martes, 31 de agosto de 2010

Dios me ha vuelto a llamar...

Tenía 18 años de edad cuando creí, por primera vez, haber solucionado en mi vida el "problema" de saber qué era lo que Dios quería para mí. No fue el último discernimiento que tuve que hacer. Andando el camino tuve que hacer otros discernimientos más, de distinta importancia, y luego de haber concluído cada proceso, me sentía satisfecho y como con la sensación de decir: "Ufff... Felizmente, ahora puedo estar seguro".

Pero ahora me doy cuenta de que ese mismo Dios, Yahvé, que eligió a Abraham cuando -viejo y cansado- ya sólo tenía en su horizonte la seguridad de una ancianidad tranquila, lineal, sin mayores sorpresas, con el panorama de la muerte bastante lógico y cercano, ese mismo Dios es el que se empeña en que yo -bien poca cosa- no descanse demasiado en la travesía hacia la Patria verdadera. Ese mismo Dios me ha vuelto a llamar. Sí, a pesar de mis 39 años soy un llamado.

Hasta hace poco -meses nomás- pensé que había hecho todos los discernimientos posibles en mi vida, los más importantes. Discerní mi vocación a la vida consagrada, mi vocación al sacerdocio, etc. Hasta hace poco pensaba que quizá tan sólo me quedaba por discernir diariamente si me tenía que poner ésta o aquella camisa, de si tenía que decir tal o cual palabra en determinada predicación, pero que en suma, ya no tenía que hacer mas grandes, arriesgados o trabajosos discernimientos. Todo estaba lineal en mi vida, previsible, tranquilo. Qué seguro me sentía.

Y es verdad, lo tenía todo hasta hace muy poco: muchos amigos, seguridad económica, respaldo, prestigio innegable, es decir: un carril seguro por el cual no había más que caminar, una senda hecha y marcada, previsible y tranquila, una vida lograda, realizada... Después de todo -pensaba- yo no soy Abraham -no tengo su edad- ni algo parecido ni nadie me pide salir de mi aldea y andar sin rumbo.

Sin embargo Dios me ha vuelto a llamar. Y siento que la historia sagrada de su intervención en mi vida renace hoy y ahora. Dios me está llamando. Y de modo semejante a Abraham Él me ha pedido que salga de mi tierra y que vaya a donde Él me mostrará. Yo no sé exactamente cuál será su plan pero no puedo dejar de pensar que estoy emocionado y que me asombra su nueva llamada. Siento que Él me está urgiendo a iniciar un nuevo camino dentro de la vida consagrada en La Iglesia, continuando con mi sacerdocio pero de modo diferente.

No sé si a Abraham le habrían llamado "loco" sus amigos y familiares, pero aunque la Biblia no dice nada al respecto, me imagino que algunos -o muchos- así lo habrían tratado. Es que fue algo demasiado audaz su vocación: se trataba de un anciano casado con una mujer estéril al cual se le pedía salir de su tierra y al que se le prometía tener una descendencia numerosa e incontable. Pienso que habría escuchado a sus espaldas el comentario o el murmullo burlón de quienes -muy razonables- pensarían que a ese viejecillo ya le estaba atacando, y bien fuerte, la demencia senil.

Y Dios, el mismo Dios de Abraham, el Dios Vivo, el Dios Jesucristo me está llamando.

Sé que no soy digno de sus llamadas ni de su mirada, menos todavía de su amor ni de su misericordia, pero sé a la vez que me emociona pensar que se esté fijando una vez más en mí. Es una esperanza para mí, porque no me acostumbro al Dios de los recuerdos de antaño ni me acostumbro a hablar de Él como quien habla de una historia muy bonita pero muy antigua. Él no deja de sorprenderme.

¿Y qué le voy a responder si me está llamando?

Le diré que sí. Que aunque ya no soy ese chiquillo, ese adolescente de 16 o ese jovencito de 18, aún tiene en mí un corazón dispuesto a servirle; le diré que también a mis 39 puedo darle mi sí, que no me acostumbro a contar una historia de hace más de 22 años, que creo firmemente que hoy y aquí puedo empezar a seguirle; le diré que me ilusiona pensar que Él quiera hacer algo nuevo en mí y conmigo o por medio de mis fuerzas. Le diré también que me tenga paciencia, porque los que somos "viejos" ya nos hemos acostumbrado a nuestras seguridades y no nos resulta muy simpática la aventura ni la adrenalina. Pero le diré también que luego de superar mis resistencias podrá tener en mí a un nuevo adolescente de 39, con el alma incandescente y apasionada por Su Reino.

Dios mismo se ha detenido a mi puerta y ha tocado, le he abierto y le he dicho que sí, que cuente conmigo, que estoy dispuesto a todo por Su Reino y por eso he vuelto a agarrar la vieja mochila y la guitarra y he comenzado a caminar con direccióna donde Él me diga. Y así, a la buena de Dios y cantando voy nuevamente detrás de Su Aventura.

.................

¿Qué me pide Dios hoy a mí? Iniciar una nueva familia religiosa. ¿Una nueva familia religiosa? Sí, aunque ya hayan muchas en el ambiente eclesial. La Familia religiosa de los Siervos de la Reina de la Paz (Reginae Pacis Servorum, R.P.S. Monjes, monjas y laicos de rostro sonriente y sereno al servicio de La Iglesia). ¿Para trabajar en parroquias y colegios? No, no será su ámbito de trabajo propio, ellos serán fundamentalmente contemplativos y orantes en silencio y soledad con Dios para luego compartir lo orado en el brve apostolado directo que tendrán. ¿Tendrán un hábito propio? Sí, porque el mundo de hoy necesita signos y porque los consagrados deben notarse en medio del pueblo de Dios. ¿Quién será el modelo y protector especial de los R.P.S.? Nuestra Madre Santa María, la Reina de la Paz. Seguiremos sus recomendaciones de orar con el corazón, estar a los pies de Jesús Eucaristía, familiarizarnos con la Biblia, ayunar dos veces por semana y confesarnos periódicamente.

................

No dejes de creer en mí, Señor, regálame cada mañana tu paz y tu audacia, tu seguridad y tu libertad.

Y gracias por fijarte en mí, por volverme a llamar a ser Padre de muchos y para siempre.

lunes, 23 de agosto de 2010

¡Necesito un papá! ¡Necesito un papá!

"¡Necesito un papá! ¡Necesito un papá! ¡Por favor, ayúdeme!"
Hice bastante esfuerzo para disimular que se me partía el alma al escuchar a la pequeña Cielo gritar así con lágrimones en los ojos: tener sólo siete años y notar que el corazón se le desangra porque no tiene un padre a quien querer y en quien apoyarse.

"¡Necesito un papá! ¡Necesito un papá!"
Yo no sé quién habrá sido su papá, nunca tuve la mala suerte de conocerlo, felizmente; sólo sé que el que le engendró abandonó a "su pareja" cuando la embarazó. Se fue para seguir ejerciendo su oficio de padrillo reproductor por ahí, aumentando así la vergonzosa estadística de los niños y niñas sin padre que hay en el Perú.

"¡Necesito un papá! ¡Necesito un papá!"
Yo creo que también la señorita -¿o señora?- que ha planificado ya tener un niño sin casarse ("Horrooooor hija, ¿cómo crees? Ni loca que estuviera") lo dice también en el fondo del alma. Claro, ella sólo piensa en lo rico que se siente tener en los brazos ese montoncito de carne tibiecita que hace pompas de saliva y que tiene color rosadito bien lindo; ella sólo quiere sentir eso bonito que es tener ese nuevo muñequito, ese moderno chichobello que se puede abrazar y que luego le dará la satisfacción de sentir que le diga "mamá"; qué le importará a esa ¿señorita? que ese montoncito de carne luego crezca sin saber quien rayos fue su padre, porque quizá él fue fruto de un buen fajo de billetes y un apropiado y moderno banco de esperma a donde la ¿señorita? recurrió, toda ella, para obtener esa cosita linda, ese montoncito de carnecita tibia y preciosa que es como un chichobello bien avanzado que hasta dice "mamá".

"¡Necesito un papá! ¡Necesito un papá!"
Su cuerpecito está intacto, bien formadito, en medio del charquito de sangre se ve su diminuta mano, está bien formada: la punta de la pinza con que el lloroso activista pro-vida lo va mostrando a la cámara nos dice que ese no-nacido también está gritando desde el cielo que necesita un papá... bueno, tampoco tuvo una madre, porque esa chiquilla sólo quería salir del apuro bien pronto -ahora tendrá que revisar mejor los condones y tomar la píldora el día siguiente y no el día anterior, pues-. Por eso se lo hizo sacar del vientre como quien se saca una muela picada, ahí en el dentista. Es uno de los 400 mil abortos perpetrados cada año en el Perú (Y eso que no tenemos leyes pro abortistas...).

"¡Necesito un papá! ¡Necesito un papá!"
Su alma lo dice a gritos aunque ella trata de acallar como puede esa voz. Ella es un "chica moderna", siempre lleva en su carterita los jebes que va a regalar a sus parejas para que se protejan. Ella cree que sabe amar pero no sabe que en el fondo también está necesitando desde hace años un padre que la quiera... Pero a falta de padres, ante tanta escasez de hombría: vengan los condones-hostales-discotecas-perreo, todos ellos amparados por: las oenegés liberales-la o.m.s.-las feministas a ultranza-los librepensadores caviar-los fieles devotos de Malthus.

"¡Necesito un papá! ¡Necesito un papá!"
Nunca tuvo en verdad uno que mereciera ese nombre: Padre. Porque su viejo siempre estaba fuera de casa y conocía bien el deporte de la infidelidad, pillo el viejo. Cierto que su mamá tenía un carácter inaguantable y que él también quería huir de casa. Y huyó de casa hace ya más de diez años... Ahora vive en la calle, al pie del muro ese con otros patas metiéndose tremendos vuelos a cada rato para olvidar que el fondo él nunca tuvo un padre.

"¡Necesito un papá! ¡Necesito un papá!"
Nuestra sociedad no quiere escuchar el grito que sale del fondo del alma. Preferimos vacilarnos, armar la juerga y seguir siendo un país fiesta. Dénnos pan y circo que eso nos basta, un par de chelas lo arregla todo pé compare, no te hagas paltas pé. Y así vamos, sin Padre conocido, sintiéndonos a veces hermanos pero sin ganas de preguntar por el Padre común, sin menos ganas todavía de obedecer sus leyes y mandatos.

Y el Viejo Eterno, el Papá Bueno, ahí está. Con sus pantuflas color cielo, enfundado en la antigua bata con la que creó el mundo hace un ratito nomás, mirando por la ventana de arriba a ver si estos chicos alocados acaban la juerga de una vez por todas y dejan de matarle el Hijo que tanto ama, el mismo Hijo que ensangrentado pero sereno le vuelve a decir muy quedo casi al oído: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen".

Y el Viejo Bueno una vez más esperará a que termine el festín.