí cuenta lo que significa tener INTERÉS por algo, lo que significa mostrar ATENCIÓN a lo que se nos muestra, lo que significa capacidad de búsqueda de la verdad. Aprendí mucho. Las clases se me convirtieron primero en combate, en lucha, luego en búsqueda y finalmente en gusto por conocer y saborear la verdad.
Yo he pensado muchas veces que alguien nos ha metido en la cabeza como un dispositivo, una predisposición a no querer entender las cosas de la fe, una predisposición al aburrimiento cuando se trata de Dios, una especie de "resignación" (qué palabra más horrible, incluso usada en ambientes piadosos) ante algo que si bien no nos alegra "de algo nos servirá". La fe no es aburrimiento piadoso.
Estamos medio dormidos a la verdad. No nos interesa demasiado. Tenemos muchas cosas más importantes y más urgentes en las cuales pensar, por las cuales luchar, de las cuales vivir, al fin y al cabo "una cosa es la fe y otra cosa muy distinta es la vida práctica, no?" Y es así que Dios sigue con ese mote que le hemos puesto -infames- a sus espaldas: ABURRIDO. Y por eso no le aguantamos cinco minutos más, por eso no aguantamos ningún precepto más, por eso consideramos una ofensa inmensa una celebración extensa de la fe. Por eso seguimos bostezando ante el misterio, ante la vida. Por eso a dos metros de nosotros está la felicidad pero no, no la vemos, preferimos seguir bostezando tranquilos -prudentes- evitando todo aquello que turbe nuestra paz... que yo llamo aburrimiento.
¿Podremos despertar?
¿Tendremos el valor de hacerlo?
¿Entenderemos que Dios es alegría de manantial?

lunes, 10 de septiembre de 2007

«El realismo de la fe católica»

Ante el peligro o la moda actual de establecer una fe basada en sentimientos o en puras emociones sin base doctrinal ni sacramental (entiéndase: ante el avance de la ideología propia de los católicos light), me parece conveniente que reflexionemos un poco sobre el realismo y la objetividad de nuestra fe católica, según el querer de Jesucristo
Muchas personas que se definen católicas viven en la práctica una fe desarraigada del patrimonio más auténticamente católico. Cotidianamente me encuentro con personas que con gran paz de corazón me dicen, por ejemplo, que lo necesario es creer en Dios y nada más. Fácilmente se acaba pensando y viviendo la fe de este modo: “Cristo sí, Iglesia no” es decir: “Yo creo en Cristo pero no en La Iglesia” “Lo importante es creer en Jesús, el resto no interesa”. Posiblemente muchas de estas personas desconocen, por ejemplo, que hace quince siglos atrás (y once siglos antes de Lutero) San Agustín había escrito y repetido que Jesucristo y La Iglesia son uno sólo y que no hay separación alguna entre uno y otro porque ambos conforman el Cristo total[i].
Son numerosas las personas que aseguran que son creyentes porque “sienten” a Dios en su “corazón”. Pero cuando interrogo a estas personas si acuden a los sacramentos, si reciben la eucaristía, si se confiesan, si se han confirmado, casi siempre me dicen que no, que no van a misa, que no se confiesan, que no se han confirmado. Pero están muy seguras de que “Dios está conmigo”. Todavía más, me ha ocurrido alguna vez que encontrándome con alguna persona que está en una situación de visible pecado mortal me ha dicho que “siente” a Dios en su corazón y por ello se siente muy feliz y agradecido con Dios. Varias veces he concluido que es una gran verdad el hecho de que también el Demonio se viste de ángel de luz para engañar a los elegidos de Dios y les hace creer que tienen a Dios cuando en realidad están en pecado mortal y ni siquiera piensan en odiar su pecado y dejarlo.
Una fe que no “aterriza” en los sacramentos es un engaño, un autoengaño. Lamentablemente estamos metidos en ambientes en los que casi siempre estamos con aquello de “sentir a Dios” aunque luego nunca o casi nunca le recibamos en La Eucaristía, aunque nunca o casi nunca nos confesemos de nuestros pecados ante un sacerdote. Parece que la medida de la fe sea el sentimiento (¡!).
Dios nos envió a Su Hijo y él nos dejó los sacramentos como vida para La Iglesia hasta que venga en el último día. Lo que no entra en esta lógica divina no es fe católica. A veces pareciera que nos estamos aventurando a protestantizar nuestra fe cayendo en el subjetivismo de creernos salvados sólo por sentir o por emocionarnos dejando al final la corriente de la gracia desconectada de nuestras vidas. Cuando a la fe católica se la vacía de la vida de gracia, entonces se la convierte en protestantismo… Y no nos salvan las emociones ni las lágrimas, ni las “campañas de sanación y explosión de milagros” sino la gracia de Cristo que se comunica por medio de los sacramentos de La Iglesia. Si nuestra fe no llega a La Eucaristía no es nada que valga realmente la pena. Los creyentes que llegan a amar La Eucaristía, que la reciben de corazón limpio, que la adoran humilde y silenciosamente, esos creyentes creen y obran según el querer de Jesucristo. Por algo será que el santo padre Juan Pablo II convocó para toda la Iglesia al año eucarístico entre octubre del 2004 y octubre del 2005.
Los que pretenden ser cristianos y católicos sin beber de la gracia de Cristo por los sacramentos viven una situación similar a la del motor de automóvil que quiere funcionar sin combustible. Para decirlo más bíblicamente: existen no pocos cristianos y católicos que pretenden hacer lo que Jesucristo había advertido: sarmientos que pretenden vivir y florecer sin estar unidos a la vid[ii]… ¡Y se les ve tan contentos y llenos de “vida”! Lamentablemente estos “casos increíbles” son muy numerosos.
Es fácil vivir una fe muy subjetiva. Fácilmente y sin ninguna fundamentación bíblica ni doctrinal se afirma creer en Jesucristo pero disociándolo de los sacramentos y de la vida de gracia. Las que podemos llamar “religiones del corazón” tienen muchos adeptos. Pululan en nuestro medio muchos “pastores” y “siervos de Dios” que difunden una pretendida aceptación de Jesucristo “en el corazón” pero sin ninguna relación con la Palabra de Jesús: «Yo soy el pan de vida (…) quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna (…) quien no come la carne del Hijo del hombre y no bebe su sangre, no tiene vida en él»[iii]
Cuando no valoramos ni recibimos La Eucaristía estamos pretendiendo nadar en el aire o volar sin alas.
La Eucaristía es la vida de La Iglesia y fuera de ella y al margen de ella todo vale poco o nada. Si nuestro compromiso apostólico y pastoral no parte y finaliza en La Eucaristía somos unos infelices trabajadores de un reino que no disfrutamos y del cual en realidad no conocemos su verdadero valor.
Si aquel Jesucristo del cual hablamos en nuestras charlas y testimonios no es para nosotros el mismo que está en La Eucaristía, entonces es un engaño. Y si nosotros no tenemos el valor y la honradez de reconocerle y adorarle silenciosamente en Su Presencia eucarística, entonces somos unos palabreadores y nuestras predicaciones y nuestra conversación es ideológica y no tiene ningún valor apostólico. Si pretendemos servir y amar a un Jesucristo que luego no lo vamos a buscar y encontrar en La Eucaristía entonces nos convertimos en charlatanes y nos hemos inventado un Cristo a nuestra medida y según nuestro capricho egoísta (Si al Jesucristo al cual dices conocer no lo encuentras ni le hablas en Su Presencia eucarística, entonces eres un mentiroso porque predicas una fe hueca, una ilusión, una ideología panfletaria, una consigna obtusa e infeliz que no salva ni da vida eterna sino que se ha convertido en un barato calmante que no cura pero que te hace olvidar tu mal de fondo: tu pecado).
Por otro lado, existen no pocos católicos que se han inventado un dogma (creen tener un cierto tipo de infalibilidad… ¡¿Cómo?!). El dogma que ellos creen sin cuestionarse en lo más mínimo es éste: “Yo no tengo por qué confesarme con un sacerdote. Yo me confieso ante Dios. Para eso están las imágenes, las cruces, etc.” Esa es una muestra más de lo que decíamos antes, ese extraño fenómeno de la protestantización de la fe católica que no pocos católicos llevan adelante en sus vidas. Habría que preguntarles a ellos y ellas: ¿Quién sostiene eso en la Biblia? ¿Con qué autoridad se creen eso? Es la tentación se hacer subjetiva, particular y configurable la real, sólida y firme fe católica de siempre.
No se puede servir a Dios y al pecado, no se puede juntar en un mismo corazón cielo e infierno aunque algún cantante diga lo contrario. Dios no está dispuesto a hacerse cómplice de nuestras vidas dobles y de nuestra moral oscura. Jesucristo quiso desde el principio que La Iglesia tuviese el poder de atar y desatar los pecados[iv] y aún cuando en su propio corazón el pecador se haya arrepentido y Dios posiblemente le haya perdonado, ese mismo Dios ha querido que todo pecador se acercase al tribunal del sacramento de la reconciliación, administrado por un sacerdote, y sólo así hallar gracia divina, no por el sentimiento ni etéreamente. Esto es parte de la meridiana objetividad de nuestra fe católica.
Si nuestro compromiso apostólico o pastoral no se nutre de los sacramentos recibidos con pureza de corazón entonces no sirve de nada, ya lo decía Jesús: «…Porque separados de mí no podéis hacer nada»[v]
Los católicos comprometidos en tareas apostólicas debemos hacer todo lo posible por marcar la diferencia con relación al mundo que nos rodea, que no tiene el pensamiento de Jesucristo, recordemos bien sus palabras: «Porque les digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los Cielos»[vi]
Sólo con los sacramentos bien recibidos y con nuestro cotidiano esfuerzo por vivir al revés en un mundo terco y voluble, podremos dar fruto para la mayor gloria de Dios, porque: «La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos… Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado»[vii]

[i] Cf. Tractatus in Johannem, 21,8; Comentario al Salmo 62; Sermo 72/A,7
[ii] Cf. Jn 15, 1-17
[iii] Cf. Jn 6, 53
[iv] Cf. Mt 16, 19
[v] Jn 15, 5
[vi] Mt 5, 20
[vii] Jn 15, 8.11

domingo, 2 de septiembre de 2007

«Un grito desde la sacristía»

Si algun amable lector piensa que por lo que a continuación escribo estoy desatando un debate y discusión amplios, está en lo cierto. Espero que pueda ser así, aunque en una sociedad pretendidamente "pluralista" como la nuestra cada vez hay menos lugar para los auténticos debates, esos que mueven a pensar de verdad.

Hoy escribo desde la sacristía, porque ese es el lugar donde me han puesto ya un montón de políticos, empresarios, "hombres de mundo", artistas, "intelectuales" y demás gente que hace un buen tiempo, hace siglos, sostiene sin más razonamiento que La Iglesia (entiéndase: obispos, sacerdotes, religiosos) sólo debe dedicarse a hablar sobre asuntos religiosos, y entre estos asuntos religiosos deberá escoger los menos comprometedores y más irrelevantes: el incienso, el color de las velas, los trajes, los cánticos sagrados, los carbones litúrgicos...
Como simple sacerdote, sin mayores pretensiones, les escribo desde la sacristía, lugar que para muchos modernos deberá ser el lugar natural de un sacerdote como yo, pero me resisto a hablar sobre las velas y el incienso, tampoco me gusta hacer el panegírico de los santos (gracias a Dios nunca lo he hecho).
Pienso que si Jesús habló de los pescadores y su trabajo, si se refirió al trabajo de los cambistas y cobradores de impuestos, si conocía bien cómo se amasa la harina, si sabía cómo pasan el día los que no tienen empleo, si observaba lo contento que se pone un hombre que ha encontrado la oveja perdida, si sabía como se cultivan los campos y observaba muy bien cómo crece la cizaña entre el trigo, en suma, si Jesús hablaba de las cosas de los hombres y les daba sabor divino, si las observaba, las juzgaba y las medía según el ojo de Dios, si Él no desconocía este mundo y lo usaba para elevar a Dios a sus oyentes, entonces los que le prediquen, los que prediquen su evangelio hoy, deberán hablar de este mundo y juzgarlo según Dios, según «reglas divinas», que eso es lo que se quiere en los servidores de Dios.
Sin embargo existe no poca gente a la cual le incomoda mucho que los religiosos nos refiramos a las cosas de los hombres. Cada cierto tiempo sale a declarar en los medios algún presidente o algún funcionario público para decir de distintas maneras que 'la Iglesia no debe meterse en estos asuntos', refiriéndose a la vida política, moral, económica de nuestros países. Pero no sólo están ellos, están también no pocas personas que afirman ser muy creyentes pero que 'no están de acuerdo' con que La Iglesia hable de tal o cual forma.
No soy profeta ni hijo de profetas, pero hace un tiempo me sorprendió el hecho de que un domingo después de predicar en un templo parroquial descubrí un grupo de personas que estaban discutiendo sobre la homilía que yo había pronunciado. Yo había sido muy enfático sobre la cuestión de la justicia social y entre los oyentes habían acérrimos devotos de la economía de mercado radical -muy católicos- y eran ellos los que estaban muy molestos con mis palabras. Indudablemente choqué con sus intereses y con su vida burguesa. Y lógicamente como principio blandían aquello de que "La Iglesia no debe meterse en esos asuntos, eso no le compete", "eso es hacer política", etc.
Yo estoy completamente seguro de que si Jesús se subiría hoy a los púlpitos (más imaginarios que reales) de nuestras iglesias trataría de todos esos temas que a muchos incomodan, o porque no suenan tan piadosos, o porque chocan con sus intereses económicos, políticos o carnales o todo eso junto.
Sé también que pueden haber sacerdotes que prefieren el silencio sobre los asuntos que de verdad son urgentes y que seguro han optado por callar para "no meterse en problemas", sé que pueden existir estos heraldos callados. San Agustín diría que son «perros mudos» que no ladran cuando ven venir al lobo y dejan que haga estrago en el rebaño. Frente a ellos yo escojo gritar (tendría que escribir: ladrar).
Y por eso hoy lanzo el grito (o el ladrido) desde la sacristía, donde el mundo moderno quiere que vivan los religiosos, pero no es un grito para decir qué rico huele el incienso sino para decir que aunque nos quieran encerrar con la tonta etiqueta "cuestión religiosa" -es decir: cuestión sin importancia, cuestión accesoria- siempre habrá alguien que diga las cosas como deben ser dichas y aunque le acusen de "hacer política" sabrá que es fiel al evangelio de Jesús.
La Iglesia (que es la familia de todos los bautizados) no sólo puede sino que DEBE pronunciarse sobre los asuntos de los hombres (todoslos asuntos de los hombres...) porque a Dios le interesan TODOS los asuntos de los hombres, pues son sus hijos... y no sólo lo son cuando rezan sino cuando viven y se meten en los negocios humanos.

domingo, 26 de agosto de 2007

«..............................»

Aún con varios años de vida religiosa y sacerdotal no dejo de asombrarme como si fuera la primera vez cuando escucho o leo los evangelios. Hoy ha sido para mí una experiencia tremenda el tener que meditar lo que Jesús nos dice: «Esfuércense por entrar por la puerta angosta...» (Cf. Lc 13, 22-30) Y más adelante él dice que no reconocerá a varios que comieron y bebieron con Él y que predicaron Su Palabra.
Me he puesto ha pensar qué pasaría si llegado el momento tuviera que presentarme a la presencia del mismo Dios para "rendir cuentas" ante Él y debo confesar que me ha causado estremecimiento pensar que me podría ocurrir lo que Jesús advierte en el Evangelio, que me presente con todos mis títulos, con el "aval" de mi consagración y ministerio pastoral y que Jesús se vuelva y me diga a la cara: «Disculpa pero... no te conozco»
La salvación eterna no es cosa de juego ni es una cuestión de suerte, no será el echar la moneda y ver qué sale, si es cara o sello, si te salvas o no y mientras tanto cruzas los dedos y ruegas a "diosito" que sea buenito. La salvación es una cosa muy seria, tan seria que en el fondo tenemos un poco de miedo hablar sobre el tema y siempre lo vamos postergando, relegando... "Ya habrá tiempo para eso..." "Después se verá..." Pareciera que el común de los mortales solemos ser muy superficiales sobre cosas tan serias como ésta.
Y volviendo a ese momento en el que me presentaría ante Dios y me llevaría el gran chasco de mi vida, pienso que me convendría un millón de veces que Dios me dijera ahora mismo, en esta vida, cómo Él me ve. Pienso que le estaría muy agradecido eternamente si me adelanta un poquito de ese juicio final y si me dice si tal como hoy vivo le estoy agradando de verdad o no; si Él está contento de mí o no lo está; si estoy abierto de verdad a Su Gracia o si me he enceguecido y ya no veo nada; si las voces que digo que son suyas son en verdad de Él o si son tontos inventos de mi orgullo y dureza de corazón; si aquello que digo y hago es Su Voluntad de verdad o si es mi voluntad disfrazada de "revelación al corazón".
Porque también sé que los humanos podemos muy fácilmente engañarnos, que nos volvemos ciegos a sólo unos centímetros de distancia de Dios, que nos volvemos sordos aunque Dios grita a nuestros oídos, que nos volvemos muy duros de corazón estando Dios a nuestro lado. Sé que todo ello es tristemente posible, lo he observado, lo he sufrido y lo lamento por otros... y necesitaría saber por todo ello qué piensa Él de mí, si le agrado o no, si tengo posibilidades de ser reconocido por Él en el momento decisivo o si ya estoy tan "vacunado" de su Espíritu que ya sólo me espera la gran sorpresa de mi desgracia eterna...
Por eso pienso que ante esta palabra de Jesús lo único que me queda es pedirle "un poquitico" de adelanto de aquel juicio personal que creo algún día tendré que pasar. Y prefiero que Él sea ahora muy veraz y directo conmigo, que corte y purifique todo lo necesario en mí, que ahora no le tiemble la mano en moldearme y podarme con tal de no pasar aquel terrible momento.
Y es lo que modestamente aconsejo de pedir a cualquier persona que en verdad le interese salvarse.

domingo, 19 de agosto de 2007

«CARTA ABIERTA A UN DIOS QUE SE PONE PESADO»

Los abajo firmantes presididos por quien escribe a nombre de todos, Doña Fulgencia de Las siete llaves de los Candeleros del Sagrario y Picoy de Alba de Tormes, hacen pública esta carta en vista de que Nuestro Señor últimamente está diciendo cosas que consideramos por lo menos demasiado imprudentes, a saber:
  1. El Señor acaba de pronunciar (domingo XX del tiempo ordinario), un discurso que consideramos por lo menos ofensivo con quienes siempre hemos sido leales a él: ahora resulta que no es Dios de paz sino de guerra y división.

  2. Nosotros siempre hemos creído que Dios es bueno y manso y ahora el Señor nos está saliendo con cada cosa... El otro día trató mal a una cuadrilla de cofrades y les dijo algo así como: "Sarta de serpientes, sepulcros embadurnados" Creemos que no hay derecho, nosotros que siempre le habíamos seguido.

  3. Exigimos que se revise su predicación antes de pronunciarla por el consejo parroquial, porque todos somos Iglesia.

  4. Creemos que este tipo de discursos promueven una desmoralización entre nuestra gente de bien y es un peligro para la estabilidad de nuestra sociedad, no es posible que ahora el Señor pregone división.

  5. A nombre del Sindicato de Suegras y Suegros Oprimidos manifestamos nuestra queja formal ya que el Señor está poniéndo en contra nuestra a nuestros yernos y nueras, a los que dicho sea de paso, queremos entrañablemente.

  6. Sugerimos al Señor que no se deje guiar por enardecidos elementos de izquierda radical que pueden estar influenciandole negativamente.

  7. Exigimos en pro de la buena paz que vuelva el Señor a hablarnos de la paz y el amor, que así es como habla Dios (¿desde cuándo Dios habla de fuego y guerra?)

  8. A nuestro reclamo por satisfacciones se une también la voz de protesta de la LUPLPPPPUCCQNEIADNM («La Unión de Pensadores Libres y Por la Pluralidad de Pensamientos Pero Unidos Por Una Causa Común Que No Es Idea Absoluta De Ningún Modo (esto también no es absoluto))» que se levanta a protestar por este efluvio de críticas injustas ante una sociedad que no puede permitir la aparición de nuevos fundamentalismos intolerantes, y no lo puede permitir de modo absoluto e intolerante.

  9. Hacemos un llamado urgente a toda la sociedad a unirnos por una vida cada vez más justa, libre, pluralista y tolerante.

Jerusalén, 45 del mes del esternocleidomastoideo del año 32.


Fulgencia de Las siete llaves de los Candeleros del Sagrario y Picoy de Alba de Tormes. Presidenta de las DPUSJYTDGDYC (Damas por Una Sociedad Justa Y También Diferenciada Guardando Distancia Y Cultura).

Liberio Tolerancio Mente Amplia Ganímedes Baba. Presidente absoluto de la LUPLPPPPUCCQNEIADNM (La Unión de Pensadores Libres y por la Pluralidad de Pensamientos Pero Unidos por Una Causa Común Que No Es Idea Absoluta De Ningún Modo (esto también no es absoluto))

Engracia Vinagretta Explosiva De Armas Tomar. Presidenta Honoraria del SSSO (Sindicato de Suegros y Suegras Oprimidos).

Siguen unas doscientas firmas casi initeligibles fabricadas en la Notaría Keiko Satomi Medelius

NOTA DE REDACCIÓN:

* El blog no se solidariza con las opiniones vertidas en esta Carta Abierta, tan sólo la hace pública en razón del derecho y libertad de expresión vigentes en la www.

* Fuentes policiales informaron hoy que fue detenido en una plaza pública de Jerusalén un sujeto que decía llamarse Jesús Hijo de José, precisamente había lanzado unos volantes con un discurso que decía así: «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y cuánto desearía que ya hubiera prendido». El sujeto fue detenido y llevado a Seguridad del Estado por presunto delito de apología al terrorismo y alterar el orden público. También se informa que el sujeto indicado sería el hijo de una lideresa subversiva que una vez cantó en público una canción prohibida que decía más o menos así: «Estoy supercontenta porque Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes» Algunos sostienen que estas cosas se encuentran en Lc 12, 49-50 y Lc 1,46-52, pero es una información sin confirmar.