sábado, 12 de octubre de 2013

"Y Jesús lloró" (Jn 11,35)



En estas últimas semanas, los creyentes y católicos que estamos en el Perú nos hemos visto sacudidos por algunas noticias muy tristes –escándalos- por parte de algunos obispos que ejercían su apostolado en nuestro país.  De hecho, todo escándalo siempre trae dolor y tristeza, estupor y desconcierto.  Es el dolor de La Iglesia, es el dolor de Jesucristo mismo al ver que hay hermanos en la fe que dejan que el mal venza en sus vidas. 

No dejo de pensar que cada pecado, aún el más pequeño, de cualquiera de nosotros causa el llanto de Jesús.  Cada pecado es una herida en el Corazón de Jesucristo.  Cada pecado es volver a crucificar a Jesucristo, dice la Sagrada Escritura (Heb 6,6).  Y si el pecado viene de parte de los que fueron llamados a ser pastores del pueblo de Dios, es una crucifixión aún más dolorosa para el Santo Cuerpo de Jesucristo.

Ciertamente, jamás se podrá minimizar un escándalo, pero también es verdad que no podemos juzgar a los que lo cometen.  Todos los seres humanos tenemos un poco piel de Judas.  También El Señor podrá perdonar a los que causan escándalo si se arrepienten sinceramente. 

Pero es también deplorable la actitud de cierto tipo de prensa que se ha encargado -y se está encargando- de hacer una investigación a niveles que, a mi juicio, ya no le corresponde.  Hacer carnicería con el que comete un pecado o un crimen es también inhumano.  Es matar la esperanza del que pecó y de los que se sienten escandalizados con su pecado.  Aumentar las tintas sobre algo sucedido, inventar historias "anexas" al hecho real, es una injusticia.  Resaltar y publicar algo negativo con el puro ánimo de sólo vender audiencia, teleaudiencia o aumentar el número de lectores es una manipulación inmoral y criminal.  Dios no está de acuerdo con quien se ensaña con su hermano que ha caído.  Dios no está de acuerdo con quien se siente con todo el derecho de hacer trizas a quien pecó o al que incluso cometió un crimen.

Sí, Jesús llora también hoy.  Llora también por Su Iglesia en el Perú.  Llora en todo lugar del mundo donde se pretende mezclar arteramente el pecado con la gracia; llora también cuando el pecado es solapado y nunca llega a convertirse en escándalo porque "se cuida" que nadie lo sepa.  Y no sólo hablo de pecados de los que son pastores del pueblo de Dios (Obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas), hablo también de los pecados de cualquier fiel y creyente que vive una doble vida y tiene el desparpajo de rasgarse las vestiduras y sentirse escandalizado: hipocresía le dicen.

Sí, Jesús llora.  Llora a mares cuando ve que hay mucho “negocio con el maligno” aún entre creyentes.  Jesús llora cuando ve que muchos que dicen creer en Él le siguen "un poquito de lejos" porque no tienen amor suficiente como para dejarlo todo por Él.  Jesús llora cuando ve el adulterio de muchos creyentes que un poquito creen en Su Evangelio y otro poquito viven mundanamente.

Sí, Jesús llora.  Y, como ya lo había dicho hace varios años un buen escritor católico: Siempre es Viernes Santo.  Sí, también hoy vamos todos por la calle del Calvario, quien llevando cruces y muriendo a cada paso, quien tirando piedras con una furia que ni él se explica, quien latigueando, quien insultando, quien llorando sin poder hacer más, quien indiferente y mirando de lejos, quien ocupado en otras cosas, quien divirtiéndose a costa de la muerte de otros, quien mirando el reloj para pedir que ya se acabe pronto todo, quien instigando al mal, quien riéndose de todo, quien mintiendo, quien detrás de la muchedumbre para manipularla y dirigirla según su interés, quien orando en silencio, quien tratando de alzar la voz en contra de la multitud, quien sufriendo con el que sufre, quien dando su vida en silencio.  Siempre es Viernes Santo.

Sí, Jesús llora también hoy.  Y de otro lado también el Demonio -nos lo ha recordado el Papa Francisco- sigue haciendo su trabajo.  Y parece que el maligno está últimamente muy desesperado.  Y parece que está disparando maldad y muerte en fuego cruzado contra La Iglesia.   Por ello creo firmemente en la verdad de lo que Nuestra Señora, La Reina de la Paz, en Medjugorje alguna vez contó a los videntes: Que Satanás fue a pedirle a Dios un tiempo y que Dios le concedió cien años de relativo poder para hacer sus fechorías en el mundo.  Y creo que ese tiempo ya está por acabarse, por ello el maligno está más que furioso y está disparando todos sus dardos a diestra y siniestra.  Y aunque a veces parece que va ganando la batalla, no es así.

Sí, Jesús llora. Y creo que los que queremos ser fieles a Jesucristo debemos hoy más que nunca abrazarnos fuertemente a Su Cruz, adherirnos con toda el alma a Su Palabra y a Su Poder.  Este es el tiempo de la fidelidad, éste es un tiempo de gracia. Porque toda crisis es tiempo de gracia, es tiempo de examen.  Creo firmemente que Jesucristo necesita almas fieles que se decidan a ser para Él consuelo y alegría, que sean capaces de devolverle amor por amor, vida por vida, fidelidad por fidelidad.  Éste es nuestro tiempo.

Por eso, ante todo lo que vamos pasando como Iglesia, hoy vuelvo a decir:

Creo y espero en Dios.  Sé que Él no se ha quedado con los brazos cruzados, que por alguna razón nos ha enviado al Papa Francisco, que por alguna razón hay muchas y pequeñas luces de esperanza en la misma vida consagrada al interior de La Iglesia. 

Creo en las nuevas comunidades de religiosos y religiosas que miran las cosas con un sentido más alto y profundo.  Estoy convencido que, aunque el ambiente general es a veces mundanizado, también hay sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que quieren y buscan otra cosa, que viven santamente, que viven de verdad pobremente, que hacen de su castidad no sólo una ofrenda posible sino gozosa y fecunda espiritualmente. 

Creo en los nuevos santos, en los miles y miles de santos que vendrán luego de este tiempo difícil, dramático pero hermoso; creo que vivimos un tiempo maravilloso lleno de retos, de ilusiones por el bien y la verdad, aún en medio de un mundo mentiroso y oscuro. 

Creo en la santidad, creo en la Verdad, creo en la Luz, creo en la Vida, creo en la victoria final del Bien. 

Creo en tantos hombres y mujeres que hoy y mañana escogerán sufrir por la verdad antes que hacer sufrir a la verdad. 

Creo en los santos anónimos que derraman nobleza, desinterés, generosidad, bondad.

Creo firmemente en la necesidad de la vida consagrada, en la necesidad del sacerdocio.  Creo en los santos con hábito y sotana.  Creo en los santos con breviario y Rosario en la mano.  Creo en los santos que ayunan y rezan mucho.  Creo en los santos que no temen estar de rodillas ante El Santísimo Sacramento.  Creo en los santos de comunión frecuente.  Creo en los santos de confesión frecuente.  

Creo en un mañana lleno de santidad, creo en una nueva primavera de La Iglesia, creo en los nuevos religiosos, religiosas y sacerdotes que no tienen miedo de entregarse totalmente a Jesucristo. 

Creo que es posible hacer de la vida un holocausto para Dios, creo que es posible ser santos. 

Creo en Jesucristo, Él es todo eso para mí.

Señor, aquí me tienes.  
Mi vida es poca cosa.  Pero te la vuelvo a dar.  
Renuevo mis votos ante Ti: Soy tuyo, ahora y siempre.  
Aquí tienes mi corazón, es para Ti.  
Que mi vida sirva para consolar tu Sagrado Corazón.
Yo te amo.  Tú eres todo para mí.
Amén.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelentes palabras Pater, que Dios lo siga bendiendo, rezamos por Uds.

Anónimo dijo...

Gracias Padre, cuanto bien hacen sus palabras. Seguiremos adelante, pediremos por toda la Iglesia nstra Madre, por Ustedes Sacerdotes para que extiendan el buen olor de Cristo. Ustedes los Buenos son el Bosque que crece en silencio pero que oxigena el mundo, y no permite que el aire se envicie por completo. Es verdad estamos sumamente dolid@s por estas circunstancias, sobre todo si los hemos tenido tan cerca y en tal alta estima. Gracias Padre nuevamente. También por su Fidelidad a Dios. Reze por nosotras

Anónimo dijo...

Que Dios lo bendiga querido Padre!!