En el Perú estamos a días
de unas nuevas elecciones. Nuevas
elecciones que nos encuentran con el peligro de que como electores tengamos
actitud que ya se ha hecho antigua para nosotros: votar por el mal menor. Y es que la situación política actual es
sinceramente aplatanada –y esto viene ya desde hace varios años atrás-. Tenemos cada vez más de lo mismo. Y no sólo me refiero al problema de la
corrupción generalizada y que no sabe de tintes ni de colores políticos, ya que
frente a la corrupción, es decir: frente al dinero fácil, igual se postran ante
Baphomet los de pretendidas derechas como los rojimios caviares. Está más que probado que tanto a unos como a
otros los compró aquel señor de Brasil cuyo apellido suena a constructora
gigante.
Pero el tema no queda
allí. Si sólo fuésemos electores a
secas, pues cabría la posibilidad de mirar las propuestas de los candidatos,
ver sus hojas de vida y hacer simples cálculos inclinándonos al menos malo, al
“que menos ha robado”. El tema es que
somos, además, en el Perú electores en gran mayoría católicos. Y ser católico
no es un cliché ni es tampoco una tradición, es un estilo de vida. Y si vamos a ser coherentes con lo que somos,
debemos ejercer nuestro derecho de elegir a las autoridades desde nuestro ser
católicos. ¿Qué significa esto? Vamos
por partes.
Acerca del aborto y la
eutanasia.
La Madre Iglesia nos
enseña que un fiel católico no puede apoyar a un político que promueva o
facilite el aborto para su pueblo. Hace
varios años el Cardenal Joseph Ratzinger, que fue durante más
de 20 años Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, explicó por
qué es pecado votar a favor de candidatos que favorecen el aborto.
La misiva que envió el ahora Papa Emérito Benedicto
XVI a los obispos de Estados Unidos tenía que ver con la disposición de negar
la Eucaristía a los políticos a favor del aborto. En ella afirmaba que “un católico sería culpable de cooperación
formal en el mal, y tan indigno para presentarse a la Sagrada Comunión, si
deliberadamente votara a favor de un candidato precisamente por la postura
permisiva del candidato respecto del aborto y/o la eutanasia”. Si el fiel católico vota por un político
favorable al aborto pero por otras razones que considera positivas, es
considerada esta actitud como una cooperación remota en el mal.
Acerca de la ideología de género.
La ideología de género (ID) pretende ser una
reinterpretación toda la sexualidad humana y abarca entre otras cosas el
matrimonio homosexual, la adopción de niños por parte de parejas homosexuales,
la pedofilia, la zoofilia y el incesto como expresiones sexuales lícitas,
etc. Frente a esta situación, se ha
puesto repentinamente de moda ser “tolerante” con esta ideología y no pocos
candidatos se muestran favorables a “respetar” a los que promueven la ID y a
los que viven como ella ordena. Los
medios de comunicación también se han alineado absolutamente con la ID. ¿Qué nos dice la moral católica sobre votar a
favor de candidatos que promueven o apoyan la ID? Nos dice que votar por ellos sería
convertirnos en cómplices de la degradación moral y espiritual de nuestro país.
¿Y votar por el mal menor?
Hay quienes se preguntan y se plantean votar por un
candidato que es favorable a algunas de estas cosas que no admite la fe
católica, pero los quieren apoyar en cuanto que pueden hacer también cosas
buenas y dan algunas garantías de trabajar seriamente por el bien común. ¿Es legítima esta actitud? Para ver si es buena esta actitud, tendríamos
que recordar qué cosa es el bien común.
Si pensamos que el bien común es una carretera bien hecha o mayor
seguridad ciudadana a costa de que no se respete la vida del concebido o que se
destruya sistemáticamente la institución del matrimonio y la familia aceptando
“nuevas formas” de matrimonio y familia, entonces tenemos un serio
problema. El bien común no sólo es
material y cuantificable, el bien común va más allá: se configura a partir de principios
espirituales y morales que rigen una ciudad, una nación y que constituyen su
identidad y su legado. Si se pisotean estos
principios espirituales y morales o se los pone por debajo de las “obras” entonces
hemos involucionado, hemos retrocedido en el tiempo, hemos vuelto al tiempo de
las cavernas. El bien común pasa por
apoyar verdaderamente a la vida humana, a la familia, por apoyar la institución
del matrimonio, la recta educación en la verdad del ser humano, no ideologizarlo.
Votar por el “mal menor” es inmoral y
degradante. Para entender esto habrá que
recordar el testimonio de los santos.
Muchos santos hicieron de esta frase un principio de vida: Antes morir
que pecar. Y fueron precisamente los
mártires de todos los tiempos los que eligieron la muerte antes de ofender o
negar a Jesucristo, el Señor. El mal
mayor es igual al pecado mortal. El mal
menor es igual al pecado venial. Pero
tanto uno como otro son y serán siempre pecado.
Y un fiel católico que de verdad ama a Dios y su ley no se puede
permitir ofender a Dios tan alegremente.
Por otro lado, pensemos un momento a dónde nos ha llevado como nación la
errada decisión tantas veces repetida de votar por el mal menor…
Entonces, ¿qué salida tenemos?
Es una salida que nos da el mismo sistema
democrático, una salida lícita y viable, ahora más que nunca: voto viciado o
nulo. Si los mártires prefirieron morir
antes que pecar contra Dios, pues elegiremos hacer morir nuestro voto antes que
apoyar a alguien que propone algo que no agrada a Dios ni es conforme a su ley.
Yo invitaría –que no obligo- a los fieles católicos
a votar viciado. Tomo aquí la sugerencia
que hiciera hace algunos años el Dr. Julio Vargas Prada, la de escribir en la
cédula: “Viva Cristo Rey”. El bien mayor
es la gloria de Dios, y Él es glorificado cuando optamos y vivimos en la
Verdad. A ver si así desenmascaramos de
una buena vez este oscuro sistema político y social lleno de mentiras y
podredumbre. El mismo sistema que nos
quiere hacer creer que no tenemos más salida que apoyar las opciones que nos han
metido por los ojos. Sí, ante el
monopolio del mal, la solución es decir: ¡basta! Es tiempo de decir a los que monopolizan el
sistema político que nos damos cuenta de sus jugadas, que no hay mentira
perfecta, que aunque podemos aguantar muchas injusticias también sabemos decir
¡basta!
¿Nos atreveremos a plantar cara al mal? Porque créanlo o no, el mal está detrás de
todo el andamiaje que se ha montado para estas elecciones, y los hijos de Dios
tenemos una salida: no elegir ninguna de las opciones que nos han puesto y
votar viciado.