lunes, 24 de noviembre de 2008

"Ego te absolvo a peccatis tuis..."

Algunos de mis hermanos de comunidad me decían entre serios y bromistas: "Aún tienes el olor a crisma", yo sólo sonreía y rezaba para mis adentros pidiendo al Señor el poder conservarlo siempre. Habían pasado tan sólo algo más de 72 horas desde que aquel venerado cardenal me había impuesto las manos y me había presentado ante el pueblo de Dios como sacerdote. Los primeros tres días los pasé absorto, sorprendido, casi pasmado por lo que el Señor me había regalado, sin mérito alguno de mi parte. Los tres primeros días no había sentido al vivo la grandeza de lo que se me había confiado, era como un chiquillo a quien se le ha regalado algo tan valioso que casi no logra apreciarlo debidamente. Los tres primeros días los pasé así. Había concelebrado con mis hermanos recién ordenados, aún no presidía sólo una Eucaristía, hacía sólo unas pocas horas que había recibido por escrito las licencias ministeriales, el permiso de confesar y absolver. Recibí aquel documento con emoción, lo leí y releí varias veces, estaba firmado por el cardenal. Y una tarde casi todos mis hermanos tuvieron que viajar fuera de Lima. Y quedé -por cuestión de salud- junto con otro hermano recién ordenado "cuidando" el seminario. Ese jueves, igual que el jueves decisivo de Jesucristo me tocó presidir por primera para una comunidad pequeña. Estaba bastante nervioso, había ensayado varias veces el rito de la misa pero otra cosa era lanzarse a presidir de verdad. Me acerqué tembloroso al altar y yo mismo no podía creer lo que me disponía a celebrar. Me agarré del misal, leía despacio y trataba de meterme entero en ese momento sagrado. Los monaguillos de turno me miraban asombrados: hacía unos días me habían visto como diácono ayudando al superior y ahora era yo el que era ayudado por ellos.
Luego me dijo uno de ellos que había cometido un error, que me había olvidado una genuflexión. Yo no me dí cuenta del asunto, ya era para mí suficiente el no haberme perdido con el misal.
Y terminó la misa, mi primera misa. Salí de la sacristía para rezar un poco ante el Sagrario. Y pude darme cuenta de que la gente tenía los ojos puestos en mí. Me sentí perdido.
Yo pensé que allí acababa todo.
Cuando me disponía a levantarme y salir del templo una anciana -que al parecer no era del lugar- me toca el hombro y me dice: "Padre, por favor tiene que confesarme a mí y a mis nietas..." "Claro, claro" Y me puse en camino para el confesionario. Mientras iba trataba de recordar la fórmula de la absolución. Me la había aprendido ya pero ahora no la encontraba en ninguno de mis archivos mentales, eso me puso más nervioso de lo que ya estaba. Tenía ganas de inventar algo y salir corriendo. Trataba de controlar mi temor y repasar la fórmula. Recordaba que un hermano de mi grupo me decía: "Lleva siempre el ritual hasta que te lo aprendas bien" Yo no le había hecho caso y ahora comenzaba a lamentarlo.
Cerré la puerta del confesionario. La viejecilla se arrodilló y comenzó su confesión muy contrita y muy confiada quizá en que yo ya tenía una larga experiencia en el ministerio. Yo de pronto me ví metido en el momento sagrado en el que una persona abre su conciencia a Dios por medio del ministerio de un simple sacerdote. Me daba cuenta así, dramáticamente, de la grandeza que tenía entre manos. Me sentía sobrecogido. ¿Quién era yo para estar metido en todo ello? Sentí un tremendo temor de fallar, de no estar a la altura del encargo. Cuando la anciana acabó su confesión me pidió la absolución y la penitencia. Yo tuve que hacer un esfuerzo superlativo para poder hablar. A duras penas dije alguna cosa. Tembloroso y asombrado levanté la mano derecha para pronunciar aquel: "Ego te absolvo a peccatis tuis...". El Señor me ayudó a recordar en ese instante la fórmula por la cual un simple humano puede de parte de Dios perdonar a sus hermanos. Y sentí que ya no era yo, que era Alguien más quien obraba por mí. Y vinieron las pequeñas nietas y se confesaron y tuve que hacerme violencia para no emocionarme demasiado al contemplar el poder de Dios.
Recuerdo que mi confesor me había dicho por tres veces que no tuviera miedo de equivocarme, que de seguro me equivocaría, eso me consolaba bastante.
Y Dios, Jesucristo, me había puesto como puente -pontífice- entre Él y mis hermanos.
Y una y mil veces más me ví envuelto en esa atmósfera sagrada de la verdad del ser humano y la misericordia de Dios. Y les hablé a ellos de Dios y le hablé a Dios, Jesucristo, de mis hermanos. Y desde entonces agradecí al Jefe tanta consideración para conmigo.
Y desde entonces me esfuerzo por transmitir algo de Dios al que viene a pedir misericordia e intercesión. Y sé que no soy yo, de nada valdría, el que les perdona, sino uno muy grande que se llama Jesús, a quien me honro de servir.

lunes, 17 de noviembre de 2008

El rap del Camaleón

Este es el rap, el rap del Camaleón.
A todos ustedes hoy les doy mi saludón.
Si tú quieres que ría, todo el día reiré,
si tú quieres que llore, todo el día lloraré.
Nunca me preguntes que es lo que pienso yo,
yo no pienso nada que no pienses tú,
yo no digo nada que no digas tú.
Dime lo que piensas y de acuerdo yo estaré,
me disfrazo de lo que quieras si así te gusta a tí.


Este soy yo, un experto Camaleón,
tú nunca sabrás que es lo que pienso yo,
no me comprometo con nadie nunca yo,
mido mis palabras para ganarme el favor
de todos los que me miran aquí y allá
para cuidar bien mi prestigio personal.
Este soy yo, un experto Camaleón,
nunca pidas mi opinión, qué es lo que pienso yo,
no me inclino hacia nadie, sino hacia mi seguridad,
mido mis palabras para ganarme el favor
de todos los que me miman
y me dan seguridad.


Oye Camaleón, ¿sabes qué es tu actuación?
nunca te comprometes porque eso te da pavor,
siempre harás que el bueno sufra por tu temor,
nunca dirás lo que debes porque cuidas tu "honor",
siempre harás que el malvado ataque sin piedad,
siempre harás que el justo sufra por la verdad.
Oye Camaleón, ¿sabes cuál es tu final?
después de banquetear y de vidas malograr
al abismo irás a parar
por cobarde y transador con el que mentiroso es
y por no querer mostrar la cara de la verdad.



Ese eres tú, un experto Camaleón,
por tu culpa en el mundo no habrá justicia ni verdad,
porque prefieres callar antes que denunciar.
Te tiemblan las piernas ante la verdad,
miedoso y abyecto en tu barro te hundirás.
Ese eres tú, un experto Camaleón,
por tu causa el justo y el profeta hoy y mañana morirán,
por tu causa mis hermanos morirán y morirán,
porque no quisiste actuar cuando debías denunciar.
Porque preferiste tu comodidad cuidar y tu vientre engordar.
Qué pena Camaleón, al abismo irás a parar.


Mira chiquillo, tú no ves la realidad:
en este mundo hay que saber actuar,
eso se llama la cabeza usar
no comprendes que aquí todo se maneja así,
por nadie puedes al fuego la mano poner,
¿sabes por qué? Porque todos son igual a mí.
Mira chiquillo es cuestión de táctica
para estar con todos bien, para nunca chocar,
eso es la cabeza usar.
No seas tonto, por nada ni por nadie hay que apostar,
lo importante es tu pellejo salvar y de todo aprovechar
para lo mejor de la vida gozar y sin tu comodidad molestar.


Soy un Camaleón y me gusta así ser,
es cuestión de habilidad y de a todos contentar,
de nunca comprometer la propia comodidad.
Eso es lo mejor que tú puedes hacer para siempre triunfar.
Eso de por la verdad apostar no es rentable ni lo será,
la vida es sólo una y hay que aprovechar.
Yo elijo aquí todo gozar porque de lo futuro nadie me asegurará.
Soy buen palabreador y nací un cobardón,
la vida me hizo así y así yo moriré,
lo importante es ahora gozar y después ya se verá.
Soy un Camaleón y me gusta así ser.

Mira Camaleón, el Señor te va a hablar:
"Estoy a punto a tí de mi boca vomitar
porque nunca te comprometes con la verdad.
tu técnica de todo aparentar es una brutalidad,
siempre transas por tus cálculos de probabilidad.
Le dices a cada quien lo que le gusta escuchar
y haces a todo el mundo pelear y discutir
porque te gusta siempre jugar con intrigas y poder,
tu corazón pequeño y tu alma estrecha no me podrán ver jamás.
Por tu causa el inocente en esta vida sufrirá
porque no tienes agallas para luchar por la verdad
y por tu culpa el malo siempre éxito tendrá
por eso el día final por tus omisión y tu temor todo pagarás".

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¿Qué nos parece la actitud del Camaleón?
¿Qué enseñanzas podemos sacar?
¿Es difícil ser coherente y fiel a la verdad?
¿Es rentable ser un "Camaleón"?

lunes, 10 de noviembre de 2008

"Tradición y propiedad" (ideologías, 2da parte)

Antagónica a las ideologías anteriores es la postura de quienes por alguna razón defienden y defenderán siempre, si es posible con los dientes, todo aquello que sepa a seguridades humanas: la propiedad privada, las propias tradiciones humanas, todo ello sin que interesen demasiado las personas y sus problemas.
Lamentablemente esta postura ideológica tiene también presencia en los ambientes de fe, en los círculos religiosos y genera también personas violentas o inmisericordes, cegadas para ciertas realidades humanas como el sufrimiento de los inocentes o la injusticia para con los pobres.
Los que se inclinan hacia estas tristes ideologías sostienen por ejemplo que en el mundo hay demasiada gente, que no es posible encontrar tanto alimento para demasiados seres humanos, por ello se inclinan a favor de la esterilización de las mujeres pobres, promueven, como no, el aborto a distintos niveles y eso sí: pueden cortar vidas pero no cortarán sus ansias de tener más y con mucha seguridad. No saben, no quieren enterarse de que en el mundo hay suficiente alimento para todos pero que el problema, el único problema, es que a ellos nunca les dará la gana de desprenderse de "sus cosas" para que otros puedan vivir dignamente (¿Hará falta decir o escribir que el problema está en el injusto reparto de los bienes materiales?).
Los adoradores de "sus cosas" son más elegantes y amables que los "clasistas y combativos" pero son igualmente egoístas. Y quizá en el fondo -como aludí en el anterior artículo- unos y otros son igualmente adoradores del dinero o del poder que tienen o que desean tener. Nótese, por ejemplo, cómo actualmente existe en nuestra sociedad ese híbrido social llamado "izquierdista-caviar", es decir: ese pretendido luchador por la verdad y la justicia, que se engolosina hablando contra el capitalismo y el abuso de los poderosos y que a la par de su discurso lleva una vida propia de un capitalista burgués, con todos sus vicios, modas y comodidades. Luchadores sociales de pacotilla.
El adicto a la Tradición y Propiedad es el favorecedor de las dictaduras y de los atropellos contra los derechos humanos. Consumista empedernido y cegatón voluntario, amigo de la seguridad y amante de su propia comodidad, soberbio a ultranza y falso creyente.
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¿Cómo conquistar el camino de la verdadera libertad?
¿Cómo luchar por la verdad y por la justicia sin caer en el juego del propio egoísmo?
¿Cómo alcanzar la clave de la verdadera honradez para con Dios y con los hermanos?
Nos hace falta volver la mirada al Dios y Hombre verdadero, Jesucristo, que ha venido a mostrarle al hombre cómo debe ser hombre.
Más que un simple líder, más que un caudillo prefabricado, más que un adalid de verdades no tan verdaderas, necesitamos de Jesucristo, el de los evangelios.
Y encontrándolo a él tendremos vida plena.
Amén.

domingo, 2 de noviembre de 2008

"Reciban mi saludo clasista y combativo" (Ideologías, 1ra parte)

A raíz de lo que en estos últimos días me ha tocado vivir, en esta oportunidad quiero referirme al tema de algunas ideologías políticas que subyacen en varios de nuestros países latinoamericanos y que mantienen cautivos a miles de hermanos nuestros.
El título de este artículo de inmediato nos remite a una ideología que según la clasificación clásica es "de izquierdas" y que está muy presente entre nuestro campesinado y algunas elites en nuestras grandes urbes.
Hablando de lo que es una herejía -en el ámbito teológico- alguien no dudo en definirla así: "Es una verdad que se ha vuelto loca". ¿Qué podríamos decir de lo que es una ideología? Para hacer un parangón a la anterior definición yo podría decir que una ideología es una verdad que se ha vuelto paranoica o que tiene personalidad bipolar.
Una de las cosas que me llama profundamente la atención es la actitud paranoide en la que por ejemplo pueden caer los cautivos de ideologías "de izquierdas". Definitivamente no creerán en nada de lo que les digan otros que no piensen como ellos. Definitivamente creerán tener enemigos por todos lados, se juntarán como una piña para 'defenderse' del enemigo que les cerca, se sentirán perseguidos, asediados, intimidados, acorralados...
Yo no sé si todos los cautivos de ideologías de izquierdas sepan lo que dijo Hegel acerca de la necesidad de la dialéctica y de que esta fue la base para entender luego el pensamiento de Marx, por lo menos con relación a la lucha de clases. Sin embargo los que en nuestros países andinos se toman en serio sus ideologías "clasistas" dan por descontada la necesidad de una contraposición precisamente entre clases sociales.
¿Y qué pasa cuando -en nuestros países andinos- no pocos de los que educan a las jóvenes generaciones sufren de esta paranoia ideológica? Seguramente transmitirán sus presupuestos a los más jóvenes y más tarde ellos también verán como enemigo a todo aquel que no sea de su "clase. Y entonces serán "clasistas y combativos". Pero cuando ellos y sus maestros progresen un poco se convertirán muy seguramente en "clasistas caviar", es decir: tendrán una mano empuñada en sus "plataformas de lucha" y con la otra sostendrán sus celulares y sus comodidades capitalistas que en el fondo les atraen desmedidamente.
¡Qué engañoso es el mundo de las ideologías humanas!
¡Cuánto retraso traen en nuestros pueblos de latinoamérica!
Yo apuesto por el Evangelio de Jesucristo, que definitivamente está muy por encima de cualquier ideología, del color que sea, roja o estrellada, azul o con franjas rojas.
Si una ideología es una verdad paranoide, El Evangelio es La Verdad para todos.
Ustedes, ¿qué dicen?