lunes, 29 de julio de 2013

"Monster girls"



Hace varias semanas escribí “El gusto por lo feo”.  He recibido varios comentarios acerca de aquel post y les estoy muy agradecido a todos ustedes.  Y creo que poco a poco voy conociendo más “casos” concretos de gusto por lo feo, situaciones que corroboran esa intuición que tengo. 

Y sucede que unos días atrás me pasó algo curioso.  Estaba yo cierto día en casa de una familia amiga y la hija menor, una niña de tres años, en su lengua propia se esforzó en decirme que yo tenía que ver su cuaderno de inicial, que tenía que ver sus dibujos que eran muy lindos.  

Pasados unos instantes, yo tenía en mis manos el cuaderno.  Los dibujos de la niña eran muy graciosos, simpáticos y le felicité por ello.  Pero lo que me dejó por lo menos confundido fue el observar la tapa y contratapa del cuaderno: estaba todo él decorado y diseñado con unas figuras que hasta ese momento yo desconocía –me disculpan eh?  Yo no veo TV y prefiero no verla-.  Bueno, estas figuritas eran las “Monster girls”.  Y como a mí me gusta observar los detalles gráficos y los diseños me impresionó el ver que se trataba de unas chiquillas que son eso: monstruos, zombis, algo así como “muertos vivientes” pero con el signo de la coquetería e incluso “sexys”, dirían algunos.

Hasta ahí quizá alguno me podría decir que eso no tiene nada de particular, que hay tantas cosas así. Y yo me detengo en hacer un análisis más tranquilo del hecho y observo que ahora a los niños y adolescentes se les presentan como apetecibles, agradables, simpáticos, lindos, preciosos, etc., una serie de cosas que en la vida concreta no dejan de ser feas, dañosas o alienantes.

Continué impresionado cuando ví que la niña, la dueña del cuaderno, me hizo toda una serie de gestos para dejar bien en claro que a ella le gustaba mucho esos dibujitos.  Su mamá intervino diciendo: “¡Cómo le gusta esas cosas, padre…!” 

Y mirando y mirando, descubrí curiosamente que en el logo de estos personajes está dibujada una calaverita humana con una flor rosada al costado.  Y pensé, igual que ahora, ¿no es esa una muy extraña combinación de lo macabro con lo dulce y tierno?  ¿No resulta raro que ahora nos vendan esa idea de que lo que antes era maléfico ahora se puede combinar con lo bueno e incluso con lo tierno y así acaba siendo “lindo”?

Y estas interrogantes no sólo son aplicables al caso de las “Monster girls” sino también y más a toda una serie de cosas y realidades que hoy el mundo moderno nos hace consumir, casi diría tragar, mental y materialmente hablando día a dia.  Y la lista de combinaciones imposible pero “lindas” es una lista muy larga.  Es como si llegáramos a calificar un asesinato como “tierno homicidio” o como si quisiéramos decir o pensar que un suicidio puede ser visto como un “formidable modo de interrumpirse la existencia”.

Y así el gusto por lo feo no sólo es gusto por lo que estéticamente horrible sino que más, es gusto por lo malo, que nos lo venden suavizado, dulcificado, azucarado... disimulado. 

Yo sigo pensando que toda esta serie de extrañas “mescolanzas” provienen del Maligno, del diablo, porque él es un experto en mezclar, confundir y marear a cualquiera y por ello puede resultar vendiéndonos “gato por liebre”.

Pero lo que me parece aún más preocupante es que vayamos, como sociedad, metiendo en la cabeza de las jóvenes generaciones tanto gusto y afición por lo feo.  Pienso no sólo en esa niña enamoradísima de las chicas monstruo, sino en tantos otros casos de afición por lo que en realidad es destrucción y muerte.  ¿Necesito hablar todavía del “Circo del horror”?

Aún no conozco algún estudio sociológico o psiquiátrico sobre este tema que a mí me parece importante y necesario de ser discernido.  Me gustaría enterarme de que algunos profesionales honestos ya se han dado cuenta de este “fenómeno” y que se están pronunciando sobre este fenómeno.

lunes, 22 de julio de 2013

"Loca de remate"



El día 22 de julio, La Iglesia recuerda y celebra la santidad de María Magdalena.  Desde hace varios años el testimonio evangélico y la santidad de esta mujer me han impresionado no poco.  Y ahora voy comprendiendo mejor porqué su figura ha sido tantas veces injustamente desfigurada, desvirtuada, a veces incluso maliciosamente deformada y su santidad sigue siendo cuestionada.

Es que siempre llamamos “loco” o “loca” a cualquier persona que cree realmente en lo que dice creer.  Casi siempre tildamos de exagerado a cualquier hombre o mujer convencidos de algo.  Casi siempre etiquetamos de extremista a quien ama de verdad y a quien entrega la vida de verdad. Y nos resulta desequilibrado quien de verdad apuesta por algo y “se juega la vida” por algo.  Generalmente preferimos la “serenidad” de quien nunca arriesga nada ni se juega la vida por nada. 

Y es que nos resulta siempre más cómodo el quedarnos tranquilos sin arriesgar nada y sin hacer vibrar el alma por nada.  Y a veces hasta nos da miedo el tener una verdadera pasión por algo.  Es que por lo general “la gente no es así”.  Sí, es verdad.  La gente no suele ser apasionada, salvo alguno que otro amante a escondidas.  Casi todos nos conformamos con adhesiones a medias, con amores con porcentajes incluidos, con identidades parciales, con entregas razonadas, con compromisos condicionados.  Hasta en el tema de la fe hacemos eso.

Y aquí ubico yo la grandeza y la nobleza de alma propia de Santa María Magdalena.  Sí.  Estaba “loca”.  Desde el momento en que conoce a Jesucristo y le da el corazón ella ya no se pertenece a sí misma.  Quizá hasta alguno de los discípulos le criticó por su entera apertura de corazón al Maestro.  Algún literato ha puesto a María Magdalena como el punto de las críticas cotidianas de Judas, el traidor.  El discípulo habría criado lentamente una fuerte antipatía por “la loca esa” que tanto amaba al Maestro.

Y es que por lo general la radicalidad se hace antipática a los ojos de la mediocridad.  El alma vibrante se hace impasable ante el alma dormida.  El fuego y la luz sufren el odio de las tinieblas y del frío.  Y es así que la figura de María Magdalena ha resulta el blanco preferido de quienes no han amado ni aman de verdad a Jesucristo.  Y están tantas historias noveladas, leyendas, mitos, películas y más sobre esta mujer que lo único que hizo fue amar apasionadamente al Maestro.    

Y el amor de María Magdalena por Jesucristo fue un amor puro, limpio, casto y renovado.  Y eso es lo que no acaba de entender un mundo que no es casto ni puro, que hace tiempo que ha perdido la inocencia y que considera “reprimido” a quien ha decidido ser casto, virgen y puro para servir a Dios o para ser consecuente con Su Palabra.

Sí, “loca” María Magdalena.  Y se trata de la locura más hermosa de amor por Jesucristo.  Locura bendita e inigualable.  Locura que debemos pedir como gracia inmensa.  Locura feliz de quien ha entendido de verdad quién es Jesucristo. Locura que se debe convertir en ideal de todo auténtico cristiano.  Porque quien conoce de verdad a Jesucristo y no le ama al estilo María Magdalena será que en verdad no le conoció y quizá está guardando sus pasioncillas para vivirlas “por lo bajo” amando otros seres y cosas al ras de las alcantarillas.

Sí.  Me cae simpática María Magdalena.  

Y le pido que me ayude, que “me dé una manito” para amar de verdad al Maestro.  

Y cuando me toque morir ya me gustaría que en mi epitafio se pueda escribir con verdad: “Aquí yace un loco, uno que amo fuertemente a Jesucristo y por Él lo perdió todo y fue feliz”.

Santa María Magdalena, ruega por nosotros y convierte nuestras almas dormidas en almas fogoneadas de amor por Jesucristo.  Amén.

miércoles, 3 de julio de 2013

Urgente: ¡Se busca una pasión!

Hace buen tiempo que voy comprobando -pastoralmente hablando- cómo es que el mundo en que vivimos va fabricando poco a poco personas que o no tienen una pasión o es que la esconden bien al fondo del alma, tan bien escondida que ya ni la usan.

Yo soy un convencido de que toda persona que quiera hacer de su vida algo que realmente valga la pena debe tener en el corazón una pasión bien encendida y que quien pretenda amar a alguien deberá comprobar si ese alguien es capaz de despertar en su interior tal pasión que le alcance para sostener su fidelidad toda la vida. Porque, en mi concepto, una pasión no es negativa sino que puede ser usada para alcanzar una gran santidad.  Yo no soy psicólogo sino sólo un simple sacerdote y pastor sin mayores títulos ni privilegios, pero me doy cuenta de que una pasión es una fabulosa combinación de amor, convicción, voluntad férrea, ilusión y entusiasmo encausados para algo realmente bueno, noble, justo y elevado.

Sólo una pasión que se desborda en el corazón puede impulsar a una persona a tomar decisiones radicales, evangélicamente correctas, evangélicamente acertadas.  Una pasión así entendida no es un fuego artificial de diez o quince minutos, es un fuego constante, más que la ebullición de unas hormonas repentinamente alborotadas.

Y observo cómo se va inoculando en el alma de los muchachos tanta anti-pasión.  Me resisto a creer que el mundo de hoy sólo puede formar gente sin pasiones, gente quizá un poco amorfa psicológicamente.  No puedo creer que nuestros jóvenes sólo tengan resistencia para entusiasmos de media hora, para alegrías de una sola noche, que sólo sean capaces de ilusiones de una semana. 

Sí, se buscan personas con una pasión.  Y si esa pasión es fuerte y tiene el signo de Jesucristo, pues muchísimo mejor todavía.  Yo ando buscando personas que tengan una pasión en el alma, pero no esas pasiones de telenovela en las que la pasión se reduce a un idilio amoroso que tan pronto como viene se va.  No creo que El Señor haya hecho tan increíblemente maravilloso el ser humano (física y espiritualmente) y lo haya destinado sólo para que disfrute de pasiones medianitas, que se pasan con la temporada, que asi como hierven luego se enfrían y se congelan.

Y es que creo que Jesucristo, Su amor, Su amistad, Su gracia, dan para despertar en cualquier corazón sincero el milagro de una pasión.

Sí, este mudno necesita de personas que tengan, que vivan una pasión, que caminen impulsados por una pasión.  Y ojalá cada vez más muchachos y chicas se despierten del sueño de este mundo en el que la mayor alegría es recibir un mensaje de texto.  Yo ruego para que hayan más jóvenes que superen las alegrías baratas, que desafíen las "felicidades" mundanas. 

Me ha hecho impresión un aviso publicitario de un chocolate muy popular, allí se pone la frase de un muchacho que afirma: "Para mí la felicidad es comer rico en cualquier parte del Perú".  De acuerdo con que en el Perú siempre se come rico, que hay cosas deliciosas para comer y que nuestra cocina es la mejor del mundo (déjenme alegrarme un momento por ello), pero de ahí a considerar eso como "felicidad" me parece una falsificación del concepto de felicidad.  Y yo entiendo ese mensaje publicitario porque sé que mundanamente hablando la felicidad se compra con monedas y dura a los sumo media hora y nada más.  Pero la verdadera felicidad, la que lleva la F en mayúscula es otra cosa y da para toda la vida y no sólo satisface el estómago.

Sólo los verdaderos apasionados encuentran la verdadera felicidad.

Se busca una pasión...  porque se busca una verdadera felicidad.