domingo, 6 de enero de 2008

«Hemos visto su estrella»

¿Se han imaginado qué pasaría por el corazón de los magos de oriente?
No pocas veces he tratado de pensar cómo habría sido su búsqueda. Lo primero que se me viene a la mente es que estos magos (no nos dice el Evangelio si fueron dos o tres o nueve....) seguramente tendrían una gran disposición de aceptar la verdad venga como viniera. Porque "no se me cocina" que luego de un viaje tan largo y con tantas peripecias sufridas y luego de tantos sacrificios se les saliera tan fácil arrodillarse para adorar al hijo de una campesina nacido nada menos que en una cueva fría en un pueblo tan pequeño como Belén.
Estos magos de oriente (como los llama el Evangelio) tenían que haber purificado su búsqueda en el corazón. Definitivamente era Dios mismo quien trabajó sus corazones y los hizo humildes. Porque hay que ser bien humilde para aceptar al Dios nacido en una cueva y en carne tan mortal como la de cualquiera. Nuestro humano orgullo y autosuficiencia nos hace difícil el aceptar lo que en el fondo es sencillo y fácil.
Estos magos de oriente eran muy sencillos y estaban dispuestos a aceptar la verdad de Dios venga como viniere.
Yo respeto mucho a quienes van por la vida como buscadores, a quienes buscan la verdad de Dios durante muchos años o quizá durante toda la vida, pero no pocas veces me deja pensando aquel tufillo autosuficiente y pretendidamente intelectual de quienes buscan y quieren encontrar algo que ellos mismos ya han prefijado y diseñado previamente: eso ya no es búsqueda, es sólo argumentación de una ideología preconcebida.
Se necesita mucha honestidad para una verdadera búsqueda. Se necesita estar desprendido para buscar sinceramente. Quien ya prefijó el hallazgo y ya lo programó ese ya no es un buscador, sólo quiere una justificación a su extravío precedente.
Los magos de oriente estaban con el alma abierta de par en par a la sorpresa de Dios. Y vaya si Dios los sorprendió. Porque a mí todavía me sorprende (etiquétenme como quieran...) que ese pequeño niño sea Dios mismo y sea el Salvador.
Dios es siempre paradójico e increíble. Dios es muy ocurrente y para quien tiene algo de sencillez todo eso en vez de molestar o decepcionar, le causa una gran carcajada o por lo menos una sentida sonrisa. Belén es el lugar de la carcajada amorosa de Dios.
Dios se muestra a los sencillos, a todos aquellos que saben decir: "buá, buá", "maaaaá", "brrrrrrrrr". Los que van con fórmulas y etiquetas, con pesos y medidas y con ganas de poner jaulas al Espíritu Santo no pueden reconocerlo.
Los magos de oriente eran libres y desprendidos, no se entiende de otro modo el coraje de su búsqueda ni su audacia y valentía. Y luego de adorar al Ungido, a Jesucristo, se vuelven a su país llenos de alegría. Eso les bastaba, verlo y adorarle, no tenían más pretensiones ni ambiciones.... ¡lo que hace la verdadera sabiduría en quienes buscan -honestos- la verdad de Dios!
Celebramos la Epifanía del Señor y no olvidemos pedirle que nos muestre su rostro y nos conceda su paz para caminar a la luz de su estrella.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre se dijo que no podíamos ver a Dios.Deberíamos verlo en los niños que realmente necesitan de nuestra ayuda, porque Jesús, siendo Dios mismo, fue un niño indefenso, pobre, perseguido, pero felizmente amado por sus padres.

P. Israel Martínez. dijo...

Los niños son el rostro más hermoso de Dios y muchos de ellos sufren bastante. Hagamos lo que está a nuestro alcance por aliviar sus cargas y darles esperanza. Gracias por tus palabras y que Dios te guarde.