jueves, 2 de octubre de 2008

"Para ser libres nos liberó Cristo"

Una de las realidades más grandes de las que puede gozar el ser humano es la libertad. La verdad origina la libertad, ya lo había dicho el mismo Jesucristo: "Conocerán la verdad y la verdad les hará libres". Y, dramáticamente, la libertad no es algo ya dado sino el fruto de una conquista constante.
Generalmente los humanos vivimos entre claroscuros interiores, estamos salpicados de faltas de verdad en nuestro interior. Las faltas de verdad nos originan temor, agresividad, tristeza, contraposición con otras personas, esclavitud.
La más auténtica libertad es la libertad interior, la que se forja en el corazón, la que se labra cada día desde lo profundo del alma. Y, curiosamente, este mundo nos tira para afuera, es poco amigo de la interioridad, de la paz y de la reflexión, nos impide ampliar nuestras zonas de verdad y detectar, aunque dolorosamente también, nuestros aspectos de mentira y de esclavitud.
Por ello es un gran espectáculo ver personas interiormente libres. No es algo común, ya que muchos de nosotros llegamos a "amar" incluso nuestras esclavitudes y nos atamos a aquello de "más vale malo conocido que bueno por conocer".
Jesucristo ha venido para darnos esa primera libertad, la libertad interior, que la puede gozar incluso el privado de libertad física, el reo, el impedido físico, el paralítico en su cuerpo, el enfermo incurable, el sufriente por ser honesto.
Hace falta mucha valentía para atreverse a ser libres. Es una apuesta riesgosa. Porque el mundo generalmente ha tratado mal a los que son verdaderamente libres, el mundo ama la esclavitud, la aplaude aunque diga condenarla. Los libres son generalmente personas incómodas porque denuncian la esclavitud de muchos, detectan las tinieblas y ponen al descubierto sus obras, como lo dice también Jesucristo.
Queda claro que la libertad verdadera está muy lejos del capricho pueril, del impulso adolescente a hacer lo que viene en gana, de la postura ideológica de nunca aceptar la opinión ajena. La libertad verdadera, la libertad interior, la que nos regala Jesucristo, no tiene nada que ver con una ideología sino que viene del contacto con La Verdad.
¿Se puede hablar todavía hoy de La Verdad? Están muy de moda los discursos de "pluralismo" y de "tolerancia", son discursos que ganan muchos adeptos y atraen audiencia. Sin embargo La Verdad es sólo una: Jesucristo. En el encuentro sincero con Él, hallamos libertad, alegría, paz, sosiego, gozo, plenitud verdadera, profundidad, llenura, compañía, esperanza, consuelo, ungüento para las heridas de la vida.
Jesucristo no ha venido a poner a nadie cortapizas para la alegría, para la vida plena, no ha venido a quitar nada a nadie, sino a dar plenitud, a dar alegría, sentido, paz.
Por ello la verdadera señal de la presencia de Jesucristo es la libertad interior. ¿Libertad interior de qué? Descendamos a lo concreto: libertad de mi propio mal humor, libertad de mi capricho del día, libertad de mi deseo de venganza, libertad de mi envidia que me pone amarillo de alma, libertad de mi deseo desordenado de riquezas, de seguridades materiales; libertad interior de mi propia pereza, libertad interior de mi propia nostalgia, de mi inclinación a la tristeza, al desánimo. Libertad interior de mi deseo de atenazar personas y sujetarlas a mi dominio. Libertad interior para estar dispuesto a ceder en mis puntos de vista, para plantearme la posibilidad de estar equivocado, libertad interior para acoger al otro como es, libertad interior de mis pasiones bajas.
Cuando encontramos estos caminos de libertad somos felices, porque allí es que nos damos cara a cara con la verdad de nosotros mismos y de Dios. Por eso los honestos, los honrados pueden encontrarse más fácilmente con Dios.
Y cuando alguien a encontrado su propia verdad interior, se ha encontrado con Jesucristo y se hace luz para los demás. Porque sólo los libres liberan a sus hermanos.
Atrevámonos a descender a nuestra propia verdad interior para ser iluminados por Jesucristo, que no hay mejor técnica para ser felices que aceptar nuestra propia verdad, amarla y ponerla a la luz de Dios.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

padre es extraordinario todas las verdades que nos hace conocer hace vibrar el alma gracias por darnos tantas lecciones siga escribiendo por favor

P. Israel Martínez. dijo...

Gracias "anónimo", Dios te recompense. Sólo te pido que me digas por lo menos tu primer nombre, ok? Hasta pronto.

Anónimo dijo...

Padre el tema de la libertad es muy complejo pero en lo que ud. dice hay mucha verdad estamos esclavisados po nuestras pasiones y las cosas del mundo y es muy dificil dejarlo, pero creo que no imposible. necesitamos alguien que nos oriente, q nos guie y nos abra los ojos a lo bella q es la vida en Jesucristo, gracias por ser ese guia y por darnos un rayo de luz, el Señor lo bendiga Padre.