domingo, 24 de diciembre de 2023

Mis villancicos


 

Shalom!

Ha llegado la Santa Navidad!

Y con ella quiero hacer una lista de 'mis villancicos' y mis canciones para Jesús niño.  Helas aquí:

1. https://youtu.be/4l8yqids2c4  "Forza Gesú" (Vamos Jesús!). Una preciosa canción, interpretada de modo inigualable y tierno por uan niña.  Ellos, los niños, saben bien el sentido de la Navidad.  La escucho y siempre me lleva a esa región del alma donde todo es puro y santo.  Tremenda!

2. https://youtu.be/p1Qn8UsFaVg "Los pequeños" Una excelente canción de LuisPo y Los Povedas.  Cada canción de LuisPo (el Padre Luis Poveda), es un golazo al corazón.  En poco tiempo de concoer sus canciones ya me ha cautivado.  Es el amor por Jesús y la vena de cantor y poeta los que se unen en sus canciones.  Y Los Povedas no se quedan atrás.  A disfrutarlo!

3. https://youtu.be/tK9BoOqfW4o  "Luces de Belén"  Ya va siendo el momento de rescatar el verdadero sentido de la Navidad.  Y esta canción van a lo esencial.  Un tema que ayuda a contemplar el misterio del Verbo hecho carne.

4. https://youtu.be/wevkpuTxS5Q?list=OLAK5uy_mZnWkoxAMi-1CfYfY0hhChMcTIPNdBfdY "Se abren caminos" Voces y melodía que me llevan a Belén.  Como para abrir caminos del corazón para el Rey, Dios en la tierra. ¿Se nota que me gusta la música de LuisPo, verdad?

5. https://youtu.be/F1aGGuAa_Nk "Dios anduvo en pañales" El buen Pablo Martínez y Paola Pablo con una canción necesaria y bien hecha. Otra de las canciones que van a lo esencial y que mueven a contemplar a Dios niño, en pañales. 

6. https://youtu.be/9zhCMVuoNHU "Del cielo" Hakuna Group Music y una afirmación de fe hecha canción.  Como para renovar nuestra adhesión al Verbo hecho carne. De paso una reflexión que ojalá tengamos en cuenta: los planes de futuro 'mayores' que nos alejan de Él...

7. https://youtu.be/uAcnlzjUNXE "Déjamelo 10 minutos conmigo" LuisPo y un villancico lindo.  Poesía, cariño, melodía, contemplación de Belén, ¿qué más podemos pedir a una canción?

Como se darán cuenta, entre mis villancicos no están los peces que beben mucho, ni el chiquillo con el tambor, ni otras canciones que pueden ser muy conocidas.  No  las he escogido porque no me transmiten el sentido de la Navidad.  Pienso que si queremos recuperar el auténtico sentido de navidad debemos cambiar los villancicos fofos o insignificantes por cantos que se centren en el dueño de la Navidad: Jesucristo hecho carne.

Bueno, ahí lo tienen.  Luego no digan que no hay canciones de Navidad más que las que ya sabemos y que se repiten siempre...

Feliz Navidad!!!!

viernes, 22 de diciembre de 2023

Es hora de volver a los pies del Señor


 Escribo en medio del tiroteo mediático que ha causado la reciente Declaración "Fiducia Supplicans" (FS), de la Congregación para la Doctrina de la Fe y refrendada por el Papa Francisco.

He leído y visto varias reacciones la FS. Las hay de todos los tipos y en todos los tonos.  Yo no escribo para sumarme a la tendencia actual del vedetismo eclesial reinante para desnudar mi alma y de paso ganar muchos seguidores.  

No me creo lo suficientemente sabio ni santo para juzgar -y menos condenar- lo que la Santa Sede he decidido publicar.  Pienso que Dios todo lo sabe y a Él nada se le escapa, y que si Él es quien lleva adelante la Iglesia y le da vida con Su Espíritu Santo, nuestros gritos desaforados o nuestras publicaciones furiosas poco le ayudan en Su Plan.  Sería propio de presuntuosos el creer que somos nosotros los llamados a salvar la Iglesia.  Y si así fuera, no se la salvará desde la falsa profecía engolada en el propio yo, ni se la salvará cayendo en la trampa de la contraposición ideológica.

Es el momento de orar y no de cacarear.  Las cosas las soluciona Dios y nosotros le ayudamos si oramos y confiamos en Él.  

Quien tenga vocación de profeta y justiciero -y la haya discernido adecuadamente en santidad y honestidad-, que proceda a lo suyo.

Pero tengamos mucho cuidado en no "pisar el palito" de la amargura y de la soberbia.  Porque así comenzó también, hace unos siglos atrás, lo que hoy conocemos como Protestantismo.  Y sabemos hoy que su iniciador no fue ni santo ni héroe, ni mucho menos constructor de algo mejor (véase la situación moral y doctrinal del protestantismo en general).

Si en lugar de enfurecerse y empapelar los medios con muchos 'dimes que te digo' en torno a este tema orásemos más, ya habríamos puesto en fuga el mal espíritu que se quiere apoderar de mucho ingenuo autoungido de pacotilla.

Es el tiempo de orar y sacrificarse en silencio.  Es el tiempo de estar a los pies del Señor intercediendo.  Es el tiempo de la santidad y no del palabreo.

Y puesto que así es, aquí lo dejo y me voy a Sus pies.

Volveré cuando a todos se les hayan acabado las balas y los misiles.

Hasta la vista.

viernes, 27 de octubre de 2023

A los 25 años de mi ordenación sacerdotal

 Comparto con todos ustedes las palabras que pronuncié en la Celebración por mis 25 años de sacerdocio, el pasado 25 de octubre.  Helas aquí:

¡Shalom!

 Y así, en casi un abrir y cerrar de ojos, he llegado a los 25 años de ministerio sacerdotal. Casi no me lo creo. No sé ustedes cómo me vean, pero yo no siento que sean tantos años. Gracias a Dios hace unos meses, un hermano sacerdote -al decirle yo mi edad-, me dijo a bocajarro: “¡Padre, usted es un tragaaños!” Esa frase me ha subido más todavía la autoestima.

  

Aquél día

 Aquel 25 de octubre de 1998, el día amaneció nublado y frío. Vinieron muy temprano a recogernos de la Casa de Retiros, nos llevaron en volandas al seminario mayor de los Oblatos de San José para ponernos la ropa nueva, muy para la ocasión. Apenas pude despedirme de las buenas religiosas que nos atendieron muy bien durante los Ejercicios Espirituales. El P. Ignacio Muguiro, fiel a su estilo, no quiso despedirse, se inventó una ocupación y no pudimos encontrarlo en ningún lugar donde buscamos, claro que siendo la casa de retiros un predio de más de ocho hectáreas era muy fácil que por allí se escondiera.

 Ahora estábamos en camino a la catedral, íbamos nerviosos y sonrientes, éramos seis diáconos que aquel día íbamos a ser ordenados sacerdotes del Altísimo por imposición de manos del recordado Cardenal Augusto Vargas Alzamora. Ninguno de nosotros había tenido antes alguna experiencia pastoral en parroquias, veníamos del puro seminario, todos teníamos ya ocupaciones referidas a la formación religiosa y sacerdotal, en aquellos tiempos la congregación contaba con más de 120 formandos en total, así que todos éramos formadores.

 El Padre Provincial aceptó que fuésemos ordenados en el día principal de los festejos por el 50° aniversario de los Oblatos en el Perú. La fiesta estaba ya organizada y nosotros seríamos algo así como la cereza del pastel.

 Recuerdo que yo ya estaba listo para salir a la ceremonia, estábamos esperando la señal para salir en procesión. Más de 80 sacerdotes nos acompañaban, varios obispos, todo listo para un auténtico pontifical.  Superadas las emociones iniciales, me traté de meter en la liturgia con toda el alma. Felizmente, el maestro de ceremonias era nuestro compañero de estudios de Teología y nos daba confianza.  Yo no sentí nada especial durante los ritos de la ordenación, aunque por un momento imaginé que algo así tendría que suceder.  Pero me vi sorprendido cuando el Superior General me revistió con la Casulla, cuando el Cardenal Augusto ungía despacio mis manos, cuando me entregaba el cáliz y cuando, de pronto, se hizo una ovación larga y emotiva al volvernos al pueblo de Dios y ser presentados como sacerdotes.

  

Algunos recuerdos

 El primero es uno de los más entrañables recuerdos de los primeros días de mi sacerdocio.  Sucedió cuando una noche me llamaron a confesar. Era la primera vez que confesaba. Era una ancianita y sus dos nietos que al día siguiente iban a realizar la Primera Comunión. No recuerdo nada de lo que confesaron. Pero sí recuerdo nítidamente la fuerte emoción que sentí al levantar la mano y trazar la Cruz en el aire mientras me esforzaba por recordar la fórmula de la absolución. De la pura emoción, casi la había olvidado.

 El segundo recuerdo precioso que guardo en el corazón es el de haber predicado muchas veces provocando la risa a carcajadas de varios niños pequeños y no tan pequeños.  Por lo menos, sé que les he ayudado a pasar un buen rato cerca de Dios.

 El tercer recuerdo es el de los más de 120 jóvenes de confirmación que confesé dos noches, desde las 7 de la noche hasta las 2 y media de la madrugada.  Aunque mi desgaste físico y emocional fue fuerte, recuerdo esas noches gloriosas porque muchos de estos chicos hicieron una excelente confesión y se mostraban tan agradecidos por la misericordia de Dios.

 El cuarto recuerdo es el de una viejita a punto de morir. Me llamaron al hospital y fui enseguida. Era doña Narcisa, que ya se iba y quería hablar conmigo. Le había llevado la comunión durante varios meses los primeros viernes. Apenas entro en la sala donde estaba postrada, se vuelve y me ve con unos ojos de niña. Yo comienzo la liturgia de la Unción de los enfermos y ella solo me mira con una mirada tal como si estuviera viendo a Dios mismo. Pocas veces me he conmovido tanto dando la Unción. Al final, me extiende la mano, le miro y le doy otra vez la bendición. Ella me dice: Padre nuestro que estás en el cielo…. Y no me suelta. Y seguía repitiendo el Padre nuestro… sin cesar y con aquellos ojos de cielo.

  

La novedad del sacerdocio

 Gracias al Señor, la novedad del sacerdocio me duró mucho tiempo, varios años.  Siempre he pensado que nunca habrá motivo suficiente para ser menos fervoroso en mi trato con Dios.  Siempre he pensado que el tiempo no puede desgastar el amor. Siempre he pensado que la liturgia merece todo respeto, y aunque a veces los medios materiales y económicos no sean los suficientes para realzarla, no faltaría por mi parte un corazón que Le ame sinceramente. Nunca he querido celebrar la Misa rapidito ni acortarla porque el programa era extenso. Nunca acepté una Misa tras otra, ni cuando fui párroco.  Jamás he multiplicado las misas por dinero ni por complacer a nadie. Nunca me ha cansado ni aburrido Jesús.

 Hay una cosa que siempre he temido: llegar a considerar el sacerdocio como un cargo, y por ello, sentirme como un funcionario de no sé qué reino.  He tratado de no asumir la postura del capataz, ni la del carnicero ni la del enterrador.  He querido ser ante todo, un amigo de Jesucristo.  Sé que me falta mucho camino por recorrer, pero no ansío más que eso, ser un buen amigo de Jesucristo.

  

¿Cómo empezó todo?

 Empezó a finales de los ochenta. Una noche, sin mayor previsión ni preparación, el Señor me soltó una pregunta, que era toda una invitación, una suave expresión de Su Voluntad sobre mí: “¿Por qué no sacerdote?” Es verdad que Él jamás me obligó, siempre me dejó libre. Pero cuando tú sabes que alguien que te ama con locura te propone algo, sabes también que eso que te pide Él, es realmente lo mejor, y tú sabes que si no le haces caso es como si le dejaras con un dolor muy grande.  Sí, yo le dije SI a Jesucristo porque quise contentarlo, porque me dí cuenta de que eso le haría feliz.  No se me ocurrió otra cosa. No sería capaz, Señor, de hacer o decir algo que pudiera no contentarte, no podría vivir en paz si Tú te quedaras triste por un no que yo te haya dado.  Con todo, aquella noche tuve miedo, y traté de ser un buen actor con Él. Decidí actuar diciéndole que tenía mucho sueño, que ‘hasta mañana’ que quizá luego hablaríamos. Me volteé para dormir y… no pude dormir. Sentí que Él estaba allí, sin incomodarse, sonriente, tan tranquilo, como si dijera: “Claro, claro, tienes mucho sueño.  No te preocupes, yo aquí espero”. Y como, felizmente, ha sucedido varias veces en mi pequeña historia, el Señor siempre ha ganado, siempre ha vencido. Él ganó en el tema de mi vocación. Me venció. Me dejé vencer. Después de unos meses, Le dije si, y una alegría de manantial pobló mi alma. Y si hoy soy religioso y sacerdote es porque Él así me lo pidió, porque a Él eso le agradaba. 

 Agrego un poco más: en un primer momento, cuando cedí y dominé mis miedos y le di al Señor mi primer SI, se me ocurrió una coartada: seré sacerdote diocesano [que me perdonen los sacerdotes diocesanos presentes]. Sabía que ellos de algún modo tienen más ‘libertades’ o independencia en su vida personal, y que de algún modo mi vida sería más fácil así.  Cuando estaba por decírselo al Señor en oración, me hizo sentir su palabra en el corazón: “Religioso”. Asentí y le di mi SI.  Unos días después, de modo providencial e inesperado, conozco a los Oblatos y a los seis meses de discernimiento ingresé, contento, a la vida religiosa. En ese momento no sabía que muchos años después, en el 2010, el mismo Señor me llamaría -junto con Sor Karinita- a iniciar la familia religiosa de los Siervos de la Reina de la Paz.

  

Contento

 Contento profesé como religioso. Contento le di mi si para toda la vida. Contento me ordené sacerdote. Contento he caminado en el ministerio.  Contento obedecí a la voz de Dios que me hablaba por medio de mis superiores. Gracias a Dios, no he tenido crisis de identidad, ni de soledad, ni siquiera me he angustiado mayormente por un futuro material que nunca se vio claro.

 Como en todo camino de seguimiento del Señor, he tenido cruces para llevar sobre los hombros, he recibido y cargo alhajas para el alma, sé lo que es pasar por el viernes santo, he experimentado la contradicción, la incomprensión, sé cuán destructiva puede ser la maledicencia, el chisme, la envidia y los celos, aún entre personas consagradas a Dios.  Pero todo ello jamás ha logrado variar un milímetro mi decisión y mi deseo de agradar a Dios haciendo lo que a Él le agrada.  Y varias veces, de tanto hacer lo que a Él le gusta veo que termina gustándome a mí también. Como dice Pablo Martínez: “Estoy tan seguro, es Él que me tiene”.

  

Tres palabras prohibidas

 He pasado por varios lugares del Perú, he vivido -algunos días- en zonas preciosas y de ensueño, y también sé vivir durmiendo en el suelo y comiendo ocas en una puna, sobre los 4 mil metros de altura.  Y varias personas de tanto en tanto me han preguntado: “¿Ya se habrá acostumbrado, verdad Padrecito?”  Debo decir que siempre he tenido un problema con tres palabras: costumbre, éxito y aburrimiento.

 La palabra ‘costumbre’ es la primera que no me cae bien. Si hay que decirlo, lo diré: jamás me he acostumbrado a ser religioso ni a ser sacerdote.  Cada día es para mí un reto, una novedad, es así que con 25 años de ministerio siempre descubro algo nuevo referido al sacerdocio: cuando celebro la Eucaristía, cuando confieso, cuando presido un sacramento, cuando medito la Palabra, cuando Le adoro expuesto en el Altar, cuando me quedo a los pies del Sagrario.  Me alegra decir que vivo el ministerio con el mismo fuego que cuando lo recibí a los 27 años. Nomás que ahora es a veces un fuego más atesorado y menos disparatado, pero es el mismo fuego nuevo que el Señor quiso encender en mí, por pura misericordia y sin méritos míos. Personas e instituciones han pasado por mi vida, he vivido experiencias de cielo y consolación, y sé también lo que es la desolación espiritual y la soledad más profunda, sé lo que es la fidelidad de los amigos y la traición de los que no lo fueron, pero en todo ello siempre ha quedado a salvo mi amor por Jesucristo, por Su eterna novedad, ese Rostro que busco todos los días y que de tanto verlo cada mañana me resulta nuevo.  No vivo de costumbres, vivo de sorpresas.

 La palabra ‘éxito’ es una palabra que hoy por hoy me sabe a buen chiste.  Con una mirada superficial, podría decir que he tenido un ministerio ‘exitoso’ estos 25 años.  Pero sé muy bien que -humanamente hablando- eso es muy relativo. Les cuento algo. Cuando fui párroco en Cajabamba, -en aquella parroquia que es en verdad casi una prelatura-, con la Gracia de Dios pude hacer muchas cosas que antes y -me enteré luego- después ningún otro párroco ha podido realizar. Todos nos querían como a sus héroes. Pero el Señor me llamó en medio del ‘éxito’ para dejarlo todo e irme a la aventura.  Años después, siendo ya monje RPS, vi claramente todo ese éxito era nada. El éxito es una palabra y una realidad engañosa, es una espuma.  Somos discípulos de un Crucificado, y eso quiere decir que nuestro mayor éxito es poder dar la vida con los brazos abiertos: perdiendo generosamente, muriendo serenamente, callando confiadamente, confiando insistentemente.

 La tercera palabra: ‘aburrimiento’, alude a una realidad que siempre me ha provocado lástima.  Pienso que el aburrimiento está en el interior de uno, que anida en alguien que ha olvidado su esencia, que se posa en alguien que no conoce el sentido de su vida, o en alguien que no ha conocido el amor.  Tengo la certeza de que el Amor verdadero jamás produce aburrimiento.  Desde que yo conocí a Jesucristo, allá por 1987, no me he aburrido jamás en las cosas de la fe.  Es verdad que el seguimiento del Señor, primero como laico, luego como religioso y sacerdote, a veces me dejó muy cansado y agotado. A veces uno va también como rengueando, medio herido y magullado.  Pero jamás me he sentido aburrido de seguirLe.  Aburrido está quien en la vida no encuentra un sentido para caminar.  Desde que conocí a Jesucristo me faltan pies para caminar y me falta tiempo para seguir caminando y para seguir descubriendo caminos.  No sólo no me he aburrido, sino que espero ilusionado las nuevas intervenciones de Jesucristo en mi vida, más todavía cuando hace poco descubrí que a Él le gustan mucho las sorpresas. La palabra aburrimiento me parece ofensiva en grado sumo.

  

Tentaciones

 Un día me vino la tentación -fortísima- de ser grande.  Me vi como superior provincial, como Superior General, como Obispo, como Cardenal, como Papa incluso. Quizá eran los rezagos de mi adolescencia vivida entre movidas políticas y partidistas.  De pronto algo me dijo al oído que eso también era espuma, que era nada. Por ello decidí amar mi libertad.

 Gracias a Dios, el dinero nunca me ha quitado el sueño, ni cuando ha llegado generoso como para acariciarlo y esconderlo, ni cuando se ha acabado como para desesperarme o mendigarlo.  He sido un poco inconsciente, o quizá mucho, ya que todo lo he dejado a Dios.  Debo confesar que Él, Jesucristo, nunca me ha fallado, que siempre ha sido fiel a Su Palabra. Nuestro Dios es fiel.

 Jesucristo se apoderó de mi corazón desde que lo conocí a los 16 años. Algunos vaticinaron que ‘eso’ iba a durar unos meses a lo sumo, pero ya van 36 años y ese mismo fuego sigue intacto. Ciertamente, uno conoce rostros hermosos y personas muy lindas, pero el Señor me ha permitido saber de inmediato lo poca cosa que es la belleza humana, lo poca cosa que es la grandeza humana, lo nada que es este mundo comparado con la Eternidad que Él nos tiene reservada arriba, en los cielos. Considero que mi tesoro y mi éxito está y estará en el cielo.

  

Mis maestros

 Soy el resultado de lo que mis maestros, con tanta buena voluntad, intentaron plasmar en mí.  Agradezco al Señor el haber tenido varios y grandes maestros.  Quiero ahora recordar sobre todo a dos de ellos.

 -        En primer lugar al recordado P. Antonio Lusso Gotza, Oblato de San José. Probablemente, entre los que hoy me escuchan habrá muy pocos que le llegaron a conocer en vida.  El P. Antonio, q.e.p.d., fue uno de esos sacerdotes que con solo verlo hacía que te transportaras a la región más pura del alma. Fue mi primer director espiritual, puedo decir que gocé de su cariño paterno y de su apoyo en momentos muy duros. Durante mis años de formación, siempre fue para mí un gozo escucharle y era yo el primero que saltaba de alegría cuando me enteraba de que el próximo retiro espiritual lo iba a predicar él.  Querido Padre Antonio Lusso, te fuiste al cielo estando de misionero en Bolivia a tus más de ochenta años.  Me enteré de tu muerte cuando estaba a punto de escribirte, pues sabía cuánto te alegraban mis cartas. Perdona mi silencio de varios años. Gracias Padre, gracias hasta el cielo.

 -        En segundo lugar, traigo a la memoria la imagen de un gigante del espíritu, a quien le debo, después de P. Antonio Lusso, prácticamente todo lo que soy como religioso y sacerdote. Me refiero al entrañable P. Ignacio Muguiro Gil de Biedma, jesuita. Sólo Dios sabe hasta qué punto P. Muguiro, q.e.p.d., influyó en mi vida espiritual. Era un gozo y un gran consuelo escucharlo.  Cada retiro era único, aunque a veces nos contase algunas historias muy repetidas.  A veces le veía como Moisés, con el rostro encendido, otras veces lo veía como un niño grande y feliz. A veces tenía la impresión de que tenía los ojos de Jesucristo.  Tenían sus palabras e historias el sabor del pan recién salido del horno.  Sus glosas y recreaciones literarias (composiciones del lugar, en lenguaje ignaciano), eran toda una delicia.  En sus retiros podíamos partirnos de risa y también llorar a moco tendido, y a veces hacíamos una cosa después de la otra y sin parar.  Aún echo de menos su presencia en Villa Kostka.  Su voz cálida y profunda, sus ocurrencias y su modo de mirar a Jesucristo cuando le celebraba, eran únicos. Él estaba lleno de Dios.

 Curiosamente, ambos -el P. Lusso y el P. Muguiro- murieron el mismo mes y el mismo año, diosidentemente el mismo año en que murió también el P. Gabriel Amorth, como si Dios no hubiese querido que aquellos tres grandes del Espíritu se quedasen en la tierra para ver lo que venía sobre la Iglesia y el mundo.

 He gozado de la amistad y el cariño de toda una pléyade de sacerdotes de un nivel espiritual altísimo, los Oblatos: P. Tulio Brida, P. Guillermo Calliari, P. Faustino Cimarolli, P. Pascual Pontelandolfo, P. Juan Saglietti, P. Sebastián Fancello.  Los jesuitas: P. Miguel Marina, Mons. Hornedo, Mons. Prado, P. José Ridruejo. 

 Quiero recordar con agradecimiento a la Congregación de los Oblatos de San José, que me formó y me llevó al altar para ser ordenado sacerdote.  Gracias a ellos conocí a muchos religiosos santos y buenos.  Agradezco a Mons. Antonio Santarsiero, actual Obispo de Huacho, que fue mi formador, y al P. Marcelo Corazzolla Zadra, que fue mi admirado maestro de novicios, y que tanta paciencia tuvo conmigo.

  

Perdón

 Con tan grandes maestros en el espíritu, yo tenía que haber sido mucho mejor de lo que soy: lo siento muy de veras. Por eso, les pido humildemente perdón por mis errores, fallas y pecados. Sé que muy posiblemente he ofendido a varios, que no he tratado bien a otros y que probablemente mi caridad ha sido insuficiente y pequeña. Aún siento que la casulla me queda grande y cuánto quisiera tener mil vidas para darlas al Señor, todas, todas, también en reparación de mis propios pecados. Les pido humildemente, perdón a todos.

  

Monje RPS

 El Señor tuvo tanta misericordia conmigo que un día me llamó en medio del éxito pastoral. Me dijo: “Una cosa te falta: déjalo todo y sígueme”.  Pasé por una profunda oscuridad, pues no sabía exactamente a dónde me estaba dirigiendo el Señor. Tenía algunas ideas, algunas intuiciones, pero también tenía miedo y sufría una oscuridad espiritual muy fuerte. En medio de todo esto, en un auténtico acto de fe, junto con Sor Karinita de Jesús, dimos inicio a la Comunidad RPS.  Pasé por tres años de luchas interiores, luego de los cuales profesé como religioso RPS. Ahora veo claro que mi sacerdocio, gracias a este nuevo llamado, adquirió una profundidad particular. Después de sentirme profundamente solo, el Señor me regaló una nueva familia.

 Mi sacerdocio cobró nueva profundidad gracias al segundo llamado.  Muchas de mis actividades cesaron, pero fue naciendo en mí, no sin dolor, un nuevo corazón. Y vino el llamado a una más seria humildad, el llamado a una oración más confiada, el llamado a una pobreza más real, y más efectiva.  El Señor puso en mí un ansia de adorarle en silencio, de quedarme con Él más tiempo. 

 Pero no sólo eso. Un día el Señor inspiró a la Comunidad naciente la necesidad de abrirnos al Espíritu Santo. Y entonces yo, aquel sacerdote renuente a todo lo ‘carismático’ de pronto me vi envuelto en aquel primer Pentecostés, tan fuerte fue que me obligó a dejar antiguos esquemas y sustituirlos por nuevos modos de ver las cosas.   De pronto noté que mis predicaciones se hacían más bíblicas, más frescas. 

  

La Reina de la Paz

 Un día, después de una visita a Medjugorje, sentí en el corazón dos palabras: “Sanación” y “Retiro”.  Ahora sé que era la Reina de la Paz la que me marcaba la tarea: debes hacer retiros de sanación para tus hermanos.  Junto con mis hermanos RPS, hemos ofrecido este servicio durante siete años.  El Señor quiso que mi ministerio sirviera también para la liberación espiritual de varias personas.  Yo no busqué estas cosas, fue Él y La Reina de la Paz los que me llevaron por aquel camino.  He sido inmensamente feliz al ver que varias personas han recuperado la paz, la alegría de vivir, el entusiasmo de la fe, la reconciliación consigo, con los demás y con Dios.

 Haber sido llamado a servir al Señor en la escuela de la Reina de la Paz le ha proporcionado a mi sacerdocio una tonalidad nueva, incluso hasta diría que -gracias a la Reina de la Paz de Medjugorje- he cobrado un poco de ternura y dulzura, cosa que de otro modo jamás lo habría logrado. Antes, a decir de quienes me conocieron, tenía la ternura propia de un bulldozer o de un tractor caterpillar, ahora creo que me he limado un poco, voy avanzando.

 Durante los primeros doce años de mi ministerio serví al Señor entre los Oblatos de San José, luego el Señor me llamó a servirLe en la escuela de la Reina de la Paz.  San José me llevó a Su Esposa.  Gracias al regalo de la Comunidad RPS he visto como mi seguimiento del Señor se ha enriquecido tremendamente. Agradezco al Señor el hecho de tener que compartir ciertos aspectos de mi consagración con hermanas religiosas, consagradas a Dios, ya que esta posibilidad me ha ayudado a superar muchos esquemas mentales quizá machistas.  De mis hijas RPS he aprendido el don de la caridad más fina, como también el valor del trabajo bien hecho y la humildad que no se cansa de dar. De mis hijos RPS he aprendido la sencillez, la libertad de corazón y el ser como niños. 

  

Providencia, Oración y Ángeles

 Gracias al segundo llamado, desde los inicios de la historia de la Comunidad RPS, he podido tocar con mano la Providencia de Dios.  Aquí, en este Monasterio tan sencillo, se ha multiplicado la comida varias veces, se ha multiplicado el dinero, ha aparecido dinero de la nada, las cuentas bancarias que manejamos subieron sus dígitos de la noche a la mañana por lo menos una vez, y nuestro almacén de Providencia -durante la plandemia- sirvió para ayudar a más de veinte familias muy necesitadas durante largo tiempo.  No por nada este se llama el Monasterio de la Providencia. Doy gracias a Dios junto con mis hermanos, porque Él ha estado grande con nosotros y estamos alegres.

 Muchas personas nos han pedido y nos piden de orar por sus intenciones.  A muchas de ellas solo las conocemos por teléfono o por las redes. Damos gloria a Dios porque muchísimas veces el Señor nos ha demostrado cuán grande y poderosa es la oración que se hace en comunidad y en cadena con otras personas.  Hemos visto cómo ha habido muchas personas que se han sanado de males graves y fuertes, cómo han nacido muy bien niños que se sabía que iban a nacer mal, cómo de pronto tumores y cánceres han remitido o desaparecido.

 Los ángeles nos han dado prueba no sólo de su existencia sino de su protección, de su poder y de su alabanza. En este Monasterio, así como durante los retiros de Semana Santa, hemos experimentado cómo los ángeles están cerca de nosotros, cómo nos han protegido de graves males y cómo han cantado junto a nosotros o incluso, cómo han cantado en lugar de nosotros. ¿Hace falta decir que con esto he visto cómo mi sacerdocio se ha amplificado hasta alturas y profundidades insospechadas?

 Sobre todo en estos últimos trece años de ministerio, he visto muchas maravillas obradas por Dios delante de mis ojos. Creo firmemente en los milagros, creo firmemente en el poder de Dios y en la efectividad de la oración. Creo en el poder de una bendición sacerdotal.  Creo en la efectividad de los sacramentales.  Creo en las realidades sobrenaturales.  En realidad, mi sacerdocio se ha visto inmensamente enriquecido con tantas experiencias del amor de Dios, sobre todo desde que iniciamos la Comunidad RPS y desde el surgimiento de Oasis de Paz, algo que no habíamos programado.

  

Oasis de Paz

 El Señor nos ha regalado una gran familia, en la que Oasis de Paz es la rama seglar.  Surgió sin nosotros haberlo planeado, en julio del 2010.  Con el paso de los años fue creciendo. Hoy son 13 OdP, con seglares y simpatizantes no sólo en Perú, sino también en España, Alemania, Estados Unidos, Suiza, Costa Rica y Nicaragua.  Al ver hoy cuánto se ha extendido, agradezco al Señor porque me está llamando insistentemente a tener un corazón de Padre, un gran corazón de Padre.  Es un reto y un honor para mí. Es una tarea pendiente para mí para estos próximos 25 años de sacerdocio que me quedan por caminar… bueno, espero lograrlo un poquito antes.

 Lo que más quisiera es que todos ustedes -seglares, orantes y simpatizantes de OdP-, amen mucho al Señor, y que cada uno se comprometa de verdad a colaborar con la realización de los planes de la Reina de la Paz.  Tengo la esperanza de que de Oasis de Paz brotará en algún momento un fuerte espíritu de santidad, si es que se deciden a ser radicales en su fe, esperanza y caridad. Vivimos tiempos de oscuridad, y son muy necesarios los creyentes que se decidan a dejarse quemar por el Espíritu para ser luz para los demás.

 Gracias a los que de entre ustedes oran bastante, gracias a los que de entre ustedes aman al Señor con toda el alma, gracias a los que de entre ustedes se han tomado en serio el Evangelio.  Gracias a los padres de familia que protegen la inocencia de sus niños, gracias a los adolescentes que viven en pureza, gracias a los jóvenes que aman su libertad y no se dejan esclavizar, gracias a los ancianos que sonríen y esperan en el Señor, gracias a los casados que viven una fidelidad llena de vida, gracias a los solteros que santifican su existencia haciendo lo que le agrada a Dios.

  

¡Gracias!

 Está visto que el Señor no me ha dejado solo. Me ha dado una gran familia. Quiero agradecer muy de veras a mi Comunidad RPS.  Gracias a mi socia y hermana: Sor Karinita de Jesús, por tanto.  Ella ha sido y es providencial para la Comunidad y para mí. Gracias Madrecita. Podría decir mucho más, pero sé que Dios lo sabe.  Gracias a mis hijos en el Señor: Sor Diana del Santo Rosario, Fray Shomer del Inmaculado Corazón y Fray Jonathan de San José. Hoy no me queda duda: Éste es el lugar donde Dios me quería, con ustedes. Gracias queridos RPS.

 Agradezco también a mis queridos hijos de Oasis de Paz, los seglares y simpatizantes, sobre todo a quienes guío espiritualmente. Gracias por su cercanía y por haber aceptado el reto de construir esta Comunidad, tan singular. El Señor a todos ustedes les colme de sus mejores bendiciones.

 Agradezco muy de corazón a mis amados padres, Israel y Carmen. De mi padre, he aprendido sobre todo a ser libre, a ser luchador, y a ser creativamente rebelde. De mi madre he aprendido a ser desprendido, bromista y… me gustaría decir que también he aprendido a ser humilde, noble y bueno de alma, pero esa es una triple asignatura que tengo también pendiente. Pero de ambos he aprendido la fe, la fe sencilla y el arte de los brazos abiertos para acoger.

 Gracias también a mi hermana Hilda y a su esposo Paco, a Francis y Noe y a todos mis familiares, tíos y primos, los llevo siempre en el corazón.

 Quiero dar gracias también al P. Martín Scott, mi actual padre espiritual. Él está ahora predicando en el extranjero. Agradezco al Señor por habérmelo dado en un momento realmente necesario. Considero al P. Martín no mi cable a tierra sino mi cable al cielo.

 Gracias a mis hermanos sacerdotes presentes, por su amistad, por el gesto tan amable que han tenido de venir y concelebrar. El Señor les pague abundantemente.

 Doy gracias a Dios por Mons. Carlos García Camader, Obispo de nuestra Diócesis de Lurín, Lima sur, que confió en nuestro proyecto de vida, en este par de locos -Sor Karinita y yo- tanto como para exponerse seguramente a sufrir un poco por acogernos y apoyarnos.  Agradezco también a los sacerdotes y religiosos de esta diócesis por contribuir a crear una iglesia viva y fraterna.

 Gracias a todos nuestros amigos y benefactores de la Comunidad RPS.  Varios de ellos están hoy aquí.  La lista es larga, no los enumero, pero los llevo en el corazón.

 Todo es gracia. Todo es signo de Su amor. No sólo no tengo ninguna queja contra Dios, sino que me siento abrumado cada día con el amor de Jesucristo.

 Les pido a todos ustedes su generosa oración para ser fiel al Señor hasta el final.

 Gracias Señor, la Gloria sea siempre a Ti. Y no te olvides, no escondas Tus flores a mis abejas, tan sedientas de beber.

 Amén.

 

Fr. Israel del Niño Jesús, R.P.S.

Monasterio de la Providencia, Pachacámac, Lima - Perú.

25 de octubre del 2023.

martes, 15 de noviembre de 2022

¿Qué debo hacer si soy una persona de fe y me enfrento a un ‘nuevo’ virus o ‘enfermedad’ que de pronto aparece?


 Le recomiendo estas medidas de seguridad: 

-        Aplíquese una dosis diaria de Santo Rosario con letanías incluidas (dependiendo de la infección de miedo que tenga, puede aplicarse dos o tres dosis diarias, no hay peligro de sobredosis).

-        Use protector espiritual en todo lugar: medalla de San Benito exorcizada, o un Detente del Corazón de Jesús, o el Escapulario de la Santísima Virgen María.  Usarlos con discreción, incluso debajo de la ropa.

-        Use el barbijo de las buenas palabras, no comente lo negativo ni pondere el aparente triunfo del mal o de la muerte: bendiga, perdone, interceda.

-        Purifique sus manos con agua bendita haciendo la Señal de la Cruz al entrar o salir de casa.

-        Mantenga distancia del pecado mortal y del venial, de toda mundanidad o contemporización con el mundo y con la carne.  Decídase a vivir en el Espíritu y ningún mal le alcanzará.

-        Acérquese a confesarse con sinceridad y deseo de convertirse. 

-        Reciba la Santa Comunión en estado de gracia, de rodillas y en la boca, lo más frecuente que sea posible.

-        No tenga temor, pues el que vive en Usted, el Espíritu Santo, es más grande que el que reina en el mundo. Repita cada día las veces que pueda: Jesús, en Ti confío.  En momentos en los que fastidie el miedo o la inseguridad: rezar el Acto de Abandono de San Carlos de Foucault.

 

viernes, 21 de octubre de 2022

Entre la Gran Apostasía y el Triunfo del Inmaculado Corazón

 

I

 Desde hace varios años, me llama poderosamente la atención el gran divorcio que se ha creado entre los temas que ocupan los diálogos y las discusiones clericales, por un lado, y -por otro lado- la creciente necesidad de espiritualidad que experimentan los fieles sencillos y las personas de buena voluntad.  Es un fuerte signo de los tiempos que los clérigos y religiosos católicos mayormente no sabemos discernir.

 Definitivamente, clérigos y laicos vivimos mundos muy distintos.  Y es que:

- Mientras sacerdotes y religiosos navegamos -no todos es verdad, pero sí una gran mayoría- en las aguas de una creciente ‘preocupación ecológica’ por “la casa común”, los fieles sencillos -los creyentes de a pie- se ven muy necesitados de una interpretación de fe acerca de sus sufrimientos y de lo que les sucede en el día a día.  

- Mientras clérigos y religiosos nos enfrascamos en programas pastorales con muchos y rimbombantes ‘ejes pastorales’ -las más de las veces indescifrables y con visibles prejuicios ideológicos-, los fieles sencillos -los creyentes de a pie- nos preguntan y se preguntan por la santidad y por la eternidad, por qué es lo que hay después de la muerte. 

- Mientras clérigos y religiosos estamos metidos hasta la coronilla en discursos acerca de la ‘sinodalidad’ de moda, los fieles sencillos -los creyentes de a pie- esperan que sus sacerdotes y religiosos les enseñen a orar mejor, por ejemplo.  

- Mientras muchos fieles sencillos -los creyentes de a pie- encuentran a Jesucristo en adoración eucarística, varios clérigos e incluso enteras comunidades de religiosos están como obnubiladas por el yoga, por la meditación zen y por otras prácticas de la Nueva Era. 

- Mientras que incluso algún obispo afirma que “nadie se convierte rezando ante el Sagrario”, fieles sencillos -católicos de a pie- experimentan el poder y la Gracia de Dios cuando oran en silencio ante el Sagrario y cuando adoran en silencio a Jesucristo en la Eucaristía. 

- Mientras varios sacerdotes -y algún obispo- están como obsesionados por cómo acabar con el ‘clericalismo’, tanto que ya proponen abiertamente que los laicos sean párrocos, no pocos fieles sencillos y personas de buena voluntad sólo quieren ver a sus sacerdotes como… sacerdotes (y se preguntan por qué los religiosos no quieren mostrarse como… religiosos). 

- Mientras que no pocos sacerdotes y religiosos se esfuerzan por dejar de transparentar a Dios, muchos fieles sencillos -creyentes de a pie-, se preguntan de dónde les viene a sus pastores tanto afán por dejar de ser lo que están llamados a ser: hombres y mujeres de Dios. 

- En fin, mientras que fieles sencillos y personas de buena voluntad ahora miran hacia el cielo, sacerdotes y religiosos estamos como obsesionados por tener ‘los pies en la tierra’, absolutamente horizontalizados, tremendamente alérgicos a cualquier cosa que sepa a ‘verticalismo’.

 

Y claro, si así veo que están no pocos pastores, podría deducir ya cómo están las entidades pastorales:

- Mientras varias instituciones católicas -parroquias, colegios religiosos, medios de comunicación, servicios de catequesis, etc.- ahora se han vuelto muy ‘de la tierra’, los fieles sencillos y la gente de buena voluntad de pronto sienten la necesidad de una espiritualidad católica alta y profunda. 

- Mientras en muchas parroquias sólo se ofrecen algunas devociones tradicionales y mucha acción social, los fieles sencillos y la gente de buena voluntad de pronto sienten necesidad de silencio y soledad para estar con Dios.  

- Mientras a varios sacerdotes y religiosos se les ha metido en la cabeza un desmedido afán por hacer y hacer cosas sin parar nunca, muchos fieles desconcertados observan cómo es que en sus parroquias lo que menos se puede hacer es… rezar en silencio y con calma. 

- Mientras muchas catequesis y charlas de fe están plagadas de palabras ambiguas e ideologizadas: comprometerse, inculturarse, encarnarse, diversidad, pluralismo, tolerancia, igualdad, equidad, género, etc., no pocos fieles se ven obligados a migrar incluso a sectas y confesiones cristianas donde sí encuentran respuestas claras y definidas a sus legítimas y urgentes necesidades espirituales.

 

Con espanto y dolor, he venido constatando cómo es que varios sacerdotes y religiosos hacen un tremendo apostolado para… alejar de Dios.  Es muy duro y triste pensarlo y escribirlo, pero esto sucede cada día en varios lugares.  Me explico mejor contando brevemente algunos casos reales:

- ¿Aquel jovencito viene mucho a rezar? Enseguida lo voy a poner para ayudar en el comedor parroquial para que se le vayan esas ideas de la cabeza. 

- ¿Aquella muchacha viene mucho a la adoración eucarística? Ahora verá, debe aprender a pisar tierra y dejarse de falsos misticismos. 

- ¿Un muchacho viene para pedir consejo sobre si hacer una promesa de castidad hasta el matrimonio?  ¡Por favor, sé hombre, no te reprimas!  

- ¿Una muchacha quiere intentar la vida contemplativa?  ¡Por favor! ¡Eso ya pasó de moda, ahora la Iglesia es activa y misionera, estamos ‘en salida’! 

- ¿Aquel grupo pide a su párroco instaurar más horas de adoración eucarística?  ¡Qué se creen! ¡Ahora verán cómo desaparecen sus afanes pseudomísticos!

- ¿Un grupo Provida pide apoyo de la parroquia? ¡Aquí no es lugar para fanáticos!

 

He observado que:

- Mientras en algunas homilías el sacerdote de turno se enfrasca en un discurso social o simplemente cultural, los fieles sencillos se preguntan cuándo les hablarán por fin de la Palabra de Dios. 

- En otras homilías el discurso del sacerdote es tan poco convincente y extremadamente adormecedor y aburrido, tanto que las personas de buena voluntad y los fieles sencillos se preguntan por qué aquel sacerdote no predica como quien de verdad cree y ama a Dios.  Y es que no pocos clérigos al predicar muestran un discurso tan barroco, tan formal y acartonado, tan políticamente correcto y diplomático, tan lírico y vacío, que los fieles de a pie extrañan mucho a Jesucristo cuando con sencillez y de modo directo hablaba a orillas del lago de cuánto los amaba el Padre Dios.

- En fin, mientras grupos no católicos se empeñan por evangelizar de verdad, los clérigos y religiosos católicos invertimos demasiado tiempo hablando de la evangelización, pero sin llegar a realizarla de verdad. Discutimos mucho sobre programas, documentos y lineamientos, nos llenamos la boca citando textos del Magisterio, citamos ‘Aparecida’ con abundancia -para estar al día-, pero de esas interminables reuniones, simposios, congresos y cursos poco -muy poco- llega a convertirse en evangelización real.  Los más ‘encarnados’ citarán con más profusión ‘Medellín’ y ‘Puebla’, usando las palabras clave: ‘realidad’, ‘pueblo’, ‘lucha’, ‘historia’.

 ¿Qué queda de todo ello?  En varias reuniones eclesiales siento que se le extraña mucho a Jesucristo.  Sí, a veces se dice que es muy importante el encuentro con Jesucristo, pero de ahí a decidirnos por tener más horas de Adoración eucarística ya hay mucho trecho.   Hasta ahora, por ejemplo, no he conocido una diócesis o una congregación religiosa en la que todos se hallan puesto de acuerdo para adorar al Santísimo más horas o para hacer una cadena de oración.  Cuando alguien sugiere acciones de importancia espiritual sólo se escuchan los grillos como respuesta.  No se nota mucho que seamos una Iglesia que adora y contempla.  Esos temas: adoración y contemplación, los hemos relegado para los místicos, que por otro lado ni conocemos ni nos importa mayormente que existan.  Nuestras parroquias no están para eso.

 Me parece que a muchos clérigos y religiosos nos han inoculado el ‘virus del realismo’: nuestros discursos clericales y religiosos están llenos de ‘la realidad de nuestros pueblos’, estamos muy ‘comprometidos con nuestra historia’, somos muy ‘encarnados’, ‘caminamos con el pueblo’, nos consideramos muy misioneros porque llevamos comida e impulsamos ollas comunes, repartimos muchos víveres, somos gente con los pies en la tierra.  Por lo mismo, somos ecológicos, nos gusta mucho todo lo que lleve el mote de ‘derechos humanos’, nos encanta la frase ‘dignidad humana’ y por eso la tenemos siempre al día; hacemos incesantes ‘análisis de la realidad’, de ‘la situación’ actual, nos gusta plantear el FODA, usamos mucho la palabra ‘coyuntura’, nos gusta además las rimbombantes palabras: ‘perspectiva’, ‘dimensión’, ‘misión-visión’; nos creemos absolutamente inclusivos porque hasta hemos aprendido a decir ‘todos y todas’, ‘hermanos y hermanas’ (y también todes, todxs, tod@s, etc.), e incluso usamos ese vocabulario en los documentos eclesiales; nuestros colores ahora son el verde, cuando no el rojo o el morado, e incluso el arcoíris (y no me refiero a los colores litúrgicos, sino a los modernos colores ideológicos que hoy están de moda, el que pueda entender que entienda).  ¿Qué hemos hecho de la Iglesia?

 

 II

  

A esta altura de mi reflexión, creo que debo hacer una aclaración: amo profundamente mi vida consagrada y mi sacerdocio, amo a Jesucristo, amo a mi Madre, la Iglesia.  Me siento feliz de mi propia vocación, no tengo problemas de identidad eclesial, no ansío ser laico.  No reclamo un Concilio Vaticano III, tampoco añoro el pasado como el camino único para vivir mi fe.  Sin embargo, pido a mis hermanos sacerdotes y religiosos un poco más de coraje y altura para contemplar los signos de los tiempos.  Porque creo que de eso se trata.  Aun cuando hablamos también bastante acerca de los ‘signos de los tiempos’ no sabemos lamentablemente interpretar un claro signo de los tiempos: el ansia creciente de vida espiritual que muchos creyentes y personas de buena voluntad tienen en el corazón.  Repito: hemos hecho muy ‘de la tierra’ la Iglesia, mientras que mucha gente ha vuelto su mirada al cielo.  Los clérigos y religiosos hemos horizontalizado la vida de fe, mientras los creyentes de a pie y las personas de buena voluntad hoy más que nunca están abiertas y deseosas una vida espiritual que les ayude a subir hasta Dios.  Estamos muy empecinados por combatir misticismos, pero a la vez no queremos ver ni corregir modernismos.

 Víctimas de raras ‘teologías’, clérigos y religiosos repetimos sin cesar frases y palabras, acusaciones y juicios sino errados por lo menos superados hace mucho tiempo.  Me sorprendo mucho cuando se habla en reuniones pastorales de cosas que a los laicos muchas veces no sólo no les interesa, sino que simplemente no logran entender.  Recuerdo muy bien cuando hace varios años en un ilustre centro de estudios de teología se organizó un simposio teológico acerca del tema del Reino de Dios y, entre conferencias y disertaciones, de pronto una señora intervino muy sorprendida.  Sus palabras fueron, un poco más o menos, estas: ¿Por qué se hacen tantos problemas acerca del Reino de Dios si es evidente que el Reino es Jesucristo?  Aun hoy recuerdo no sólo el gesto escandalizado de aquella creyente fiel sino también el rostro asombrado de profesores y eminentes teólogos.  No la entendieron.  Luego de un incómodo silencio siguieron en sus interminables discusiones.  Hacemos mucha teología de reinos que no son de Dios ni de Jesucristo.

 La falta de objetividad nos gana.  Recuerdo un hecho que hace años contaba muy divertido un profesor de teología. En cierto lugar populoso de la gran Lima, había un sacerdote muy ‘encarnado’ con su pueblo.  Para ser coherente con sus ideas, aquel clérigo usaba pantalón de bayeta, ojotas de caucho en los pies, chullo y poncho con llamas y motivos incaicos… en la gran ciudad.  La gente joven y también los mayores miraban con extrañeza a su párroco, mientras todos ellos andaban en jeans, zapatillas, chompas o camisetas estampadas y casacas.  Él clérigo aquel quería ser muy ‘inculturado’, pero en un medio en el que esa cultura, aunque nos duela, no existe más ni es parte de la vida cotidiana de la gente.  Hacemos el ridículo cuando perdemos la objetividad.

 De mis tiempos de párroco me viene ahora el recuerdo y la imagen de una muy moderna hermana religiosa, ‘inculturada’ y debidamente ‘encarnada’ con ‘las luchas de los pobres’.  En las reuniones del decanato (en donde también participaban todas las religiosas), casi siempre ella tomaba la palabra para ‘denunciar’ cosas y muchas veces usaba la muletilla de ‘los pobres’ en sus argumentos.  Yo la observaba en silencio, ¿qué veía?  Aretes, cabello pintado, maquillaje, ropa fina y propia de ‘señora bien’, el cigarrillo encendido entre los dedos, uñas bien pintadas, pañoleta de seda al cuello, piernas cruzadas y actitud ‘bien empoderada’… y, para coronar el panorama ‘comprometido’ y ‘liberador’: un automóvil caro y reluciente esperando a la puerta, listo para transportarla en su ‘labor social’. 

 Hasta hace poco tuvimos en el Perú como encargado de la presidencia del país, a un señor que hacia finales de su gobierno les pedía a sus detractores que le explicasen qué es ser un ‘caviar’.  Curiosamente, él fue uno de los más gráficos exponentes de la ‘caviarada’ peruana.  Vamos a ver: era un tipo aparentemente culto, pianista, poeta, escritor, con gustos muy refinados para la música y para la comida, dado a vestir ‘con clase’; tenía un ritmo de vida propio de ejecutivo de una trasnacional: café a las once del día, periódico, crucigrama, galletitas, música clásica, etc.  Pero, por otro lado, él mismo era un fervoroso socialista, creyente férreo de la ‘revolución’ cubana, fan indisimulado de guerrilleros y terroristas, defensor de todo anti imperialismo opresor.  Ese es un caviar: un socialista de palabras vacías, un rebelde de pacotilla, un izquierdoso engreído, un súper revolucionario que cuida muy bien sus ingresos personales, un comunista que vacaciona en Europa, un caudillo del pueblo pero que vive como un real jeque árabe, un socialista que vive como capitalista.  En suma: un mentiroso de doble vida. 

 Pero ¿por qué hablo del tema de los ‘caviares’?  porque observo que varios religiosos y sacerdotes ‘inculturados’ son en buena medida también caviares.  En mis más de veintiséis años como religioso, hasta ahora sólo he conocido dos religiosos consecuentes con sus ideas encarnadas.  Pero felizmente he conocido sí, a muchos religiosos y sacerdotes que -sin necesidad de ser caviares o de acabar ideologizados- hicieron mucho bien a muchos, sirviendo a Dios santamente y ayudando a su gente pobre con generosidad.  Ellos hicieron más por los sencillos que tanto ideologizado. Pero qué le vamos a hacer, parece que estamos en tiempos difíciles también para la opción por la santidad. 

 A veces me da la impresión de que quienes hoy queremos optar -legítimamente- por la oración, por la adoración y el silencio contemplativo estamos obligados a vivir un poco en la clandestinidad y casi debemos pedir disculpas por no ser tan ‘realistas’ y ni ‘comprometidos’ con la historia.  Por ello se da el caso de los grupos e instituciones centrado en la adoración eucarística y que son exigentes con sus miembros son vistos fácilmente como fundamentalistas o integristas.  Existe una desconfianza eclesial hacia lo espiritual tan grande -¿o será miedo?-, que no se corresponde con el interés que debería existir por corregir la mundanidad de los fieles.  Se paran las antenas, todas las antenas, cuando se detecta un real afán de santidad, pero no se hace lo mismo para corregir afirmaciones cercanas a la herejía o frente a la ambigüedad pastoral en algunos temas delicados.  Y todo esto, ¿no huele a apostasía silenciosa?

 

III

 

Las circunstancias de mi vida y la obediencia religiosa, se encargaron de hacer que sólo haya sido párroco por dos años y medio, mientras que he sido formador de religiosos por más de veinte años.  Esa situación me permitió conocer -en mis tiempos de formador- la realidad pastoral desde otro punto de vista.  Gracias a Dios me encontré en una situación tal que muchas personas de diversas parroquias e instituciones católicas me buscaban para confesiones, consejería y dirección espiritual.  Con gran asombro fui constatando que muy pocos sacerdotes y religiosos realmente alientan a sus fieles a tener una seria y profunda vida espiritual.  He visto que el tema no les interesa mayormente.  La gran mayoría de clérigos y religiosos están como obsesionados por evitar en sus fieles los ‘excesos de espiritualidad’.  Frente a ellos, un gran sector de fieles vive una vida espiritual que fácilmente podríamos considerarla como ‘anorexia de alma’.  Si los pastores no tienen vida espiritual, ¿qué podrán inculcar a sus fieles?

 He tenido la bendición de escuchar a muchos fieles de diversas parroquias e instituciones católicas en coloquios personales.  A partir de esa experiencia he visto claro que se trata de mucha gente que en verdad ha experimentado el amor de Dios, pero que a la vez -en su gran mayoría- observan asombrados cómo sus pastores ‘van en otra dirección’.  También hay varios fieles que, interpretando mal el sentido de la obediencia y comunión, poco a poco se dejan ganar por ‘teologías’ o ideologías que heredan de sus pastores.  Los resultados de esto son iniciativas pastorales en las que el clima de evangelio se enrarece, grupos de fe que se convierten en una especie de sindicatos o comités de partido político izquierdoso con un vago aire cristiano.  ¿Es eso permear las realidades humanas de espíritu evangélico, como lo indicó el Concilio Vaticano II para misión de los laicos?  Si existen clérigos y religiosos ideologizados -caviares-, habrá también un ‘laicado caviar’, muy comprometido y encarnado, pero sin discernimiento espiritual.  ¿Se cumplirá también hoy aquel reproche que el Señor hace a los fariseos que cuando encuentran un prosélito lo hacen merecedor del infierno el doble que ellos?

 Clérigos y laicos en los últimos años hemos aprendido a usar la frase del Papa Francisco: Pastores con olor a oveja.  Creo que la observación del Santo Padre es buena, en tanto que hay clérigos que más tienen aire de jefes y fuerte olor de capataces.  Sin embargo, se ha mal usado esa sabia frase del Papa Francisco, a tal punto que ahora sería bueno preguntarse cómo ayudamos a los legítimos pastores para que vuelvan a tener olor a pastor.  El tema de la igualdad se ha convertido en igualitarismo y el ‘olor a oveja’ se ha convertido en ovejismo.  De tanto pretender oler a oveja, varios pastores han renunciado en la práctica a ser pastores.  Se da el triste caso de pastores que no guían a las ovejas ni las apacientan, sino que animan a sus ovejas a dejarse llevar por ellas mismas.  Pastores reducidos a meros ‘acompañantes’, ‘animadores’, ‘hermanos mayores’ que sólo sugieren pero que tienen miedo de hacerse obedecer, amigos de consensos o de las opiniones mayoritarias...  Si los pastores llegan a tener la importancia propia de una maceta de corredor, ¿quién los necesitará?  ¿Cómo podrá subsistir el sacerdocio si cada día los sacerdotes se autoconvencen de que su misión no es tan importante como la de los laicos?  ¿Cómo podrá subsistir la vida consagrada si los religiosos se autoconvencen de que “estamos en el tiempo de los laicos”?

 Durante varios años me resistí a aceptar la idea, o la realidad, de una posible infiltración ideológica en el clero y en la vida religiosa católica.  Hoy veo que es una dolorosa realidad.  No puedo interpretar de otro modo todo lo que antes he expuesto en este escrito.  Recordemos que la batalla espiritual que se traba en torno a nosotros es fundamentalmente un combate intelectual, de ideas y proposiciones (lo ha dicho claramente el P. Fortea, cuya autoridad teológica y espiritual es innegable).  Pues bien, creo que con lo dicho hasta aquí ya se puede ver cuán grande es el daño que han hecho y hacen ciertas ideas que se han adosado a la mente clerical católica y en la vida consagrada.  Porque son ideas sin correlato real ni objetivo.  Esa es en esencia -a mi juicio- la infiltración que sufre la Iglesia católica actualmente.  De las ideas nacen las acciones y quedan las costumbres.  Satanás es muy astuto y, como todo caudillo de un ejército, tiene también espías e infiltrados en el ejército contrario.  El enemigo de nuestras almas se viste como ángel de luz para engañar a los hijos de Dios, nos lo dijo San Pablo (Cfr. 2Cor 11,14).  He percibido esta situación por el ‘simple’ hecho de constatar cómo y en qué medida se bloquean muchas veces las mejores iniciativas y planes apostólicos, los mejores proyectos de evangelización.  Existe una voluntad perversa que impide la expansión y crecimiento de cualquier cosa buena.  Muchas veces una lengua bífida astuta e influyente, una sutil calumnia por lo bajo, una frase mentirosa pero repetida día y noche, pueden obtener un efecto devastador dentro de la Iglesia.  Enteras comunidades religiosas fundadas para la mayor gloria de Dios y en honor de la Santísima Virgen, hoy sobreviven con apenas un hilo de vida espiritual, al estar empantanadas en frases absurdas, consumiendo medias verdades y guiadas por prejuicios ideológicos machacados día y noche entre sus miembros.  Los centros de estudios para religiosos han quedado muchas veces reducidos a botín de guerra para ciertos grupos ideológicos.  Y los emisarios del enemigo parece que se regodean satisfechos cuando logran vaciar un noviciado o desmantelar un seminario.  Se ha llegado a la triste situación de que apenas se tienen noticias de un seminario o de una comunidad religiosa con muchas vocaciones y que mantiene una seria vida de oración y devoción, se lanzan a intervenirla o a desmantelarla poco a poco.  Soy testigo de esto.  Enteras provincias religiosas han quedado reducidas a minúsculos grupos de religiosos secularizados y desidentificados, sin norte, sin fervor, sin esperanza.  Son los tristes logros, los vergonzosos éxitos, las infelices metas logradas por quienes buscan ante todo destruir todo ‘clericalismo’ o ‘verticalismo’ en la vida religiosa y en el clero de la Iglesia.  Hace muchos años un Santo Padre dijo que había que abrir las puertas y ventanas al Espíritu Santo, pero creo que nos hemos pasado de la raya: hemos abierto puertas y ventanas, pero también hemos desmontado los techos y nos hemos tirado abajo los muros… y precisamente no es el Espíritu Santo lo que ha fluido.

 Hace varios años, durante algunos ejercicios espirituales, el recordado y querido P. Ignacio Muguiro (+), nos habló del ateísmo afectivo de los consagrados a Dios.  Esas meditaciones siempre me impresionaron y movieron a reflexión.  Hoy, varios años después de que fueron pronunciadas, aquellas palabras de tan benemérito sacerdote y religioso llegan a su cumplimiento.  Hoy se ha extendido aquel ateísmo afectivo, y me temo que está por convertirse en una verdadera apostasía.  La apostasía -recordemos- es la renuncia que hace una persona a su fe religiosa, es el abandono consciente y voluntario de la fe en Jesucristo.  En tal sentido, creo que no sólo han sido apóstatas los cristianos que se negaron a profesar la fe por salvar sus vidas de una muerte segura, sino también los fieles y clérigos que sin haber salido visiblemente de la Iglesia han deformado tanto el contenido de su fe y entrega al Señor que sirven a ideas y consignas extrañas al Evangelio y a lo que enseña legítimamente la doctrina de la fe católica, sobre la base de la Tradición y de la Sagrada Escritura.

  

IV

 

 A falta de una seria vida espiritual entre clérigos y religiosos, nos hemos alineado con el mundo.  En este sentido, no me sorprende ya el observar cómo casi todos los sacerdotes y religiosos han acatado sin dudar y muy tranquilamente las consignas y las imposiciones que el gobierno mundial a la sombra ha establecido a raíz de la propagación del “bicho hecho en China”.  Episcopados y diócesis enteras han acatado de modo silencioso, acrítico, sumiso e inmediato todo lo que los gobiernos de turno dicen con relación al bicho.  Prácticamente, la primera institución religiosa que ha acatado todo lo que los impulsores de la actual “pandemia” han dispuesto, ha sido la Iglesia Católica.  Es verdad que hemos visto honrosas excepciones: algunos obispos y episcopados que han decidido en libertad seguir con los servicios religiosos casi invariables, defendiendo la soberanía de la fe y con una actitud razonablemente crítica frente a lo que está ocurriendo.   

 Hasta antes del “bicho” los religiosos de muchos lugares derramaban mucha tinta escribiendo acerca del ‘profetismo’ de la vida consagrada.  Apareció el “bicho” y el profetismo se quedó en el papel.  Los ‘profetas afónicos en la gran ciudad’ cambiaron el discurso y se convirtieron en propagandistas e impulsores -¿activistas?- de las terapias genéticas experimentales… ¿Es ese el ‘profetismo’ de los profetas de Dios?

 Me sorprende tremendamente la miopía de gran parte de sacerdotes y religiosos, que renunciando a todo sano discernimiento espiritual aceptan como verdades más que dogmáticas los prejuicios ideológicos y las imposiciones absurdas acerca del cuidado de la salud y del tratamiento ante el ‘bicho’.  Si en varios temas -por ejemplo- los teólogos y pastores católicos de moda dan oído a lo que dicen o defienden los cristianos protestantes, con relación al ‘bicho’ no hay ecumenismo que valga.  Y es que, en este punto, se debe admitir que muchos pastores protestantes y líderes evangélicos han demostrado tener más sabiduría y discernimiento que los clérigos y religiosos católicos, y así han instruido oportunamente a sus fieles para que resistan firmes en la Verdad.  En el lado católico, hemos visto el triste caso de algunos párrocos que incluso han establecido que sólo volverán a recibir fieles en sus templos parroquiales si previamente todos ellos se vacunan.  He visto el triste caso de un arzobispo ha salido en las redes sociales para establecer que “sólo podremos volver a celebrar la Eucaristía como Iglesia si todos los fieles se vacunan”.  Es decir, de modo silencioso y sin decretos ni discusiones teológicas se acaba de agregar un requisito para recibir los sacramentos, más fuerte incluso que el estar en gracia de Dios: tener que vacunarse previamente.    Porque si esto es verdad, habrá que enseñar a los niños en la catequesis que para recibir la Santa Comunión deben 1. Estar en gracia de Dios, 2. Haber hecho el ayuno eucarístico, 3. Saber a quién se va a recibir, 4. Haber recibido la vacuna.  Del mismo modo, para confesarse, habrá que explicar a los fieles penitentes que aparte de arrepentirse de los pecados, tener dolor de corazón, proponer la enmienda, es necesario vacunarse antes de confesar los pecados al sacerdote… de lo contrario no podrían recibir el perdón de Dios… Y quizá el requisito para orar ante el Santísimo sea, más que tener fe en la Eucaristía, el estar vacunado.  ¿Alguien sabe si ya se modificó el Código de Derecho Canónico en este sentido?  Pido a los sacerdotes canonistas que por favor nos informen sobre lo que dice el Código de Derecho Canónico.  Por favor, avísenme, que no me he enterado de que últimamente se haya cambiado la legislación sobre los sacramentos en la Iglesia.  Quizá mañana o pasado tengamos que modificar el Credo y decir: “Creo en la Iglesia que es una, santa, católica, apostólica y vacunada”.

 Varios reconocidos médicos y científicos han advertido que el recibir la Comunión en la mano no es la solución para evitar los contagios con el bicho, que el recibirla en la boca es lo más seguro.  Sin embargo, fieles a lo que manda el gobierno mundial a la sombra, muchos episcopados han asumido la comunión en la mano.  Y nadie puede decir nada en contra.  Es una orden y se acata en silencio ¡Finalmente todos comenzamos a ser obedientes!

 Me gustaría saber dónde está aquella Iglesia con “los pies en la tierra”, que por lo mismo debe estar a tono con la ciencia y el avance moderno, ya que en el tema de cómo enfrentar el “bicho” no ha consultado a la ciencia ni se respalda en ella, sino que -sin mayor discernimiento- ha obedecido lo que dicen instituciones dirigidas por personas que no son científicas.  ¿Fuentes científicas?  Helas aquí:

- El Dr. Luc Montagnier (+), médico francés y premio nobel de medicina, científico y  especialista en el tema de las vacunas a nivel mundial, ha aclarado que las nuevas cepas del bicho se producen precisamente por la progresiva ‘vacunación’ de la población… Sin embargo, varios obispos y sacerdotes salen a las redes a alentar la ‘vacunación’ masiva de los fieles…  

- El reconocido científico Dr. Robert Malone, inventor de la tecnología aplicada a la ‘bakuna’ contra el bicho conocida como ARNm, ARN mensajero, ha advertido del peligro de que la ‘vacunación’ masiva y repetitiva aumente la peligrosidad de la infección por el bicho… Y sin embargo varios pastores y episcopados “llaman” e “instan” a los gobiernos a comprar y promover las ‘bakunas’ para todos…

 ¿Cómo interpretar todo esto?  ¿Dónde quedarán los miles de afectados por las ‘bakunas’? ¿Qué haremos con los muertos por las ‘bakunas’?  ¿Quién los cargará? ¿Quién asumirá la responsabilidad de las muertes que se producen luego de inocularse el experimento genético?  ¿Quién manifestará caridad para con los afectados de modo grave y permanente por la inoculación del experimento genético?

 La ONU por medio de la OMS ha sido, es y será la primera responsable de las miles de muertes y daños permanentes en muchas personas desde la aparición del bicho.  La OMS, ante la evidencia de sus fallos y discursos falsos ha dicho y se ha desdicho en muchos temas referentes al bicho.  Los primeros que se levantaron de modo crítico y razonable han sido muchos médicos y científicos honestos, gracias a los cuales en varios lugares del mundo el miedo y el engaño han sido vencidos.  Y sin embargo, los legítimos pastores de la Iglesia Católica están muy callados, muy preocupados por decir siempre lo que es políticamente correcto, escrupulosamente ocupados por no desentonar, muy afanados por cuidar sus títulos y sus zonas de confort.  Pero todavía más, muy interesados en obedecer ciega y neciamente cada cosa que receta y ordena la OMS, como si lo que desde ahí se dispone fuesen los modernos y últimos mandamientos de la ley de Dios.  Así pues, a falta de una seria y evangélica vida espiritual, hemos llegado tener un profetismo de papel, una coherencia endeble y vacía, una rectitud que no es más solida que una cáscara seca. Perros mudos que no ladran cuando ven venir al lobo, dice la Sagrada Escritura (Cfr. Is 56,10-11).    

 

  

V

 

 Nos hemos alineado con el mundo, nuestra palabra no tiene mordiente, nuestra autoridad es enclenque, nuestro prestigio es más apariencia que realidad.  Allí nos ha encontrado el asalto del enemigo con su plan miserable de gobierno y poder mundial.  Aquí una vez más se nota la lejanía de percepción que existe entre lo que viven y observan los fieles de a pie y lo que el clero y la vida religiosa observa e intuye.  Y es que la gente más lúcida de entre los laicos se va dando cuenta de la existencia del malévolo plan del Demonio para someter a los hijos de Dios quitándoles la fe en Jesucristo y la identidad cultural propia.  Frente a eso, los pastores ciegos miran para otro lado. 

 Hace algunos años sucedió lo mismo con el avance de la Ideología de Género: cuando estaba apareciendo esa fea maraña de mentiras pasadas por verdad, varios sacerdotes y religiosos decían que esa tal ideología no existía, que eran ideas de fanáticos y alarmistas exaltados, que todo era un prejuicio fundamentalista de gente muy asustada.  Ahora que aquella maraña ideológica se ha asentado silenciosamente entre nosotros, los pastores están calladitos, del tema no se habla.  Las conferencias episcopales apenas si dicen algo: de lo realmente importante no se quiere hablar.  Hablemos del medio ambiente, de la cultura e incluso de la política, pero de esos temas no.  La Iglesia en muchas de sus instituciones ha adoptado los temas y tópicos propios del marxismo cultural que se está imponiendo: violencia de género, ecología y casa común, inclusión y tolerancia.  Pero no, no se hable de pecado, de oración ni de conversión.  Muchos pies sobre la tierra, mucho realismo, pero ¿dónde está el corazón?

 Gracias a Dios, cada vez somos más las personas que advertimos la configuración creciente de un gobierno mundial a la sombra, que se está construyendo también debido al silencio de muchos líderes religiosos, entre ellos muchos legítimos pastores de la Iglesia Católica.  Los que pensamos distinto, los que tenemos ‘discurso distópico’, durante buen tiempo hemos soportado en silencio que nos vean y traten como ‘conspiradores’, ‘paranoicos’ o incluso ‘conspiranoicos’.  Ahora, a estas alturas de la expansión del ‘bicho’, si no abrimos los ojos y si no nos atrevemos a ser críticos con lo que se está tejiendo ante nuestros ojos, nos exponemos a enfrentar un juicio muy duro de parte de Dios.   Como sacerdotes y religiosos, ¿queremos exponernos a ser los perros mudos que no ladran cuando ven venir al lobo?  ¿Quién ha comprado nuestro silencio?  ¿Quién nos ha robado el verdadero profetismo?  ¿Nos haremos cómplices del engaño y del genocidio? ¿Vamos a exponernos al castigo divino por hacer prevalecer la prudencia y las buenas formas por encima del amor a la Verdad? ¿No nos importa en verdad la vida de muchos hijos de Dios? ¿Quién nos va a librar de la ceguera que nos mata?

   

VI

 

 Estoy absolutamente convencido de que estamos a puertas de un tiempo en el que la Verdad se mostrará ante nuestros ojos.  En lo personal, no busco glorias ni poderes humanos, quizá porque ya los he gozado antes de ser religioso y por ello ahora no me llenan el alma ni me seducen.  No tengo mucho que perder.  Soy un simple monje que tiene como única aspiración el llegar al cielo y colaborar a la salvación de las almas.  No le temo a la muerte, pero sí al juicio de Dios y por ello cada día hago lo posible por convertirme un poco más.  Siento que si no digo estas palabras no podré vivir tranquilo.  Pido al Señor que no sean sólo mis palabras, pues preferiría no expresar mis opiniones sobre todos estos temas ya que por otra parte, estoy convencido de que las opiniones no arreglan nada.

 Pero quiero expresar también mi esperanza indeclinable.  La situación es muy delicada e inquietante, es cierto.  El mal se ha enquistado en el Cuerpo místico de Cristo.  Pero el mismo Señor purificará a Su Esposa.  El Catecismo de la Iglesia Católica (Cfr. n° 675) nos enseña que la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de muchos creyentes, que habrá una gran persecución a los creyentes, la que desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una “impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad” ¿Cabe mayor comentario?

 Quiero aclarar de que estoy absolutamente seguro de la pronta intervención de Dios mismo en la Iglesia y en el mundo, pues esto jamás podrá arreglarlo el propio ser humano.  El mundo y la Iglesia están siendo sacudidos como nunca antes y el poder del mal ha hecho posible que el tejido social del Pueblo de Dios sufra una metástasis de pecado y extravío.  Vista la dimensión del mal que nos cerca, creo firmemente en la intervención de la Misericordia de Dios y en un derramamiento del Espíritu Santo sobre toda criatura, sólo esta acción especial y portentosa de la Gracia podrá rescatarnos de tanto extravío moral y espiritual.  Hace muy poco, Nuestra Señora, la Reina de la Paz, ha dicho en Medjugorje que está muy preocupada porque nos mira y ve que estamos perdidos, por eso nos ha invitado a volver a la oración.  Creo firmemente en lo revelado por Nuestra Señora en Garabandal y en Medjugorje, por ello pienso que el final del reinado infame y mentiroso de Satanás está muy cerca. 

  

VII

 

Mientras espero de todo corazón Su intervención me alegra muchísimo y me emociona profundamente el conocer y enterarme de la aparición de una nueva ‘hornada’ de religiosos y sacerdotes distintos, del surgimiento de una pléyade de comunidades religiosas ‘nuevas’ en tanto que no tienen mucha historia detrás, pero también ‘nuevas’ porque las anima un nuevo espíritu de santidad y fervor, y comienzan a regalar a la Iglesia, cada cual con su carisma peculiar, una nueva primavera de vida consagrada y del sacerdocio. 

 He podido conocer, gracias a la Divina Providencia, a varios fundadores o iniciadores de estas nuevas realidades eclesiales, el tratar con ellos y con sus religiosos ha proporcionado a mi alma una bocanada de aire puro.  Creo que ellos serán de aquellos que San Luis de Montfort llama “los apóstoles auténticos de los últimos tiempos, a quienes el Señor de los ejércitos dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos.  Dormirán sin oro ni plata y –lo que más cuenta– sin preocupaciones en medio de los demás sacerdotes, eclesiásticos y clérigos (Sal 68 [67],14). Tendrán, sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres adonde los llame el Espíritu Santo. Y sólo dejarán en pos de sí, en los lugares donde prediquen, el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda la ley (ver: Rom 13,10).  Por último, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo. Caminarán sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, y enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura verdad, conforme al santo Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas; sin perdonar, ni escuchar, ni temer a ningún mortal por poderoso que sea.  Llevarán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios (Heb 4,12); sobre sus hombros, el estandarte ensangrentado de la cruz; en la mano derecha, el crucifijo; el rosario en la izquierda; los sagrados nombres de Jesús y de María en el corazón, y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo” (Tratado de la Verdadera Devoción, n° 58 y 59).

 Me alegra también sobremanera el conocer laicos que tienen muy claras las ideas y firme la fe.  Me alegra muchísimo que el sensus fidei les impulse a perseverar en el bien y en la Verdad, en comunión con la Tradición viva de la Iglesia.  Y aunque muchas células del cuerpo de la Iglesia ya no tengan más vida, contemplo gozoso cómo Dios mismo regenera Su Cuerpo Místico por obra del Espíritu Santo suscitando nuevas ansias de santidad, nuevas iniciativas a favor del bien, nuevos grupos de fieles que no se han dejado contaminar ni por el mundo ni por el enemigo.

 ¡Hay esperanza! ¡Hay esperanza en medio de la oscuridad! Y, aunque tengamos que pasar por pruebas muy duras, aunque la gran purificación de la Iglesia recién esté comenzando y deba ser muy dolorosa, sé que aparecerá luego una Iglesia realmente evangélica y santa, aunque sea más pequeña en número de fieles.  Sé que Santa María, la del Inmaculado Corazón, lo hará posible, y así podremos esperar el Reino de Jesucristo con Su Sagrado Corazón.  Lo sé.  Rezo por ello.  Vivo por ello.  Es mi esperanza.