sábado, 24 de diciembre de 2011

Hay un Niño que está llorando... es Navidad.

El siguiente artículo fue publicado en el Boletín de Children of Medjugorje, organización dirigida por Sor Emmanuel Mayllard, gran propagadora de los mensajes de la Reina de la Paz. Este artículo que creo conveniente publicarlo tal cual, no tiene pierde. Que nos sirva de meditación en esta Navidad.

Esta imagen del Niño Jesús posee una historia poco banal. Un franciscano de Cava dei Tirreni (cerca de Salerno, Italia) va a Israel en octubre de 2010, encuentra esta imagen y la compra de inmediato. Una vez de regreso en Italia, deja el paquete en una habitación del convento y se acuesta. Al día siguiente, una voz muy suave lo despierta: “¡Ábreme, me ahogo!”. Se turba, pensando que es la voz de su difunta madre. Después abre el paquete que había traído de Israel. ¡Y hete aquí que la imagen había llorado lágrimas de sangre! Llama a su obispo, que aquel día estaba justamente en el convento. También él constata las lágrimas bien frescas que surcan el rostro de Jesús. De inmediato se convocan a las autoridades, expertos, etc.… Se efectúan minuciosos análisis que comprueban la autenticidad del hecho. No hay truco alguno. Se trata de verdadera sangre humana, con las mismas características que la del Santo Sudario de Turín. Un año más tarde, el 24 de octubre de 2011, la imagen es expuesta para la veneración de los fieles.
Se aproxima la Navidad y ya hemos preparado el pesebre. El Niño Jesús será colocado allí y nos reuniremos en familia para venerarlo, adorarlo y maravillarnos por su venida entre nosotros. ¡Sin embargo, hace un año, este Niño lloraba lágrimas de sangre! ¿Por qué se ahogaba en su caja? Dijo: “Lo que hagan al más pequeño de los míos, a mí me lo hacen”. ¿Qué hemos hecho? o ¿qué hemos omitido?
Hemos hermoseado la historia de Navidad, engalanamos el pesebre con guirnaldas, lo iluminamos con luces de colores (no había luz allí), lo hemos convertido todo en algo muy agradable de contemplar. Pero podemos cuestionarnos: “Niño Jesús, tú, si nos hablaras hoy, ¿qué nos dirías? ¿por qué lloras? ¿qué nueva angustia mortal te hace derramar lágrimas de sangre? ¿en qué nuevo Getsemaní está sumergido tu adorable corazoncito que no es más que amor?Cada uno imaginará su respuesta. Pero estas lágrimas no deben escapársenos, ¡nos sacuden! Sí, ¿qué hemos omitido? ¡Más que nunca tenemos ocasión para enjugar el rostro de este Niño! Todos podemos secarle al menos una de sus lágrimas de sangre. Y esto simplemente por una oración hecha con el corazón, por un ayuno ofrecido por una madre que piensa abortar a su bebé, por una visita a un vecino afligido por la soledad, por una ofrenda discreta a una madre de familia que pasa necesidad… El Niño Jesús es tan humilde que lo acepta todo, ¡hasta el más mínimo gesto de afecto! El 25 de diciembre, ¿no es por cierto SU aniversario? ¿No tiene acaso derecho a ocupar el primer lugar en nuestras celebraciones y a que los regalos más hermosos que rodeen nuestro árbol de Navidad sean los suyos?

Niñito Jesús, por tu inocencia, ¡ven a sanar nuestros corazones que asfixiados por las vanas preocupaciones del mundo! No queremos dejarte gimiendo encerrado en tu caja mientras nos pavoneamos lejos de ti. Todo lo contrario, ¡te abrimos nuestras puertas de par en par! Queremos que estés con nosotros en todo tiempo y lugar, queremos llevarte en nuestro corazón herido como el Niño de la casa del cual estamos orgullosos. Porque “eres el más bello de los hijos de los hombres y en tus labios se derrama la gracia” (Sal 44,3). No tengas miedo, Niño Jesús, no te haremos ningún daño, quédate con nosotros, ¡sin ti estamos acabados! ¡Tú eres nuestra alegría y nuestra gloria!
(Sor Emmanuel)

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