jueves, 4 de octubre de 2018

¿EL MAL MENOR O EL BIEN MAYOR?

Reflexiones para un voto católico

En el Perú estamos a días de unas nuevas elecciones.  Nuevas elecciones que nos encuentran con el peligro de que como electores tengamos actitud que ya se ha hecho antigua para nosotros: votar por el mal menor.  Y es que la situación política actual es sinceramente aplatanada –y esto viene ya desde hace varios años atrás-.  Tenemos cada vez más de lo mismo.  Y no sólo me refiero al problema de la corrupción generalizada y que no sabe de tintes ni de colores políticos, ya que frente a la corrupción, es decir: frente al dinero fácil, igual se postran ante Baphomet los de pretendidas derechas como los rojimios caviares.  Está más que probado que tanto a unos como a otros los compró aquel señor de Brasil cuyo apellido suena a constructora gigante.

Pero el tema no queda allí.  Si sólo fuésemos electores a secas, pues cabría la posibilidad de mirar las propuestas de los candidatos, ver sus hojas de vida y hacer simples cálculos inclinándonos al menos malo, al “que menos ha robado”.  El tema es que somos, además, en el Perú electores en gran mayoría católicos. Y ser católico no es un cliché ni es tampoco una tradición, es un estilo de vida.  Y si vamos a ser coherentes con lo que somos, debemos ejercer nuestro derecho de elegir a las autoridades desde nuestro ser católicos.  ¿Qué significa esto? Vamos por partes.

Acerca del aborto y la eutanasia.

La Madre Iglesia nos enseña que un fiel católico no puede apoyar a un político que promueva o facilite el aborto para su pueblo.  Hace varios años el Cardenal Joseph Ratzinger, que fue durante más de 20 años Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, explicó por qué es pecado votar a favor de candidatos que favorecen el aborto.
La misiva que envió el ahora Papa Emérito Benedicto XVI a los obispos de Estados Unidos tenía que ver con la disposición de negar la Eucaristía a los políticos a favor del aborto. En ella afirmaba que “un católico sería culpable de cooperación formal en el mal, y tan indigno para presentarse a la Sagrada Comunión, si deliberadamente votara a favor de un candidato precisamente por la postura permisiva del candidato respecto del aborto y/o la eutanasia”.  Si el fiel católico vota por un político favorable al aborto pero por otras razones que considera positivas, es considerada esta actitud como una cooperación remota en el mal.

Acerca de la ideología de género.

La ideología de género (ID) pretende ser una reinterpretación toda la sexualidad humana y abarca entre otras cosas el matrimonio homosexual, la adopción de niños por parte de parejas homosexuales, la pedofilia, la zoofilia y el incesto como expresiones sexuales lícitas, etc.  Frente a esta situación, se ha puesto repentinamente de moda ser “tolerante” con esta ideología y no pocos candidatos se muestran favorables a “respetar” a los que promueven la ID y a los que viven como ella ordena.  Los medios de comunicación también se han alineado absolutamente con la ID.  ¿Qué nos dice la moral católica sobre votar a favor de candidatos que promueven o apoyan la ID?  Nos dice que votar por ellos sería convertirnos en cómplices de la degradación moral y espiritual de nuestro país.

¿Y votar por el mal menor?

Hay quienes se preguntan y se plantean votar por un candidato que es favorable a algunas de estas cosas que no admite la fe católica, pero los quieren apoyar en cuanto que pueden hacer también cosas buenas y dan algunas garantías de trabajar seriamente por el bien común.  ¿Es legítima esta actitud?  Para ver si es buena esta actitud, tendríamos que recordar qué cosa es el bien común.  Si pensamos que el bien común es una carretera bien hecha o mayor seguridad ciudadana a costa de que no se respete la vida del concebido o que se destruya sistemáticamente la institución del matrimonio y la familia aceptando “nuevas formas” de matrimonio y familia, entonces tenemos un serio problema.  El bien común no sólo es material y cuantificable, el bien común va más allá: se configura a partir de principios espirituales y morales que rigen una ciudad, una nación y que constituyen su identidad y su legado.  Si se pisotean estos principios espirituales y morales o se los pone por debajo de las “obras” entonces hemos involucionado, hemos retrocedido en el tiempo, hemos vuelto al tiempo de las cavernas.  El bien común pasa por apoyar verdaderamente a la vida humana, a la familia, por apoyar la institución del matrimonio, la recta educación en la verdad del ser humano, no ideologizarlo. 

Votar por el “mal menor” es inmoral y degradante.  Para entender esto habrá que recordar el testimonio de los santos.  Muchos santos hicieron de esta frase un principio de vida: Antes morir que pecar.  Y fueron precisamente los mártires de todos los tiempos los que eligieron la muerte antes de ofender o negar a Jesucristo, el Señor.  El mal mayor es igual al pecado mortal.  El mal menor es igual al pecado venial.  Pero tanto uno como otro son y serán siempre pecado.  Y un fiel católico que de verdad ama a Dios y su ley no se puede permitir ofender a Dios tan alegremente.  Por otro lado, pensemos un momento a dónde nos ha llevado como nación la errada decisión tantas veces repetida de votar por el mal menor…

Entonces, ¿qué salida tenemos? 

Es una salida que nos da el mismo sistema democrático, una salida lícita y viable, ahora más que nunca: voto viciado o nulo.  Si los mártires prefirieron morir antes que pecar contra Dios, pues elegiremos hacer morir nuestro voto antes que apoyar a alguien que propone algo que no agrada a Dios ni es conforme a su ley.

Yo invitaría –que no obligo- a los fieles católicos a votar viciado.  Tomo aquí la sugerencia que hiciera hace algunos años el Dr. Julio Vargas Prada, la de escribir en la cédula: “Viva Cristo Rey”.  El bien mayor es la gloria de Dios, y Él es glorificado cuando optamos y vivimos en la Verdad.  A ver si así desenmascaramos de una buena vez este oscuro sistema político y social lleno de mentiras y podredumbre.  El mismo sistema que nos quiere hacer creer que no tenemos más salida que apoyar las opciones que nos han metido por los ojos.  Sí, ante el monopolio del mal, la solución es decir: ¡basta!  Es tiempo de decir a los que monopolizan el sistema político que nos damos cuenta de sus jugadas, que no hay mentira perfecta, que aunque podemos aguantar muchas injusticias también sabemos decir ¡basta!

¿Nos atreveremos a plantar cara al mal?  Porque créanlo o no, el mal está detrás de todo el andamiaje que se ha montado para estas elecciones, y los hijos de Dios tenemos una salida: no elegir ninguna de las opciones que nos han puesto y votar viciado.



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