viernes, 22 de diciembre de 2023

Es hora de volver a los pies del Señor


 Escribo en medio del tiroteo mediático que ha causado la reciente Declaración "Fiducia Supplicans" (FS), de la Congregación para la Doctrina de la Fe y refrendada por el Papa Francisco.

He leído y visto varias reacciones la FS. Las hay de todos los tipos y en todos los tonos.  Yo no escribo para sumarme a la tendencia actual del vedetismo eclesial reinante para desnudar mi alma y de paso ganar muchos seguidores.  

No me creo lo suficientemente sabio ni santo para juzgar -y menos condenar- lo que la Santa Sede he decidido publicar.  Pienso que Dios todo lo sabe y a Él nada se le escapa, y que si Él es quien lleva adelante la Iglesia y le da vida con Su Espíritu Santo, nuestros gritos desaforados o nuestras publicaciones furiosas poco le ayudan en Su Plan.  Sería propio de presuntuosos el creer que somos nosotros los llamados a salvar la Iglesia.  Y si así fuera, no se la salvará desde la falsa profecía engolada en el propio yo, ni se la salvará cayendo en la trampa de la contraposición ideológica.

Es el momento de orar y no de cacarear.  Las cosas las soluciona Dios y nosotros le ayudamos si oramos y confiamos en Él.  

Quien tenga vocación de profeta y justiciero -y la haya discernido adecuadamente en santidad y honestidad-, que proceda a lo suyo.

Pero tengamos mucho cuidado en no "pisar el palito" de la amargura y de la soberbia.  Porque así comenzó también, hace unos siglos atrás, lo que hoy conocemos como Protestantismo.  Y sabemos hoy que su iniciador no fue ni santo ni héroe, ni mucho menos constructor de algo mejor (véase la situación moral y doctrinal del protestantismo en general).

Si en lugar de enfurecerse y empapelar los medios con muchos 'dimes que te digo' en torno a este tema orásemos más, ya habríamos puesto en fuga el mal espíritu que se quiere apoderar de mucho ingenuo autoungido de pacotilla.

Es el tiempo de orar y sacrificarse en silencio.  Es el tiempo de estar a los pies del Señor intercediendo.  Es el tiempo de la santidad y no del palabreo.

Y puesto que así es, aquí lo dejo y me voy a Sus pies.

Volveré cuando a todos se les hayan acabado las balas y los misiles.

Hasta la vista.

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