miércoles, 26 de diciembre de 2012

Noble de alma

Ayer he participado del entierro de un tío muy querido, Augurio. 

Aún estoy asimilando lo que ha sucedido.  Con él siento que se fue toda una época maravillosa para mi familia y para todos los que le conocieron.

A poco de comenzar la Misa de exequias me piden que yo pronuncie la homilía.  Tuve un poco de confusión interna porque no estaba seguro de cómo hablar en esas circunstancias.  Tenía sentimientos encontrados. Con todo, intenté decir algo sencillo y verdadero.

Y en él y por él pienso en tanta gente sencilla que ha dado su vida para que otros se sientan bien, para que otros vivan mejor.

Gracias a Dios mi tío era pobre.  Pobre nació y pobre murió.  Pero a los que le conocimos nos ha dejado el recuerdo de un alma noble.  Y preciso lo de "noble".  Me parece que alguien es "noble" cuando en su alma lleva una misteriosa combinación de bondad, sencillez, humildad, servicialidad, generosidad.  Y encontrar personas así no es muy fácil.  Y qué bueno es encontrar personas que no quieren saber nada con mezquindades ni intereses personales.  Y qué raro es encontrar personas que saben dar y saben darse para que otros estén bien, sean mejores o sean felices.  Y para dar y darse no es necesario tener dinero. 

Y mientras ayer le recordaba sentado al volante de su "microbus", con esos lentes oscurecidos y con esa infalible "guayabera" color claro, con esos bigotitos estilo Pedro Infante y con esa serenidad de siempre, he dado gracias a Dios por todos esos padres de familia de condición humilde que trabajan y se sacrifican diariamente por los suyos.

Gracias tío bueno, tío ocurrente y reilón, pero siempre bueno.  Llévanos también ahora en tu carro, toca ya el claxon para decirnos que ya es hora, que ahora vamos a un lugar más hermoso que la playa.  Suelta el freno y llévanos por la bajada de Armendáriz y mientras nosotros, niños pequeños, nos ocultamos gritando entre los pies de los adultos, llévanos rápido y grita "No hay freno" y ponte a reír mientras nosotros gritamos.  Llévanos tío por "la ruta de siempre", por La Rosa Toro y por donde pasaba la 58. 

Llévanos ahora también por tu ruta, porque ya sabemos que estás junto a Dios, ya sé que te han visto contento, que te han visto bien guapo y sonriente con los brazos abiertos saludando a los amigos nuevos, ya sabemos a dónde nos llevaba tu ruta, ya sabemos que has soltado tus frenos y te has ido a la otra orilla donde estás con Jesús.

No nos olvides, pide por nosotros, pide por nuestra sencillez, pide por tu hijo sacerdote y también por este sobrino tuyo -también sacerdote- tan huraño, pero que ahora te extraña.

Gracias, Señor, por lo que significó haberle conocido.  Gracias por los que permaneciendo sencillos han sido capaces de conocer los secretos de Dios, que sólo se revelan a los pequeños.  

jueves, 20 de diciembre de 2012

"Las regias no sienten frío"

Recién hace unos días que me he aprendido la frase que da título a este artículo.  No lo había pensado antes así.  Gracias a una conversación muy curiosa durante un almuerzo es que la aprendí y reflexioné sobre lo que está detrás.  Gracias Julio.

El punto es sencillo: Chiquilla, señorita o señora que quiere ser o sentirse "regia" tendrá que aprender a dominar su frío.  Si lo domina podrá mostrar mejor sus atributos físicos.  Así que ya no importará si estamos a 5° centígrados, no importará si estamos a la 1 de la mañana en Puno en pleno invierno.  Si una regia está allí en la calle deberá comerse su frío, con tal de mostrar que es eso: regia.

Todo con tal que las vean.  Podrán estar quizá al borde de una neumonía o algo así, pero en todo caso morirán regias, lindas.  Claro, para eso: bienvenidos cigarrillos, bienvenido alcohol, bienvenidas muchas cosas más que se pueden fumar.  El culto a la carne en el sentido más literal de la palabra.

"Mostrar las carnes lo más que se pueda, mostrar todo y más todavía", parece ser la regla de oro de las regias y de las que quieren serlo.

¿Y qué decir desde un punto de vista más cristiano?  Habría que decir poco y bien dicho: eres lo que muestras. Si muestras carnes, eres carnes.  Si muestras piernas, eres piernas, si muestras..., etc.  Tú muestras lo que te enorgullece.  Si te enorgullecen ciertas glándulas de tu cuerpo y en ellas has puesto tu gloria, pues prepárate porque te durarán bien poco, salvo que tengas dinero para algunas o varias operaciones y para meterte implantes, plástico, cartón, madera, silicona, metales y demás cosas con tal de no dejar de ser regia.  Vanidad sin cuento.  Endiosamiento del cuerpo.

Pero si te empeñas en tener un alma pura, un corazón limpio, no te atraerá la moda o el afán de mostrarte.  Aquí también me pongo a relfexionar sobre lo que hoy en día muchos y muchas muestran en el Facebook, por ejemplo.  Me parece digno de estudio el observar todas las poses, posturas, gestos, miradas, muecas, etc., que se suelen dar para mostrarse en las fotos que se publican.  Todos quieren ser o por lo menos parecer regios, regias.  Muchos bendecirán el photoshop porque les arregló la vida y el perfil.  Y a la hora de tomarse las fotos habrá que hacer toda una sesión para estar lindos.

Definitivamente los regios y las regias no saben de modestia, se rigen por la ley de la admiración.  Ellas aseguran que les gusta sentirse admiradas, vistas, felicitadas, etc.  ¿Ingenuas o torpes?  Ellos harán lo mismo también y al final: ¡cuánta vanidad!

Cuánta vanidad, cuánto culto del "dios vientre", como diría San Pablo. 

Al observar a las regias que no saben tener frío, uno se pone a pensar también en la vaciedad de la vida.  Porque es vaciedad el vivir sólo "de la carrocería para afuera", es decir al nivel de la piel, de la epidermis.  Y es una pena que las regias, y quienes piensan y viven como ellas, nunca lleguen a usar o estrenar las partes más altas, excelsas y nobles de su vida: la inteligencia, la voluntad, el noble ideal, etc.  Bueno, quizá sea sencillo: para las regias "la vida es ahora" y punto.  El alma de mosquito no podrá siquiera imaginar lo que significa: eternidad, paz, bienaventuranza.

Y pienso en todas esas chiquillas, señoritas y señoras que van por la vida sin sentir nada de frío pero con el objetivo indesmayable de "ser vistas" o "ser admiradas" como dicen ellas.  Y pienso también que están haciendo todo lo posible para que no pocos varones acaben no sólo ni tanto admirándoles, sino identificándoles con el objeto deseable, y acaban viéndoles del mismo modo que un hambriento ve la pierna de un "pollo a la brasa", del mismo modo que un goloso ve el delicioso pastel o como el borracho ve la botella de alcohol.

Las regias no saben que son objeto de rapiña, ellas prefieren pensar que el gran ave que pronto las robará con sus garras sólo les estará llevando a dar "un pequeño paseo" para mirar el panorama.

¡Virtud de la modestia y del recato, las extrañamos en nuestra vida moderna!

jueves, 13 de diciembre de 2012

El coraje de decir SI

La felicidad es una conquista. Una conquista cotidiana, permanente. No es para nada una especie de “chupeteo delicioso” de momento.

Contrariamente, estamos tan acostumbrados a definir y a que nos definan la felicidad como algo maravilloso que se siente de pronto, un sentimiento, una emoción, un burbujeo instantáneo.

Creo que lo importante para ser feliz es la disposición a llegar hasta el fondo en la búsqueda del propio camino, llegar más allá de lo meramente sensible, llegar a identificar lo que la propia alma anhela de verdad y tener el coraje de aceptarlo y de darlo todo por conseguirlo. Por ello, creo que una condición importante para conseguir el don de la felicidad es la valentía, el coraje.

Porque es preciso tener coraje para aceptar el camino de felicidad que Dios nos ha trazado. Ese es un punto importante. Muchas veces Dios nos ha trazado un camino de felicidad que no coincide con nuestros sentimientos de momento. A lo sumo, aquellos son sólo cortezas, cáscaras de felicidad. Dios nos pide ir más al fondo, hasta el final. Y eso es más que dejarse llevar por un sentimiento o por una emoción que surge no sabemos cómo.

Y aquí me veo obligado a dar “mi testimonio”. Muchas veces me ha pasado que yo he fijado mi mirada en cosas, objetivos, metas, personas, afectos, sueños que si bien es cierto me emocionaban y los ambicionaba con toda el alma sin embargo al final no eran mis caminos de felicidad. Dios me estaba señalando cosas, objetivos, metas, personas, afectos y sueños más altos, más perfectos, más veraces, más bellos. Y Dios me ha pedido el coraje de dejar esas pequeñas metas, esas cosas “imperfectas”, esos objetivos medianos, esas personas no ideales, esos afectos limitados, esos sueños bajitos, para mirar a otros horizontes. Y lógicamente uno pasa el momento de confusión, casi de vergüenza, al darse cuenta de que estaba ambicionando poco, de que Dios mismo nos tenía preparado algo mejor y más pleno. Y en mi caso he tenido que decir SI para rectificar el camino, o para comenzarlo de verdad. Y he precisado de coraje, de valentía.

Pienso en este momento en los varones y mujeres, jóvenes y maduros, a quienes Dios ha llamado a una especial vocación de consagración en La Iglesia. Y pienso en aquellos que por diversas razones parece que no tuvieran el coraje suficiente. Y definitivamente, toda vocación a una especial consagración a Dios es una cuesta arriba, es un camino a contracorriente, es calvario y pascua, es Redención. Y decir SI a un camino así implica contar con cierto coraje, con cierta valentía.

¿Y qué pasa cuando el miedo entra en juego? Sentir miedo no es sentir nada malo. Es algo natural, el miedo nos obliga a ser cuidadosos, a vigilar. Los valientes, las personas que tienen coraje no es que no sientan miedo sino que no le hacen caso, no se le quedan mirando, no le dan mucha importancia. En el Evangelio observamos aquella escena en la que Pedro está comenzando a caminar sobre el agua y, de pronto, al sentir la fuerza del viento y del oleaje siente miedo y comienza a hundirse. Se hunde al hacer caso de la fuerza del viento y del oleaje. Si hubiera mantenido la mirada en Jesús sin hacer caso de lo demás jamás se hubiera hundido.

Y lo más triste es cuando una persona llena de miedo comienza a pensar que al final de cuentas no tiene ninguna obligación de seguir lo que le pide su alma, que debe conformarse con una felicidad mediana o chiquita, que nadie le llama a cosas tan grandes. Y muchas veces comienza allí una vida superficial, guiada por sentimientos y afectos primarios, autoimponiéndose una limitación de alma, una limitación espiritual y moral. Igual a la fábula de aquel pato salvaje que prefiere engordar para dejar de pensar que puede también volar.

Pero podemos superar el miedo si no le damos mucha importancia. Podemos superar el miedo si pensamos –si no dejamos de pensar- en lo bien que nos sentiremos luego de traspasar la barrera que tenemos que superar. Porque ninguna alegría y placer es comparable a lo que uno siente luego de haber superado su miedo y luego de haber traspasado ese aro encendido que le hacía temer tanto. Esa alegría y ese placer son maravillosos.

Varias veces he pensado en cuál habría sido el pensamiento dominante de los mártires cristianos durante las épocas de persecución de la fe cristiana. Vienen a mi mente los relatos del martirio de un grupo de católicos japoneses de siglos pasados que morían “empalados” (con el cuerpo atravesado por un palo puntiagudo) a orillas de la playa o de aquellos que morían cantando himnos de alabanza a Dios mientras los ahogaban lentamente en lagos de agua hirviendo. Ninguno de ellos negaba su fe, ninguno daba marcha atrás, grandes y chicos morían con esperanza de resucitar junto con Jesucristo. Consideraban esos momentos de dolor como simplemente pasajeros, los veían como un segundo de dolor frente a una eternidad de días con plena y auténtica felicidad. Quizá apretaban los dientes, se encomendaban en oración, cerraban los ojos, pero en su alma hacían el propósito de no dar marcha atrás. Y en verdad la prueba duraba sólo un poco de tiempo y era nada con relación a la eternidad que se les abría ante sus ojos.

Para decir SI a cualquier invitación de Dios se requiere coraje. Y si el miedo viene, pues no se le da importancia, se piensa en lo que ganaremos y en lo bien que nos sentiremos luego de pasar esa pequeña prueba.

Pienso en aquellos chicos y chicas que han sido llamados por El Señor a una especial consagración como religiosos o religiosas. En verdad me sorprende ver en varios de ellos demasiado miedo. Y lo que es más, fácilmente se acomodan a proyectos de vida que no les van a pedir mucho coraje: empequeñecen los límites de su felicidad, los acortan. Por no enfrentarse con un gran reto, simplemente cambian de camino. Y creo que al final hasta se exponen a traicionar a Jesucristo.

Comparto algo más de “mi testimonio”. Tenía yo unos 12 o 14 años de edad. Mi terror de cada lunes era el curso de Matemáticas. Mi terror era doble: el curso y el profesor. Y a veces se transformaba en triple: el curso, el profesor y el examen. El día que tenía examen de matemáticas simplemente no tenía hambre, no hablaba con nadie y la noche anterior no había dormido casi nada. Era algo así como un mini juicio final. Recuerdo que antes de varios de estos exámenes iba a mi papá y le decía: “Papá, me siento un poco mal, mejor hoy no voy al colegio, yo luego me pongo al día… por favor”. Y mi padre me miraba muy serio y siempre me decía lo mismo: “Mira: Tú vas al colegio, das el examen y te enfrentas. Un hombre no puede huir a sus problemas. Si escapas no arreglas nada, será peor. Enfréntate y verás”. Y así me enfrenté muchas veces y, aunque muchas veces resulté malherido por las terribles calificaciones que recibí, pude ir fortaleciendo mi carácter.

Dios siempre nos reta a mirar “más arriba”, a fijarnos en metas más altas. Él siempre nos pone a prueba y tiene esa permanente ocurrencia de subir el nivel de nuestros ideales. Nos incomoda, nos aguijonea, nos desestabiliza, nos malogra el aburguesamiento en el que nos hemos metido.

Así es el Verdadero Dios, así es Jesucristo. Quien quiere ser su amigo debe abrazarse fuertemente de Él, cerrar los ojos y no despegarse de Él. Eso es fe.

Oremos para hayan más chicos y chicas, varones y mujeres, que tengan el coraje de decirle al Señor: SI.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Gratuidad

El evangelio de esta mañana (Lc 14, 12-14) me ha cuestionado profundamente.  La Lectio Divina se me volvió increíblemente provocadora, tremenda.  Dios es bueno conmigo y me tiene tanta misericordia al enseñarme algo nuevo cada mañana, al hacerme saber que tiene Él una infinita capacidad para sorprenderme cada vez. 

Y hoy creo que Jesús me ha retado a la GRATUIDAD.  Hace algun tiempo leí algo sobre el tema -que dicho sea de paso muy pocos lo tratan-.  La síntesis es ésta, según veo: DAR POR EL HECHO DE DAR. DAR POR EL GUSTO DE DAR.  DAR CON EL ÚNICO INTERÉS DE DAR.

Y qué bello que Dios sea así.  Porque Dios tiene la hermosa capacidad de dar sin más interés que alegrar a los demás, sin esperar nada...  Dios domina el arte de dar con la ilusión de dar, dar por dar.

Jesús -en el evangelio de hoy- cuestiona al que le invitó a comer: "Amigo, debes aprender a dar sin más, dar a fondo perdido".  Por ello, a Jesús no le parece ningún atrevimiento el invitar a los pobres a comer, porque ellos no tienen como recompensar a su benefactor.  Ahí está lo bueno, pensaría Jesús.

Y cuánto debemos aprender este arte de DAR SIN MÁS. 

Cuántas caridades interesadas podemos detectar y descubrir en nosotros.  Porque sí, porque nos detenemos demasiado en calcular, en medir, en sopesar, en proyectar las gratitudes de los demás. Damos con interés a futuro.  Pobres de nosotros cuando perdemos así el tiempo y la vida: En medio de cálculos mezquinos y ridículos.

DAR a fondo perdido es al final la lógica del mismo Amor de Dios.  Porque: ¿Qué beneficio propio podía haber previsto Dios amándonos a nosotros, los humanos? Ninguno.  ¿En qué se beneficia Él amándonos?  En nada.  Él es grande e inmenso porque no tiene interés personal, porque es... LIBRE.

Y cuánto tenemos que superar el amor carnal, egoísta e interesado.  Hasta nos han educado así.  Hasta en nuestras familias la lógica dominante es: Ama a quien lo merece.  Ama a los que nos caen bien.  Ama a los buenos.  Ama a los de tu propia sangre.  Ama a tus amigos (y su contrario: Odia a tus enemigos).  Por ello crecemos y nos educamos con esa soterrada y horrible lógica: "Qué saco yo de esto",  "Cuánto voy a recibir",  "Qué beneficio me trae",  "Cuanto hay si hago esto o lo otro".  Y hasta hemos hecho de este modo egoísta de pensar, nuestro sistema de vida: Así vivimos, así rezamos, así nos tienen por inteligentes, así nos felicitan, así tenemos títulos, así sufrimos, así amamos, así llevamos la vida, así tenemos hijos, así nos apegamos a las cosas, así también pretendemos ser santos, así creemos ser también cristianos perfectos, así creemos agradar a Dios, así... morimos.

La mujer que se ha convertido en madre, ama mucho al hijo de sus entrañas, eso es bueno sí, pero también está la contraparte: Cuando aquel niño o niña crezca, su mamá también irá anidando -a veces más, a veces menos- la secreta esperanza de que aquel hijo o hija luego le recompensará todo lo sufrido, todo lo pasado, todo lo llorado por su causa.  Y luego no será raro escuchar a madres llorosas y quejumbrosas que entre dientes lloran la "ingratitud" de sus hijos, porque les "han fallado", porque no cubrieron sus "expectativas" de retribución (económica, las más de las veces).  Y al final, aquella señora quejumbrosa no sabrá jamás lo qué era amar sin interés... porque amó a su hijo con un secreto interés: Que el hijo le retribuya en su ancianidad.

Pero felizmente Dios no es así, Dios supera infinitamente el amor de una madre.  Dios ama a fondo perdido:  Ama sin interés, ama sin necesitar nada, ama por el gusto de dar.  ¡Qué bello es Dios, qué hermoso es Dios, qué magnífico es Dios, qué deslumbrante, que inmenso!

Enséñanos Jesús a amar a tu estilo.  Permítenos superar la mirada pequeña, el egoísmo enquistado en el alma, la mezquindad que como una bilis invade nuestro interior.  Purifícanos, Señor y ayúdanos a entender el valor de la gratuidad.
Amén.

jueves, 30 de agosto de 2012

Sentir con La Iglesia

Shalom!

Los últimos acontecimientos que van ocurriendo en el Perú, más en concreto: en Lima, me llevan a escribir esta reflexión, sobre todo cuando está de por medio La Iglesia en la persona de algunos de sus pastores. 
Y de fondo está en juego la vivencia de un principio de fe y un criterio de discernimiento básico que muchas veces se olvida por la vorágine de cosas que se suceden y que no dan pie a ninguna reflexión tranquila, dando paso a expresiones más emotivas y apasionadas que razonables y serenas.

- El caso de la ex PUCP y la intervención de La Iglesia.  Lo que ha pasado con la citada universidad, ex católica y ex pontificia, es, según veo, un indicativo de lo que en verdad ocurre hoy en día con muchas personas e instituciones que se dicen católicas pero que en verdad hace mucho que dejaron de serlo, o a lo sumo pretenden serlo pero muy "a su modo".  Catòlicos por la libre, dirían algunos. 

La ex PUCP fue fundada por religiosos católicos en un preiod donado para ese fin y asumiendo desde su fundación unas normas que la harían católica y de rango pontificio.  Eso estuvo muy claro por lo menos hasta hace treinta y cinco o cuarenta años.  Lamentablemente desde la década de los setentas del pasado siglo, aquella casa de estudios sufrió una progresiva transformación ideológica y se conviritó en un centro de estudios que originó una buena parte de las mentes más contestatarias o más diametralmente opuestas a la fe católica de siempre. 

Desde hacía varios años los arzobispos de Lima intentaban reordenar o reorientar el curso ideológico de la ex- PUCP.  Los resultados fueron casi siempre los mismos: rechazo, contestación, rebeldía, escándalo público y mediático.  La directiva de la ex-PUCP no pudo encontrar mejor motivo para su rebeldía cuando el actual arzobispo de Lima y primado del Perú, decidió intervenir más enérgicamente y con las suficientes bases legales, históricas y canónicas pertinentes.  Ya desde hacía varios años cierto sector de la opinión pública le había puesto al cardenal Cipriani el "sambenito": de autoritario, oscurantista, ultraconservador o estrecho de mente.  Se armó entonces el argumento pasional y emotivo del asunto a favor de las pretenciones de la Ex-PUCP: El Cardenal Cipriani, a nombre de una Iglesia Católica oscurantista y autoritaria, conservadora y estrecha de mente, quiere despojar a esta universidad de lo que le pertenece e instaurar el reino de la oscuridad en sus claustros.

¿Qué queda de fondo?  El sabor amargo de constatar hasta qué punto puede avanzar en su radio de influencia sobre los jóvenes e intelectuales peruanos un pretendido "catolicismo no católico", una "pontificidad sin pontífice".  

Y este problema es también y lamentablemente, un indicativo de lo que pasa en la calle con muchas personas que afirman sin dudar que son católicos pero que a su vez no se sienten para nada ligados a un párroco, ni a un obispo ni menos todavía, a un Sumo Pontífice.  Y son también católicos que para nada se sienten identificados con La Eucaristía ni con la práctica de los demás sacramentos.  Católicos que pretenden ser parte de La Iglesia pero que a su vez no ven para nada necesario pensar como piensa La Iglesia sobre el mundo, sobre el ser humano y sobre Dios mismo.  En resúmen, estamos ante la triste realidad de los: Católicos anticatólicos.  Me viene a la mente el caso del potecito de "Manty" que ya no dice "mantequilla" sino sólo "esparcible", pero eso sí, con color y sabor de mantequilla (Sólo que los fabricantes de "Manty" son más honestos que los actuales directivos de la ex-PUCP, ya que ellos han preferido cambiar la palabra "mantequilla" por "esparcible", admitiendo que ya no es mantequilla lo que nos venden. La Ex-PUCP tiene ante la opinión pública el deber de dar una lección de honestidad y nobleza al cambiar su logo y su letrero y poner en lugar de "Pontificia Universidad Católica del Perú", que ya no lo es ni de hecho ni de corazón, un logo y un letrero que diga algo así como: "Universidad Librepensadora del Perú").

Si queremos llamarnos católicos debemos asumir nuestro deber de pensar y sentir con La Iglesia.  No existe el católico a su modo o a su manera.  Si no estamos dispuestos a la obediencia a los legítimos pastores (El Papa, los Obispos) pues no seamos católicos, hay muchas sectas para escoger y al gusto del cliente.

- El caso del P. Garatea.  Hace unos meses el Arzobispado de Lima decidió no renovar las licencias ministeriales al P. Gastón Garatea.  Para tomar semejante medida las autoridades eclesiásticas tomaron en cuenta diversos factores que quedan en reserva.  Él es miembro de una comunidad religiosa que deberá destinarlo a prestar servicio en otra diócesis. Sin embargo me resulta sorprendente la reacción del propio P. Garatea, que frente a esta situación toma la actitud de víctima, acude a unos medios de comunicación para "denunciar" que no se le puede "expectorar" tan fácilmente y gana luego protagonismo como héroe que se enfrentó a una organización -otra vez- opresora y autoritaria.

Es una pena que el P. Garatea halla olvidado sus clases de teología.  O quizá la teología de pensar en paralelo le ganó la cabeza sin darse cuenta él mismo.  Todo religioso y sacerdote católico sabe que la obediencia religiosa y el sentido de comunión eclesial rechaza por principio todo sentimiento de victimismo y todo afán de protagonismo.  Todo aquel que pronuncia sus votos religiosos es conciente de ello y para eso se prepara no un día ni dos, sino un año o más, por lo menos.

Cuando la fe es poca o es nula, toda visión sobrenatural desaparece y nace el sentimiento de ser perseguidos injustamente, ya no se ve al pastor, al Obispo, como alguien que -incluso a veces severamente- nos corrige o enseña el camino, sino que se termina viendo al opresor, al amo injusto, al explotador, alguien frente al cual siempre debemos estar en contra, diga lo que diga.

Muy mala demostración de fe católica, P. Garatea.  Pésimo ejemplo de fe y de virtud religiosa.  Mal ejemplo de trabajo por la comunión eclesial.

No se puede ser católico a contraposición de los legítimos pastores, el Papa y los Obispos.

- La intervención, en algunos medios, de Mons. Bambarén calificando el comunicado de los Obispos del Perú.  Este es un caso aún más delicado y también doloroso. Se trata de un obispo emérito que en un medio de comunicación "levanta su voz" en contra del último comunicado del Consejo Permanente de los Obispos de la Conferencia Episcopal Peruana.

Según Mons. Bambarén, es un hecho vergonzoso el que los miembros de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Peruana hayan "declarado públicamente" su adhesión al Señor Cardenal sobre el tema de la Ex-PUCP. 

Evidentemente se trata ahora de un pastor, aunque jubilado, de La Iglesia.  Un Obispo que, según el informe periodístico y el texto de su carta, no está de acuerdo en la resolución de este tema.

¿Qué decir?  ¿Cómo interpretar esta carta y declaración?  Creo yo que el enemigo de nuestra salvación, el diablo, es un experto en hacer pelear a los hermanos para escándalo de los fieles.  Y si los que se "pelean" son dos obispos, más ganancia para el enemigo. 

Bajo el mismo principio de Sentir con La Iglesia prefiero, católicamente hablando, estar de lado del Sumo Pontífice, El Papa (no sólo es la voz del Cardenal Cipriani, sino que es la voz que viene de Roma, del Papa).  Hace muchos años un venerando sacerdote dijo en una discusión muy candente sobre temas teológicos: "Prefiero estar en el error con El Papa que estar en la verdad con los galos".  Yo diría lo mismo, aún respetando y orando por Mons. Bambarén.

Creo que es evidente que La Iglesia no es un partido político ni es una secta más entre otras.  Es la misma institución de Jesucristo.  Y -como dijo un obispo español- La Iglesia no es un molusco, tiene sus espinas y hay que saber digerirla, porque esa es la voluntad del Señor. 

Ser católico es estar en comunión con el Santo Padre, con nuestro Obispo y evitar todo sentimiento de rivalidad, todo sentimiento de grupo, todo sentimiento de persecución.  El centro no somos nosotros, es Jesucristo.  Cuando hay fe verdaderamente evangélica puede entenderse la obediencia y la comunión fraterna.

Que El Espíritu Santo nos ayude a construir comunión en La Verdad.

miércoles, 21 de marzo de 2012

¿Y por qué no la castidad?

¿Y por qué no la castidad?
Sí, escribo este artículo exponiéndome -entre otras cosas- a la risita burlona, al sarcasmo o incluso frente a la posibilidad de que alguien me enrostre el caso de cierto curita o monjita que no cumple bien este compromiso hecho con voto religioso.

¿Y por qué no la castidad?
Eso es lo que me pregunto, por ejemplo, ante el tema punzante del SIDA. Con la debida disculpa de los productores y vendedores (Químicas y Farmas incluídas...) de toda clase de preservativos, jebes, pastillas, tapones, píldoras del día siguiente o de la noche anterior. Claro, promover la castidad como forma de prevenir el SIDA les malograría el negocio redondo, eso sí (Aunque varios de estos grandes señores creen que todos los sacerdotes católicos nos chupamos el dedo oyendo el discurso de los "derechos sexuales" cuando en el fondo -lo sé- sólo es un buen argumento para defender las millonadas de plata que ganan gracias a convertir a nuestros adolescentes y jóvenes en animalitos de distinto tamaño que ya que no pieden usar el cerebro ni la razón usan la píldora y el condón)

¿Y por qué no la castidad?
Es lo que me pregunto yo al ver a parejitas de enamorados y novios, lindos ellos, que comenzaron siendo Romeo y Julieta y ahora "ya no es como antes". Claro, creyeron que "era necesario" conocerse también sexualmente para "fortalecer" su amor. Pero ahí los veo, con un astío, con un sentimiento de frustración, con una muy escondida tristeza al ver de que "el amor" de sus vidas acabó por robarles la inocencia: ¿Qué curioso "amor" no? Claro, después cantarán en el karaoke que el amor no existe, que es una ilusión, etc. ¿Por qué no la castidad?

¿Y por qué no la castidad?
Es lo que me pregunto al ver muy de paso la televisión, esa caja boba que embrutece a miles cada día y que va metiendo en las mentes de grandes y chicos que aquello de la castidad es sólo un sueño, a lo sumo un discurso para bebés o niños inocentes.

¿Y por qué no la castidad?
Es lo que me pregunto al ver que en la internet no pocas chiquillas, jovencitas y señoras se esfuerzan tanto en parecer atractivas, provocadoras, desenvueltas, "sexys" y por eso aparecen en poses "sugerentes' (que sus amiguísimas generalmente califican como "lindas"), medio vestidas medio desvestidas, medio coquetas medio insinuantes..... (¿Es que nadie les habrá enseñado cómo funciona la psicología y la afectividad varonil?) (A propósito: ¿De qué les hablarán a los chicos en la secundaria en el famoso curso de "Persona Familia y relaciones sociales"?) ¿Por qué no la castidad?

¿Y por qué no la castidad?
Es lo que me pregunto yo viendo en varios distritos limeños y en varias urbanizaciones otrora residenciales el pulular de hoteles, hostales, hospedajes, "hosteles" sin mencionar los burdeles declarados, los bares con foquito verde, las discos y los lupanares conocidos por muchos.

¿Y por qué no la castidad?
La castidad no cuesta monedas ni billetes del bolsillo.
La castidad no provoca resacas ni del cuerpo ni del alma.
La castidad no provoca tristeza.
La castidad no te convierte en fugitivo de tu propia conciencia.
La castidad no te provoca dolores de cabeza, ni de corazón ni de alma.
La castidad no te hace esclavo de nada ni de nadie.
La castidad no te obliga a buscarte cosas para olvidar.
La castidad no te hace agachar la cabeza y sentirte mal cuando se habla de inocencia.
La castidad no te trae vergüenza cuando debes vestirte de blanco.
La castidad no te trae problemas de embarazos no deseados.
La castidad no te ata a una persona que sólo busca tu cuerpo.
La castidad no te obliga a ir al psicólogo o al terapeuta para traerte paz.
La castidad no te provoca ninguna enfermedad ni en el cuerpo ni en el alma.
La castidad no te hace escapar de la presencia ni de la santidad de Dios.

Pero aún así, sé muy bien que ni las autoridades ni los gobiernos de nuestro país y de nuestro continente temdrán el valor de promover la castidad, no les resulta rentable... y como tampoco les interesa verdaderamente el progreso moral de sus conciudadanos, tampoco le darán importancia: "asunto religioso" dirán.

¿Y por qué no la castidad?
Tú tienes la respuesta.

jueves, 15 de marzo de 2012

¿Quién te hizo creer eso?

Este artículo es el resultado de varias constataciones hechas "en el camino". Y es que estoy impresionado, muy impresionado, al escuchar por aquí y por allá, en boca de chicos y chicas de varias edades una -a veces velada, a veces abierta- afirmación que no me la trago desde ningún ángulo, por donde se mire.
¿Qué afirmación? Algo más o menos así: "Yo no estoy hecho para eso" "¿Yo santo?, nooooo pues" Es decir, parece que se han encargado de convencernos de que no tenemos arte ni parte en la candidatura a la santidad de vida. Pero no sólo se trata de terminar convenciéndose de que nunca se terminará en plenos altares laterales de iglesia, rodeados de flores y velitas sino que, ante todo, se trata de una malévola convicción de que no estamos hechos ni siquiera para una vida moralmente coherente con el Evangelio. Ese "algo" que nos hace pensar que no estamos hechos para cosas altas sino para cosas bajitas, las cosas de siempre, las cosas que todos hacen sin más cuestionamientos.
El tema se pone peor cuando, por ejemplo, se le propone a un chico o chica la posibilidad de ser un consagrado al Señor en vida religiosa.... Ya he perdido varios amigos y amigas por el sólo hecho de haberles hablado "a bocajarro" sobre su vocación religiosa.
Y ahí está ese bicho, acaso ese parásito mental o espiritual, que nos hace pensar que nosotros no somos santos ni buenos, que no estamos hechos para cosas más grandes que la mediocridad reinante en nuestro medio.
Y ese mismo bicho mental o espiritual nos va comiendo por dentro en medio de una vida mediocre, sea en medio de la pobreza o en medio de una vida burguesa y egoísta pero con fachas de "vida recta".
¿Quién nos hizo creer eso? ¿Quién nos convenció de que no podemos sino limitarnos a caminar por los caminos que otros ya han caminado? ¿Quién nos llenó de miedo?
Abrirse y superar el miedo a la propia superación, abrirse y superar el miedo a lo nuevo de Dios, abrirse y creer en los propios sueños, abrirse y creer en lo imposible es convertirse.
En esta cuaresma podemos dar ese paso: abrirnos y convertirnos.
Abrirnos y convertirnos de verdad a Dios, abrirnos y convertirnos a la aventura del Evangelio, abrirnos a la vida nueva de Jesucristo.
Porque, digámoslo claramente: existe uno (ya sabes quién es) que susurra a los oídos de los sencillos esas palabritas que dañan en alma, que le hacen olvidar al águila sus alas y le convencen de que nació para ser gallina de corral y nada más. Convertirse es escuchar la voz del Señor que nos dice "Levántate y ponte a andar".

martes, 24 de enero de 2012

Con la bulla adentro

Con la bulla adentro, afuera, por todos lados.
Creo que esa es una imagen frecuente en nuestras calles, en nuestro mundo.
Gente que camina con celulares y audifonos conectados, otros con aparatitos en las orejas, otros con el celular sonando música desde la cadera, etc. También los hay que se hacen notar cuando pasan raudos en sus atomóviles con la música que hace vibrar la pista y la vereda misma.
Y están los que en sus casas ponen el máximo volúmen a su equipo de sonido...
Terrible me parece el chiquillo o la muchacha que están atados a sus mp3, mp4 o demás aparatos que dejan escuchar claramente a los demás lo que sus oídos están oyendo directamente de los audífonos pegados a sus cabezas.
Pero está también otro tipo de bulla, de ruido.
Y es que habemos muchos que para no bajar hasta el corazón preferimos nunca parar, nunca detenernos, nunca quedarnos ante nuestra propia verdad en silencio. Por eso hablamos, escribimos, enviamos mensajes, reímos, hacemos gestos, nos hacemos notar, hambreamos o mendigamos un consuelo en medio de todo. Y si no lo conseguimos tiramos barro a los demás para que participen del "embarramiento" moral o espiritual en que estamos metidos.
Pero eso sí: Silencio, jamás. Detenerse, jamás. Encontrarse con la propia verdad, jamás.
¿Orar? ¿Hablar con Dios? ¿Escuchar a Dios? ¡Qué te pasa! ¡Eso es aburrido! ¡Paso!
Y es verdad: Tenemos mil maneras de escapar a nuestra realidad.
Y casi siempre tenemos una verdad que muerde en el corazón: El haber traicionado, quien más quien menos, nuestra inocencia primera (la pureza del alma, la vida de gracia -para decirlo cristianamente-).
Y por ello nos engolosinamos con mentiras, con cosas que nos adormecen, que nos hacen olvidar un poco los problemas no resueltos, las heridas no curadas, los dolores no superados, las mentiras consentidas aunque no admitidas de cara a los demás. Paseamos en silencio el vacío camuflado, la propia verdad traicionada, la desgracia moral que nos envuelve, la mediocridad de nuestras situaciones vitales, nuestros afectos torcidos y enfermos, nuestros apegos esclavizantes, nuestros amoríos claramente pecaminosos pero disimuladamente aceptados y consentidos...
Y poco a poco nos vamos haciendo a la idea de que: "La vida es así" "Al final todo aquello que soñábamos de niños era eso, sueño de niños y nada más". Y hasta celebramos nuestro fracaso moral, nuestro interior quebranto, nuestra pureza pisoteada. Nos juntamos con otros para celebrar macabramente que: "Esta vida no vale nada"
Y nos metemos bulla, bulla de todo tipo, desde dentro y desde fuera.
Huir, huir, huir, huir....
Hablar de todo, menos de lo realmente importante.
Discutir de todo, menos de lo que realmente nos sirve y nos salva.
Creer en todo, menos en Aquel que sí da la vida eterna.
Seguir cualquier principio, cualquier pensamiento, cualquier moda, cualquier idea predominante, todo menos averiguar y seguir realmente lo que Aquel nos viene diciendo hace más de dos mil años.
¿Hasta cuándo? Tampoco lo queremos pensar, sólo se trata de vivir el presente, (Carpe diem, alguien dijo).
Disimular y ya está: La apariencia bonita que oculta la desgracia y el desgarro interior. La vanidad atractiva que disimula la confusión y el tormento interior. La apariencia descarada que trata de pisotear la voz interior que aún resuena diciendonos: "Ese no es el camino".
Y, cómo no, se desatan también las ganas de desaparecer, de no ser encontrado por nadie ni por uno mismo.
Y aún así, hay una luz muy pequeña al fondo del túnel.
Y ahí está el Viejo Bueno. Al fondo, bien al fondo del alma. Con las pantuflas de siempre, con la mantita caliente, con el rostro del cariño primero que ha sido traicionado una y mil veces, pero con el mismo cariño de siempre. Y te mira y me mira con los ojos tiernos de Buen Padre. El Viejo Bueno, el que le decíamos Papá Lindo, ¿te acuerdas?. Ahí está, pidiendo por tí. Mirándote en tus extravíos, en tus infinitas actuaciones bien hechas y logradas. Mirándote en todas tus disimulaciones.
Y no te juzga y no te condena... Él sufre aún más que tú. Porque sabe que tú eres su obra y tú le has costado la sangre de Su Único Hijo. Y te ama igual que ayer. Te ama igual que cuando aún tenías la inocencia del bautismo.
Y ahí está esperándote.
Y siempre lo estará.
Ahí, en el fondo de tu alma, detrás de todo lo que has puesto para esconderlo.
Ahí.
Y te mira.
Y te ama.
Y espera que dejes toda esa bulla.
Y que llegues a Él.