lunes, 1 de diciembre de 2008

Despertar ya!

Hace varios años un entrañable escritor católico, José Luis Martín Descalzo, en uno de sus tan esperados artículos -que ahora se encuentran también en la internet- afirmaba que por lo general los seres humanos vivimos dormidos nueve de cada diez horas de nuestra vida.
Esta afirmación me ha parecido bastante acertada y dramática.
Por lo general tenemos el alma dormida. Podemos tener los ojos abiertos pero podemos tener también el alma extraviada en otra dimensión. Será por eso que el mismo Jesucristo se encarga, en este adviento que hemos comenzado ayer, de insistir en el Evangelio que debemos estar despiertos, que debemos ser vigilantes, que ay de nosotros si el patrón viene y nos encuentra dormidos. Posiblemente el alma inmensa de Jesús se dio cuenta que la mayoría de los humanos vivimos dormidos aún con los ojos abiertos.
Posiblemente nos falta plena conciencia de lo que hacemos. Nos acostumbramos a vivir, nos acostumbramos a todo, incluso al mal, a la injusticia, al dolor, y cómo no, también nos acostumbramos a lo bello, a las cosas buenas y al final ya no las valoramos ni nos sorprendemos de todo ello, nos vamos anestesiando de vivir.
Quizá es también un mecanismo de defensa. Es que a veces la vida se pone dura y necesitamos adormecernos un poco para no impresionarnos demasiado o para no deprimirnos sin remedio.
Y así vamos jugando entre la conciencia y la inconciencia, entre el sueño y la vigilia del alma... nos vamos debatiendo en un estado de letargo, en una especie de standby humano. Tenemos la lucecita que dice "encendido" pero no estamos con los cinco sentidos a punto. Quizá en el indicador personal, en nuestra lamparita de "estado" aparece el icono aquel de esa luna: dormido, pero despierto; despierto pero dormido.
Cuánto necesitamos despertar. No es fácil lograrlo y menos vivir mucho tiempo con el alma despierta. Puede suceder que tengamos tiempos, horas, ocasiones de vigilia pero en suma la mayor parte de nuestra existencia la pasamos en un profundo sueño del alma, ronquidos incluidos.
Sospecho que son los santos, esos hombres y mujeres normales de ayer y de hoy, los que hicieron la apuesta de vivir concientemente. Ellos y ellas vivieron muy despiertos, estuvieron en vigilia permanente. Quizá por ello muchas veces nos han parecido exagerados, sino locos. Es loco aquel que se atreve a estar despierto en medio de un montón de gente dormida, como es un desquiciado el honrado en medio de ladrones.
Es una empresa muy exigente la de estar despierto siempre. Quizá por ello muy pocos lo han logrado de verdad. Estar despierto siempre implica también sentir más hondamente la alegría y el dolor. Y quizá eso nos aterra: preferimos dormir un poco para olvidar, para no recordar que sufrimos, para escapar de algún modo de nuestra dura realidad.
Y Jesucristo nos dice que despertemos, que estemos vigilantes.
Y Él sabe que nos cuesta mucho despertar, nos cuesta mucho velar y orar.
Y Él se apiada de nuestro terrible sueño del alma.
Y mientras dormimos él vela por cada uno, como si fuésemos el hijo único que está enfermo.
Y mientras demoramos en despertar él no se cansa de ninguno de nosotros.
Y Él no ha perdido la esperanza en nuestro despertar.
Y él sueña despierto en el momento en que viviremos despiertos para siempre en la eternidad.
Y mientras seguimos durmiendo él se hace centinela y no deja de gritar: "Despierten ya!!!"
No sabemos el día ni la hora en que Dios vendrá a nuestra vida, pero sabemos que cuando él venga nos traerá la paz del corazón y una alegría de manantial que curará nuestro susto y nuestro miedo de vivir.
Pero, ¿qué pasará si viene con todos sus dones y nos encuentra dormidos?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Padre, muy interesante la pregunta ¿Si Dios viene como nos encontraria? es para ponerse a pensar y reflexionar un poco sobre como estamos llevando nuestra vida si estamos entristeciendo el rostro de Dios llevando una vida desordenada o por el contrario lo estamos alegrado manteniendonos despiertos y en alerta, es dificil pero no imposible. solo hay que seguir adelante ofreciendo siempre lo mejor de nosotros a Dios y sin dejar que las cosas externas nos quiten la paz del corazón que solo El nos puede dar. Gracias Padre por tantas lecciones.
LG