Alguien
dijo por ahí que cuando se deja de creer en Dios (Dios revelado por
Jesucristo), se comienza a creer en cualquier cosa. Creo que es una afirmación muy acertada. Y más todavía en estos tiempos en que con
facilidad se oye hablar de cosas extrañas a la tradición cristiana:
vibraciones, auras, magnetismos, energías, chakras, etc. Y es todavía más sorprendente que quienes
usan este vocabulario o creen en lo que éste supone, se definen creyentes y
católicos. ¿Es sólo una cuestión de
“nuevo lenguaje”? Pienso que el lenguaje
sólo transmite lo que de fondo se cree.
Creer
en este tipo de cosas ya mencionadas no sólo es “un modo de decir”, es falsear
la auténtica fe cristiana y católica. Por
principio: Dios no es una energía, es un ser personal que me ama y te ama. Dios no es una conciencia, es amor. Y amor con A mayúscula: Amor. Pero no es sólo una idea, un “sentimiento”,
un vago éter, un gas, un fluido especial.
Dios es un ser personal, inmenso, amable, creador, supremo, infinito,
más grande que la vida misma.
Si
Dios fuera una energía, simplemente, queda de lado Jesucristo, queda de lado su
pasión, muerte y resurrección, no hay un pecado que redimir, no hay un redentor
que esperar y aceptar, para qué tanto lío con la oración y la Biblia…
Si
la vida espiritual fuera un continuo buscar vibraciones, entonces ya para qué
confesarse, para qué convertirse del pecado, es inútil la gracia de Jesucristo,
no tienen ya espacio los sacramentos…
Si
lo más importante que puede hacer un creyente es “limpiar su aura”, pues
entonces a creer también que los santos fueron gente de aura refulgente; a
creer que tener vida espiritual es hacer de todo: yoga, meditación
trascendental, mentalismo, canalización, meditación zen, hipnosis, para limpiar
la bendita aura y activar la “conciencia”…
Si
lo más importante es atraer energías con la mente, entonces Jesucristo era un
mentalista (Y, que yo sepa, Jesucristo no fue un mentalista ni un iluminado, ES
DIOS ENCARNADO).
Es
la tentación de atrapar a Dios con la mente y lograr la iluminación con las
meras fuerzas humanas, ¿el resultado?: Somos pequeños diosecillos vagando por
este mundo. Es la vieja tentación humana
de creer que la mente, el intelecto, las ideas o las fuerzas humanas pueden
permitirnos llegar a ser como Dios. ¿Recuerdan
la vieja tentación de la serpiente al ser humano? (“Seréis como dioses”). En filosofía se le llama así: GNOSIS. En el ambiente teológico clásico de la fe
católica se le llama: Herejía del gnosticismo.
El viejo gnosticismo de hace muchos siglos con disfraz moderno y “cool”,
gnosticismo light, gnosticismo “pipirinais”, gnosticismo pituco, para “sentirse
bien”, gnosticismo que te da “level”.
Escribiendo
de todo esto, se me viene a la mente lo que significa la palabra “diablo”
(diabolós), en lenguaje griego: el que lo confunde todo, el que engaña. Y creo que el diablo hace un trabajo casi
perfecto hoy en día, tan sutil como para lograr reducir o confundir lo que se
llama vida espiritual con unas técnicas o unos métodos para relajarse y
sentirse bien.
Tan
confundidor es el diablo que logra hacer que se confunda el poder de la gracia
de Jesucristo con el resultado de una práctica humana para tener “mejor calidad
de vida”.
Tan
confundidor es el diablo que logra confundir la vida mística con la mentalización
o la visualización de “cosas buenas” que vas a atraer con la mente si las
piensas bastante y “con todas tus fuerzas”.
Tan
confundidor es el diablo que nos hace pasar por vida eterna lo que no es más que un extraño éter o gas
soporífero.
Y
en medio de la confusión que logra imponer el diablo (satanás, lucifer, demonio,
serpiente antigua), siempre queda borrada del mapa la Cruz de Jesucristo,
siempre. Pues la Cruz de Jesucristo, el
Crucifijo, es el antídoto contra todas las jugadas maliciosas de quien es
mentiroso por naturaleza. Allí donde se
pretende instaurar una vida espiritual sin referencia a la Cruz de Jesucristo,
ahí no hay verdad, ni libertad, ni perdón de los pecados, ni hay salvación: no
hay gracia ni conversión.
Quien
cree en magnetismos, vibraciones, auras y energías no entiende, de hecho, al
Crucificado, ni entiende la Redención de Jesucristo. Quien está pegado a creencias tan excéntricas
no ha entendido la espiritualidad que se deriva de la Cruz de Jesucristo:
Obediencia, humildad, pobreza, pureza, generosidad, sacrificio, abnegación,
mortificación, perdón, servicio, desinterés personal, etc.
Y
claro, resulta mucho más cómodo creer en energías, en vibraciones y magnetismos
porque nada de eso compromete, nada de eso obliga a nada, nada de ello nos pide
sacrificio de nada. Es una solapada
religión y espiritualidad del sentimiento, de la “percepción”, es la “intuición”
elevada a categoría de divinidad. Adoración
de uno mismo: idiotez, idolatría, soberbia camuflada.
Los
fenómenos y juegos mentales no dan salvación.
“Atraer energías” jamás te dará vida
eterna, jamás te dará salvación. La conversión de la propia vida siempre
será necesaria para quien afirma creer en Jesucristo. No se trata sólo de atraer “fuerzas positivas”,
se trata de identificarse con Jesucristo, vivir su propia vida, seguir sus
inspiraciones, sus mandamientos, su ley: Obedecerle.
El
creer que “todo está en la mente” es caer en el juego, en la trampa de la
serpiente antigua, del diablo, y cortarse la posibilidad de contacto con la
gracia redentora de Jesucristo.
Como
cristianos creemos firmemente en el absoluto de Jesucristo, creemos firmemente
en que cada palabra suya es un absoluto, que cada voluntad suya es absoluta,
que cada ejemplo, que cada consejo suyo, que cada actitud suya es ley para
nosotros, es absoluta.
Convertirse
será siempre mucho más comprometedor que hacer ejercicios para “crecer en la
conciencia cósmica”. Convertirse será abrir
el corazón para suplicar y recibir la gracia de Jesucristo, será un cotidiano identificarse
con Jesucristo gracias a Su Poder, confiados en Su Palabra, comprometidos en
corresponder con empeño personal diario.
Y
también es verdad que siempre es tentadora una “espiritualidad” o una “religión”
que a nada de ello te obliga, que no te pide ninguna renuncia, que no te pide
ningún sacrificio. Esas espiritualidades
y “religiones” no son de Dios, aún cuando momentáneamente nos hagan “sentir
bien” y “relajados”.
Es
una trampa diabólica el creer que lo máximo en la vida es “sentirse bien”. Así se acaba pensando también que “la vida es
ahora”, que no hay más vida que ésta.
La
Cruz de Jesucristo no se nos ha dado para sólo sentirnos bien. Jesucristo nos quiere dar vida eterna,
santidad total, felicidad sin límites. Y
eso es infinitamente más que sólo sentirse bien. Y la salvación que nos trae Jesucristo es una
gracia que se consigue a caro precio. Y “caro precio” significa adhesión total,
obediencia en la fe, renuncia y abnegación, sacrificio de lo más querido o asumir
lo más difícil por amor a Él, ofrenda constante de lo que toca nuestra
carne. Esa es la espiritualidad que se
deriva de la Cruz de Jesucristo. Ese es el camino de la salvación.
No. Jesucristo no fue un vendedor de juegos
mentales, ni el Evangelio es sólo un librito para alcanzar relajación, ni los cristianos somos personas drogadas o encerradas en un
soporífero mundo de energías y atracciones. La fe cristiana es muy distinta a esta maraña de creencias que no tienen bases serias.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario