lunes, 22 de julio de 2013

"Loca de remate"



El día 22 de julio, La Iglesia recuerda y celebra la santidad de María Magdalena.  Desde hace varios años el testimonio evangélico y la santidad de esta mujer me han impresionado no poco.  Y ahora voy comprendiendo mejor porqué su figura ha sido tantas veces injustamente desfigurada, desvirtuada, a veces incluso maliciosamente deformada y su santidad sigue siendo cuestionada.

Es que siempre llamamos “loco” o “loca” a cualquier persona que cree realmente en lo que dice creer.  Casi siempre tildamos de exagerado a cualquier hombre o mujer convencidos de algo.  Casi siempre etiquetamos de extremista a quien ama de verdad y a quien entrega la vida de verdad. Y nos resulta desequilibrado quien de verdad apuesta por algo y “se juega la vida” por algo.  Generalmente preferimos la “serenidad” de quien nunca arriesga nada ni se juega la vida por nada. 

Y es que nos resulta siempre más cómodo el quedarnos tranquilos sin arriesgar nada y sin hacer vibrar el alma por nada.  Y a veces hasta nos da miedo el tener una verdadera pasión por algo.  Es que por lo general “la gente no es así”.  Sí, es verdad.  La gente no suele ser apasionada, salvo alguno que otro amante a escondidas.  Casi todos nos conformamos con adhesiones a medias, con amores con porcentajes incluidos, con identidades parciales, con entregas razonadas, con compromisos condicionados.  Hasta en el tema de la fe hacemos eso.

Y aquí ubico yo la grandeza y la nobleza de alma propia de Santa María Magdalena.  Sí.  Estaba “loca”.  Desde el momento en que conoce a Jesucristo y le da el corazón ella ya no se pertenece a sí misma.  Quizá hasta alguno de los discípulos le criticó por su entera apertura de corazón al Maestro.  Algún literato ha puesto a María Magdalena como el punto de las críticas cotidianas de Judas, el traidor.  El discípulo habría criado lentamente una fuerte antipatía por “la loca esa” que tanto amaba al Maestro.

Y es que por lo general la radicalidad se hace antipática a los ojos de la mediocridad.  El alma vibrante se hace impasable ante el alma dormida.  El fuego y la luz sufren el odio de las tinieblas y del frío.  Y es así que la figura de María Magdalena ha resulta el blanco preferido de quienes no han amado ni aman de verdad a Jesucristo.  Y están tantas historias noveladas, leyendas, mitos, películas y más sobre esta mujer que lo único que hizo fue amar apasionadamente al Maestro.    

Y el amor de María Magdalena por Jesucristo fue un amor puro, limpio, casto y renovado.  Y eso es lo que no acaba de entender un mundo que no es casto ni puro, que hace tiempo que ha perdido la inocencia y que considera “reprimido” a quien ha decidido ser casto, virgen y puro para servir a Dios o para ser consecuente con Su Palabra.

Sí, “loca” María Magdalena.  Y se trata de la locura más hermosa de amor por Jesucristo.  Locura bendita e inigualable.  Locura que debemos pedir como gracia inmensa.  Locura feliz de quien ha entendido de verdad quién es Jesucristo. Locura que se debe convertir en ideal de todo auténtico cristiano.  Porque quien conoce de verdad a Jesucristo y no le ama al estilo María Magdalena será que en verdad no le conoció y quizá está guardando sus pasioncillas para vivirlas “por lo bajo” amando otros seres y cosas al ras de las alcantarillas.

Sí.  Me cae simpática María Magdalena.  

Y le pido que me ayude, que “me dé una manito” para amar de verdad al Maestro.  

Y cuando me toque morir ya me gustaría que en mi epitafio se pueda escribir con verdad: “Aquí yace un loco, uno que amo fuertemente a Jesucristo y por Él lo perdió todo y fue feliz”.

Santa María Magdalena, ruega por nosotros y convierte nuestras almas dormidas en almas fogoneadas de amor por Jesucristo.  Amén.

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