Hace
varios años escuché, en una clase de teología, la frase “religiones a la
medida”. Este tipo de “religiones” son
más que nada inventos a la medida del capricho, remedos de espiritualidad,
corresponden a nuestras ansias de gozar de una religión que nos dé lo que más
nos gusta, lo que satisface nuestros gustos y nada más. Y es que los humanos no pocas veces nos
inventamos también religiones a la medida de nuestros caprichos o a la medida
de nuestros intereses, que en estos casos son muy poco espirituales.
Por
este tiempo he venido meditando seriamente en lo que Nuestra Madre del Cielo,
María Santísima, nos viene insistiendo a menudo en sus mensajes desde
Medjugorje. Son ya varias las veces en
que ha insistido sobre la necesidad de orar por los pastores de La Iglesia (El
Papa, los obispos, sacerdotes y religiosos).
Ha pedido también de amarlos y no juzgarlos.
Y
precisamente aquí se ubica esta reflexión: en el hecho de que si a veces nos
inventamos religiones a la medida de nuestros gustos o preferencias, podemos
también caer en el error de buscar pastores a la medida de nuestros caprichos o
a la medida de nuestras ideas o preferencias.
Y en verdad, detrás de toda religión o espiritualidad a la medida está
un pastor a la medida de nuestros intereses.
Y
si nos dejamos llevar fácilmente por nuestros caprichos o si vamos buscando
algún interés humano o alguna ventaja o si vamos buscando algo o alguien para
justificar nuestros errores o pecados, pues también podemos buscar y encontrar
pastores a la medida de nuestras volubilidades.
Y entonces si tal pastor me dice algo que no me gusta entonces buscaré
otro que sí me diga lo que quiero escuchar, si tal sermón me resulta incómodo,
aunque sea verdadero, buscaré un sermón más “light”, si tal adhesión me resulta
muy comprometedora, buscaré otra menos comprometedora, etc.
Me
impresiona bastante el constatar que no poca gente con cierta vida espiritual
va buscando pastores a la medida: a la medida de sus propias visiones
personales, de sus propios egoísmos y cerrazones. Tampoco Jesucristo llegó a colmar las
expectativas de los fariseos y herodianos, por citar sólo dos grupos religiosos
de su tiempo. Jesucristo no era un
pastor a la medida de ellos.
Y
bien fácilmente nos sale criticar por lo bajo, lanzar alguna acusación,
deslizar algún cuestionamiento a nuestros pastores, tacharlos por sus
opiniones, poner o someter a debate sus declaraciones, poner en discusión sus
enseñanzas. Buscamos muchas razones:
desde el hecho de que no nos guste su sonrisa hasta el hecho de que habla muy
fuerte o no es tan democrático como otros y un largo etcétera.
Y
sin embargo ahí esta María Santísima, la Reina de la Paz, para decirnos que
amemos a nuestros pastores, que oremos por ellos, que no los juzguemos…
Tanto
nos cuesta entender que Dios tiene voluntades muy concretas, aunque nos
resulten duras de cumplir. Tanto nos
cuesta entender la obediencia. Tanto nos
cuesta la humildad.
Dios
nos conceda la gracia de no seguir nuestros caprichos, de no seguirnos a
nosotros mismos sino a Jesucristo por medio de la obediencia a nuestros
pastores de Iglesia.
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