domingo, 30 de diciembre de 2007

El corazón en la congeladora...

Hace unos días he leído la carta de un muchacho de un país "desarrollado" y me he quedado impresionado, primero por su franqueza y luego por la situación que está atravesando. Este chiquillo cuenta que en medio de todo su mundo él se esfuerza por ser responsable, recto y trabajador, que aunque su ambiente, su barrio, es difícil él trata de caminar en línea recta. Y luego pasa a contar que él se ha mostrado veraz con las chicas que ha conocido, que ha jugado limpio siempre, que las ha respetado, pero que por más que lo ha intentado no acaba de encontrar una sola chica que no piense sino en ir a bailar y pasear en la moto todo o casi todo el día, que no acaba de encontrar una chica que... piense por sí misma y que fije su mirada en algo más que pasarla bien y darse la gran vida. Y él se pregunta: ¿Será justo que uno se esfuerce por vivir en linea recta y sea serio y cultive un alma profunda y no pueda encontrar una persona igual para por lo menos poder conversar sobre algo que valga la pena? ¿Es justo que las cosas sean así? ¿Dónde está la gente con corazón?
Me temo que este buen muchacho tiene razón en su "protesta" si las cosas son así. Pero lo que me deja pasmado es que existan en su entorno tan pocas personas -pocas chicas en este caso- que den la talla, que tengan alma pues. Y no es ésta una crítica de género. Quizá alguna lectora asidua de este blog podrá decir lo mismo con relación a los varones de su entorno y posiblemente no le faltaría razón.
Pero, ¿de dónde sacamos la gente con corazón? ¿De dónde sacamos la gente con alma? ¿Son muchos o pocos los que tienen cierta profundidad de alma? ¿Dónde se origina ese pasotismo como forma de vida, esa superficialidad como modo universal de proceder? ¿Será que hemos puesto el corazón en la congeladora? ¿Eso es "estar al día"?
Hoy celebramos a la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Y quizá en esta bendita y feliz familia podemos encontrar alguna respuesta o alguna explicación que nos pueda volver a calentar el alma.
En Nazaret María era el alma de la casa, era el corazón, era el calor y la acogida, la sonrisa y el canto. José era el soporte de todo, la columna vertebral, el apoyo, el timonel, el sustentador (no sólo "nutricio" sino mucho más...). Jesús era la esperanza, la alegría, la vida, el motivo, el entusiasmo, el sentido de todo. Y Dios lo era todo en todos. Y Nazaret era un cielo en pequeño, una maqueta de vida eterna, una maqueta de gloria futura.
Y seguramente María y José habrían sido los forjadores del corazón humano de Jesucristo. Todos nodotros necesitamos de calor de amor, necesitamos de acogida, necesitamos de sabernos amados y aprobados. María habrá hecho experimentar estas realidades a Jesús desde pequeño y seguramente él no habrá aprendido a poner el corazón en la congeladora sino que lo habría usado mucho ya desde tierna edad. Y José daba el soporte en este aprendizaje, la firmeza, la perseverancia, el cariño también fuerte y exigente. Aquellos tres se amaban y con mucha sencillez y sin aspavientos. ¡Qué bello cuadro aquel en el que no se dismulaba el cariño ni la entrega, ¿no es así?! Y cualquier persona que habría pasado por Nazaret lo habría notado y experimentado, el taller de ese pobre artesano era muy especial porque allí se amaba.
No hay duda de que si todas las familias acostumbrasen a sus hijos a vivir en ese estilo sencillo y amable nadie tendría por qué sentirse sólo ni tendríamos el pasotismo y la superficialidad como forma de vida. Y entonces no se formarían generaciones de gente que ha puesto el corazón en la congeladora y a la que le basta con una vida hecha de apariencias.
Y vuelvo a pensar en aquel muchacho al que aludía al comienzo de éste artículo. ¿Será que ahora con el frío familiar cada vez más extenso -divorcios, infidelidades, experimentos "familiares"- en muchos países se están forjando más adolescentes y jóvenes que seguramente tienen el corazón en la congeladora? ¿Llegará un día en el que nuestras sociedades se vuelvan tan frías y superficiales que no puedan soportar a alguien que reclama un poco de autenticidad y profundidad de alma?
Nazaret fue un auténtico HOGAR, es decir, un centro de calor, de calor del corazón en el que todos se podían sentir amados y considerados por ser ellos mismos sin disfraces y sin intereses. Las familias están llamadas a ser HOGARES, centros de amor, de calor y acogida, donde cada quien puede sentirse bien.
¿Y qué pasará si todos corremos tras nuestros intereses personales sin que nos importe en absoluto dar, amar, gastarse por el otro? Si eso sucede, la familia será imposible, será imposible el calor y seremos seres con el corazón congelado disimulando nuestra temperatura interior bajo cero mientras el alma se muere de frío.
Y digo ahora como Esthercita, una niña que conozco: Quiero tener unos brazos graaaandes, graaandes para abrazar a todos los que no se sienten amados y decirles que yo los quiero mucho porque Diosito los quiere mucho.
José bendito y María, Madre nuestra, ayúdennos a dar la vida con corazón grande y a romper las barreras que nuestros egoísmos han levantado y que nos impiden acoger y demostrar cariño a los que nos rodean; concédannos del Buen Dios el coraje y la valentía de tomar la iniciativa para amar a quemarropa, para que podamos descongelar cualquier corazón y así calentar el nuestro también.
Amén.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Informes desde la tierra (Solín y Santi desde la gruta de Belén)

Día 329 de Exahopjtarmyx del 379'455,921
(Que para los humanos es el 26 de diciembre del año 0 o muy cerca)

Recordado señor Don Pedro. Yo aquí, mandándole este informe desde mi Compaq Cielirio 550 para contarle lo que corresponde al día de hoy. Aquí va a lo sintético:

7.17 am Entró un pastorcito con una jarra de leche y unos huevos (así me han dicho que se llaman) y se los regaló a la Reina, a Nuestra Reina, perdón, y el bueno de José agradeció con sentidas reverencias. Me han dicho que el pastor se llama Jorgito, pero eso no lo he confirmado.

7.23 am Estuvo de paso por aquí... se lo tengo que decir señor Don Pedro, estuvo por aquí (que conste que soy sincero, eh?) pues, es que quiso darse una vuelta; ahora: yo no sé si tendrá permiso pero a mí me late que no. Pero bueno, le digo que estuvo aquí -y bien emocionado- pues, ya sabe quién: Calín. Sí, él mismo. Aleteó unos minutos, me sonrió y se quedó medio bobo mirando al Niño Bueno y otra vez casi nos arruina la adoración. Pero se fue rápido y ya no lo ví en todo el día.

8.49 am La señora Doña Juana entró y dejó con un caldo que dice que tiene que ver con nosotros pero eso me parece absurdo: ¡¡¡nosotros no tenemos cabello!!! Pero bueno, ese caldo tenía un arooomaaaa!!! (Casi podría decir que se me abrió el apetito).

9.24 am Nuestra Reina salió un momento y el bueno de José -qué tipo tan simpático, eh?- se quedó con el Niño. Tal parece que el pequeñín notó al instante el cambio de brazos y de regazo, estiró sus músculos y quiso hacer puchero, movió sus labios rosados y le salió una pompa de saliva: ¡fenomenal! (Por más que lo intenté, a mí no me ha salido....)

10.31 am Entró Gabriel pero no quiso hacerse notar. Yo me incliné para la debida reverencia y me hizo señas de no aletear ni nada, que no venía en plan de grandes mensajes sino que quería contemplar unos segundos al Niño Bueno y a Nuestra Reina. El pequeñín sólo hace una cosa: dormir, dormir y dormir.

11.04 am Llegó Santi, que se supone venía a relevarme pero bien pronto me dí cuenta que estaba muy perdido en todo (Usted disculpe, señor Don Pedro, pero últimamente mandan unos inexpertos para las misiones en la tierra, ayyy!) Le dije a Santi que no debe temer al animal aquél que estaba echado cerca de José y del Pequeñín, le dije que se llama "vaca", se lo deletré: v-a-c-a. Se lo tuve que repetir varias veces.

*********

12.45 pm Soy Santi. Solín volvió a la base y yo he quedado a cargo de todo aquí en esta gruta. Le cuento señor Don Pedro que todo es muy divertido por aquí. ¿A que no sabe? He conocido unos seres fantásticos, señor Don Pedro. Hay uno que es formidable, me da risa de sólo verlo. Solín me lo explicó todo: tiene unas cosas sobre su cabeza, largas, largas, unos ojazos y unas pestañotas excelentes. Dice Solín que se llama Burrrro, jajaja.

3.10 pm Entró en la gruta un señor vestido de traje talar. Recurriendo a mi manual me di cuenta de que se trataba del párroco de la zona, señor Don Pedro. Entró y se arrodilló, hizo unas oraciones y se fue muy rápido, dice que no tenía tiempo para más...

5.21 pm Esto sí que fue de lo mejor del día, señor Don Pedro. Estaba yo muy contento contemplando al Niño Bueno y en eso que escuho ruido y entró corriendo un niño. El pequeño estaba muy contento. Se quedó mirando al Niño Bueno y comenzó a preguntar y preguntar, no se cansaba de preguntar... el bueno de José respondió a todas sus interrogantes con una calma tremenda, yo confieso que en cierto momento ya me estaba cansando de tantos porqués y más porqués. Al final el niño, que tenía un caramelo en la boca, se lo sacó y le invitó a José y él... se lo comió!!! Ni qué decir que el pequeño estaba contento y Nuestra Reina se reía con ganas.
Pero luego vino el hecho de que aquel pequeño me hizo pasar un momento algo incómodo: ¡¡¡me vió!!! Y por poco y comienza a hacerme preguntas. Uffff!!!!

Son las 8.32 pm Cierro mi informe de hoy. José ha cerrado la entrada de la gruta y comienza el descanso. Hasta pronto señor Don José.

martes, 25 de diciembre de 2007

«De carne y hueso»

Así: te necesito
de carne y hueso.
Te atisba el alma en el ciclón de estrellas,
tumulto y sinfonía de los cielos;
y, a zaga del arcano de la vida,
perfora el caos y sojuzga el tiempo,
y da contigo, Padre de las causas,
Motor primero.

Mas el frío conturba en los abismos,
y en los días de Dios amaga el vértigo.
¡Y un fuego vivo necesita el alma
y un asidero!

Hombre quisiste hacerme, no desnuda inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!

Así: tangible, humano,
fraterno.

Ungir tus pies, que buscan mi camino,
sentir tus manos en mis ojos ciegos,
hundirme, como Juan, en tu regazo,
y –Judas sin traición– darte mi beso.

Carne soy, y de carne te quiero.
¡Caridad que viniste a mi indigencia,
qué bien sabes hablar en mi dialecto!

Así, sufriente, corporal, amigo,
¡cómo te entiendo!
¡Dulce locura de misericordia:
los dos de carne y hueso!

(Alfonso Junco)

lunes, 24 de diciembre de 2007

«Vendrá de noche»

Vendrá de noche cuando todo duerma,
vendrá de noche cuando el alma enferma
se emboce en vida,
vendrá de noche con su paso quedo,
vendrá de noche y posará su dedo
sobre la herida.

Vendrá de noche y su fugaz vislumbre
volverá lumbre la fatal quejumbre;
vendrá de nochecon su rosario, soltará las perlas
negro sol que da ceguera verlas,
¡todo un derroche!

Vendrá de noche, noche nuestra madre,
cuando a lo lejos el recuerdo ladre
perdido agujero;
vendrá de noche; apagará su paso
mortal ladrido y dejará al ocaso
largo agujero...

¿Vendrá una noche recogida y vasta?
¿Vendrá una noche maternal y casta
de luna llena?
Vendrá viniendo con venir eterno;
vendrá una noche del postrer invierno...
noche serena...

Vendrá como se fue, como se ha ido
-suena a lo lejos el fatal ladrido-,
vendrá a la cita;
será de noche mas que sea aurora,
vendrá a su hora, cuando el aire llora,
llora y medita...

Vendrá de noche, en una noche clara,
noche de luna que al dolor ampara,
noche desnuda,
vendrá... venir es porvenir... pasado
que pasa y queda y que se queda al lado
y nunca muda...

Vendrá de noche, cuando el tiempo aguarda,
cuando la tarde en las tinieblas tarda
y espera al día,
vendrá de noche, en una noche pura,
cuando del sol la sangre se depura,
del mediodía.

Noche ha de hacerse en cuanto venga y llegue,
y el corazón rendido se le entregue,
noche serena,
de noche ha de venir... ¿él, ella o ello?
De noche ha de sellar su negro sello,
noche sin pena. Vendrá la noche, la que da la vida,
y en que la noche al fin el alma olvida,
traerá la cura;
vendrá la noche que lo cubre todo
y espeja al cielo en el luciente lodo
que lo depura.

Vendrá de noche, sí, vendrá de noche,
su negro sello servirá de broche
que cierra el alma;
vendrá de noche sin hacer ruido,
se apagará a lo lejos el ladrido,
vendrá la calma...
vendrá la noche...

Este poema de Miguel de Unamuno me hace pensar que todos aquellos que viven hondamente viven también en un permanente adviento, viven esperando. Y con la espera, está siempre la ilusión y la emoción de Alguien que encenderá la vida en nuevo fulgor.
Vivimos esperando a que venga. Él nos ha dicho que volverá, tiene un nombre: Jesucristo.
Y no traerá un sol negro, Él será nuestro sol.
Y no habrá el ladrido fatal sino el canto de quien sabe que su espera no será defraudada.
Y al final de los tiempos vendrá en gloria y con Él vendrá la calma.
Vendrá de noche y traerá la cura... porque la noche es tiempo de salvación.
Abramos el corazón.
Feliz Navidad.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Pero no se lo digas a nadie, ok?

En estos días de navidad me viene a la mente el recuerdo de mi buen amigo Angel.
Hace buen tiempo que no lo veo, pero él me sorprende de cuando en cuando con un telefonazo que llena mi alma de un oxígeno distinto. Él sabe que yo no puedo llamarle y yo sé que él algún día llamará.
Es una bendición contar con amigos así, con quienes se puede compartir un chiste sin que ninguno se sienta ofendido, con quienes se puede hablar francamente, con quienes se puede decir algunas frases geniales, agudas, locuaces (cuántas locuras compartidas, no?).
¿Y por qué lo recuerdo en especial en estas fechas?
Es sencillo: Ángel sabe bien lo que es la navidad y la ha vivido varias veces de verdad ( Y no sólo en diciembre).
¿Quieren que les cuente cómo es eso?
Aquí les va, con algunos aderezos míos.
Por donde Ángel vive, en estos tiempos hace mucho frío, a veces bajo cero. El bueno éste a veces se escapa de casa (tiene ya su buena edad...) y encapotado con sus atavíos invernales se mete entre la gente. Ángel casi siempre sonríe y tiene un humor que admiro de pé a pá.
Me contó que varias veces había hecho una travesura. Es una cosa sencilla pero que cuando me la contó por primera vez me conmovió y no supe qué decirle.
Cuando Ángel llega al centro de la ciudad se busca algún servicio higiénico y entonces en uno de los compartimentos abre la mochila y se tranforma. El traje serio y empaquetado queda dentro de la mochila vetusta y sale de los servicios con unos pantalones medio rotos y sucios, una chompa desteñida, un gorro viejísimo, una bufanda de color indefinido, unos lentes oscuros y un cigarro en los labios. Medio despeinado y con unas zapatillas muy usadas camina con la mochila a la espalda con el rumbo propio de los que piden unas monedas para atenuar el hambre.
Y Ángel sabe dónde están los que son "del gremio" y se va con ellos.
Allí, a los costados de la Catedral, arrimados a las paredes, los encuentra, les da la mano, les saluda como hermano, bromean, les invita unos cigarros y se sienta con ellos y pasa todo el día conversando con ellos, enfundado en su traje de amigo. Se hace mendigo con los mendigos.
"Pero no se lo digas a los míos, ¿ok?" "Si se enteran, me matan" Disculpa amigo, no sé si estoy traicionando tu confianza, pero cosas así creo que merecen ser conocidas y todos podemos disfrutar de tu atrevimiento.
Tú sabes bien, querido Ángel, que hace dos mil años el mismo Dios se quitó el traje acartonado que nosotros le pusimos y se hizo mendigo y pobre. Y sabes que en Belén no hubo sino frío y silencio, y mucha pobreza y también mucha confianza en que Dios actuaría cuando lo tendría previsto.
Me has dicho que la has pasado bien entre tus amigos mendigos, que les has contado unos chistes tremendos, que han reído juntos y que han compartido de buen grado los cigarros y que al final les has dado también "un poco" de tu dinero. Y yo sé que tú añoras volver a estar con ellos muchos días del año, pero tienes que trabajar y los demás no comprenderían.
Yo sé, buen amigo, que hay muchos secretos entre tú y Dios, sé que tú vas escribiendo un evangelio distinto cada día con aquel: "que no sepa tu mano izquierda..."
Y sé que no le das importancia a esas "menudencias" que puedes hacer.
Y sé que has perdido no una sino mil veces por haber hecho el bien.
Y sé que aquella vez en que me volvía para mi lugar tú lloraste sentidamente y te quedaste varios minutos viendo el avión en que yo me alejaba.
¿Quién te enseñó a tener un corazón tan grande?
Yo creo que un Niño pequeño te lo "sopló" al oído. Ese mismo Niño que es Hijo de María, a quien tú le rezas todos los días el humilde rosario en latín.
Yo pienso que la navidad es el tiempo de todos aquellos que dan sin esperar, de aquellos héroes anónimos que hacen que este mundo sea un poco más habitable y mejor.
Sé perfectamente que tú, buen Ángel, nunca leerás este blog, que seguramente no te interesaría hacerlo y no lo tomo a mal. En tí agradezco a Jesucristo que no dudó en hacerse uno de los nuestros para hacernos compañía y darnos esperanza.
¿Qué bonito es saber que Dios mismo ha tocado y tomado nuestra carne, no Ángel?
Tenemos algo de divinos y eso hace nuestro barro un poquito más bello, ¿no es así, Ángel?
Dios te bendiga siempre y te guarde bueno... y niño.
Feliz Navidad, amigo.
Feliz Navidad, amigos.

domingo, 16 de diciembre de 2007

El día en que los ángeles nos tuvieron envidia...

Calín era uno de los ángeles más alegres que el cielo había visto correr por su pasadizos (aunque eso de correr es en sentido figurado ya que los ángeles no tienen pies ni piernas, pero bueno...). Hacía una tarde tremenda en su zona angélica y vio muy cerca de él a un grupillo de angelotes que estaban conversando, o mejor diría, discutiendo. Se acercó con su singular sonrisa y les preguntó el porqué de tanta emoción. Uno de ellos, Solín, le explicó que había pasado algo que nunca se hubieran imaginado ni en mil años (que en el fondo son para ellos como un día). Solín con no poco desgano le fue soltando algo de la verdad del asunto.

Y resulta que últimamente El Buen Padre Dios había tomado ciertas decisiones que los habían sorprendido de pluma a pluma. Estaban, como se dice, con las plumas paradas.

Luego de que se lo explicaron, Calín no entendió casi nada, pero claro, había que decir: "¡Ahh!" para no quedar como un ángel caído del cielo. Se alejó de ellos que estaban cejijuntos y decidió ir a "la oficina central" para ver mejor el asunto.

Lo que vió en las inmediaciones de la "Sky Center" fue tremendo. Literales turbas angélicas iban y venían con rostros de sorpresa total. Calín sabía que casi siempre él era el último de enterarse de las cosas importantes, pero esto le parecía extremo. Sí, de acuerdo, él tenía muchas veces la cabeza en las nubes, pero ¿en dónde más podía tener la cabeza un ángel? Díganmelo!!! En lo mejor de su contemplación pasó un grupo de amigos y fue Cencín el que le hizo señas para que los acompañase, se subió a la nube-taxi y se fueron. Cencín era su mejor amigo, a él le había puesto ese sobrenombre ya que le parecía muy largo aquello de Inocencín, pero en emergencias lo llamaba simplemente "Cín". Bueno, el buenazo de Cín le contó al vuelo (literalmente) que la cosa era increíble, que el Buen Padre Dios había decidido que...., bueno, que... ¡¡¡Y era irrevocable!!! Cuando Calín, impaciente, estaba a punto de agarrarlo del cogote plumífero, la nube-taxi se detuvo y bajaron: estaban en el partidor central. Calín nunca había llegado tan lejos y menos se le había ocurrido la necesidad de partir a... Tierra!!!

"No, no, no tengo permiso del Buen Padre Dios" Cín sí que lo tenía y sus compañeros también. Le animaron a que lo pida, que seguro que le dejaría permiso de bajar a Tierra. Calín estaba sorprendido por todo, claro que él tenía que bajar a tierra hace tiempo, pero eso era en otro sentido, que dicho sea de paso tampoco lo entendía bastante. Estando en ese trance de pensarlo se acercó Rafael, el arcángel, y los saludó amablemente. Los ángeles se alinearon y lo saludaron con mucha veneración. Rafael se le quedó mirando y le dijo: "¿No tienes permiso, eh? No hay problema, aquí tengo un pase libre a tierra, ¿ok? Quédate tranquilo, el Buen Padre Dios te bendice, anda con tus amigos y den gloria a Dios en la tierra" La tropa de ángeles se alineó otra vez y se despidieron de Rafael y comenzaron a partir, iban por grupos y Calín voló al final de su grupo, casi jalado por todos.

**********

En el cielo nunca hay noche, así que Calín tuvo que pasar la primera noche en sus miles de años de existencia. Había escuchado hablar a algunos ángeles experimentados sobre lo oscura que es la noche pero nunca la había vivido. Sus amigos le dieron unas instrucciones y le indicaron el lugar donde tendría que llegar y dar gloria a Dios. Estaba ansioso de llegar, de ver cómo sería todo eso, estaba afinando su angélica garganta y pensaba cómo tendría que comenzar a cantar. Se fue acercando y ahora sobrevolaba unas casitas muy pobres, unas pocas luces de lámparas caseras y alguna que otra persona que caminaba apresurada.

Calín había visto a los humanos en el cielo, eran fantásticos con sus chistes e historias, se acordaba del bueno de Daniel, de los valientes Macabeos (aunque nunca había entendido eso de la carne de cerdo). Pensaba en los humanos, tan majos. Pero pensando y pensando en ellos se había desviado del camino. Sin saberlo había girado demasiado en su ruta y ahora estaba sobrevolando unas grutas oscurecidas y algunos pastores a lo lejos durmiendo al raso, pero esa no era su ruta, no, no. Pero ¿a dónde ir? Su mapa no concordaba, era la primera vez que venía a la tierra y si no encontraba otro angelote se quedaba sin casa... para siempre... Sintió por primera vez algo que los humanos llamaban "angustia", "miedo" Quiso llegar a un lugar más iluminado, quizá por allí habría otro de sus compañeros, porque habían salido miles hoy del cielo, había un movimiento bárbaro.

Trató de rehacerse y en parte lo logró. ¿Será esto lo que los humanos llaman cuevas? Calín miraba esas formaciones rocosas, había escuchado que Elías, ese apasionado del Buen Padre Dios, había estado refugiado en una cueva, pero era la primera vez que veía una. Observó que entraban casi de puntillas unos humanos muy sencillos: los pastores. Ellos se quitaban el sombrero y tenían gesto de maravilla y veneración, eso sí que lo sabía identificar; eso es lo que veía en los rostros de sus colegas cada día frente al Buen Padre Dios al cantar las alabanzas. Pero ahora se preguntaba qué había dentro de esa cueva para que todos entraran así . De cuando en cuando salía alguno y con los ojos bien abiertos y muy contento les decía no sé qué cosas a sus compañeros. Temió que le vieran, pero los pastores en esa noche estaban demasiado ocupados en ver algo grande dentro de esa cueva, así que resolvió entrar. En efecto, nadie se dio cuenta de que un ángel entraba. Eso lo dejó impresionado ya para comenzar. Él había oído contar a sus mayores cómo los humanos se quedaban atónitos cuando veían un ángel, que sus ojos casi se desorbitaban y algunos palidecían, otros en cambio se emocionaban tanto que los trataban como sólo se trata al Buen Padre Dios. Y, curiosamente, él ya estaba en lo profundo de la cueva y nadie pestañeó porque un ángel estaba entre ellos, ni siquiera voltearon a verle.
Calín se olvidó de los cánticos que debía cantar, ¿cómo era la canción? De pronto pudo divisar entre los campesinos al fondo un cuadro sencillísimo: Una mujercilla muy jóven tenía entre sus brazos un niñito muy pequeño, cualquiera diría que era un recién nacido y un poco en segundo plano, un varón de mirada tierna, seguramente sería el papá del niño, el esposo de la mujercilla. Calín sintió algo parecido a la emoción. Este cuadro le parecía familiar, él era un poquito despistado... Entonces escuchó que un campesino le decía bien bajito a su hijo, un muchachito muy curioso: "Ese niño que ves en los brazos de su mamá es aquel de quien los ángeles nos hablaron hace un rato, míralo bien..." A Calín le dió un vuelco el corazón. ¿Osea que sus compañeros habían estado cerca? Le dio la tentación de preguntar al hombrecillo aquel por sus compañeros pero jamás se había visto eso: que un ángel le pregunte a un hombre por sus compañeros, al contrario, son los hombres los que preguntan cosas a los ángeles.
Y se quedó mirando al niño, se elevó un poco y el pequeñín abrió de pronto los ojillos y le sonrió. ¡¡¡Fue un flash!!!
Calín casi se cae de la impresión, las alas no le sostenían ya. Por poco y se va contra la pared de la cueva... ¡Claro, de eso se trataba! Vio en los ojitos del Niño un resplandor y una belleza como sólo en el cielo existía. ¿Entonces, era verdad? Y la madre del niño parece que también lo vio. ¡¡¡Se trataba del Hijo Eterno!!!
Y quiso empezar con el cántico que de pronto se le vino a la memoria y no podía por la emoción, porque eso era: emoción. Y sintió mucho no tener corazón. Y si lo hubiera tenido seguro que le hubiera explotado de gozo, de alegría eterna, de pronto se sentía en casa, de pronto se sentía rodeado de todos sus compañeros. Y se sintió feliz. se sintió en la eternidad. Ya no le importaba estar lejos de casa 'geográficamente' Y como pudo se postró. Estaba feliz pero al mismo tiempo confundido. Era un vendaval de cosas. Y viendo a un campesino que acababa de entrar y postrarse pensó que a él le hubiera gustado mucho ser humano, porque viendo las lágrimas de ese hombre sencillo que al contemplar al pequeñín, lloraba, entendía que ser humano debería ser algo muy grande: lloraban de alegría. Y él no sabía eso de llorar ni qué significaba tener lágrimas.
Y el pequeñín estornudó. Y todos celebraron. Y Calín no sabía qué era eso. Y comprendió que El Hijo Eterno era ese pequeñín, ese pequeñín que estaba acurrucado en el regazo de esa mujercilla. Se detuvo a contemplar a la madre. Allí comenzó a sentir un poco de vergüenza. Recordaba lo que le decían sus compañeros, que muchos humanos sentían "vergüenza" cuando eran visitados por ángeles. Pero ahora era él quien la sentía. Si Calín era un terrón de azúcar sentía ahora que se derretía. Miraba a la jovencita. Nunca había visto tanta nobleza reflejada en su rostro. Cuando ella alzaba la mirada él se ponía nervioso. ¿Sería eso lo que los humanos llamaban "sonrojarse"? Pero no estaba seguro, él nunca había visto un ángel rojo. Y se sentía sonrojado porque en la mirada de aquella mujer él veía el cielo y la presencia del Buen Padre Dios. Y recordaba cómo todos ellos, querubines, serafines, arcágeles y ángeles rasos se tapaban los ojos ante el Buen Padre Dios hasta que él mismo les permitía verle, siempre con recato. Y Calín vio la misma presencia del Buen Padre Dios en la mirada cristalina de esa mujercilla.
Ahora ella acariciaba a su pequeño y adivinó cuánto le quería. En ese momento Calín tuvo la idea de pedir "Agua de azahar" a algún pastorcillo. Él había sido creado para amar a Dios y lo amaba de verdad, lo servía con gusto. Pero nunca había experimentado la ternura ni la caricia; dentro de su ser angélico no estaban esos registros del amor humano. Allí fue cuando Calín sintió por vez primera una especie de envidia por los seres humanos.
Y la envidia angélica (para nada maligna, por supuesto) se le amplificó cuando reparó en que el Buen Padre Dios había decidido (y de hecho ya lo había conseguido) que El Hijo Eterno se hiciese ser humano sin dejar de ser Dios mismo. Y comprendió que estaba de rodillas ante El Hijo Eterno hecho niño y a la vez estaba, con ese gesto, de rodillas ante la completa y extensa raza humana. Sintió vergüenza de ser ángel. Le pareció que ser humano sería algo maravilloso, ¡claro! Si el Hijo Eterno era ahora ser humano también. Y se sintió servidor más que nunca. Y envidió a los seres humanos porque pueden amar de tal manera, porque Dios, el Buen Padre Dios, los había escogido para ser imágen de Su Hijo y había decidido que El Hijo se hiciese uno de ellos. Sintió vergüenza de sus alas, de su plumas. Su voz le pareció fea en comparación a la voz cantarina y tintineante de esa mujercilla feliz. Voltió a mirar a los campesinitos y le pareció cada uno de ellos muy parecido al Hijo Eterno. En cada uno de ellos miró al Buen Padre Dios. Se sintió conmovido.
No, no, no podía cantar. La voz se le ahogaba. En vano trató de recordar las técnicas que le habían enseñado para cantar en días difíciles. Sintió un profunda conmoción. Le pareció que el cielo estaba allí y que estos seres humanos eran mucho más brillantes que el sol. Y ese pequeñito era el causante de todo, era la vida de todos. Estaba asombrado y también avergonzado de ser ángel. No sabía expresar cariño como los humanos. Claro, era perfecto pero no sabía lo que era la libertad, no sabía de ternura, de dar la vida, de amar con ese calorcillo tan humano, no sabía tantas cosas...

**********

¿Quién nos metió en la cabeza aquello de que debemos ser como ángeles?
¿Quién nos metió en la cabeza de que ser creyentes perfectos es ser como los ángeles?
¿Acaso El Hijo de Dios se hizo ángel?
Si Dios mismo quiso, sin dejar de ser Dios, hacerse hombre, ser hombre debe ser entonces un gran privilegio, debe ser una maravilla. Esta idea pertenece a Ortega y Gasset y es una reflexión muy feliz y poco comprendida por nosotros, creyentes. Estamos muy acostumbrados a angelizarlo todo y a deshumanizarlo todo a la vez. Pensamos que para agradar a Dios debemos ser ángeles pero yo sospecho que no es así: para agradar a Dios hay que ser como Jesucristo y él es perfecto Dios y perfecto Hombre. No nos toca ser perfectos 'dioses' pero sí perfectos seres humanos y así dar gloria a Dios.
Nos suele pasar que no sabemos valorar lo que tenemos sino hasta cuando lo perdemos. Ojalá no perdamos la maravilla de existir y de vivir en este tierra, con su vorágine dramática pero hermosa, para recién valorar la maravilla de ser humanos.
Desde que El Hijo de Dios, el Hijo Eterno, se hizo hombre y tomó toda nuestra carne hemos sido elevados a una altura tan inmensa que por ello estoy seguro de que en cierto modo los mismos ángeles nos tienen envidia (envidia buena), porque Dios no quiso hacerse... ángel.
¿Comprenderemos que ser humanos es una cosa maravillosa, aunque dramática y riesgosa?
Contemplando al pequeño Jesús en brazos de María bajo la mirada de José, sentimos que hemos sido enaltecidos y a los ojos de Dios ahora valemos muchísimo más que antes.

**********

- Calín, ¿estás bien?
- ¿Qué? ¿Dónde estoy? ¿Qué...?
- Calma, calma, ya estás en casa. Me preocupaste, eh? Nunca había visto algo así.
- ¿Qué pasó? Cuéntame por favor...
- Mira, debes agradecer que estábamos algo preocupados y por eso te estábamos buscando... Felizmente estábamos entre varios y pudimos rescatarte. Por poco y malogras la adoración!!!
- ¿Qué pasó?!!
- Eso es lo que yo no sé, sólo te vimos caído, como desmayado, los pastores estaban asustados y en eso entramos y sin pensarlo mucho... Bueno, alguno habrá que encontrará algunas de tus plumas regadasen la cueva. Ja, el Señor hizo un mohín gracioso al verte y María se sonrió...
- ¿María?
- Claro, así se llama la Madre del Señor, ok?
- Ahhh.
Y desde entonces Calín cada vez que escucha hablar de la tierra siente un poco de vergüenza, aunque no por haber hecho una escena en plena gruta de Belén, sino más, por no ser un humano para poder decirle al Señor: ¡Señor, Hermano, qué bueno que viniste a nuestro barro!

sábado, 8 de diciembre de 2007

Nostalgia y... Esperanza

Pocas veces como hoy he sentido una tremenda nostalgia que felizmente ha sido amortiguada por una irremediable esperanza.
Hoy me he puesto ante La Inmaculada y el corazón se me ha hecho un nudo. Me he emocionado y he sentido que Dios me atravesaba el alma sin previo aviso. Recuerdo ahora el relato sobre aquella muchacha japonesa no creyente que una mañana en un café de Roma le preguntaba al Padre Martín Descalzo, el entrañable escritor católico, que quién era la Virgen María, que le dijera quién era ella. El buen José Luis se quedó sorprendido ante tal pregunta y la joven le explicó: No he podido dejar de llorar de emoción toda la noche al repetir una y mil veces el Ave María...
Y es que si nos ponemos a pensar seriamente qué significa aquello de Llena de gracia lo más lógico es que se nos quiebre el corazón de pura emoción y gratitud.
Hoy he sentido una tremenda nostalgia de la inocencia perdida, de la santidad extraviada en algún recodo de mi camino. He sentido la tristeza de no ser lo que El Buen Dios tenía proyectado para mí. He tenido nostalgia de aquella ingenuidad del niño recién bautizado, la nostalgia de un alma transparente, de una región más pura, de una belleza en algún momento probada y gustada pero luego extraviada estúpidamente o canjeada por cosas que en realidad valen poco o nada. Nostalgia de todo aquello que es nobleza, pureza, claridad, limpieza, virtud, bondad integérrima.
Y agradezco al Buen Dios esa nostalgia, porque sé que se convertirá en deseo, en deseo de recobrar -por lo menos un poco- esa pureza de alma extraviada el algún lugar de mi itinerario.
Y es que Santa María, La Inmaculada, es un recuerdo, es una hermosa ventana a lo eterno, a lo bueno, a lo bello, a lo noble y a lo más puro de Dios. Quien me diera ser tan humilde y sensible como aquella muchacha japonesa que con lágrimas había comprendido que la Virgen María debería ser tan hermosa, tan linda, tan feliz por ser llena de gracia y que eso era suficiente para llorar de alegría al contemplarla.
Santa María es un reclamo de aquella región pura en la que Dios habita y desde la cual cada uno de nosotros ha salido en algún momento, es lo más hermoso que la raza humana ha producido y es la obra maestra de Dios por amor a Su Hijo, Jesucristo.
Y estoy seguro de que ella, tan radiante, estará hoy allá arriba con los brazos abiertos, diciéndome, diciéndonos, que todavía se puede, todavía es posible volver a esa región pura, a esa ingenuidad de niño, a esa pureza integérrima, que Dios puede devolver la inocencia a quien la ha perdido, que Él puede hacer maravillas en nosotros así como lo hizo en ella. Por eso su imágen es esperanza, esperanza de volver a agradar a Dios plenamente.
Ahora entiendo mejor por qué aquella viejecilla se acercó al párroco del pueblo y luego de darle una cantidad de dinero le dijo: «Es para que celebre misas de agradecimiento a Dios... por haber hecho tan linda a la Virgen María» Cosas de humildes, cosas de gente que tiene ojos limpios y ve más allá de lo que nosotros usualmente vemos.
Y como aquella viejecilla, y como aquella muchacha japonesa, yo también me atrevo a decirte Señor: ¡Gracias por haber hecho a Santa María llena de gracia! ¡Gracias porque ella es oxígeno purísimo para mi alma! ¡Gracias porque ella es mi esperanza! ¡Gracias porque es lo mejor de nuestra familia, de la entera raza humana!