martes, 28 de octubre de 2008

¿Por qué esa actitud?

Sólo hace unos meses -gracias al comentario de unas religiosas amigas- he descubierto el fenómeno de los jóvenes "Emo". Desde ese entonces he estado atento al asunto y me he dado con la ingrata sorpresa de que los Emo no son pocos y que constituyen una moda por lo menos de temer. No creo que todos los chicos y chicas peruanos que visten de negro y rosado y que usan un peinado que les tapa un ojo con el pelo lacio y negro, sepan exactamente qué es ser un Emo pero yo temo más a lo que está detrás.
Y ¿qué está detras? Pues a mi juicio algo simple y a la vez aterrador: ese curioso afán o ese cariño extraño que no pocos le han tomado a lo que significa tristeza, fealdad y autodestrucción personal.
¿Por qué les gusta tanto todo aquello que les sabe a sufrir, a muerte, a desgarro del corazón? ¿Por qué les gustan tanto las canciones esas tan tristes y que les dejan sin esperanza?
Pero no sólo están los Emo con ese cariño por morirse y que se engolosinan con su propia tristeza. Considero también otras tristezas: todos esos modernos dibujos animados en los que se ven muertos, pulverizados, y aniquilados. Y están también esos polos "lindos" con motivos "Heavy metal" por ejemplo, en los que las calaveras, los cráneos, y cosas semejantes son las más atractivas. Vaya repentino cariño por lo horrible.
¿Y qué decir de los tatuajes? Quizá podría admitir un tatuaje hermoso, por ejemplo con el nombre del amor de mi vida. Pero ¿qué decir de esos tatuajes con motivos de muerte y destrucción, eso sí: bien adornaditos?
En fin, ¿de dónde salen todas estas repentinas modas o cariños locos por todo aquello que representa depresión, muerte, violencia, maldad, sadismo, procacidad?
Posiblemente los comerciantes tienen su parte en toda esta movida, pero lo que me hace temer es esa acrítica manera de asumir todo esto por parte -mayormente- de las generaciones más jóvenes. De acuerdo, los comerciantes hacen lo suyo, pero qué pena que estos inescrupulosos puedan encontrar tanta gente bien dispuesta a tragarse -o ponerse- todo lo que ellos ponen en vitrina.
¿Ya no quedará espacio ni tiempo ni lugar para disfrutar de lo hermoso, de lo realmente bello y perfecto?
Sólo por hacer un comentario más estético: muchas chicas piensan que son bellas -y muchos varones piensan que ellas lo son- cuando en realidad a lo más que llegan es a ser provocadoras y nada más. Entre real belleza y real provocación creo que hay distancia.
¿Y qué decir de esos esqueletos humanos: anoréxicos, pálidos, de mirada perdida, serios, poco naturales y muy forzados, en los que se han convertido -¿por culpa de quiénes?- a las modelos de pasarela? Yo por lo menos cuando las veo en la televisión siento una gran lástima por lo que han llegado a ser: unos mamotretos de humanidad.
Y sigamos: ¿Ya no quedará lugar ni espacio ni tiempo para la belleza que sublima, para la perfección que hace brotar poesía?
Hace algún tiempo escuché un audio en el que un poeta moderno de mucho prestigio recitaba sus versos. Me dijeron que era lo mejor de su país y que tenía embrujados a los universitarios. En verdad yo no pude aguantar más de un minuto escucharlo.
¿Tendremos que pensar que hasta la poesía se ha esfumado de la faz de la tierra? ¿Será que ahora ya no tendremos la oportunidad de escuchar versos del alma sino que nos bastará con escuchar la inspiración que tuvo un fulano mientras iba en el bus por la gran ciudad escuchando una pachanga de letra irrepetible y menos todavía digerible?
¿Por qué los modernos amamos tanto lo feo?
¿Por qué a los modernos nos basta un poco de provocación y procacidad?
¿Ya no tendremos capacidad de apreciar lo bello, lo noble, lo puro, lo laudable, lo que es virtud o mérito?
¿Será que lo mortuorio, la improvisación, el desparpajo, la obscenidad y lo feo deberán constituir sí o sí nuestro ambiente de vida?
¿Por qué esa actitud?
He lanzado varias interrogantes en este artículo, son sólo motivaciones a "conversar" este tema apuntando a la finura de espíritu.
Gracias.

lunes, 20 de octubre de 2008

Ángeles de Dios

Me considero una persona afortunada. Y no es que la fortuna la tenga en mí mismo sino en todas aquellas personas que he podido conocer y que más que haberles ayudado desde mi condición sacerdotal, se han convertido para mí en "aliados" por decirlo de algún modo. Ellos son mi fortuna.
Los primeros que me vienen a la mente son esos "paraísos andantes", los niños pequeños con quienes, ¡gracias a Dios!, he podido entablar una gran amistad. Están los "Sin dientes adelante" que cuando me ven simplemente corren para saludarme aunque luego me quede con el traje manchado (eso poco importa en verdad, diría que son gloriosas manchas). Están las "Pilluelas" que convierten mis brazos en columpios y que no saben que me es muy difícil resistir 80 kilos con un sólo brazo. Están esos "Cara de yo no fui" que luego de una indicación de su profesor vienen a mí y me sueltan a bocajarro: "Te quiero mucho"... poco entienden de por qué me quedo bloqueado luego de sus cariñosos asaltos... los que atesoro como gloriosos "Óscar".
Están esos chicos y chicas a los que muchas veces he estado a punto de preguntarles: "¿De qué planeta vienen?" ¿Por qué? Porque los veo tan íntegros y honrados con Dios y con los demás que me hacen dudar de si son de nuestra raza o son ángeles en jeans y zapatillas.
Está "Sor Dulce" que está muy segura de que yo le ayudo mucho con mi ministerio pero que no se da cuenta -felizmente- de que al sólo escucharle me siento evangelizado y atraído a regiones superiores del Espíritu. Está "Sor Claridad" ante quien a veces debo aguantar alguna lagrimilla de emoción por captar tanto amor a Dios y tanta fidelidad. Está "Sor Alegría" ante quien a veces me siento un tanto "envidioso" -se me perdone la palabra- al verla tan llena de esa alegría que no tiene razones humanas sino divinas. En fín, están "Sor Paz", "Sor Pureza", que me evangelizan sin darse cuenta.
Y también están aquellas "Almas gemelas" que viven en santo matrimonio y que me hacen pensar en cómo habrá sido la Sagrada Familia de Nazaret. Veo sus alegrías, sus dolores, sus preocupaciones, también sus defectos pero por sobre todo, esa bondad de corazón que nada ni nadie, ni siquiera la pobreza, han podido arrebatarles.
Y están también esos colegas, aquel "Padre Radical" al que he podido conocer muy de cerca, que lleva en sí un corazón de una sola pieza para Dios y que, en medio de sus modos singulares de ser, tiene un alma muy clara para con Jesucristo. Y está el "Padre Oráculo" a quien cada vez que veo experimento una fuerte descarga de Dios y que en medio de sus chistes y ocurrencias va regalando palabras de Dios, mensajes que vienen de lo alto.
Y está "Doña Corazón grande" que en medio de su humanidad golpeada por la enfermedad se hace servidora de muchos y mantiene una fe y una fortaleza que ya la quisieran tener muchos soldados.
Y están muchos más que me evangelizan silenciosamente con su nobleza de alma, con su franqueza y pureza integérrima, tantos que podrían hacer este artículo demasiado largo para ser parte de un modesto blog.
Yo no pretendo canonizar a nadie, quizá sirva de poco a estas alturas. Yo sólo digo que la gente buena existe y que si hay gente muy mala que a algunos les hace desear morir, también hay gente buena que me hace decir y con convicción: "¡Qué linda es la vida!"
Son ángeles sin alas, serafines con rostro descubierto, arcángeles de aspecto amable, querubines que cantan una canción del alma, gente que da a nuestra alma un nuevo oxígeno, unas tremendas ganas de luchar, de superarse. Son ángeles que nos dan aliento, nos infunden esperanza. Son aquellos y aquellas que hacen parir el corazón y se hacen padres y madres en un sentido más pleno, más total, más amplio, nos dan vida, nos alegran, nos purifican, nos re-crean.
Yo creo que están por todas partes, quizá medio escondidos a veces, sólo hace falta que abramos bien los ojos para verlos o que purifiquemos un poquito el corazón para detectarlos a tiempo, para disfrutar de su presencia.
Sí. Los ángeles existen, los que no vemos y los que vemos entre nosotros, están allí, con el traje humilde, con el uniforme, con el hábito sencillo, con los jeans, con el polito del Pato Donald, con el chupetín en la boca, en fin, con ganas de contagiar un poco de bondad a pesar de que la vida pueda ser dura también. Ángeles que nos recuerdan que a pesar de todo se puede sonreír, esperar, amar, confiar, luchar. Ángeles que muchas veces olvidando que tienen las alas heridas no dejan agitar sus alas y de transmitir luz y paz.
Sí, yo he visto ángeles de Dios... soy un hombre afortunado.
Gracias Señor por esos angelotes.

jueves, 9 de octubre de 2008

¿Adiós debates e intercambio?

Estoy muy agradecido con todas las personas que se han dado un tiempo para hacer los "retornos", los "ecos" sobre lo que en este modesto blog vamos escribiendo y compartiendo. Es bueno para alguien que escribe recibir esas palabras que no necesariamente deben ser cumplidos, felicitaciones o "franeleos" sino que incluso en medio de su desacuerdo nos van diciendo cómo vamos y si nuestra velocidad de camino es buena, si caminamos bien.
Sin embargo me extraña mucho el hecho de que la proporción entre el número de lectores que recibe este blog cotidianamente y el número de comentarios sea muy desigual, hasta abismalmente distante. En otras palabras: me sorprende encontrar tan pocos retornos (a favor o en contra, igual da) a nuestros artículos.
Pensando en esta situación me puse a esbozar algunas explicaciones, una de ellas es la que me ha dejado más "preocupado" por decirlo así. Es ésta: ¿Será que en este tiempo de tanto pluralismo y "mente abierta", en donde cada quien tiene "su" verdad, ya no hay campo para el debate serio e interesante? Y si ya no hay espacio para debatir, ¿será entonces que ya no tendremos progreso de ideas? Porque despues de todo, en un clima y tiempo tan "pluralista" como el nuestro ya se ve muy mal a quien comienza un debate (el relativismo es un dogmatismo con cara moderna que ordena la renuncia total a la autocrítica). Porque no hay nada que haga temblar más a un individuo relativista que la idea de debatir con otro sus propias posturas.
¿Será saludable renunciar a debatir? ¿Es saludable y razonable renunciar al intercambio de ideas serias? ¿No será acaso que en verdad las posturas relativistas y pluralistas de moda que acaparan las mentes de muchas personas no son capaces de resistir el mínimo debate y que por ello se prefiere el silencio con el autoengaño de "yo soy muy respetuoso de las ideas ajenas"? (Es curiosa la actitud del relativismo actual que se jacta de dar espacios para el diálogo pero que cuando ve que alguien piensa distinto no le permite expresarse, en realidad el relativismo sólo acepta a quienes piensan como él, pero le teme a quien tiene una palabra distinta... no es muy coherente)
PARA SER DIFERENTES quiere ser una ventana abierta al diálogo serio y desde la honradez que nos da Jesucristo. Queremos ser un espacio para pensar y hacer pensar desde La Verdad: Jesucristo. En varias oportunidades hemos lanzado artículos y temas con el indisimulable propósito de desatar un sano debate e intercambio de ideas, sin embargo casi siempre nos hemos topado con la desagradable salida de quienes optan por quedarse en silencio y quizá hasta satanicen la misma palabra "debate".
Soy un convencido de que el debate serio y alturado hace posible el avance en el conocimiento de la verdad. Se supone que tanto el pluralismo como la mentalidad relativista de moda deberían acercarnos más a la verdad pero por lo visto ambas constituyen una acrítica, increiblemente dogmática y obtusa renuncia a una confrontación saludable que seguramente les descubriría sus desconexiones lógicas y sus contradicciones de fondo. Porque muy en el fondo la mentalidad aquella que hoy absorbemos es nada menos que un nuevo e indiscutible dogmatismo, el más feroz y el más letal, porque consiste en la renuncia a la autocrítica.
Y por otra parte, esa mentalidad que produce ese sordomudismo relativista se encuentra frente a frente con la actitud desconfiada o temerosa de no pocos creyentes que se resisten -¿por qué?- a combinar fe y razón y a razonar la propia fe para mostrarla razonablemente al mundo.
PARA SER DIFERENTES quiere ser una motivación constante a pensar nuestra fe, o nuestra actitud de fe en la vida práctica. Ayúdennos a lograr esta aportación siempre saludable para todas las personas de buena voluntad. Sé que tanto Mario Mena como Mercedes Da Rosa concuerdan conmigo en esta invitación que lanzo a Uds.
Que el Señor nos ilumine y nos haga caminar.
Bienvenidos todos.

jueves, 2 de octubre de 2008

"Para ser libres nos liberó Cristo"

Una de las realidades más grandes de las que puede gozar el ser humano es la libertad. La verdad origina la libertad, ya lo había dicho el mismo Jesucristo: "Conocerán la verdad y la verdad les hará libres". Y, dramáticamente, la libertad no es algo ya dado sino el fruto de una conquista constante.
Generalmente los humanos vivimos entre claroscuros interiores, estamos salpicados de faltas de verdad en nuestro interior. Las faltas de verdad nos originan temor, agresividad, tristeza, contraposición con otras personas, esclavitud.
La más auténtica libertad es la libertad interior, la que se forja en el corazón, la que se labra cada día desde lo profundo del alma. Y, curiosamente, este mundo nos tira para afuera, es poco amigo de la interioridad, de la paz y de la reflexión, nos impide ampliar nuestras zonas de verdad y detectar, aunque dolorosamente también, nuestros aspectos de mentira y de esclavitud.
Por ello es un gran espectáculo ver personas interiormente libres. No es algo común, ya que muchos de nosotros llegamos a "amar" incluso nuestras esclavitudes y nos atamos a aquello de "más vale malo conocido que bueno por conocer".
Jesucristo ha venido para darnos esa primera libertad, la libertad interior, que la puede gozar incluso el privado de libertad física, el reo, el impedido físico, el paralítico en su cuerpo, el enfermo incurable, el sufriente por ser honesto.
Hace falta mucha valentía para atreverse a ser libres. Es una apuesta riesgosa. Porque el mundo generalmente ha tratado mal a los que son verdaderamente libres, el mundo ama la esclavitud, la aplaude aunque diga condenarla. Los libres son generalmente personas incómodas porque denuncian la esclavitud de muchos, detectan las tinieblas y ponen al descubierto sus obras, como lo dice también Jesucristo.
Queda claro que la libertad verdadera está muy lejos del capricho pueril, del impulso adolescente a hacer lo que viene en gana, de la postura ideológica de nunca aceptar la opinión ajena. La libertad verdadera, la libertad interior, la que nos regala Jesucristo, no tiene nada que ver con una ideología sino que viene del contacto con La Verdad.
¿Se puede hablar todavía hoy de La Verdad? Están muy de moda los discursos de "pluralismo" y de "tolerancia", son discursos que ganan muchos adeptos y atraen audiencia. Sin embargo La Verdad es sólo una: Jesucristo. En el encuentro sincero con Él, hallamos libertad, alegría, paz, sosiego, gozo, plenitud verdadera, profundidad, llenura, compañía, esperanza, consuelo, ungüento para las heridas de la vida.
Jesucristo no ha venido a poner a nadie cortapizas para la alegría, para la vida plena, no ha venido a quitar nada a nadie, sino a dar plenitud, a dar alegría, sentido, paz.
Por ello la verdadera señal de la presencia de Jesucristo es la libertad interior. ¿Libertad interior de qué? Descendamos a lo concreto: libertad de mi propio mal humor, libertad de mi capricho del día, libertad de mi deseo de venganza, libertad de mi envidia que me pone amarillo de alma, libertad de mi deseo desordenado de riquezas, de seguridades materiales; libertad interior de mi propia pereza, libertad interior de mi propia nostalgia, de mi inclinación a la tristeza, al desánimo. Libertad interior de mi deseo de atenazar personas y sujetarlas a mi dominio. Libertad interior para estar dispuesto a ceder en mis puntos de vista, para plantearme la posibilidad de estar equivocado, libertad interior para acoger al otro como es, libertad interior de mis pasiones bajas.
Cuando encontramos estos caminos de libertad somos felices, porque allí es que nos damos cara a cara con la verdad de nosotros mismos y de Dios. Por eso los honestos, los honrados pueden encontrarse más fácilmente con Dios.
Y cuando alguien a encontrado su propia verdad interior, se ha encontrado con Jesucristo y se hace luz para los demás. Porque sólo los libres liberan a sus hermanos.
Atrevámonos a descender a nuestra propia verdad interior para ser iluminados por Jesucristo, que no hay mejor técnica para ser felices que aceptar nuestra propia verdad, amarla y ponerla a la luz de Dios.