domingo, 22 de julio de 2007

¿Resignación?

Desde hace algún tiempo ronda en mi cabeza un “descubrimiento”, acaso una constatación no muy feliz. Se trata de lo siguiente: Hoy en día muchos jóvenes, incluso también nuestros niños y adolescentes, están absorbiendo una serie de extrañas ideas en sus propias escuelas y por los medios de comunicación masiva, curiosas ideas que los están convenciendo de una gran mentira: el pensar que los valores y la moral que siempre existió, hoy ya no está en vigencia, que era sólo el fruto de una convención humana, fruto de una época (ya superada), que a fin de cuentas ya estamos en otros tiempos, que todo aquello que para sus padres era verdad (comprendidos los abuelos y educadores mayores) hoy ya no lo es más, que hoy existen otros principios (mejor dicho, no existen ya más principios)...
¿Será esto un mal sueño en una mala posada? ¡Me gustaría tanto equivocarme al tener esta percepción de la actual realidad de nuestra sociedad!
Pero lo peor no es eso, que nuestros jóvenes y niños piensen eso, lo peor es lo que viene a continuación: que los padres y abuelos (y aquellos que no lo somos, pero que hacemos de guías y maestros de muchos) nos dejemos convencer por quienes piensan así. Lo peor es acabar pensando precisamente eso, que ya pasó nuestro tiempo, que nuestros valores hoy ya no tienen cabida, que pertenecemos a un mundo que hoy ya casi no existe y en el que hay "otros valores".
Me parece que ya es cruel que un joven (adolescentes incluidos), le diga a su padre (o madre) que los principios con los cuales fue educado ya han pasado, que ya hicieron su tiempo y que estos son tiempos nuevos en los que padres y abuelos (léase, mayores de cuarenta años) ya prácticamente no tienen nada que decir.
Pero me parece aún más cruel que los mismos padres y abuelos comiencen a resignarse pensando que sus hijos (nietos o alumnos) tienen razón y que al fin y al cabo ya para ellos pasó el tiempo y que indefectiblemente están condenados a vegetar, espiritual y moralmente hablando. Me parece que ya es una gran falta de respeto “enterrar” a nuestros mayores haciéndoles creer que sus ideas y principios de la vida ya no tienen vigencia hoy en día, creo que ese es un gran pecado de nuestra juventud actual. Pero es todavía más triste que nuestros mayores comiencen a pensar que es así y que ya no tienen nada que decir, que ya no tienen porqué juzgar nada... me da la impresión que con el moderno pensamiento juvenil dejamos a nuestros mayores amordazados, con tapones en los oídos, arrinconados a ver todo y no decir nada... “por que ya pasó su tiempo”
¡Jóvenes amigos: hay valores y principios que nunca pasarán de moda, hay una ley moral que no depende de lo que hoy se hable en la televisión o se vea en los diarios de medio sol, hay principios de vida y valores morales que están mucho antes que las meras convenciones humanas y sería bueno que tengan por lo menos una cuota de humildad y honestidad para afirmar que con ustedes el mundo no ha comenzado a existir, que mucho más antes que ustedes vinieran al mundo han existido grandes hombres y mujeres que supieron escuchar a sus mayores para saber de verdad lo que es la vida!
¡Padres y abuelos: por favor, no se queden callados, den batalla hasta el final, estén firmemente convencidos de que todo aquello que aprendieron de sus maestros y padres era y es cierto, de que hay cosas que nunca pasarán de moda, por más que de ello ya no se hable en público, por más que de ello ahora se hable con mucho temor y casi a escondidas: la fe, la moral, el respeto a la vida, la pureza, la castidad, el respeto a los padres, la buena educación, la amabilidad, la honestidad, el amor a la verdad, la fidelidad, la honradez, al amor al sacrificio, la abnegación y la renuncia por amor a bienes e ideales mayores. No dejen que los callen fácilmente, hagan relucir su experiencia de vida con una buena dosis de amabilidad y cariño!
Padres y abuelos, maestros y educadores de verdad: No opten por esa especie de eutanasia moral, no tienen derecho de hacerlo, los jóvenes honrados y honestos queremos escucharlos una vez más. No se callen y no dejen que nadie los calle, que nadie les tape la boca ni les arrincone en la vida, tienen mucho qué decir. La resignación no es una virtud ni mucho menos es una actitud cristiana.
Se lo pide un sacerdote y religioso joven, que bien podría ser vuestro hijo o vuestro nieto.

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