jueves, 14 de noviembre de 2019

CUANDO SE JUZGA AL PAPA

Hasta el día de hoy he rezado, pensado y reflexionado. Es verdad: tampoco yo entendí lo que significaba aquel acto oracional en los jardines vaticanos, pero jamás me atreví a juzgar al Papa. He escuchado y leído a varios predicadores católicos que se han desgarrado las vestiduras ante lo que ellos consideraban un 'acto de idolatría'. Ayer mismo recibí de alguien un enlace de un artículo en el que un cardenal (ya conocido por su postura anti Papa Francisco) y un obispo (tristemente célebre por su actitud déspota y poco leal) instan al mismo Papa a pedir perdón por la idolatría que supuestamente estaría promoviendo a raíz de estos hechos relacionados con el Sínodo Panamazónico. Y lo curioso es que todas esas personas tienen mucha influencia en las redes y en el mundo cibernético de evangelización.

Hoy finalmente 'me llegó la luz' (Gracias Sor Karinita). Y esta luz me la ha traído un sencillo artículo de Mons. Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristobal de las Casas, México. Les comparto el artículo y luego diré algunas palabras más, si tienen la paciencia de seguir leyendo.

¿ES DIOSA LA PACHAMAMA? 
Monseñor Felipe Arizmendi, obispo emérito de la diócesis de San Cristóbal de las Casas en Chiapas, México, reflexiona en el periódico vaticano L'Osservatore Romano acerca de las imágenes de la pachamama presentes durante el Sínodo para la Región Panamazónica. 

VER
Gran revuelo han causado las imágenes o figuras que se usaron en ceremonias al inicio del Sínodo Panamazónico en los jardines de El Vaticano, en la procesión inicial desde la Basílica de San Pedro al Aula Sinodal, en las que participó el Papa Francisco, y después en otras iglesias de Roma. Algunos condenan estas acciones como si fueran una idolatría, una adoración a la “madre tierra” y a otras “divinidades”. Nada de eso hubo. No son diosas; no fue un culto idolátrico. Son símbolos de realidades y vivencias amazónicas, con motivaciones no solo culturales, sino también religiosas, pero no de adoración, pues esta se debe solo a Dios. Es mucho atrevimiento condenar al Papa como idólatra, pues nunca lo ha sido ni lo será. Al final de la ceremonia en os jardines vaticanos, le pidieron una palabra y se limitó a orar con el Padre nuestro. No hay otro dios que nuestro Padre del cielo.
Hace años, en un encuentro del CELAM que me tocó coordinar en Cochabamba, Bolivia, sobre los diferentes nombres de Dios en las culturas originarias del Cono Sur, pregunté a un indígena aymara si, para ellos, la pachamama (la madre tierra) y el inti (el padre sol) son dioses, y me respondió: Quienes no han recibido la evangelización, los consideran dioses; para quienes ya fuimos evangelizados, no son dioses, sino los mejores regalos de Dios. ¡Estupenda respuesta! ¡Eso son! Son manifestaciones del amor de Dios, no dioses.
En mi anterior diócesis, cuando yo escuchaba que con mucho cariño y respeto se hablaba de la “madre tierra”, me sentía molesto, pues yo me decía: Mis únicas madres son mi mamá, la Virgen María y la Iglesia. Y cuando veía que se postraban para besar la tierra, más me incomodaba. Pero conviviendo con los indígenas, comprendí que no la adoran como a una diosa, sino que la quieren valorar y reconocer como una verdadera madre, pues es la que nos da de comer, la que nos da el agua, el aire y todo lo que necesitamos para vivir: No la consideran una diosa; no la adoran; solo expresan su respeto y oran dando gracias a Dios por ella.
Lo mismo me pasaba cuando veía que se dirigían hacia los cuatro rumbos del universo, los puntos cardinales, les hacían reverencia, oraban y se dirigían también al sol con todo respeto. Antes de conocerlos y compartir la vida y la fe con ellos, sentía la tentación de juzgarlos y condenarlos como idólatras; después, aprecié su respeto a estos elementos de la naturaleza que nos dan vida, y me convencí de que no los adoran como dioses, sino como obra de Dios, regalo suyo para la humanidad, y de esta forma también educan a sus hijos para no destruirlos, sino cuidarlos y respetarlos. No son idólatras. Quienes eso afirmen, no los conocen y los juzgan a distancia, desde lejos y desde fuera. La tierra y el sol son creaturas de Dios y solo a Él adoramos.

PENSAR
Dice la Biblia: “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra” (Gn 2,7), El miércoles de ceniza se nos recuerda: “Acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver”. Esta es la realidad de todos los humanos.
En el Documento de Aparecida damos el calificativo de “madre” a la hermana tierra, siguiendo el ejemplo de San Francisco de Asís, que no era idólatra: “Con los pueblos originarios de América, alabamos al Señor que creó el universo como espacio para la vida y la convivencia de todos sus hijos e hijas y nos los dejó como signo de su bondad y de su belleza. También la creación es manifestación del amor providente de Dios; nos ha sido entregada para que la cuidemos y la transformemos en fuente de vida digna para todos. Aunque hoy se ha generalizado una mayor valoración de la naturaleza, percibimos claramente de cuántas maneras el hombre amenaza y aun destruye su ‘hábitat’. “Nuestra hermana la madre tierra” (Cántico de las criaturas, 9) es nuestra casa común y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos y con toda la creación. Desatender las mutuas relaciones y el equilibrio que Dios mismo estableció entre las realidades creadas, es una ofensa al Creador, un atentado contra la biodiversidad y, en definitiva, contra la vida. El discípulo misionero, a quien Dios le encargó la creación, debe contemplarla, cuidarla y utilizarla, respetando siempre el orden que le dio el Creador” (DA 125).
Y para quitar toda duda sobre la actitud del Papa, basta recordar esto que escribió en Laudato si’: “Cuando tomamos conciencia del reflejo de Dios que hay en todo lo que existe, el corazón experimenta el deseo de adorar al Señor por todas sus criaturas y junto con ellas, como se expresa en el precioso himno de San Francisco de Asís: Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas…” (No. 87). “Las criaturas de este mundo no pueden ser consideradas un bien sin su dueño: «Son tuyas, Señor, que amas la vida» (Sb 11,26). Esto provoca la convicción de que, siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde” (No. 89). “Esto no significa igualar a todos los seres vivos y quitarle al ser humano ese valor peculiar que implica al mismo tiempo una tremenda responsabilidad. Tampoco supone una divinización de la tierra que nos privaría del llamado a colaborar con ella y a proteger su fragilidad” (No 90).

ACTUAR
Como dice Jesús, no juzguemos ni condenemos como idolatría lo que no es. Conozcamos más a fondo las culturas originarias. Y es nuestra tarea compartir el Evangelio de Jesús, que nos libera de idolatrías, cuando las hubiere.
(Fuente: Vaticannews)

Mi breve reflexión:

Hoy está de moda dentro de la Iglesia el ser más papista que el Papa. Por eso abundan hoy en internet, por ejemplo, los blogs, los canales de You Tube y las webs anti Francisco, los escritores que se han ungido a sí mismos como defensores de la auténtica fe católica y que claro, se sienten con toda la autoridad de corregir al Papa, de presentar sus 'dudas' ante lo que Él legítimamente dice y enseña. No podía estar lejos el que se sientan con toda la autoridad de juzgarle como idólatra.

Para mí es más que claro: el Papa es el Vicario de Cristo, te guste o no, es así. Y sobre él sólo está Dios. Dios tiene Su Vicario y él es el Papa Francisco. Quien se pone por encima de él para juzgarlo está ocupando el lugar de Dios mismo, se está apoderando de una autoridad que no tiene, está buscando ser como Dios. ¿Quién fue el primero que hizo esto? Con un catecismo básico esto lo sabemos bien: el primero que intentó ser como Dios es Satanás. Quien obra como él o es su discípulo o se está dejando llevar por él.

En el mensaje del día 2 de noviembre del 2019, la Virgen María en Medjugorje no nos invita a corregir al Papa pero sí a NO JUZGAR. Será necesario meditarlo más, y más todavía si nos consideramos católicos y marianos y ultraortodoxos.

No, no cambiaré mi comunión con el Santo Padre por ser parte de un grupillo de gente llevada por no sé qué espíritu. Cuidémonos del enemigo que nos insta a juzgar y a creernos superiores a todos. Danos, Señor, un corazón semejante al tuyo.

Fr. Israel del Niño Jesús, R.P.S.
Monje.