domingo, 8 de febrero de 2009

¿"Pare de sufrir"? (1ra parte)

Todo dolor humano merece el mayor de nuestros respetos. Nada más sagrado que una persona que sufre. El dolor y el sufrimiento son realidades que a todos nos tocan en algún momento de la vida y para no pocas personas pareciera que se convierten en perennes compañeros de camino.
No pretendo yo dar explicaciones o razones sobre el por qué del dolor y el sufrimiento. Las raíces del mal en nuestras vidas quedan siempre desconocidas, son, en lenguaje de fe, un misterio: Dios nos revelará los porqués de todo lo sufrido el día en que compareceremos ante Él.
Yo no conozco todos los dolores del mundo, ni los he sufrido, ni me será posible jamás sufrirlos todos: sólo Jesucristo el Señor ha sido capaz de experimentar en su cuerpo y en su alma todo el dolor y el sufrimiento del mundo, de cada ser humano, desde el primero en la tierra hasta el último que nacerá al final de los tiempos, sólo Él ha sido capaz de llevar todos los dolores y sufrimientos de cada ser humano, fruto -las más de las veces- del pecado propio o del pecado ajeno. Por ello, al contemplar la pasión infinita de Jesucristo podemos tener una luz para entender mejor -en la medida de nuestras posibilidades- el dolor o el sufrimiento que podemos llevar o que llevan los seres a quienes queremos.
Al mirar la pasión de Jesucristo nos damos cuenta de algo: el dolor y el sufrimiento no pueden ser una maldición, no pueden constituir una "mala suerte" sino una posibilidad para dar la vida. Jesucristo nos ha mostrado con su ofrenda voluntaria que el dolor y el sufrimiento pueden abrir camino a la esperanza, que pueden ser el punto de partida de corazones más grandes y de almas nobles. Porque Dios, el Padre, no ha querido enviarnos a Jesucristo para ahorrarnos el sufrimiento sino para decirnos que a partir de él, todo serhumano que sufre puede sentirse acompañado por Alguien que antes de todos ha llevado en sí mismo todos los dolores del mundo y se ha cargado con todo el sufrimiento humano. Y Jesucristo nos muestra que el dolor y el sufrimiento podrían causar la muerte de cualquiera pero que jamás lo podrían aniquilar como persona, por ello su resurrección verdadera.
Sé muy bien que una cosa es hablar del sufrimiento y otra muy distinta es vivirlo y sentirlo. Sin embargo creo que eso no quita la posibilidad de una reflexión de esperanza desde la persona de Jesucristo y desde su palabra.
Es verdad que Dios no quiere que sus hijos sufran sin más, es verdad que debemos hacer todo lo posible para que menos hermanos nuestros sufran, que debemos invertir nuestras fuerzas y capacidades para aliviar a los que más sufren, sin embargo cuando ya no es posible, humanamente hablando, hacer algo más, tendremos que reconocer en la realidad oscura de l dolor y el sufrimiento una misteriosa invitación-obediencia de parte de Dios mismo a acompañarle en su pasión que no termina, que no ha terminado.
Porque Jesucristo sigue viviendo su pasión y sigue ofrendándose al Padre en Pascua Eterna.
Con esto no podemos concluir pensando tampoco que la fe cristiana y católica en particular es adoración del sufrimiento por el sufrimiento, no! Simplemente somos conscientes de que el sufrimiento puede ser camino de ofrenda, de redención personal y redención para todos, que el sufrimiento puede ser camino de perfeccionamiento incluso. Gracias al hermano sufrimiento muchas veces nos convertimos en personas más misericordiosas, más comprensivas, más tolerantes, más caritativas, más nobles, más cercanas a sus hermanos. Todo depende de cómo queremos enfocar nuestros propios sufrimientos y dolores.

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