jueves, 13 de julio de 2017

ANTE EL DESPUNTE DE UNA SOLAPADA DICTADURA EN EL PERÚ.

¿Mi último artículo antes de la era de la “ley mordaza”?

Desde hace ya varios meses, no sólo semanas, que he venido pensando escribir este artículo. Por un lado mis continuas ocupaciones de comunidad y de apostolado y por otro lado, el sucederse como en cascada de una serie de acontecimientos cada uno más sorprendente que el otro en la escena política peruana, han hecho que retrasara la publicación de estas letras. Ahora lo hago, con más convicción que nunca.

Nos encontramos ante el despunte de la más artera, miserable y solapada dictadura en el Perú. Pero ojo, ya no se trata de un señor que aparece y que con tanques y tropas se tumba todo orden establecido y se endiosa a la vista de todos, prensa anulada mediante. Ahora la dictadura es silenciosa, sutil, y poco a poco gana terreno, y se enquista en el trono de un poder que es kilométricamente más poderoso que el poder que puede ostentar un simple presidente de la república o un folclórico congreso. Se trata del endiosamiento de una idea, de una mentira con trazas de verdad. Es el poder de una mentira que no resiste a la más mínima comprobación científica. Es una mentira avalada por la emoción, por el sentimiento y la subjetividad antojadiza de algunos y apoyada por el entumecimiento neuronal y la fragilidad psicológica de varios en nuestro país.

La dictadura que está por aparecer ha encontrado un ambiente social, cultural y afectivo ideal. Ha encontrado a nuestro país en medio de una grave crisis familiar y moral. No voy a entrar a proporcionar estadísticas, pero como quien confiesa y escucha a muchas personas en el contacto pastoral, puedo decir sin temor alguno a equivocarme que la institución del matrimonio y de la familia están muy afectadas en nuestro país. Y el fruto de todo ello es la aparición de una generación o dos que llevan sobre sus espaldas un fuerte desamparo y fragilidad afectiva y psicológica que les bloquea en muchos casos la capacidad de un sereno discernimiento moral sobre sus actitudes, sobre sus ideas y opiniones. Quien piensa, pierde. En suma: no se piensa, se siente… y eso basta. Y entonces si yo siento que soy una mesa, soy una mesa; si siento que soy un árbol, soy un árbol. Y puede que yo sea un árbol atrapado en el cuerpo de un hombre y que tú seas un poste de luz atrapado en el cuerpo de una mujer. Seguramente un capricho de los astros o del destino o de la masa de energía fallada que me tocó en suertes, luego de la gran explosión y del enfriamiento planetario.

La dictadura en ciernes no podía encontrar mejor terreno ni mejores súbditos. Con la generación que rinde culto a “Esto es guerra” y que tiene como única enciclopedia de vida a “Al fondo hay sitio”; con el grueso de la población que tiene a la televisión como único medio de instrucción cultural y que por ello disfruta alegremente de los chismes del espectáculo que literalmente les llueven mañana, tarde y noche; con una población adulta que va perdiendo esperanzas porque ya mil veces les han engañado y que concurre a votar cada tres o cinco años con un real sentimiento de “sea todo para no pagar la multa”; con una clase política que hace más de treinta años perdió la decencia y el cerebro; con un sistema educativo enfocado en cuidar el formalismo de los programas, que rinde homenaje a la rimbombancia de los títulos, que está confiado en la solidez y en la belleza de las estructuras físicas –colegios emblemáticos, les dicen-, que se siente complacido con la impecabilidad de los objetivos transversales, que confía ciegamente en la visión y misión claramente definidas pero que en el concreto influyen poco y cambian casi nada –porque los colegios siguen produciendo lo mismo de siempre-; con una fe religiosa que no ha llegado a cuestionar la vida cotidiana y práctica de los mismos creyentes ni ha logrado convencerles de que esa misma fe debe performar sus vidas; con un sistema judicial podrido de corrupción desde su raíz; con todo esto y más la dictadura próxima tiene el plato servido.

Pero esta dictadura no viene sola, se la han inventado como una manera “inteligente” para asegurar un reino en el que el dinero por lo bajo y el sometimiento mental, cuando no físico, están a la orden del día. Avanza silenciosa y frente a ella todos los medios de comunicación –radio, televisión, periódicos, etc.- se rinden infaliblemente. Es así que de pronto todos dicen lo mismo, de la noche a la mañana todos opinan igual. De pronto se olvidan de los problemas realmente cruciales –ya no importa el solucionar el problema de la inseguridad ciudadana, ni el problema de los bajos sueldos, ni la minería indiscriminada que envenena el agua y mata la naturaleza, ni los tentáculos oscuros de Odebrecht-, al margen de todo ello, ahora todos deben hablar, pensar y escuchar lo mismo, esa idea que impera, "lo que le gusta a la gente”, lo que ha dicho el dueño del medio que se debe decir esta mañana, lo que dijeron que se dijera hoy, lo que hay que repetir machaconamente. Dijo alguien: “Miente, miente, que algo queda”.

Y claro, al servicio de esta dictadura está un gobierno fantoche, que de lujo no tiene sino su propia ineptitud y su amoralidad. Y para hacer viable su servidumbre a la dictadura naciente puede también –recordando las viejas técnicas de Nerón al incendiar Roma- provocar incendios, los metafóricos y los reales, para que le hagan de “cortina de humo” y así la gente no se dé cuenta de que están por robarles la libertad de pensar y discernir por sí mismos, lo último que ya les queda, luego de que por años les han saqueado sus sueldos, su esperanza y su propia fe.

Pero también están al servicio de esta dictadura ciertas elites intelectuales, ciertos círculos de profesores, desde los que enseñan a los niños, pasando por los que educan a los adolescentes llegando hasta los que enseñan en algunas universidades. De pronto, todos –o casi todos- piensan lo mismo. Y quien no ha renunciado a pensar por sí mismo, y quien no se traga ningún cuento tiene que pasar por ese feo momento en el que te das la vuelta y resulta que ya te miran mal porque tú no piensas como la mayoría. Y se inventan palabras, que ahora son los mayores y más temidos proyectiles: homofóbico, intolerante, trasnochado, dogmático, cerrado, oscurantista, ignorante, etc. Se reclama tolerancia hacia los nuevos “estilos de vida” pero ya no se tolera a quien decide –en plena libertad- pensar y hablar conforme a lo que le indica su propia conciencia moral. Ahora eso no se podrá. Son crímenes de odio. Es intolerancia, es discriminación. El odio ahora pasará a ser un delito. ¿Cómo harán para medir el odio? ¿Fabricarán un aparato para hacer la medición? Si lo logran, deberán primero aplicarlo a quienes odian la verdad que les dicta su propia naturaleza humana inscrita en sus cuerpos –que ahora también quieren operar para borrar su huella-.

Sí, la dictadura está por comenzar. Y como toda dictadura, debe –sí o sí- perseguir a los que le contradicen: silenciarlos, encerrarlos, ridiculizarlos por lo menos. Y entonces la mentira disparada cada día por los medios va generando una vergüenza a pensar rectamente, un cierto miedo a ser impopular, un miedo a “quedar mal”, un miedo a ser políticamente incorrectos, y por ello los buenos, los honrados a veces se quedan callados, y entonces nadie –o casi nadie- dice nada. Sí, miedo. Ese mismo miedo del que se vale toda dictadura para someter, controlar, sojuzgar y silenciar, cuando no matar. El miedo es –siempre lo ha sido- el arma del Demonio para impedir que los hijos de Dios tomen autoridad.

Pero no he dicho el nombre de la dictadura que pretende apoderarse de nuestro país, lo digo ya: La dictadura LGTBI (lobby lésbico, gay, transexual, bisexual, intersexual). Aunque el nombre es insuficiente, puesto que –fieles a sus principios- cada día van encontrando nuevos modos de expresiones sexuales, identidad de género le dicen: eco sexuales, trans especies, zoo sexuales, etc. Podría también decirse: La dictadura LGTBIPQRSTUVWXYZ…

La dictadura LGTBIPQRSTUVWXYZ pondrá como cultura y como religión a la Ideología de Género. Entonces aprenderemos a negar lo evidente, bajo pena de cárcel, supongo. ¿Qué la Ideología de Género es un invento de algunos? ¿Qué la ideología de género es un psicosocial? Pues, habrá que revisar los últimos decretos, decisiones, normas y medidas de los ministerios de educación, de justicia, de salud, y de la mujer en los últimos meses, cuando no ciertas decisiones de alguna universidad supuestamente católica y pontificia.

Posiblemente algunos de mis lectores no sepan exactamente qué es la Ideología de Género, pues aquí se los voy a resumir: Es un conjunto cerrado de ideas que no admite críticas y que se impone por la manipulación de las masas y por la compra de los medios, sosteniendo que no existe la naturaleza humana y que el aspecto biológico del sexo no condiciona la psicología de las personas y que por tanto el género de ellas sería el sexo construido socialmente (Yo me hago varón, tú te haces mujer, la sociedad te hace varón, la sociedad te hace mujer por los estereotipos que se te imponen, patriarcado mediante, etc.). La ideología de género busca no sólo “rehacer” la sexualidad humana, sino que va más allá: quiere reelaborar la historia, la ciencia y la misma religión con “perspectiva de género” (enfoque de género, teoría de género, etc.). En historia eliminan o minusvaloran los personajes varones para centrarse en el aporte anónimo de las mujeres. En teología rechazan la paternidad de Dios y pretenden la existencia de una divinidad femenina. No es novedad que en ciertos círculos religiosos hoy se rece incluso la oración del Señor así: “Padre-Madre que estás en el cielo…” Ya algún teólogo católico en el oriente hace algunos años levantó polvareda con una publicación en la que afirmaba que hay que adorar a “Jesusa Cristusa”. Ni qué se diga de la extraña pretensión lingüística de algunos comunicadores y escritores de poner en cada cosa: todos y todas, hermanos y hermanas, ciudadanos y ciudadanas, amig@s, etc., aunque ya la Real Academia de la Lengua lo ha desautorizado formalmente.

A prepararse antropólogos, biólogos, hematólogos, ginecólogos, etc., porque tendrán que olvidar pronto todo lo que aprendieron durante años, ya que estará prohibido pensar y hablar distinto a como lo hacen los activistas LGTBIPQRSTUVWXYZ. Tendrán que condenar y quemar los manuales de medicina y de biología básicos. ¿Quemarán bibliotecas? Quizá los libros y manuales sean los primeros en irse a la cárcel. Y entonces en los formularios para trámites tendrán que incluirse los más de ciento veinte géneros que han inventado los activistas LGTBIPQRSTUVWXYZ, para no discriminar digo… ¿Harán lo mismo con los baños públicos? Porque si es así, en pro de la no discriminación cada institución tendría que construir y equipar servicios higiénicos para todas las identidades de género… no me imagino un pequeño restaurant con ciento veinte baños…

Y esta dictadura, de hecho, tendrá el respaldo internacional del secularismo a ultranza que hoy se respira en varias naciones. Por ello quizá mañana si algún “menteabierta” ve que te santiguas frente a una iglesia te denuncie por intolerancia o por falta de respeto a los que no creen. Quizá mañana quede yo detenido por el simple hecho de llevar mi hábito religioso. Quizá este artículo sirva para que yo sea denunciado por homofóbico e intolerante. Quizá el decir que Jesucristo es el camino, la Verdad y la Vida mañana sea visto como fundamentalismo. Y si fuese así, tendríamos que cambiar también el Himno Nacional, ya que allí cantamos que los peruanos no debemos faltar al voto solemne hecho al Dios de Jacob. O quizá, para ser más tolerantes tendríamos que agregar varias estrofas más, entre ellas una dirigida a Alá, otra a Buda, otra a Khrisna, otra a la Pachamama, otra a la energía, otra a las vibras, etc. Pero entonces tendríamos que hacer votos solemnes a cada uno de ellos…

Y frente a todo esto que está cocinándose, mientras el peruano de a pie ve la televisión y escucha reggetón, me pregunto entre otras cosas: ¿Dónde está la voz de los laicos católicos? ¿Dónde está la voz del Consorcio de Colegios Católicos? ¿Dónde está la voz de los profesionales honrados y capaces? No voy a preguntarme dónde están las conferencias de religiosos católicos (Confer), porque ya sé dónde están y sospecho por qué se han quedado muy calladitos.

Es un hecho probado y comprobado el que las dictaduras se valen del silencio de los inocentes y de la pasividad de los buenos, como también de los medios de masas debidamente comprados, “aceitados” les dicen. ¿Qué pasará con los peruanos de a pie? ¿Nos quedaremos callados ante tanto zafarrancho de género? ¿Tendremos que endosar a la historia del Perú aquél feo día en el que, dejando atrás un pasado casi glorioso de cultura y de fe, el extravío gay pasó a modificar todo lo anterior? ¿Todavía habrá gente que piense que la ideología de género es el “progreso”? ¿Progreso hacia qué? ¿Hacia dónde?
Yo no pido la muerte de nadie, eso no. Tampoco odio a nadie, ni a los activistas LGTBI, ni a los que se han alineado con ellos, “aceitada” o miedo mediante. Mi artículo no es muestra de odio, no puedo odiar puesto que soy cristiano y católico. Pero sí puedo y debo manifestar mi indignación pues veo que la mentira se la quiere hacer pasar por verdad y con categoría de ley. Tengo algunos amigos que se definen homosexuales y no los condeno en absoluto, pero ellos mismos saben lo que deben y no deben hacer pues son honrados con ellos mismos y con Dios y no se atreverían a hacer pasar lo suyo como una opción más de vida, equiparable a las otras. Me opongo abiertamente al imperio de la decadencia moral y espiritual de mi país.

No quiero que se destruya la institución de la familia y del matrimonio en mi país. No quiero que pese sobre mi patria una maldición ni una condena. No quiero ser cómplice de una barbarie. Quizá no tenga manera de influir en ciertas esferas de opinión pero mi palabra es ésta y no otra. No temo “quemarme” política o eclesialmente: como monje y sacerdote no aspiro a cargos sino a salvarme y a contribuir en la salvación de mis hermanos.

Ruego a todos mis hermanos sacerdotes y religiosos que celebren y ofrezcan Misas cada día por la liberación espiritual del Perú, por la liberación espiritual de los gobernantes y de los comunicadores, por la liberación espiritual de los profesores y de los mismos evangelizadores. Que ni el miedo ni la vergüenza nos paralicen ni nos callen.

Que San José, que es Patrono del Perú, nos ayude a ser fieles al Evangelio y que él, que es Terror de los demonios, ponga en fuga a todos aquellos malos espíritus de desidentificación y de confusión que rondan nuestra sociedad peruana.