jueves, 30 de mayo de 2013

Cuando no se razona a tiempo...

Varias veces en estos medios cibernéticos solemos encontrar muestras de razonamiento límpido y muy lógico sobre temas que solemos llamar "candentes".  Quiero aquí compartir con ustedes, queridos lectores de "Para ser diferentes", este artículo firmado por un hermano sacerdote español.  Por favor estén atentos al razonamiento que es muy bueno.  Hay cosas y realidades que no sólo son pecado sino también fuertes atentados a la propia naturaleza y diginidad humana.  Tal es el caso del tan comentado "matrimonio homosexual" que se insiste de aprobar en varios países.

He aquí el artículo:




Dos leonas no hacen pareja. Dos gatos, tampoco. No pueden aparearse. Para ello tendrían que ser de distinto sexo y de la misma especie. Son cosas de la zoología. No es producto de la cultura hitita, fenicia, maya, cristiana o musulmana.

Por supuesto no es un invento de la Iglesia. Muchos siglos antes de que Jesús naciera en Belén, el Derecho Romano reconocía el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer. Después ellos se divertían con efebos, que para eso estaban, para el disfrute. La esposa era para tener hijos.

La palabra matrimonio procede de dos palabras romanas: "matris" y "munio". La primera significa "madre", la segunda "defensa". El matrimonio es la defensa, el amparo, la protección de la mujer que es madre, el mayor y más sublime oficio humano.

Cada palabra tiene su significado propio. Una compraventa gratuita no es una compraventa, sino una donación. Y una enfiteusis por cinco años no es una enfiteusis, sino un arriendo vulgar.

Llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo me parece como poco serio. Jurídicamente, un disparate. De carcajada. Que le llamen "homomonio", "chulimonio", "seximonio", lo que quieran, todo menos matrimonio, que ya está inventado hace tiempo. Nadie llama tarta de manzana a la que está hecha de peras.

Lo curioso es que cuando dices cosas como estas, algunos te miran como extrañados de que no reconozcas la libertad de las personas. Y por más que les dices que sí, que respeto la libertad de todos, que cada uno puede vivir con quien quiera, incluso con su perro, pero que eso no es un matrimonio, van y me llaman intolerante.

No sé lo que harán los parlamentarios españoles a la hora de votar. Son políticos, no juristas. Votarán por razones políticas, no según Derecho. Las consecuencias son graves. Si un varón tiene derecho a casarse con otro varón y una mujer a hacerlo con otra mujer, ¿le vas a negar el derecho a un hermano a casarse con su propia hermana? ¿O a un padre a hacerlo con su hija? ¿No tienen el mismo derecho? La sociedad se quiebra. Huele a podrido. Como en Dinamarca.

Autor: R.P. José Carlos Areán.  Capellán del R.C. Celta - Vigo.  España.
 

miércoles, 22 de mayo de 2013

El valor de la "inutilidad"

Hace buen tiempo que vengo recordando a una buena y santa monjita, Sor Catita.  En su monasterio la llamaban así, con ese sobrenombre cariñoso, se llamaba en realidad Catalina.  La conocí casi por casualidad.  Un buen amigo me llevó a visitarle y de paso a que le pidiese que rece por mí, que estaba comenzando mi formación en vida religiosa (¡Aquellos tiempos...!).  Era la primera vez que conocía en persona a una monja de clausura.  Y me quedé gratamente impresionado.  Era una monjita de -yo diría- unos 85 años.  Pero qué luz irradiaba de toda su persona.  Una monjita linda.  Conversamos un poco, nos invitó un poco de "café monacal" y luego nos despedimos.  Nunca más nos volvimos a ver.  Calculo yo que para este momento ya debe haber subido a Dios, ya debe estar con Él en el cielo, gozando del Amado, Jesucristo.

¿Y por qué la recuerdo?  Creo que es porque en estos últimos tiempos un tema de constante meditación para mí es el de la vida de tantos y tantos religiosos y religiosas que viven toda su vida en la clausura monástica.  Años y años pasados cumpliendo oficios humildes y sencillos, muchas veces en silencio, en medio de una donación total a Dios y sin mayor reconocimiento.  Tanta gente que jamás conoceremos en la tierra y que día a día da su vida a Dios sirviéndole en cosas que a los ojos del mundo no dejan de ser "inútiles", "poco eficaces".  Tantas Catitas habrá en La Iglesia y en el mundo... Y también tantos Catitos, monjes de clausura, que dedican su vida entera a orar, cantar las alabanzas a Dios, trabajar con sus manos y forjar fraternidad y todo ello para sostener este mundo terco y orgulloso, que se resiste a adherirse a Jesucristo.

¿Y acaso no tiene valor alguno el servir al Señor en medio de una vida sencilla sin más pretensión que la de agradar a Dios en todo y a cada momento?  Sí.  La vida de los religiosos de vida monástica tiene un valor inmenso a los ojos del mismo Dios.  Y hoy más que nunca es una necesidad no sólo para la Iglesia sino también para el mundo.  Un monasterio de monjes o de monjas, o mixto, es un pulmón desde donde se purifica y se oxigena La Iglesia y el mundo.  Porque al mundo no lo salvan los que más gritan ni los que dicen hacer "muchas cosas" sino los que viven en silencio y sencillez su configuración con Jesucristo.  Al mundo lo salvan los que en silencio cargan su cruz cada día y viven el misterio de Jesucristo en su pasión, muerte y resurrección.  Los que más colaboran en la redención de este mundo son los que unen su vida a Jesucristo de tal modo que sus sufrimientos son los de Jesucristo, sus alegrías son las de Jesucristo, sus triunfos son de Jesucristo, sus heridas son las de Jesucristo, sus fracasos son los de Jesucristo, sus cruces son las de Jesucristo, sus esperanzas son las de Jesucristo, sus noches y sus días son las noches y días de Jesucristo.  Y esos hombres y mujeres son los monjes y monjas, que quizá nunca conocerá el mundo, ni saldrán el la TV, ni serán famosos, ni aparecerán sus nombres en placas recordatorias ni en placas de inauguración de tal o cual obra.

Sí.  Los monjes y monjas -religiosos de vida monástica- son no sólo útiles sino necesarios.  Qué bien lo comprendió el Beato Papa Juan Pablo II, que quiso inaugurar un monasterio de monjas en pleno Vaticano.  Él sabía que necesitaba la fuerza de oración de un puñado de monjas contemplativas. Y qué bien y con qué sabiduría el Papa emérito Benedicto XVI eligió vivir en ese mismo monasterio los últimos días de su vida orando y sufriendo por La Iglesia.

Muchas veces creemos que somos "más útiles" cuando hacemos muchas cosas -cosas notorias-.  Y hasta los niños creen que valen más cuando traen notas mejores que las de sus compañeros.  Y tantos humanos empeñan largos años de sus vidas para hacer cosas que "dejen el recuerdo" de ellos mismos.  Y tantos papás y mamás se empeñan en que sus hijos sean "útiles a la sociedad" -como también tantos universitarios y perseguidores de títulos y post grados-.  Y todos queremos "ser útiles"  Pero qué pocos logran entender el valor de la "inutilidad", es decir: el valor de aquietarse, el valor de detenerse, el valor del silencio, el valor del recogimiento interior, el valor de la oración simple y sencilla, el valor de quedarse a solas con Dios para escucharle.  ¡Qué pocas Marías existen en relación con tantas Martas que corren inquietas de aquí para allá!

Sí.  Yo creo que hoy tanto como ayer es necesario el testimonio de "la inutilidad".  Una vida dedicada a Dios en exclusiva es una vida necesaria.  Y quien entiende aquello ha entendido lo mejor y lo más valioso de toda la vida.  Gracias a todas las que como Sor Catita dan su vida en sencillez cada día.  Y gracias también a todos los Fray Catito, monjes de claustro, que han elegido ser signos de la majestad y del absoluto de Dios.  Gracias por vivir el valor de la "inutilidad".

viernes, 17 de mayo de 2013

"La gracia de molestar"

Cada día es una sorpresa maravillosa.  La enseñanza cotidiana de S.S. Francisco, el primer Papa latinoamericano, es una permanente novedad.  Y más novedad aún pues nos confirma la acción del Espíritu Santo en una persona elegida pero a la vez dócil a la divina acción en él.

Yo quiero ahora solamente comentar una de esas perlitas cotidianas que el Buen Papa Francisco ha dicho hace muy poco en una homilía, para leerle y pensarse bien:“También existen los cristianos de salón, ¿no? Son aquellos educados, buenos, pero que no saben traer hijos a la Iglesia con el anuncio y el fervor apostólico.  Hoy podemos pedir al Espíritu Santo que nos de este fervor apostólico a todos, y también nos de la gracia de molestar en aquellas cosas que están demasiado tranquilas en la Iglesia; la gracia de avanzar hacia las periferias existenciales. ¡Qué necesario es esto para la Iglesia!  Y no solamente en las tierras lejanas, en las iglesias jóvenes, en los pueblos que todavía no conocen a Jesucristo, sino aquí, en la ciudad.   Precisamente en la ciudad necesitan este anuncio de Jesucristo.  Por tanto pidamos al Espíritu Santo esta gracia del celo apostólico, cristianos con celo apostólico... Y si molestamos, bendito sea el Señor. Adelante, como dice el Señor a Pablo: Valentía!”.

Palabras tan acertadas como bien dichas.  Y creo que es una gracia inmensa el recibir de Dios el "don de molestar" (no sé si a este punto, este don podrá ser agregado a los dones carismáticos del Espíritu Santo, pero de que es necesario, lo es).  Y es que hay cosas muy tranquilas tanto en la Iglesia (en tanto institución y comunidad) como también hay cosas más que tranquilas -dormidas- en nuestras vidas.  Y de tan tranquilas ya se convierten en corazas para el anuncio del Evangelio, se convierten en muros indestructibles para nuestra conversión de cada día.

Pero antes de decirnos aquello de "la gracia de molestar", el Santo Padre ha hablado, así como "de taquito", acerca de los "cristianos de salón".  Vaya, vaya.  Hasta donde yo sé, es la primera vez que un Sumo Pontífice nos dice cosas tan graves en lenguaje tan pero tan sencillo, casi coloquial.  Y es que el asunto sí que es grave y además extendido: existen cristianos de salón a montones, en todos los rincones y de todos los colores.  Es aquella gente buena, bien educada, que cuida bien las formas y las formalidades, pero que no tiene el valor de hablar de Jesucristo -"no saben traer hijos a la Iglesia", ha dicho el Santo Padre-.  Y eso es un pecado que clama al cielo en este mundo nuestro en el que parece que a Jesucristo aun lo tenemos bien amordazadito y calladito.  Y hasta nos parece que hablar de Jesucristo -y escribir de Él- ya es una intolerancia y una muestra de falta de respeto por los que no creen o no quieren creer... 

Tenía que ser el Santo Padre el que pusiera los puntos sobre las íes.  Bendito sea Dios por el Papa Francisco, bendito y mil veces bendito.

Y todavía esto aquello de "avanzar hacia las periferias existenciales".  Es decir, tener el valor de dejar nuestras comodidades y también nuestros "anuncios cómodos" del Evangelio.  Tener el valor de llegar hasta donde nadie llega y sin buscar reconocimientos ni fotitos.  Tener el valor de no contentarnos con la reunión una vez por semana y darnos tiempo, más que para ir juntitos al cine o a comer algo bien rico, dejarlo todo por hacer un anuncio audaz de Jesucristo.  Y ojalá se vea a más católicos embarrándose las manos entre los pobres, entre los enfermos, entre los que nadie visita, entre los que nunca son visitados...

Sí Santo Padre, es una gracia tremenda la de molestar, la de ser una espina clavada en el pie para incomodar tanto aburguesamiento y tanta rutina en la que nos metemos cada día.  Gracias Santo Padre Francisco: Dios le guarde y le ilumine siempre, como hasta ahora.