Son muchas
las veces que he citado la historia de mi encuentro con Jesucristo cuando tenía
yo 16 años. Es parte de mi memoria
personal de todo lo que El Señor ha hecho en mi vida. Si en este momento, veintiséis años después,
sigo creyendo, sigo siendo religioso y sacerdote, sigo teniendo la terca
ilusión de servirle y encontrarle, de verle y descubrir sus nuevos caminos, si
me mantengo en la brecha tratando de tener el mismo corazón adolescente y
fogoneado por Él, si sigo así es pura gracia, es un regalo que Él me ha
concedido y se lo agradezco siempre.
Conocí a
Jesucristo y me dejé seducir por Él. Me
resultó lógico siempre decirle que SI.
Me acostumbré a decir le SI a todo lo que iba pidiendo. No siempre fue muy fácil. Muchas veces me pidió el sacrificio de lo más
querido y seguramente en el futuro también me pedirá cosas así. Y sé que le diré que SI. Aunque a veces me cueste. Nunca pude irme a dormir sabiendo que había
dejado pendiente un SI para darle al Señor.
Muchas veces fui terco, a veces me porté como un necio, muchas veces no
entendía algunas cosas, pero al final siempre le dije SI. No quise pensar mucho en mis fuerzas porque
en verdad son muy pocas. Decidí no pensar en si yo podía esto o aquello que Él
me pedía, resolví decirle siempre SI. Y siempre Él hizo su obra en mí. Siempre sacó de eso poquito que le di cosas
grandes. El primer impresionado siempre
fui yo. He sido testigo de tantos
milagros silenciosos, de tantas gracias concedidas, de tantas proezas que Él
obró en mí y por medio de mi pobre humanidad.
Nunca me he detenido a pensar en “el futuro” porque sé que eso no me
corresponde y además no me serviría de nada. No soy ni astrólogo, ni
pitonizo, ni escritor de horóscopos. En
verdad eso no me interesa en lo más mínimo.
Y sin embargo
no deja de impresionarme cuando voy conociendo varias historias truncadas de la
gracia de Dios. Digo “truncadas” porque
las personas en cuestión llegan a cortar su seguimiento, su discipulado de
Jesucristo porque en un cierto punto le dicen NO a Jesús. Y al ver estos casos casi siempre me quedo perplejo. Bueno, es verdad que cada uno con su
conciencia, pero yo en lugar de estas personas no dormiría tranquilo si esta noche me voy a
dormir con un NO a Jesús en mi corazón.
Él me tiene bien agarrado. Yo sé
que uno es libre y que Dios no obliga a nadie a decirle SI. Eso lo sé.
Tantas veces algunas personas me han preguntado si cometen un pecado
cuando le dicen NO a Jesús que les llama, por ejemplo, a una vocación
consagrada. Pues miren: esa es una pregunta necia. Es una pregunta absurda. No hay ni siquiera que preguntar algo
así. No se trata de si es o no un
pecado. Se trata de ser generosos con Dios, se trata de tener a Jesucristo como
el sentido, el Rey de nuestra vida.
Quien se plantea esa pregunta es que realmente no le tiene a Jesús como Rey y
Señor, tiene seguramente otros intereses, otros reyes, otros amores. Es una fe que no da para más. No da para mucho más que para una oración muy de
vez en cuando: una fe de cumplimiento (cumplo y miento).
Me
impresionan esas historias de amor truncado a Jesucristo. Y pienso que hoy más que nunca en este mundo
tan loco y vacío, Jesucristo está esperando muchos SI de varias personas. Y yo rezo y pido cada día para que aquellos a
quienes hoy el Señor se les acerque a pedirle algo le puedan decir con toda el
alma: SI. Porque también hay muchos
creyentes que siempre se mantienen a medias: a media vida espiritual, a media
oración, a media eucaristía, a media confesión, a media pertenencia a La
Iglesia, a media generosidad con Él, a media renuncia al mundo, a medias con el
demonio, etc. Rezo para que hayan más corazones totales para con Dios, a quienes no les resulte exagerado ningún SI a Jesús.
Porque también es fácil tener una cierta
participación en algún grupo de fe pero con un compromiso tamizado, medido,
“part time”, "hasta cuando puedo". Y luego
soy bien cristiano, católico, carismático, alabador y cantador de alabanzas,
dirigente, líder, caudillo, jefe de pandilla pastoral… cuando estoy en el
ambiente de fe, en la parroquia, en el evento de evangelización, en mi salón de
reuniones. Pero cuando estoy en mis
afanes del mundo: mi trabajo cotidiano, mis clases, mi casa, mi grupo de amigos
del barrio, mi familia, mis diversiones, mi vida “privada”, mis amores, mis
afectos… allí las cosas las manejo de otro modo, hay otras normas, hay otros
principios (ajenos al Evangelio). Corazones que dicen ser de Cristo pero que están agrietados, partidos, con sus cañerías y alcantarillas por lo bajo.
Indudablemente,
si una persona no ha tenido un encuentro personal, auténtico, verdadero con
Jesucristo no podrá entender lo que significa darlo todo, dar la vida, dar
hasta que duela. Allí, cuando hay una donaión total, cuando no se ha puesto límites a Dios, allí sí la alabanza es
buena, es verdadera (de otro modo, por ejemplo, mis “aleluya” son bien mentirosos y mis “alabaré”
son una huachafería descomunal). La
verdadera alabanza brota de un corazón que lo ha dado todo y que no pone
límites en la ofrenda a Dios.
Una fe que
“no da para mucho” en realidad no es una fe verdadera. Una fe digna de ese nombre siempre va hasta
el final, siempre lo da todo, siempre es total. Con Dios no existen las entregas a medias, o estás o no estás.
Y, como dice Jesús en el Evangelio: “Y cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esa fe en la tierra?”
1 comentario:
Cuanta entrega, cuanto amor hay en sus palabras Padre, no es que me asombre porque muchas veces lo he escuchado y siempre hay una enseñanza, pero aún así esta lectura me conmueve, gracias a Dios por darnos personas como usted;
necesitamos muchos Pastores Santos para que nos guien. Ruego a nuestro Padre Amado, tener la dicha de sentir ese amor incondicional y entrega total.
Publicar un comentario