domingo, 26 de agosto de 2007

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Aún con varios años de vida religiosa y sacerdotal no dejo de asombrarme como si fuera la primera vez cuando escucho o leo los evangelios. Hoy ha sido para mí una experiencia tremenda el tener que meditar lo que Jesús nos dice: «Esfuércense por entrar por la puerta angosta...» (Cf. Lc 13, 22-30) Y más adelante él dice que no reconocerá a varios que comieron y bebieron con Él y que predicaron Su Palabra.
Me he puesto ha pensar qué pasaría si llegado el momento tuviera que presentarme a la presencia del mismo Dios para "rendir cuentas" ante Él y debo confesar que me ha causado estremecimiento pensar que me podría ocurrir lo que Jesús advierte en el Evangelio, que me presente con todos mis títulos, con el "aval" de mi consagración y ministerio pastoral y que Jesús se vuelva y me diga a la cara: «Disculpa pero... no te conozco»
La salvación eterna no es cosa de juego ni es una cuestión de suerte, no será el echar la moneda y ver qué sale, si es cara o sello, si te salvas o no y mientras tanto cruzas los dedos y ruegas a "diosito" que sea buenito. La salvación es una cosa muy seria, tan seria que en el fondo tenemos un poco de miedo hablar sobre el tema y siempre lo vamos postergando, relegando... "Ya habrá tiempo para eso..." "Después se verá..." Pareciera que el común de los mortales solemos ser muy superficiales sobre cosas tan serias como ésta.
Y volviendo a ese momento en el que me presentaría ante Dios y me llevaría el gran chasco de mi vida, pienso que me convendría un millón de veces que Dios me dijera ahora mismo, en esta vida, cómo Él me ve. Pienso que le estaría muy agradecido eternamente si me adelanta un poquito de ese juicio final y si me dice si tal como hoy vivo le estoy agradando de verdad o no; si Él está contento de mí o no lo está; si estoy abierto de verdad a Su Gracia o si me he enceguecido y ya no veo nada; si las voces que digo que son suyas son en verdad de Él o si son tontos inventos de mi orgullo y dureza de corazón; si aquello que digo y hago es Su Voluntad de verdad o si es mi voluntad disfrazada de "revelación al corazón".
Porque también sé que los humanos podemos muy fácilmente engañarnos, que nos volvemos ciegos a sólo unos centímetros de distancia de Dios, que nos volvemos sordos aunque Dios grita a nuestros oídos, que nos volvemos muy duros de corazón estando Dios a nuestro lado. Sé que todo ello es tristemente posible, lo he observado, lo he sufrido y lo lamento por otros... y necesitaría saber por todo ello qué piensa Él de mí, si le agrado o no, si tengo posibilidades de ser reconocido por Él en el momento decisivo o si ya estoy tan "vacunado" de su Espíritu que ya sólo me espera la gran sorpresa de mi desgracia eterna...
Por eso pienso que ante esta palabra de Jesús lo único que me queda es pedirle "un poquitico" de adelanto de aquel juicio personal que creo algún día tendré que pasar. Y prefiero que Él sea ahora muy veraz y directo conmigo, que corte y purifique todo lo necesario en mí, que ahora no le tiemble la mano en moldearme y podarme con tal de no pasar aquel terrible momento.
Y es lo que modestamente aconsejo de pedir a cualquier persona que en verdad le interese salvarse.

domingo, 19 de agosto de 2007

«CARTA ABIERTA A UN DIOS QUE SE PONE PESADO»

Los abajo firmantes presididos por quien escribe a nombre de todos, Doña Fulgencia de Las siete llaves de los Candeleros del Sagrario y Picoy de Alba de Tormes, hacen pública esta carta en vista de que Nuestro Señor últimamente está diciendo cosas que consideramos por lo menos demasiado imprudentes, a saber:
  1. El Señor acaba de pronunciar (domingo XX del tiempo ordinario), un discurso que consideramos por lo menos ofensivo con quienes siempre hemos sido leales a él: ahora resulta que no es Dios de paz sino de guerra y división.

  2. Nosotros siempre hemos creído que Dios es bueno y manso y ahora el Señor nos está saliendo con cada cosa... El otro día trató mal a una cuadrilla de cofrades y les dijo algo así como: "Sarta de serpientes, sepulcros embadurnados" Creemos que no hay derecho, nosotros que siempre le habíamos seguido.

  3. Exigimos que se revise su predicación antes de pronunciarla por el consejo parroquial, porque todos somos Iglesia.

  4. Creemos que este tipo de discursos promueven una desmoralización entre nuestra gente de bien y es un peligro para la estabilidad de nuestra sociedad, no es posible que ahora el Señor pregone división.

  5. A nombre del Sindicato de Suegras y Suegros Oprimidos manifestamos nuestra queja formal ya que el Señor está poniéndo en contra nuestra a nuestros yernos y nueras, a los que dicho sea de paso, queremos entrañablemente.

  6. Sugerimos al Señor que no se deje guiar por enardecidos elementos de izquierda radical que pueden estar influenciandole negativamente.

  7. Exigimos en pro de la buena paz que vuelva el Señor a hablarnos de la paz y el amor, que así es como habla Dios (¿desde cuándo Dios habla de fuego y guerra?)

  8. A nuestro reclamo por satisfacciones se une también la voz de protesta de la LUPLPPPPUCCQNEIADNM («La Unión de Pensadores Libres y Por la Pluralidad de Pensamientos Pero Unidos Por Una Causa Común Que No Es Idea Absoluta De Ningún Modo (esto también no es absoluto))» que se levanta a protestar por este efluvio de críticas injustas ante una sociedad que no puede permitir la aparición de nuevos fundamentalismos intolerantes, y no lo puede permitir de modo absoluto e intolerante.

  9. Hacemos un llamado urgente a toda la sociedad a unirnos por una vida cada vez más justa, libre, pluralista y tolerante.

Jerusalén, 45 del mes del esternocleidomastoideo del año 32.


Fulgencia de Las siete llaves de los Candeleros del Sagrario y Picoy de Alba de Tormes. Presidenta de las DPUSJYTDGDYC (Damas por Una Sociedad Justa Y También Diferenciada Guardando Distancia Y Cultura).

Liberio Tolerancio Mente Amplia Ganímedes Baba. Presidente absoluto de la LUPLPPPPUCCQNEIADNM (La Unión de Pensadores Libres y por la Pluralidad de Pensamientos Pero Unidos por Una Causa Común Que No Es Idea Absoluta De Ningún Modo (esto también no es absoluto))

Engracia Vinagretta Explosiva De Armas Tomar. Presidenta Honoraria del SSSO (Sindicato de Suegros y Suegras Oprimidos).

Siguen unas doscientas firmas casi initeligibles fabricadas en la Notaría Keiko Satomi Medelius

NOTA DE REDACCIÓN:

* El blog no se solidariza con las opiniones vertidas en esta Carta Abierta, tan sólo la hace pública en razón del derecho y libertad de expresión vigentes en la www.

* Fuentes policiales informaron hoy que fue detenido en una plaza pública de Jerusalén un sujeto que decía llamarse Jesús Hijo de José, precisamente había lanzado unos volantes con un discurso que decía así: «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y cuánto desearía que ya hubiera prendido». El sujeto fue detenido y llevado a Seguridad del Estado por presunto delito de apología al terrorismo y alterar el orden público. También se informa que el sujeto indicado sería el hijo de una lideresa subversiva que una vez cantó en público una canción prohibida que decía más o menos así: «Estoy supercontenta porque Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes» Algunos sostienen que estas cosas se encuentran en Lc 12, 49-50 y Lc 1,46-52, pero es una información sin confirmar.


miércoles, 15 de agosto de 2007

Uno que intercede por los demás

El informe había llegado hacía unos días. El Jefe estaba, más que molesto, preocupado. Ya había leído todo el legajo y finalmente hoy había decidido proceder. Estaba todo muy claro: esas dos ciudades eran de lo peor, sus habitantes habían hecho todo lo posible por colmar su paciencia y los vicios que en ellas imperaban le habían provocado fuertemente, era como si le escupiesen a la cara constantemente. Era evidente, a esa gente no le interesaba vivir decentemente: no sólo eran pecadores, eran provocadores y desafiantes en sus pecados, tantas veces habían escupido al cielo y se reían pensando que Él no haría nada finalmente, porque "es buenito".
En los pasillos del palacio el aire estaba tenso, todos sabían del drama de esas ciudades. Sabían los que allí trabajaban que El Jefe era bueno pero ya esto era demasiado; nadie se atrevía a decir nada más sobre el asunto. Por su parte, El Jefe era la bondad misma y por eso estaba preocupado, porque esas ciudades se habían buscado su ruina con un empeño sorprendente.
De pronto entró en las instalaciones del alto mando ese amigo del jefe, todos lo saludaron cortezmente, algún funcionario trato de decirle algo del problema y él lo cortó diciendo que sabía del asunto y que quería conversar de ello con El Jefe. Apenas lo vio, El Jefe se alegró, como que necesitaba ver a un amigo, siempre es bueno ver a un amigo en momentos difíciles.
Luego del apretón de manos y de algunas palabras, El Jefe comunicó a su amigo lo que pensaba: «La acusación contra esas ciudades es muy seria y grave, voy a... destruirlas». Abraham contuvo un poco la respiración, sabía lo que eso costaba al corazón del Jefe, él no se alegraba de la muerte del pecador pero lo habían provocado ya demasiado. Pensaba rápidamente si algo se podía hacer todavía, era experto en ver el lado positivo de las cosas, siempre lograba ver algo bueno en las personas y en cada cosa, por eso se llevaba bien con El Jefe, porque éste había hecho todas las cosas muy buenas. Pero, claro, últimamente un tufillo extraño y horrible lo estaba invadiendo todo, ¿cómo era posible ser tan desalmados, tan descarados?
Y recordaba que varias veces había estado por esa ciudad de paso y... ¡claro! ¡lo tenía! Y carraspeó y dijo:
- Disculpe, mi Señor, pero... yo conozco una comunidad de gente muy buena que vive en esas ciudades, son buenos en verdad, son justos. ¿Te atreverás a castigar y eliminar a esos 50 justos junto con los demás pecadores? Lejos de tí hacer eso, no puedes hacer que corran la misma suerte los justos con los pecadores...
Abraham dijo esto por la gran confianza que tenía en El Jefe y sabía que él le escucharía. El Jefe lo miró y comprendió que su amigo tenía razón y que si él decía que había un grupo de justos entonces no era propio eliminar la ciudad toda con ellos y entonces en razón de esos justos perdonaría las ciudades.
- No, en razón de esos 50 justos no eliminaré la ciudad.
Abraham respiró aliviado por todos esos amigos que tenía. pero luego de unos segundos pensó: Aunque viéndolo bien, creo que no son 50, porque está ese señor que no es tan bueno que digamos, ese que habla mal de los demás, luego está esa señora que odia a muerte a la otra señora que antes fue su amiga, claro, ah, y están esos dos muchachos que no van bien, yo les he hablado pero no se convencen...
Y llegó a la conclusión de que no eran 50 sino más bien 40. Se frotó la cara y dijo al Jefe:
- No se enoje mi Señor, pero ¿y qué tal si son sólo 40? ¿Vas a destruir esas ciudades sin importarte que hay en ellas cuarenta justos?\
- Por esos 40 justos no las destruiré, tenlo por cierto.
Abraham siempre miraba el lado positivo de todo, sin embargo le invadía un tremendo sentido de realismo y se dio cuenta de que habían más del lado de los falsos, de los que tenían el corazón doble y sacó la cuenta y dijo:
- Ya sé que soy un poco atrevido, pero, mi Señor, ¿y si son treinta los justos de sas ciudades? ¿Los vas a eliminar junto con los pecadores?
- En razón de esos treinta no destruiré las ciudades, no te preocupes.
Ahora Abraham estaba muy preocupado, él no perdía la confianza en la gente jamás, pero conmo que estaba en un acceso de realismo muy descarnado y enjugando un sudor repentino revisó su lista y vio que en verdad había más gente con doblez, que había gente que jugaba casi siempre a dos amos, que algunos tenían fachado buena pero nada más y sacó la cuenta: veinte, sí, son veinte y se atrevió:
- Disculpe, mi Señor, pero... yo conozco una comunidad de gente muy buena que vive en esas ciudades, son buenos en verdad, son justos. ¿Te atreverás a castigar y eliminar a esos 50 justos junto con los demás pecadores? Lejos de tí hacer eso, no puedes hacer que corran la misma suerte los justos con los pecadores...
Abraham dijo esto por la gran confianza que tenía en El Jefe y sabía que él le escucharía. El Jefe lo miró y comprendió que su amigo tenía razón y que si él decía que había un grupo de justos entonces no era propio eliminar la ciudad toda con ellos y entonces en razón de esos justos perdonaría las ciudades.
- No, en razón de esos 50 justos no eliminaré la ciudad.
Abraham respiró aliviado por todos esos amigos que tenía. pero luego de unos segundos pensó: Aunque viéndolo bien, creo que no son 50, porque está ese señor que no es tan bueno que digamos, ese que habla mal de los demás, luego está esa señora que odia a muerte a la otra señora que antes fue su amiga, claro, ah, y están esos dos muchachos que no van bien, yo les he hablado pero no se convencen...Y llegó a la conclusión de que no eran 50 sino más bien 40. Se frotó la cara y dijo al Jefe:
- No se enoje mi Señor, pero ¿y qué tal si son sólo 40? ¿Vas a destruir esas ciudades sin importarte que hay en ellas cuarenta justos?
- Por esos 40 justos no las destruiré, tenlo por cierto.
Abraham siempre miraba el lado positivo de todo, sin embargo le invadía un tremendo sentido de realismo y se dio cuenta de que habían más del lado de los falsos, de los que tenían el corazón doble y sacó la cuenta y dijo:
- Ya sé que soy un poco atrevido, pero, mi Señor, ¿y si son treinta los justos de sas ciudades? ¿Los vas a eliminar junto con los pecadores?
- En razón de esos treinta no destruiré las ciudades, no te preocupes.
Ahora Abraham estaba muy preocupado, él no perdía la confianza en la gente jamás, pero conmo que estaba en un acceso de realismo muy descarnado y enjugando un sudor repentino revisó su lista y vio que en verdad había más gente con doblez, que había gente que jugaba casi siempre a dos amos, que algunos tenían fachado buena pero nada más y sacó la cuenta: veinte, sí, son veinte y se atrevió:
- Mi Señor, últimamente voy mal en matemáticas, tú sabes, creo que es la edad, sucede que son un poquito menos... ehhh ¿qué pasa si son veinte nomás? ¿Los vas a eliminar junto con los pecadores?
- Abraham, eres un pillo, pero no te preocupes, por esos veinte justos no destruiré las ciudades.
Pero el asunto no terminaba allí, Abraham sufría, ¿qué le pasaba ese día? ¿dónde estaba su optimismo? ¿no que sabía ver el lado bueno de las cosas y de las personas? El Jefe lo contemplaba sufriendo y estaba dispuesto a concederle lo que pidiese, no quería verle así, El Jefe ya se había olvidado de su propia preocupación.
Fue entonces que el mismo Jefe le dijo:
-¿Pasa algo, Abraham?
-Sí, Señor, disculpa que sea tan pesado, pero es que...
- Son diez, ¿verdad?
- Sí, son diez.
- Ok, buena gente, las ciudades se salvarán por esos diez, ¿correcto?
Y Abraham sintió como el alma le volvía al cuerpo, él amaba a su gente y, lo mismo que El Jefe, no quería la muerte del pecador sino que se convierta y viva.

(Pregunta final: ¿Cuántos justos existirán en nuestras ciudades? ¿Habrá alguien que interceda por los que provocan a Dios? ¿Existirán diez justos por lo menos para salvar la situación? ¿No importa un asunto tan trascendente? Ustedes tienen la palabra.)

Hasta la próxima.

domingo, 5 de agosto de 2007

«La gastritis nuestra de cada día»

El día estaba un poco soleado y aquel hombrote entró corriendo donde estaba El Maestro y le dijo: «Rabí, por favor, mi hermano se ha quedado con toda la herencia de mi padre que murió ayer, dile que me dé lo que me toca, por favor, a tí te hará caso...»
El hombrote lloriqueaba y Jesús, contrariamente a lo que él pensaba, le miró y le dijo: «Amigo, yo no soy conciliador extrajudicial ni soy juez, lo siento»
El hombrote estaba desconcertado, él había pensado muy sinceramente que Dios era para eso, que Dios era un buen seguro de vida, que Dios era el mejor vigilante de sus cosas, él oraba cada día para recibir "la bendición de Dios" y eso le contentaba, él estaba seguro de que "la bendición de Dios" era que tuviera dinero suficiente, que tuviera las cosas necesarias (y si era algo más, mejor), él siempre había pensado así. Y ahora resultaba que El Maestro no le quería ayudar.
Y Jesús, El Maestro, sintió una vez más ese dolor que le atravesaba el alma cada que observaba a alguien tan amarrado a sus cosas, a su dinero, a sí mismo. Hacía unas semanas nomás aquel otro muchacho se había puesto muy triste cuando le dijo que era preciso que vendiera todo y se lo diera a los pobres si quería ser su discípulo...
Y dijo a los presentes: «Amigos, qué difícil es para cualquier ser humano atreverse a ser libre de verdad. Cuánto atan las cosas y la codicia. Si supieran hoy lo que significa ser libres!!!»
El hombrote se preguntaba que significaba eso de libertad, él sólo tenía una preocupación: recuperar la parte de herencia que le correspondía y punto.
Y el Maestro continuó diciendo: «Muchachos, no sean necios como aquel gran señor que murió la semana pasada, ¿se enteraron? Aquel gran señor la misma tarde de su muerte había proyectado construir unos almacenes más grandes, había ya comprado un montón de cemento y fierros, tenía el personal listo y estaba muy procupado en construir, incluso había pensado contratar tres cuadrillas de obreros para que la construcción sea sin parar y tenía una única ilusión para cuando acabara todo: tumbarse a descansar y decirse: "Eres un tipo muy inteligente, ahora sólo come, bebe y túmbate a ver los 457 canales de TV que tienes en casa, duerme cuando quieras y goza de todo lo que puedas gozar". Pero la ilusión le duró poco a ese gran señor, esa noche se murió y seguramente le habrá pasado lo que a ese otro epulón que nunca dio de comer a Lázaro, el mendigo que tenía a su puerta, ¿se acuerdan?
Ustedes no se imaginan cómo les va al otro lado de la cortina a los que no se hacen ricos en Dios».
Y añadió: «Si tuvieran el valor y la valentía de considerar a Dios como su tesoro... Si consideraran a Dios como su mayor y mejor riqueza... Si Dios fuera de verdad vuestra riqueza... Yo les aseguro que conocerían La Verdad y serían libres y felices...»
En ese instante, Felipe, ese buen apóstol, se le quedó mirando y aunque no entendía muy bien el tema le pareció de saborear algo de La Verdad y sonrió al Maestro.
Y El Maestro le devolvió la sonrisa... y supo que, aunque sean pocos, siempre existirán los que se atrevan a decir Sí a Dios aunque no todo lo vean claro... y agradeció a Su Padre de que siempre existan algunos que estén dispuestos a arriesgarse para tener a Dios como el tesoro de la vida.
Y el hombrote, mientras tanto, se fue a buscar un juez y decidió desde entonces ser agnóstico y librepensador... Y gozó también de una gastristis crónica y de unas cuántas úlceras por ahí, ustedes saben, de algo se tiene que sufrir, total, la culpa la tenía su hermano, ese que dicho sea de paso, al final no le devolvió ni el saludo.
(Cuántas gastritis, úlceras, stress, depresiones, nerviosismos, imsomnios menos tendríamos si pudiéramos encontrar en Dios nuestra única riqueza y nuestra verdadera paz...)