martes, 18 de septiembre de 2007

Entre bostezo y bostezo (1º parte)

Hace varios años, José Luis Martín Descalzo escribió un artículo que tituló sabiamente "La cruz y el bostezo" el cual leí no sólo con atención sino con emoción. No pretendo copiarlo ahora sino sólo desarrollar una intuición que él, inolvidable escritor católico, compartía en aquel entonces.

Primera escena:
Un templo católico en día domingo, abarrotado de gente (por lo menos eso pasa en latinoamérica), chicos y grandes llegan y buscan un sitio, se santiguan y se ubican.

Segunda escena:
Sale el presbítero y sus ministros de altar para comenzar la Eucaristía, se canta y comienzan los ritos como de costumbre.

Tercera escena:
Los fieles sentados. Muchos de ellos que entraron riéndose ahora están con rostro impasible. Otros están con la mirada perdida. Otros tienen los ojos casi en blanco. Las tres señoras de al fondo se ponen la mano sobre la boca para que no se les vea las amígdalas al bostezar. Aquel señor de traje y corbata "plantó el pico", está dormido. Esa familia que está casi adelante en pleno tiene a tres de sus miembros con los ojos en blanco... por el sueño.
Cuarta escena: La misa ha terminado. El que sale primero gana. Otra vez las risas y los deseos locos de alejarse lo más pronto posible de un lugar que inspira... aburrimiento y bostezo. Qué bueno que el padre de turno sólo demoró treinta minutos (treinta insufribles minutos... piensa el señor de traje y corbata).

¿Es un templo imaginario?
Pues yo digo sí, cada quien verá.
Sí, es verdad. Yo mismo -siendo sacerdote- he escuchado homilías y sermones que realmente me han causado repulsa y también he observado cómo algunos de mis colegas celebran la misa sin el más mínimo brillo ni entusiasmo por las cosas de Dios. Sí, yo he experimentado la sensación de querer salir corriendo de algunas concelebraciones que si no fuera por el ex ópere operato diría que no valían para nada o que a lo mucho valían para quitar la fe.
Pero no es ahora el momento de tirar piedras a mis hermanos que presiden la celebración eucarística, no pretendo aquello.
Mi pregunta es mucho más amplia y quizá atrevida y es ésta: ¿Por qué la fe, la práctica religiosa, nos produce muchas veces esa especie de piadoso aburrimiento? ¿por qué no son pocas las personas que ya vienen como programadas -mentalmente- para aburrirse en la misa? ¿Por qué debemos poner los gestos -y no sólo los gestos- de aburrimiento cada vez que se tocan los temas de fe?
En mi condición de presidente de la celebración eucarística en especial los domingos he podido observar cómo hay gente que entrando en el templo se prepara a no entender nada y a no escuchar nada, esos que se acurrucan en las bancas para realizar el precepto del descanso dominical... en misa.
El P. Martín Descalzo consideraba, en el artículo mencionado, la escena aquella en la que Jesús moría en la cruz mientras que a sólo unos metros de él habían cuatro soldados jugando a los dados para matar el aburimiento. Uno que moría salvando a todo el mundo y a sus pies nomás cuatro hombres aburridos sin comprender ni saber nada. La cruz y el bostezo tan cerca, tan cerca.
Yo sospecho que algo parecido nos suele pasar a los creyentes, fieles y sacerdotes, seglares y religiosos, cumplidores y lejanos, piadosos y "modernos". Estamos a sólo unos metros del misterio más grande -los presbíteros lo tenemos entre manos- pero no nos damos cuenta, bostezamos aburridos, nos son necesarios los innumerables dados que nos hemos inventado para tener un poco de alegría (cada uno puede enumerar esos "dados modernos").
Yo sé que más de uno podrá pretextar que el padrecito de su parroquia es muy aburrido, que no predica bien, que no tiene conocimiento de la liturgia, que no sabe expresarse, que no se le entiende, que ya está muy viejito, que está muy apurado siempre, que es muy elevado en sus explicaciones, y un largo etcétera. Siempre habrá algún defecto en el sacerdote de turno. Pero sospecho que las más de las veces esas razones son sólo excusas, que en verdad no se cree o en el mejor de los casos se cree poco en Jesucristo.
Me permito contar algo de mis tiempos de estudios teológicos. Teníamos un profesor de teología que era una real eminencia en la materia, tenía varios títulos académicos, extranjero, cultísimo como él sólo. Confieso que sus clases se me hacían insufribles como insufribles son -dicen- los martirios chinos. Por más que trataba no podía seguir bien la hilación de sus discursos, sentía que mi cabeza se hacía un nudo y no podía. Las más tristes veces me quedaba medio dormido (ayyy vergüenza mía). Pero en general me ponía a pensar en otras cosas, hasta hacía mi oración. El tono de voz de nuestro profesor era casi siempre lineal, no tenía buen desempeño como orador, su método era muy simple: hablar y hablar y hablar. A tal punto llegó el hecho que se fue forjando en mí una predisposición a no entender, a no querer entender. Cierto día luego de una clase insufrible con dos largas horas que parecían no acabar nunca -con ganas de desahogar mi frustración- le pregunto a una religiosa: ¿qué le pareció la clase? Y cuando me imaginaba un drama igual que el mío me dijo con tremenda alegría: «¡Excelente! ¡Me ha gustado la clase! ¡La he entendido de principio a fin!». Demás está decir que quedé igual que el Líbano luego de un bombardeo israelí. Pasaron los días y con las pocas neuronas lúcidas que tenía me puse a observar cómo hacía esta religiosa para seguir la clase, allí me dí cuenta lo que significa tener INTERÉS por algo, lo que significa mostrar ATENCIÓN a lo que se nos muestra, lo que significa capacidad de búsqueda de la verdad. Aprendí mucho. Las clases se me convirtieron primero en combate, en lucha, luego en búsqueda y finalmente en gusto por conocer y saborear la verdad.
Yo he pensado muchas veces que alguien nos ha metido en la cabeza como un dispositivo, una predisposición a no querer entender las cosas de la fe, una predisposición al aburrimiento cuando se trata de Dios, una especie de "resignación" (qué palabra más horrible, incluso usada en ambientes piadosos) ante algo que si bien no nos alegra "de algo nos servirá". La fe no es aburrimiento piadoso.
Estamos medio dormidos a la verdad. No nos interesa demasiado. Tenemos muchas cosas más importantes y más urgentes en las cuales pensar, por las cuales luchar, de las cuales vivir, al fin y al cabo "una cosa es la fe y otra cosa muy distinta es la vida práctica, no?" Y es así que Dios sigue con ese mote que le hemos puesto -infames- a sus espaldas: ABURRIDO. Y por eso no le aguantamos cinco minutos más, por eso no aguantamos ningún precepto más, por eso consideramos una ofensa inmensa una celebración extensa de la fe. Por eso seguimos bostezando ante el misterio, ante la vida. Por eso a dos metros de nosotros está la felicidad pero no, no la vemos, preferimos seguir bostezando tranquilos -prudentes- evitando todo aquello que turbe nuestra paz... que yo llamo aburrimiento.
¿Podremos despertar?
¿Tendremos el valor de hacerlo?
¿Entenderemos que Dios es alegría de manantial?

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola Padre! estas esenas son muy comunes en las iglesias, yo personalmente me molesto mucho cuando veo a muchas personas contando los cuadraditos de los vitrales o viendo cuanta tela de araña hay en el techo, en vez de prestar atencion a lo mas grnadioso y magnifico acontecer de la misa pero claro es evidente que el problema es que no entienden lo que ven, la gente esta acostumbrada a los shows y no comprenden que la misa no es para entretenernos sino para alabar a Dios. cuando yo era pequeña tambien me aburria mucho, si no fuera por que en catequesis me obligaban a ir yo no iba, mas adelante cuando comence a entender, me di cuantea de lo importante que es y de lo afrotunada que soy en formar parte de la iglesia y poder participar de ella, pues ante mis ojos el mismo Dios se entrega por mi, puedo ver y tocar al que lo es todo.
Por eso es solo cuestion de interesarce y concocer bien lo que sucede y ya no se aburriran.
bueno un saludo en Cristo
Mercedes