viernes, 22 de febrero de 2019

Francisco, el Papa de la Gran Purificación


Dios tiene en Sus manos el devenir de la historia, es el Señor de la Historia y no desatiende el grito de sus pobres ni se olvida de su pequeño rebaño.  Él ya lo había previsto aquel día en el que advirtió a Pedro y a los demás discípulos que serían probados y que el Maligno y el mismo infierno se ensañarían en contra del pequeño rebaño.  Él, Jesucristo, nos ha garantizado la victoria final.  Y fue -y sigue siendo- Su voluntad la de confiar el pequeño rebaño al cuidado de un hombre que le es de su completa confianza, él es Pedro. 

Y Pedro es hoy Francisco, así como suena.  Aceptar y respetar esto es ser católico.  Porque no basta acertar con responder quién es Jesucristo y adherirnos a Él como Mesías verdadero; es necesario también aceptar y adherirnos a la primera voluntad del Mesías que es la de poner a Pedro como vicario suyo, administrador y mayordomo de Su Reino. 

Satanás, que es un inteligente estratega, el mismo que al inicio de la historia humana metió la cuña de la desconfianza entre el hombre y Dios (“No es verdad {lo que te dijo Dios}, Él sabe que si comen de este fruto serán como dioses” Gen ….) para sumir en el pecado al ser humano, él mismo ha buscado ahora de poner de un modo más fuerte todavía otra cuña para alejar al hombre de Dios: “No es verdad {lo que te dice la Iglesia}, ella sabe que si me sigues serás libre de verdad”.  Pero la estrategia del enemigo no termina allí, pues ha llegado a las esferas episcopales y cardenalicias para meter la idea en algunos purpurados de que el Papa {el Vaticano entero} no es legítimo.

Yo podría entender que un descreído, que un fanático de ciertos canales anticatólicos en Youtube o que un “menteabierta” o newager use esos argumentos y maneje cierta terminología anti Iglesia, pero me sorprende observar que ahora eso es parte de la argumentación en ciertos grupos de fieles y pastores: “El Papa Francisco no es legítimo”, “Es un hereje”, “Falso Papa”, “Bergoglio y su secta”.  Y no puedo sino preguntarme ¿por qué tanto encono contra la figura del actual Sumo Pontífice?

Las razones para esta actitud “anti Francisco” creo entreverlas en sus intervenciones, homilías, discursos y encíclicas.  El Santo Padre no ha hecho sino seguir el dictado de su conciencia iluminada por la fe y por el amor a la Verdad.  Y a esta altura de nuestra reflexión debemos recordar que la fe y la Verdad jamás han sido bien recibidas en este mundo, y menos todavía en el mundo que nos ha tocado vivir actualmente.

Francisco es tan libre que no le ha importado en lo más mínimo satisfacer o quedar bien con la vieja tribuna de esos cuatro o cinco que se sienten los dueños de la Iglesia.  Todo aquel que alguna vez en su vida ha sido párroco sabe muy bien a qué me refiero, pues de esas tribunas las hay casi en toda parroquia y veo que a nivel internacional también existe alguna así integrada ya no por los cuatro ancianos o ancianas sino por cuatro o cinco cardenales o arzobispos, esos que desde su observatorio pueden cuestionar tranquilamente la infalibilidad pontificia pero que a la vez dan por supuesta su propia infalibilidad en todo tipo de temas, hasta en su tradicional opinión acerca de las medias rojas del Sumo Pontífice.  Definitivamente Francisco no ha querido ni mirarlos y esa actitud tan “franciscana” les ha dolido, tanto como duele e inutiliza un puntapié en la boca del estómago.

Francisco, al igual que su homónimo iniciador de los frailes menores, nos está guiando a una comprensión más evangélica del Evangelio.  Y este empeño suyo deja en evidencia a varios sectores de fieles y clérigos que de vida evangélica tienen poco o nada.  Porque está visto que uno puede pretender ser católico sin conocer ni poner en práctica el Evangelio.  Allí están los actuales adoradores de las tradiciones y de las “sagradas costumbres”, los que por lo general se consideran guardianes de la fe y que no vacilan en identificarse como caballeros y guerreros medievales –con o sin cota de malla y botas- ungidos por quien sabe qué espíritu de supuesta fidelidad a lo que ellos llaman “fe” o “religión”.  Y definitivamente, Francisco no calza en el oropel ni en los márgenes barrocos que ellos han impuesto y que suelen usar para medir y pesar a los servidores de Dios.  Él no les ha hecho mayor caso y eso les duele mucho. Entonces,  ¿así no resulta fácil decir “Benedicto XVI sí, Francisco no?”  Y de allí a decir o crear la tendencia del “sedevacantismo” ya estamos a menos de un paso.   Cuando en lugar de la fe lo que se defiende es una ideología o un esquema mental de clase se está a un paso del absolutismo más trágico.  Ya puede Francisco tener varios detractores, incluso opositores acérrimos “en el nombre de la fe”.

Pero Francisco, asistido por el Espíritu de la Verdad, ha ido un poco más allá todavía.  Ha decidido limpiar la casa de Dios.  He admirado mucho su valentía al no mostrar ningún reparo para tratar abiertamente el tema de los malos comportamientos y abusos por parte de varios sacerdotes y religiosos.  Y estoy absolutamente seguro de que esa actitud ha sido la mejor, aunque haya abierto la puerta a una crisis que toca a toda la Iglesia.  Una crisis que, bien mirada, puede traer a todo el cuerpo eclesial una nueva vida y un nuevo fervor.  Porque así como todo el cuerpo de una persona se ve comprometido de algún modo cuando se le detectan uno o varios tumores, así también es toda la Iglesia la que es y será sacudida en el proceso de extirpar de su estructura elementos que con su pecado, doble vida e inmoralidad la han perjudicado y la han comprometido.  Y frente a una situación así siempre está la tentación de no tocar el problema o de preferir mirar para otro lado.  Francisco ha hecho bien, porque ha tenido el valor y el coraje de ver, aceptar y mostrar la herida para que sea curada. Y, definitivamente, esta actitud ha resultado antipática para varios que están metidos en el problema y para los que en su momento no tuvieron el valor de enfrentarlo y poner las medidas de curación.  ¿Habrá fuga de fieles y clérigos por esta razón?  Quizá fieles y clérigos tibios se irán, quizá nuestra presencia en número disminuirá, quizá perderemos cierto prestigio y ciertas seguridades y apoyos, quizá todo eso junto esté por venir, pues estamos sólo al comienzo de una gran purificación.  Pero creo y estoy convencido de que todo esto es necesario que suceda para que el pueblo de Dios sea más acorde con la voluntad de Jesucristo. 

Gracias a Francisco, una Iglesia más pobre y humilde está por venir.  Gracias a Francisco, estamos entrando por el camino de la gran prueba. 

Y no te quedarás solo, Francisco.  Porque aunque no tengamos mayor repercusión en los medios, los que formamos parte del pequeño rebaño estaremos rezando por ti y nos declaramos en comunión contigo, pues estar en comunión contigo es estar en comunión con Jesucristo.

Hoy damos gracias a Dios por el magisterio de Pedro, que en estos tiempos se llama Francisco.


Fr. Israel del Niño Jesús, R.P.S.

1 comentario:

Peregrina dijo...

Qué alegría leer su reflexión! El otro día viendo la película de Zefirelli no podía evitar ver cierto paralelismo con lo que le está sucediendo al Papa Francisco. Recemos por los que por falta de comprensión adoptan actitudes fariseicas, para que abran su corazón a la Verdad que este Papa nos brinda. Bendiciones!