domingo, 13 de abril de 2008

Los dueños de la parroquia

Hace varias semanas he pensado en este artículo, no sé si llegaré a plasmar claramente mis impresiones, en todo caso, mi percepción sobre este problema.
Una de las grandes pasiones humanas es el deseo de poseer, de retener algo como propio, de apoderarse de algo o de alguien, de ser dueños de algo; ese afán de poder decir y pensar que tenemos poder sobre algo o alguien, ese afán de sentirnos de algún modo soberanos de algo, reyes de algo, dominadores de algo, expertos o conocedores y/o peritos de algo, casi casi el sentirnos pequeños mesías de algunas personas o de muchas, o por lo menos parecerlo.
Creo que estos impulsos en mayor o menor medida todos los hemos sentido alguna vez. Todavía más: no pocas personas viven como drogadas por este deseo de poseer y de sentirse dueños de algo o de algunos o de muchos.
Yo he relacionado el título con una realidad eclesial clásica y visible: la parroquia, pero se podría aplicar esta idea a otras realidades incluso no confesionales.
Quizá en el marco de la fe o de la práctica de la fe es en donde se nota con más dramatismo este deseo de posesión, este impulso de adueñarse. Yo tengo relativamente poco tiempo de sacerdote, 10 añitos nomás, pero creo haber visto varias cosas, las suficientes como para saber que es algo muy feo -por lo menos- cuando algunos (¿o varios?) creyentes terminan adueñándose de la parroquia, por decirlo así.
Los dueños de la parroquia son, por ejemplo, los que de la fe se saben todo al revés y al derecho y a ellos nadie puede sorprenderlos -ni siquiera con la Buena Nueva!!!-. Es que para ellos la Buena Nueva ya no es nueva, es bien antigua y además ya no les emociona ni asombra... Ya parece que no es Buena tampoco porque ya no vibran con ella y parece que ya no les sirve para nada, como no sea para seguir aburriéndose de la fe. Son los creyentes que se la saben todas y Dios ya no les asombra: se han acostumbrado a creer (me resulta antipático escribirlo).
Pero también hay dueños de la parroquia más pintorescos y quizá más risibles: los dueños de la banca número uno o de la banca número cuatro. Están también los dueños de los floreros, los dueños del cuadrito, los dueños de la velita y del altarcito, los dueños de la sacristía, los dueños de los micrófonos, los dueños de las lecturas de misa, los dueños del salmo responsorial, los dueños de la catequesis, los dueños de las andas de aquella o de esta imágen, los dueños de la fiesta patronal, los dueños de la liturgia, los dueños de los cancioneros, los dueños de las costumbres religiosas (ayyyyy!!!!), los dueños de la profecía, los dueños de la predicación, los dueños de las escobas del templo, los dueños de tal santo o de tal santa, los dueños del Santo Rosario, los dueños de las avemarías, los dueños de las respuestas de la misa, los dueños del confesonario, los dueños del sacerdote de turno, los dueños las campanas, los dueños del campanario entero, los dueños del templo, los dueños de la secretaría parroquial, los dueños.... de Dios!!!
Uffffff!!! Cuántos dueños tenemos!!!
(Y algunos todavía piensan que la Iglesia "tiene poder" sobre los demás, mmmmmmm).
Es curioso, muy curioso que el campo de la fe sea el más susceptible de "adueñamientos" sin control..
Una vez un amgo con el cual compartimos esta impresión me dijo que allí no termina todo porque al parecer a mucha gente le gusta sentirse posesión de otros, como que les gusta tener un dominador, alguien que los doblegue, como que no están felices si no aparece un dueño o dueña de ellas, como que tienen hambre de ser poseídos por alguien. En fin, escuchar eso me chocó bastante pero creo que algo de razón tenía este buen amigo.
Jesús se chocó frontalmente con los dueños de la fe judía: aquellos fariseos a los que Dios ya no podía sorprenderlos de ningún modo. Y Jesús era completamente libre y hacía muy libres a sus amigos, no los atenazaba, no se apropiaba de nadie ni de nada, no le interesaba en absoluto. Él vino a liberar y a forjar personas libres que transmitan libertad, que difundan libertad, la libertad de los hijos de Dios.
Los dueños fácilmente abusan y pisotean, los dueños fácilmente terminan ocupando el lugar de Dios, se convierten en pequeños diocesillos de algunos o de muchos, los subyugan y los van denigrando, se aprovechan de ellos y les quitan vida sino les van matando lentamente.
¡Qué distinto fue y es y será siempre Jesucristo, el Dios de la libertad, de los libres y de los que forjan libertad!
La libertad crea alegría, crea la paz, se alimenta de la verdad y forja hombres y mujeres nuevos, criaturas nuevas para una nueva generación. Libertad que no es ajena a la obediencia con espíritu filial.
Hasta aquí mi pensamiento sobre este tema. Ustedes, ¿qué piensan al respecto?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Padre Israel OSJ, lo que ha escrito es muy cierto, mñas de una persona ha pasado por este túnel y creo que algunas les gusta vivir en esta obscuridad, pero en fin, me he puesto como tarea colocar este tema en el mural de mi Comunidad, Santuario de San José el Justo, creo que nos servirá de mucho y a muchos les dará que pensar. Gracias por este tema su amigo y hermano en Cristo: José Gamarra

Anónimo dijo...

Es muy cierto lo que Ud. escribe. Pero ¿cómo cambiar esa realidad? sobretodo en las parroquias, donde está muy arraigada esa costumbre y también están tan arraigados esos "dueños". Sé que muchos se han alejado de la iglesia debido a ello o quizá con ese pretexto; han visto esa hipocrecía y ese afán de poder y se han dejado llevar por sectas que precisamente le pintan el panorama diferente, donde se sienten más iguales.A veces los que le hacen más daño a la Iglesia son o somos los que estamos dentro.

Fr. Israel del Niño Jesús, RPS dijo...

Gracias amigo por tu aporte a esta reflexión. Lamentablemente no tengo yo recetas mágicas para cambiar esas realidades. Pero creo que el camino de solución más a la mano, aunque costoso, es el de la conversión personal. Creo que en ese sentido los líderes (párrocos, directivos de asociaciones, etc), deben tener mucha "muñeca" para ir sacando suavemente a ciertos elementos nocivos de los cargos de importancia, quitarles poco a poco protagonismo y dejarlos a un lado, si no quieren cambiar.
Lamentablemente por estos antitestimonios no pocos se han alejado de nuestros círculos de creyentes y católicos, pero esto no sólo sucede en nuestro ámbito parroquial, esto es una realidad humana y no conoce de credos ni de religiones, es una pasión humana que ataca en cualquier lugar. Necesitamos volver a Cristo, al del Evangelio mismo para encontrar sencillez y humildad, que es verdad.