jueves, 4 de agosto de 2011

"Sonría por favor"

Gracia y paz para todos Ustedes.
¿Cuándo fue la última vez que sonrió? Cuando Ud. muera, ¿habrá alguien que extrañe su sonrisa? Dicen no pocos autores que sonreír es propio de almas profundas y de mentes lúcidas, es más, los médicos (los médicos que sonríen) afirman que sonreír es signo de salud, de mente sana.
Pero volvamos al inicio, ¿habrá alguien que recuerde su sonrisa, habrá alguien que extrañe su sonrisa cuando Ud. haya partido de este mundo? ¿Qué le parece dejarles como un buen recuerdo a sus seres queridos esa sonrisa que rara vez se iba de su rostro?
A no pocos cristianos les caería bien sonreír, un poquito siquiera. He visto tantas personas devotas que nunca sonríen, ¿qué creerán? Seguramente se figuran el cielo como el salón donde se reúnen esas señoras para rezar medio despiertas, medio dormidas, una parte del Rosario y acabar discutiendo por la colecta o hablando de los ausentes, y claro, todo eso seriamente.
Ciertas personas tienen un rostro en la misa que da pavor. A veces en medio de la celebración me pongo a observar los rostros y los gestos de aquellos que están en misa y veo unas caras que casi me asustan. Quizá sea que no les caigo bien, me digo a mí mismo. Pero creo que si Dios es luz de nuestra vida, que si Jesucristo es lo mejor que tenemos en esta vida, no tendríamos porqué tener esa cara tan seria, y hasta amargada, cuando le celebramos en la Misa.
Yo pienso que en no pocas comunidades eclesiales junto a los avisos que se ponen en la puerta de la Iglesia: colecta para los niños pobres, gran bingo parroquial, gran pollada pro catequesis, gran rifa de la legión de María, etc., bien se podría poner a todo color un sencillo aviso: «HERMANO, SONRÍA POR FAVOR» (en especial durante y después de misa)
Una mañana, a poco de concluir la misa diaria, el padre párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Seriedad se disponía a cerrar puntualmente la Iglesia cuando ve que allí cerca al Sagrario había arrodillada una niña, bien recogida ella, que con manos juntas musitaba unas oraciones. El padre Severo (que así se llamaba) estaba algo impaciente por cerrar a tiempo el templo y decide acercarse para avisar a la niña que se acabó el tiempo de orar. ¿Qué le pides al Señor? La niña dice por toda respuesta: Le he dicho «Señor, haz que los malos se vuelvan buenos... y que los buenos se vuelvan simpáticos, por lo menos un poquito»
¡Cuánta necesidad tenemos de hacer un poquito más simpática nuestra fe! A veces he estado tentado de regalar a algunas personas devotas un buen espejo... para que vean el rostro que ponen cuando dicen que rezan, eso sería para partirse de risa en muchos casos.
Usted, ¿qué rostro pone cuando habla con una persona amiga a quien quiere mucho? Y entonces, ¿por qué no pone un rostro así parecido cuando se dirige a Dios a quien dice querer mucho? Y si sonríe a Dios a quien no ve y a quien dice querer, ¿por qué no sonríe a su hermano a quien ve todos los días y a quien Dios le manda amar de verdad?
¡Qué bello sería que cuando Usted salga de este mundo todos le recuerden por esa sonrisa tan afable que sabía regalar a todos, sonrisa de creyente, sonrisa de quien encontró a Jesucristo en su vida, sonrisa de quien a pesar de todo, fue feliz porque tenía a Dios en el alma!
Quizá hoy al llegar la noche y antes de dormir sería bueno que haga esta o parecida oración:
Padre nuestro que estás donde la alegría no tiene fin,
gozosa nos sea tu memoria, venga a nosotros tu alegría infinita,
hágase tu voluntad en el éxito y en el fracaso.
Danos hoy nuestra alegría de cada día ( y dánosla también para mañana),
perdónanos nuestra poca sonrisa, como también nosotros perdonamos
a los que nos asustan y espantan.
No nos dejes caer en la tentación de amargarnos la vida por insignificancias y líbranos de la tristeza si no es tuya. Amén, aleluya.
Hasta la próxima.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias Padre, a veces suelo olvidar el sonreir a los demas como muestra de que Dios vive en mi... definitivamente se vuelve un proposito mio, de ahora en adelante. Bendiciones