domingo, 1 de marzo de 2009

¡Cuando cuatro amigos se juntan!

- ¡Por favor señora, hágase a un lado!

La doña no se daba por enterada, nadie le quitaría la oportunidad de escuchar a ese joven Rabí tan afamado. La entrada estaba atorada de gente, nadie se movía, ni se daban por enterados de que detrás de ellos estaban estos cuatro trayendo a Pepe Lucho, sí, el paralítico de hacía años.

- Señor, disculpe, ¿puede darnos pase?
- Lo siento muchacho, yo llegué antes- Pero...
- Es inútil Juan, aquí nadie se va a mover
- Pero hombre, es que no les importa que...
- Tranquilo Juan, por algo será
- No, no. No me resigno, hombre, no es justo.
- ¿Y si...?
- ¿Qué estás pensando Carlos? Dilo.
- No sé. No nos vamos a ir de aquí sin que el Rabí...
- Claro, hay que ver la manera.
- La casa es de Don Pedro, es buena gente...
- ¿Y?
- No sé, yo digo: El techo. ¡Nos subimos al techo!
- Muchachos, no se preocupen, no...
- No hombre, de aquí no saldrás sino hasta que el Rabí te haya visto, él te va a curar, ya verás.
- Bueno, aquí nos jugamos el todo por el todo. Don Pedro está al fondo. Ni modo, no va a salir, el comprenderá que era necesario. Bueno, el techo se podrá arreglar después.
- ¿Qué? Pero cómo...
- Tranquilo, hombre, de esto nos encargamos nosotros...
- Claro, vamos pronto.

Y se subieron al techo Carlos y Juan, en tanto que los otros dos, Fred y Saúl iban levantando la camilla como podían. Juan ya se había conseguido unas sogas y cordeles.

A duras penas consiguieron subirlo al techo y allí estaba el pobre Beto viendo las estrellas más cerca ahora. Él no veía necesaria tanto alboroto... y eso que el alboroto recién iba a comenzar.

Carlos comenzó a sacar la sprimeras tejas sin hacer mucho ruido, Juan le siguió. De pronto ya estaban los cuatro arriba sacando tejas, haciendo el cálculo del lugar exacto. Y luego algunas maderas y esterillas afuera y ya se veía abajo al Maestro hablando de Su Padre.

Y fueron agrandando el boquete.

Los de abajo los miraban con cara de pocos amigos, otros se reían. El Maestro se sonreía y les hizo señas de bajarlo ya. Amarraron la camilla con los cordeles y ahí estaban los cuatro descolgando a su amigo con mucho cuidado. Nadie dijo nada.

Beto estaba asustado, ni moverse de temor podía. Hacía varios años que estaba así, sin mover un dedo, como un muerto si no fuera porque podía ver y oir perfectamente. Ahora se veía bajando y las estrellas alejarse un poco de él. Y el Maestro mismo lo recibió junto con Don Pedro y Santiago. Lo colocaron en el suelo. Los cuatro amigos desde el techo observaban todo.

- Por favor Maestro -pensaba Carlos- cúralo ahora mismo, mira que sólo tú eres nuestra esperanza.

El Maestro miró a los cuatro amigos sentados en el techo, al pie del boquete y dijo:

- Dichosos los que tienen cuatro amigos de verdad, porque ellos podrán sanar de sus parálisis y podrán tener vida nueva.

Y mirando al paralítico le dijo:

- Levántate, toma tu camilla y vuelve a casa, no necesitas más catequesis. Cuida a esos cuatro amigos, no los pierdas, la fe de ellos te ha salvado y su amistad es la que hoy te ha curado. Porque te digo que tus pecados están perdonados y desde hoy tienes la oportunidad de ser feliz haciendo el bien.

Y doña Emilia comenzó a aplaudir y todos le siguieron. El Maestro se sonreía y miraba a los amigos, los señalaba: "A ellos". Carlos y los otros tres estaban anegados de la emoción. Don Pedro por momentos pensaba cuánto le iba a costar reparar el techo.

El Maestro siguió hablando a los presentes, nadie se movía a pesar de estar ya bien avanzada la noche. Y mirando por el boquete las estrellas que tapizaban el cielo dijo: "Que brille vuestra luz sobre los hombres para que den gloria al Padre del cielo".

Y esa noche la amistad hizo el milagro. Porque Jesús curó a ese paralítico no por su fe necesariamente sino por la fe de sus amigos.

¿Quién nos diera tener cuatro amigos de verdad?
¿Qué no daríamos por tener cuatro amigos que tienen fe y... audacia?
Sí, dichosos los que tienen cuatro amigos de verdad, cuatro amigos con fe y audacia de verdad, por que ellos se curarán de todas sus parálisis.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por casualidad llegue a esta ventana Padre Israel, y lo que me gusta de este texto es la constancia y la perseverancia de los amigos de este joven paralítico que vencen toda clase de impedimentos para conseguir un bien para un amigo, como dice una frase, para el que tiene fe una muralla es una tela de araña, pero para aquel que no tiene fe una tela de araña es una muralla, pues si creemos que una cosa va a dar resultado veremos oportunidades, pero sino lo creemos sólo veremos obstáculos. Lo comparo con la obra que usted ha emprendido, que el Señor lo siga bendiciendo y acompañando en todo lo que realice.

Anónimo dijo...

Shalom!!!
Gracias, Dios te guarde, nos encomendamos a tus oraciones, y lo que se puede hacer, se hace.
Bendiciones.
P. Israel.