lunes, 16 de febrero de 2009

¿"Pare de sufrir"? (2da parte)


Por lo mismo que la persona que sufre es alguien que se convierte en un compañero del Crucificado, alguien que se hace, si cabe la frase, más sagrado, merece todo nuestro respeto y por ello muchas veces -lo sabemos- lo más que podemos hacer es acompañarle en silencio... Porque frente a lo sagrado lo que nos queda es callar y contemplar.

Todo aquel que sufre se queda un poco en soledad en medio de su sufrimiento, los demás desde fuera le vamos acompañando tratando de sintonizar con su dolor, de decirle de mil maneras que le estamos cerca, que no es el final, que quizá sea el paso duro y obligado para ensanchar más el corazón, para hacer más noble la propia alma, que desde Jesucristo todo sufrimiento no es un sinsentido.

Jesucristo probó el sufrimiento y nos dice la Sagrada Escritura que "aprendió sufriendo a obedecer". Será entonces que el sufrimiento se hace aprendizaje, nos brinda -si es bien llevado- una cierta perfección humana, nos enseña a obedecer. No es pues un castigo ni una mala suerte el sufrir si sabemos que Alguien está a nuestro lado, que existe Alguien que -como nadie- ha probado antes la angustia y el dolor, la soledad, la incomprensión, el saberse no-amado, la oscuridad, el desaliento. Ese Alguien tiene nombre propio: Jesucristo el Señor.

Y el sufrimiento puede hacerse ofrenda cuando escapa a nuestras manos el poder superarlo, el poder mitigarlo, el poder desaparecerlo. Ese es el camino cristiano: hacer de los propios sufrimientos una ofrenda a Dios, una ofrenda por nuestra propia redención y por la salvación de muchos hermanos que seguramente lo necesitan.

Desde hace algún tiempo se me ha hecho muy sugerente esta frase de San Pablo en una de sus cartas: "Completo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo". ¿Acaso falta algo a la pasión de Cristo? La pasión de Cristo ha sido completa y real, de eso no hay duda. Sin embargo "lo que falta" a la pasión de Cristo podríamos interpretarlo como los dolores y sufrimientos -la pasión- que lleva consigo el cuerpo místico de Cristo, es decir: La Iglesia, que somos cada uno de nosotros, cada uno en particular. Preguntémonos entonces:

¿Acaso Jesucristo nació con una parálisis cerebral?
¿Acaso Jesucristo sufrió la infidelidad de su cónyuge?
¿Acaso a Jesucristo lo echaron del trabajo injustamente?
¿Acaso a Jesucristo le quitaron la casa en la que vivía y que construyó con el ahorro de toda su vida?
¿Acaso Jesucristo sufrió abuso sexual en edad temprana?
¿Acaso a Jesucristo le humillaban todos los días en su propia casa?
¿Acaso Jesucristo sufrió al ver que sus padres se divorciaban por puros egoísmos?
¿Acaso Jesucristo tuvo que trabajar por un sol cada día?
¿Acaso Jesucristo padeció la depresión?
¿Acaso Jesucristo comía de la basura que otros tiran a la calle?
¿Acaso Jesucristo tenía poliomelitis?
¿Acaso Jesucristo nació con el síndrome de Down?
¿Acaso Jesucristo tuvo que trabajar sin que luego le pagasen nada ni le reconocieran nada?
¿Acaso Jesucristo tuvo un cáncer que le robó la juventud?
¿Acaso Jesucristo murió atropellado por un chofer ebrio?
¿Acaso Jesucristo tuvo que vender su cuerpo para que se beneficie una mafia?
¿Acaso Jesucristo tuvo que experimentar la muerte de un ser al que amaba con toda su alma?
¿Acaso Jesucristo fue abaleado por un terrorista?
¿Acaso Jesucristo intentó suicidarse varias veces porque no encontró apoyo de nadie en la vida?
¿Acaso Jesucristo tuvo un hijo o hija drogadictos?
¿Acaso Jesucristo tuvo que ver con dolor cómo su hijo o hija se perdía moralmente aún cuando le dio todo para que sea una persona de bien en la vida?
¿Acaso Jesucristo fue uno de los miles de huérfanos y abandonados por la violencia terrorista?
¿Acaso a Jesucristo le esterilizaron porque era pobre, porque a los ricos no les daba la gana de compartir sus riquezas y preferían que haya "menos gente" en la tierra?
¿Acaso Jesucristo tuvo que soportar a un cónyuge que le pegaba cada vez que se emborrachaba?
¿Acaso Jesucristo tuvo que sobrellevar maltratos por calumnias y envidias humanas?
(Añada cada quien otros sufrimientos nuestros de cada día)

Es verdad que en su carne, en su cuerpo físico, Jesucristo nunca sufrió estas cosas estando entre nosotros. Somos cada uno de nosotros los nuevos y pequeños cristos que vamos completando en nuestras frágiles vidas los dolores que faltan a la pasión de Cristo.
Porque es Él quien sufre en nosotros todo lo que nos toca sufrir.
Porque Él no ha dejado de sufrir y padecer por nosotros.
Porque su pasión y su muerte es infinita.
Porque cada uno de nosotros es importante para Él.
Porque la humanidad no se salva de otro modo sino sufriendo y dando la propia vida, consumiéndola por Él, por los hermanos, por todos.
Por ello en cada hermano que sufre, sufre el mismo y el propio Jesucristo.

Pero eso no quiere decir que debemos aceptar todas las injusticias que existen, NO.
Aceptamos y sobrellevamos lo que no nos es posible superar o sanar, lo que ya resulta humanamente imposible de revertir. Pero si sabemos que hay personas sufrientes que podemos curar, sanar, reformar, redimir, liberar, rescatar, entonces debemos hacerlo, debemos ir en su ayuda, debemos defenderlas y protegerlas de los que les hacen sufrir.

Porque,
¡Ay de aquel que causa sufrimiento en el más pequeño de sus hermanos!
¡Ay de aquel que abusa del pobre!
¡Ay de aquel que abusa y ofende al indefenso!
¡Ay de aquel que abusa del inocente, del que es frágil!
¡Ay de aquel que abusa del pequeño!
¡Ay de aquel que abusa de aquel que está desprotegido!
Jesucristo sufrirá en el pobre, en el indefenso, en el frágil, en el desprotegido, en el inocente, sí. ¡Pero pobre de aquel que le haya causado sufrimiento, angustia, dolor y muerte!

Hagamos todo lo posible para mitigar el dolor de los hermanos, de cualquier hermano o hermana.
Jesucristo sufre, padece y ofrenda su vida en cada uno de ellos.
Tenemos todo el derecho de buscar soluciones y curas a nuestros sufrimientos, Dios nunca se opone a ese respecto, para ello están la medicina, la psicología, la psiquiatría, la pedagogía, la consejería espiritual, el sacramento de la confesión, la amistad verdadera, el cariño sincero, la cercanía, las leyes, etc. Sin embargo, cuando todo ello se hace insuficiente y el dolor permanece podemos también pensar en un nuevo camino que podemos recorrer en sentido de ofrenda y hasta puede convertirse en camino de realización, de plenitud personal.

Y ahora, ¿será una mala suerte el sufrir cuando nos toca ese temido turno en la vida?

Cada quien tiene la palabra.

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