jueves, 4 de octubre de 2018

¿EL MAL MENOR O EL BIEN MAYOR?

Reflexiones para un voto católico

En el Perú estamos a días de unas nuevas elecciones.  Nuevas elecciones que nos encuentran con el peligro de que como electores tengamos actitud que ya se ha hecho antigua para nosotros: votar por el mal menor.  Y es que la situación política actual es sinceramente aplatanada –y esto viene ya desde hace varios años atrás-.  Tenemos cada vez más de lo mismo.  Y no sólo me refiero al problema de la corrupción generalizada y que no sabe de tintes ni de colores políticos, ya que frente a la corrupción, es decir: frente al dinero fácil, igual se postran ante Baphomet los de pretendidas derechas como los rojimios caviares.  Está más que probado que tanto a unos como a otros los compró aquel señor de Brasil cuyo apellido suena a constructora gigante.

Pero el tema no queda allí.  Si sólo fuésemos electores a secas, pues cabría la posibilidad de mirar las propuestas de los candidatos, ver sus hojas de vida y hacer simples cálculos inclinándonos al menos malo, al “que menos ha robado”.  El tema es que somos, además, en el Perú electores en gran mayoría católicos. Y ser católico no es un cliché ni es tampoco una tradición, es un estilo de vida.  Y si vamos a ser coherentes con lo que somos, debemos ejercer nuestro derecho de elegir a las autoridades desde nuestro ser católicos.  ¿Qué significa esto? Vamos por partes.

Acerca del aborto y la eutanasia.

La Madre Iglesia nos enseña que un fiel católico no puede apoyar a un político que promueva o facilite el aborto para su pueblo.  Hace varios años el Cardenal Joseph Ratzinger, que fue durante más de 20 años Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, explicó por qué es pecado votar a favor de candidatos que favorecen el aborto.
La misiva que envió el ahora Papa Emérito Benedicto XVI a los obispos de Estados Unidos tenía que ver con la disposición de negar la Eucaristía a los políticos a favor del aborto. En ella afirmaba que “un católico sería culpable de cooperación formal en el mal, y tan indigno para presentarse a la Sagrada Comunión, si deliberadamente votara a favor de un candidato precisamente por la postura permisiva del candidato respecto del aborto y/o la eutanasia”.  Si el fiel católico vota por un político favorable al aborto pero por otras razones que considera positivas, es considerada esta actitud como una cooperación remota en el mal.

Acerca de la ideología de género.

La ideología de género (ID) pretende ser una reinterpretación toda la sexualidad humana y abarca entre otras cosas el matrimonio homosexual, la adopción de niños por parte de parejas homosexuales, la pedofilia, la zoofilia y el incesto como expresiones sexuales lícitas, etc.  Frente a esta situación, se ha puesto repentinamente de moda ser “tolerante” con esta ideología y no pocos candidatos se muestran favorables a “respetar” a los que promueven la ID y a los que viven como ella ordena.  Los medios de comunicación también se han alineado absolutamente con la ID.  ¿Qué nos dice la moral católica sobre votar a favor de candidatos que promueven o apoyan la ID?  Nos dice que votar por ellos sería convertirnos en cómplices de la degradación moral y espiritual de nuestro país.

¿Y votar por el mal menor?

Hay quienes se preguntan y se plantean votar por un candidato que es favorable a algunas de estas cosas que no admite la fe católica, pero los quieren apoyar en cuanto que pueden hacer también cosas buenas y dan algunas garantías de trabajar seriamente por el bien común.  ¿Es legítima esta actitud?  Para ver si es buena esta actitud, tendríamos que recordar qué cosa es el bien común.  Si pensamos que el bien común es una carretera bien hecha o mayor seguridad ciudadana a costa de que no se respete la vida del concebido o que se destruya sistemáticamente la institución del matrimonio y la familia aceptando “nuevas formas” de matrimonio y familia, entonces tenemos un serio problema.  El bien común no sólo es material y cuantificable, el bien común va más allá: se configura a partir de principios espirituales y morales que rigen una ciudad, una nación y que constituyen su identidad y su legado.  Si se pisotean estos principios espirituales y morales o se los pone por debajo de las “obras” entonces hemos involucionado, hemos retrocedido en el tiempo, hemos vuelto al tiempo de las cavernas.  El bien común pasa por apoyar verdaderamente a la vida humana, a la familia, por apoyar la institución del matrimonio, la recta educación en la verdad del ser humano, no ideologizarlo. 

Votar por el “mal menor” es inmoral y degradante.  Para entender esto habrá que recordar el testimonio de los santos.  Muchos santos hicieron de esta frase un principio de vida: Antes morir que pecar.  Y fueron precisamente los mártires de todos los tiempos los que eligieron la muerte antes de ofender o negar a Jesucristo, el Señor.  El mal mayor es igual al pecado mortal.  El mal menor es igual al pecado venial.  Pero tanto uno como otro son y serán siempre pecado.  Y un fiel católico que de verdad ama a Dios y su ley no se puede permitir ofender a Dios tan alegremente.  Por otro lado, pensemos un momento a dónde nos ha llevado como nación la errada decisión tantas veces repetida de votar por el mal menor…

Entonces, ¿qué salida tenemos? 

Es una salida que nos da el mismo sistema democrático, una salida lícita y viable, ahora más que nunca: voto viciado o nulo.  Si los mártires prefirieron morir antes que pecar contra Dios, pues elegiremos hacer morir nuestro voto antes que apoyar a alguien que propone algo que no agrada a Dios ni es conforme a su ley.

Yo invitaría –que no obligo- a los fieles católicos a votar viciado.  Tomo aquí la sugerencia que hiciera hace algunos años el Dr. Julio Vargas Prada, la de escribir en la cédula: “Viva Cristo Rey”.  El bien mayor es la gloria de Dios, y Él es glorificado cuando optamos y vivimos en la Verdad.  A ver si así desenmascaramos de una buena vez este oscuro sistema político y social lleno de mentiras y podredumbre.  El mismo sistema que nos quiere hacer creer que no tenemos más salida que apoyar las opciones que nos han metido por los ojos.  Sí, ante el monopolio del mal, la solución es decir: ¡basta!  Es tiempo de decir a los que monopolizan el sistema político que nos damos cuenta de sus jugadas, que no hay mentira perfecta, que aunque podemos aguantar muchas injusticias también sabemos decir ¡basta!

¿Nos atreveremos a plantar cara al mal?  Porque créanlo o no, el mal está detrás de todo el andamiaje que se ha montado para estas elecciones, y los hijos de Dios tenemos una salida: no elegir ninguna de las opciones que nos han puesto y votar viciado.



sábado, 22 de septiembre de 2018

Más papistas que el Papa

Estoy absolutamente sorprendido por la andanada de artículos, posts, comentarios y blogs enteros dedicados a corregir al Papa Francisco.  Y todavía más, luego de que un ex nuncio en los Estados Unidos de América ha hecho pública una carta en la que acusa a varias autoridades de la Santa Sede y al mismo Papa Francisco de encubrir abusos sexuales cometidos por ciertos miembros del clero estadounidense.

Confieso que, entre otras cosas, me ha dejado herido y dolido el ver y escuchar un comentario del P. Santiago Martín, FM, ("Presunción de Inocencia" / Magníficat TV), en el que desliza elegantemente su desafecto por el Papa Francisco y en el que sugiere que el Papa debe en todo caso ser juzgado por un tribunal especial para establecer si es culpable o no…

Todo esto me parece pesadilla de la que espero pronto pueda despertar. Y no es que mi pesadilla tenga que ver con la persona del Papa Francisco, jamás.  Mi pesadilla es ver y escuchar tantos que de pronto hoy se sienten ungidos como profetas y custodios de la legítima tradición católica. Hoy ya no tenemos tan sólo a un Santiago Apóstol que a caballo y espada está dispuesto a purificar y conservar la fe de los pueblos.  Hoy existen un sinnúmero de santiagos, miles, que con o sin caballo y bien enfundados de su supuesta ortodoxia se van… contra el Papa. La ideología del “presiona más y te harán caso” está de moda. Y la Iglesia no se ha salvado de ello, lamentablemente.  Ahora vemos a un grupito de clérigos que de pronto creen tener más Espíritu Santo que el mismo Vicario de Cristo. Y exigen que el Papa les responda, que les haga caso, que les conteste, que permita de una buena vez que todo el mundo evalúe su actuación, que se someta al tribunal de los medios de información…. Me suena igual que cuando a Jesucristo el Señor un grupito de fariseos le pedía a gritos una señal del cielo para que creyesen en Él.

Me duele mucho ver que gente de buena voluntad y posiblemente bien formada en lo devocional, se deje atraer por quienes con apariencia de toda ortodoxia instan a un alejamiento del Papa Francisco.  Me suena a cuando aquel grupito de fariseos vociferaba aduciendo que Jesucristo no reunía los requisitos para ser declarado Mesías.  No les cuadraba.  Les resultaba muy molesto. Ellos querían un mensaje de estabilidad, de tranquilidad, de seguridad.  Querían alguien que les ayude a conservar la estabilidad de las cosas (“estabilidad” que para ellos era un buen negocio y que les permitía una vida cómoda y tranquila, claro).  Y Jesucristo a ellos, precisamente a ellos, les trajo un terremoto cotidiano, se atrevió a desestabilizarlos.

Qué tremendo debe ser el orgullo de quienes se han fabricado unos parámetros tan altos para juzgar por encima de ellos al mismo Dios y a Su Vicario.  Qué peligrosa y desgraciada debe ser esa piedad que va fabricando, a la vez de la oración, un muro alto en el que la persona se siente con todo derecho a evaluar si el mismo Dios les convence o no.  Esa piedad y esa ortodoxia no dan vida eterna.  Es puro afán de conservar su vida cómoda, eso que algunos llaman “tradición”.  Porque se puede tener una apariencia pulcra y aséptica, se puede tener una fama intachable y también hacer gala de una doctrina de lo más recta y tener también junto a todo ello un corazón orgulloso y arrogante, que no sabe de caridad ni de comunión.  Es la triste situación de quien se ha enamorado perdidamente de la hermosa custodia pero que no adora al Santísimo Sacramento que va al centro de ella.

Sí. El Papa Francisco es culpable. Es culpable de haber removido la vida cómoda de muchos curiales (y de otros que ya quisieran ser curiales pero que han inventado sus propias curias).  El Papa Francisco es culpable de habernos invitado a salir de nuestras seguridades.  Es culpable de haber cuestionado nuestros modos mundanos de ser católicos.  Es culpable de pedirnos mayor sencillez.  Es culpable de no ser tan tradicionalista.  Es culpable de hablar tan claro.  Es culpable de haberse tirado abajo muchos acartonamientos religiosos a los que a veces llamamos “tradición católica”. Era de esperarse. Era de esperarse que ahora la oposición venga de los más devotos, de los más tradicionalmente católicos, de los más “fieles” y romanos, de los más “ortodoxos”. El Papa Francisco se ha quedado sin ellos, ya que ellos no quieren moverse a conversión. ¿Y los “nuevos”? ¿Y los nuevos católicos? ¿Dónde estarán esos católicos de estreno que acaban de llegar a casa gracias a Francisco? Quizá también se sientan asustados y un poco desorientados. En todo caso, Francisco se quedará solo. Como solo se quedó Jesucristo. Como solos se la pasaron los profetas verdaderos, esos que no tienen blogs armados contra la opinión contraria, contra esos que no presumen de santidad ni de rectitud doctrinal.

Por eso hoy yo digo muy de corazón: Gracias Santo Padre, Papa Francisco. Gracias porque haces lo que haces. Gracias por ser Vicario de Jesucristo. Gracias por ser Padre y Pastor de tu pueblo. Estamos contigo y oramos por ti. Los tiempos no son buenos y hoy también el viento es contrario a la barca de Pedro y aunque algunos ya quisieran que se hunda, nosotros estamos en ella para ayudar, para remar y para repararla.

Sé bien que, como lo dice el Catecismo, la Iglesia tendrá que pasar por una purificación a gran escala y que incluso no pocos fieles y pastores del pueblo de Dios la abandonarán por el temor del oleaje y por instigación del enemigo, y sin embargo luego de todo ello vendrá el triunfo de la Verdad.  Quizá estamos por comenzar ese tiempo.  Pues bien, voy a decir una frase arriesgada (que no es mía, por si acaso), es ésta: yo prefiero estar en el error con Pedro que estar en la verdad con los sedevacantistas. Pues donde está Pedro, está la Iglesia, y donde está la Iglesia allí tenemos la certeza de que está Jesucristo.

Ya va siendo hora de que hagamos caso de la Reina de la Paz que nos ha exhortado a hablar menos y rezar más, de no hablar mal de nuestros pastores, de dejar de criticarlos y de amarlos, de estar muy unidos a ellos.

Oremos por el Santo Padre y para mejorar nuestra Comunión con Él.

miércoles, 30 de mayo de 2018

TODOS Y TODAS, TOD@S, TODES, TODXS


Reza un antiguo dicho: “Miente, miente, que algo queda”.  Es una cuestión de estrategias.  El diablo bien lo sabe.  De tanto repetir una mentira, esa mentira va quedando como verdad, por lo menos como buena posibilidad.  Así como cuando un hombre abusador se dedica día y noche a repetir al oído una mentira, una amenaza, a su víctima… Así logrará poco a poco convencerla de lo que quiere, a fuerza de repetir e insistir con su mentira.  Así pues, para difundir una mentira bastará la insistencia diaria y contar con una masa de gente que no tiene tiempo o que no tiene ánimo para pensar ni criticar lo que se le presenta a los ojos, o lo que machaconamente se propala en los medios.  Allí están y estarán las grandes masas de gente que nunca leerán más que los titulares de algunos diarios amarillos en el kiosko de la esquina.  Y está y estará la pantalla de televisión que todo el día va dictando un discurso hecho de imágenes, ruido, música y palabras hábilmente teledirigidas en secreto con objetivos que rara vez conoceremos.  Y en la tele aparecerán de pronto los artistas favoritos, -esos que la gente casi ama y sueña-, ahora con un discurso nuevo, tolerante, “abierto”, actual, “inclusivo”.  Ahora resulta que no son ellos sino ellas, o mejor: ell@s o ellxs.  Y están de fondo finalmente pequeños grupos de presión oculta que se mueven en los pasillos de edificios donde se diseñan políticas públicas: visitas, almuerzos, telefonazos, cuando no regalitos y regalazos, mails, videos, libros y estudios, seminarios, congresos, viajes con todo pagado para cursos de actualización en “nuevas” políticas públicas…  Y de pronto aparece, como resultado final de un embarazo muy deseado por algunos: Todos y todas, tod@s, todes y todxs… “Trabajando por tod@s l@s persuan@s”

Y entonces en el colegio de tu hijo un día la profesora dice que los tiempos han cambiado mucho, que ahora Manuelito es Manuelita, que no habría nada de malo si a Juana le gusta Mariela y que piensen casarse, que ahora tu papá puede que un día de estos se levante diciendo que no es tu papá sino que él es tu mamá y que tu mamá puede que se vaya con su amiga para casarse en una boda múltiple en Holanda, porque allí si han progresado y son más “abiertos de mente”…. 

Y el fin de semana, cuando se te ocurra ir a un mall, de shopping, seguramente encontrarás que en los servicios higiénicos han cambiado los iconos, ya no se ven los de un varón o de una mujer, ahora es una figura medio varón y medio mujer o quizá está una “x”, para los más de cien géneros que ahora dice la ONU que existen. 

Pero el lunes siguiente, verás que la cosa no ha terminado allí: ahora resulta que si un varón se siente mujer, debe ser tratado como mujer, que si una mujer se siente varón hay que respetarla y tratarla como varón y que por tanto en el baño de varones puede entrar uno con cuerpo de mujer y en el de mujeres puede entrar una con cuerpo de varón.  Puede ser que alguien quiera cambiar de sexo, operaciones mediante.  Pero también nos advertirán de que “en el futuro” también podrán existir los que no tienen ningún sexo conocido, los que se quieran casar con un árbol, las que se quieran casar con su perro y los que se quieran casar con su computadora.  Así se entenderá el “todxs”…

Pero para lograr todo esto tendrán que quemar todas las bibliotecas, o por lo menos esconder tantos y tantos libros e investigaciones científicas sobre la masculinidad y la feminidad.  Tendrán que cambiar nombres a ciudades, calles, instituciones, países…

Se tendrá que reformar por completo la lengua castellana y en general todos los idiomas conocidos,  posiblemente mañana yo deba llamarme “@” y tú te llamarás “x”, y tu mamá se llamará “r76” y tu abuelo se llamará “#2”. 

Y por si fuera poco, tendrán que reescribir la Biblia, los Evangelios mismos, tendrán que reinventar a Jesucristo, que quizá sea ahora Jesusa Cristusa o Jesxs Cristxs.  Se tendrán que borrar las identidades personales sexuadas o hacer lo posible por dar cabida a las más de cien variedades sexuales que “por innovación” ya habrán creado.

Y claro, no faltarán quienes digan que “no existe la Ideología de Género”, que son ideas antojadizas de algunos, que son los “prejuicios patriarcales infundidos por la religión” que se levantan como “un nuevo fundamentalismo”, impuesto desde una “visión machista y retrógrada en donde hay exclusión de los diferentes”.   Incluso habrá por ahí algún sacerdote católico o una monjita muy de avanzadas –izquierdosos proclives a sectores políticos izquierdistas- que muy sueltos de huesos dirán que es cuestión de tiempo, que la Iglesia en el futuro tendrá que aceptar todas estas cosas y más (y serán esos mismos religiosos los que en sus colegios y asociaciones instruyan a sus alumnos y profesores a usar machaconamente el: Todos y todas, tod@s y todxs).

Y frente a todo esto voy a ser muy ingenuo, voy a reclamar mi libertad de pensar con mi propia cabeza, sin que la ONU me dicte mis pensamientos, sin que el ministerio de educación me diga ahora lo que me conviene o lo que no, sin que “Close-up” me diga que juzgue menos.  Voy a reclamar mi libertad de pensar con mis propias neuronas.  Y aun a riesgo de que me digan “intolerante” voy a atreverme a preguntar: ¿Dónde están las bases científicamente ciertas y verdaderas de lo que hoy se afirma muy alegremente y en grupo?  ¿Hay algún estudio serio que avale los más cien géneros sexuales que ahora promueve la ONU y sus tentáculos en nuestros países?   ¿Desde cuándo el ser varón o mujer es una cosa que cambia con los tiempos?   ¿Es suficiente con decir que “ahora es así”?  ¿Es suficiente de decir “juzga menos” para así legitimar cualquier forma de vivir la sexualidad?  ¿Es suficiente la razón “amor” para que dos varones exijan su “derecho” a casarse y formar “familia”?  ¿Habremos llegado al extremo de decidirlo todo –políticas públicas- sólo por razones sentimentales –subjetivas- o emotivas?  ¿Es suficiente decir “es que yo me siento mujer” para ser mujer?  Mañana posiblemente yo me sienta un refrigerador y tendrán que considerarme refrigerador y tendré que operarme para producir hielo…

Y también, ingenuamente claro, voy a preguntar lo siguiente: ¿Por qué no se contrasta el índice de suicidios y crímenes en los países donde todas estas cosas están permitidas por leyes humanas?  ¿Instaurando los más de cien géneros sexuales que promueve la ONU se hace a la gente más feliz de lo que era antes?  ¿Por qué los psiquiatras honestos no salen al frente de los medios para hablar de los diversos trastornos que se producen en las personas que asumen los nuevos géneros sexuales?  ¿Por qué no se habla del altísimo índice de divorcios y violencia en parejas homosexuales?   Desde luego, ya sé que por preguntarme y por preguntar todo esto la única respuesta que me darán será esta: Eres un intolerante, te vamos a denunciar.  Pero nunca podrán dar razones válidas y ciertas. 

Es la dictadura silenciosa de género.  Es una de las más grandes colonizaciones ideológicas que está en boga en varios lugares del mundo.  Antes nos colonizaban llegando a nuestro continente con barcos y carabelas llenas de hombres armados.  Hoy los colonizadores se introducen en nuestras casas usando las modernas carabelas que son la TV, el internet, el celular y la música de moda.  Hoy los colonizadores no necesitan armas ni pólvora para asustarnos o para someternos; hoy basta una mentira repetida mil veces, bastan las declaraciones de un actor o el post de un cantante alineado con la ideología que se quiere implantar.  Y no hay mayor resistencia por parte de la masa.  Antes los incas, los aztecas, los guaraníes luchaban a sangre y flechas por sus territorios y por sus pueblos y familias.  Hoy el colonizador no encuentra resistencia pues gracias a un plan hábilmente diseñado se ha metido hace tiempo en tu casa y en la mía, en tu colegio y en la universidad y nos ha ido lavando el cerebro tranquilamente.  Y entonces te han cambiado la cabeza, ahora rechazas lo que antes amabas y defendías, antes cuidabas lo tuyo propio: tu vida, tu cuerpo, tu familia, tu fe católica, tus tradiciones, tus principios morales, tu cultura… Ahora ya no cuidas nada de eso, basta con que pienses que “eso ya pasó”.  Eres un esclavo y no te das cuenta.  Hacen contigo lo que quieren.  Les das toda la razón a ellos, a tus colonizadores anónimos.  Piensas que es cuestión de modernidad.  Razón tenía nuestra Madre, la Santísima Virgen María, cuando en Medjugorje dijo alguna vez que el Diablo muchas veces hace con nosotros lo que quiere, que nos destroza y nos trata como trapos sucios…  Por eso también se puede entender cómo un gobierno o un gobernante, teniendo un pueblo convertido en masa que no piensa, pueda fácilmente hacer aprobar leyes a favor del oculto colonizador que le paga y que le dicta el discurso, con el todos y todas, todes, tod@s, todxs bien puestecitos, claro.

¿Quién nos librará de esta solapada colonización ideológica?  Desde luego, como creyentes cristianos y católicos tenemos nuestra esperanza puesta en el poder de Jesucristo y en la poderosa intercesión de María Santísima.  Pero no basta con mirar al cielo, debemos ponernos de pie para recuperar nuestra soberanía, para recuperar nuestra libertad y la verdadera paz.  Porque la paz verdadera va de la mano con la verdad.  No puede haber paz cuando no hay verdad.  Y la única verdad es la del Evangelio de Jesucristo, entregado a la Iglesia para su administración en bien de todos.

Extraño la capacidad de lucha de los cristianos de los primeros siglos.  Hoy suelo ver a gente que se ha resignado a que las cosas estén como estén, esperando un milagro y nada más. Creo que Dios nos juzgará por el amor.  Y creo firmemente que la primera obra de amor con el prójimo es mostrarle la verdad.  Creo que la pasividad no es una virtud, como tampoco lo es el silencio si encierra miedo o indiferencia hacia un problema que toca a todos.  Recuerdo mucho aquel texto de San Agustín en el que advierte que no pocas veces los pastores del rebaño de Dios se comportan como perros mudos que no ladran cuando ven venir al lobo y permiten que el lobo haga estragos entre las ovejas.  Yo no quisiera ser un perro mudo.  Por ello escribo y predico, aunque posiblemente no sea muy escuchado o leído.

La Ideología de Género (enfoque de género, perspectiva de género, teoría, dimensión, etc.) hunde sus raíces en la ideología del comunismo y del feminismo radical.  Ya en 1848, en el “Manifiesto Comunista”, Carlos Marx y Federico Engels proclamaron: “¡Abolición de la familia!”.  Hacia el 1930 el italiano Antonio Gramsci habló de la “revolución cultural” para conseguir lo que se había proclamado en el “Manifiesto Comunista”.  Varios intelectuales y psiquiatras vinculados a la Escuela de Frankfurt especificaron que esta revolución sería sobre todo una “revolución sexual”.  En 1949, Simone de Beauvoir dijo: “No se nace mujer, se llega a serlo”.  En los años 60, Jhon Money da a la palabra género su significa ideológico usando la frase: “identidad de género” que dependería, según él, del condicionamiento cultural de las personas y no de su sexo biológico.  Como única demostración presentó el caso de los mellizos Reimer.  Money indujo a los padres de los mellizos a castrar a uno de ellos, que habría sufrido un accidente quirúrgico genital, y educarlo luego como niña.  Money “vendió” este caso como prueba científica de sus ideas, aduciendo que el género es una construcción cultural.  Años después tanto el niño castrado, criado como niña, así como su hermano se suicidaron, uno el 2002 y el otro en el 2004.  En 1969, Kate Millet en su libro “Política sexual” presenta el género como principal bandera contra el patriarcado.  ¿La principal institución del patriarcado?  La familia. Millet sostuvo además que “el amor ha sido el opio de las mujeres” y que el objetivo es hacer desaparecer la heterosexualidad, abolir toda distinción de sexos, fruto de una “lucha de clases sexuales”.  Ya que el comunismo no pudo probar la validez de sus teorías ni demostrar su eficacia en la abolición de las clases sociales, ahora trasladaría su lucha al campo de los sexos, así la nueva lucha armada no la lleva adelante una columna subversiva terrorista sino los pseudointelectuales de la Ideología de Género y sus artistas invitados: Miente, miente, que algo queda.

¿Nos quedaremos callados ante tanta barbarie?

¿Pensaremos todavía -a estas alturas- que un creyente, un católico, no debe pronunciarse sobre estas cosas? 

¿Seguiremos sosteniendo que hablar sobre este tema es “meterse en política” y que por eso nos quedamos calladitos, porque somos muy devotos?

¿Nuestra fe no nos debe llevar a la acción?

Temo mucho el silencio culpable, el silencio que otorga razón al que no la tiene, el silencio de quienes deben denunciar al lobo y se quedan callados.

No permitamos que nuestro país, el Perú, ofenda la memoria de los grandes santos que aquí crecieron y se santificaron en la verdad. 

Que nuestro amor a Jesucristo no nos deje en silencio.