miércoles, 28 de noviembre de 2007

«95%»

Esto lo puedes tomar como mejor te cuadre. Tiene algo de queja, algo de reclamo, algo de resentimiento también (ayyy, qué vergüenza), algo de manifiesto, en fin, es algo muy sincero y sé que aprecias la sinceridad ante todo, por eso te lo digo.
Pues, la cosa es sencilla: luego de varios años de conocerte me he dado cuenta (por fín, cabeza dura!!!) que el 95% de las veces te has encargado suavemente de desilusionar mis ilusiones,
el 95% de las veces has andado dándome la contra,
el 95% de las veces has hecho que mis sueños se vayan al agua fría,
el 95% de las veces has hecho que mi barca haga agua,
el 95% de las veces me has metido allí donde está el ojo de la tormenta,
el 95% de las veces me has enviado como oveja entre lobos,
el 95% de las veces he fracasado porque tú lo habías previsto,
el 95% de las veces has permitido que me diera con la naríz en el suelo,
el 95% de las veces has permitido que camine entre tinieblas,
el 95% de las veces he sentido al vivo la lejanía de la casa paterna,
el 95% de las veces me has hecho caminar en la noche... sin linterna de mano!!
el 95% de las veces has permitido que me sienta sólo y sin defensas,
el 95% de las veces he sentido que casi tocaba fondo,
el 95% de las veces me has lanzado desde lo alto de un tobogán acuático que no sé a dónde va,
el 95% de las veces me has quitado apoyos humanos justo en los peores momentos,
el 95% de las veces he pensado tirar la toalla... aunque luego se me pasaba...
Y ¿sabes qué?,
Debo admitir que bendigo esos 95% de veces en las que todo me ha salido al revés y en las que he probado el fracaso, el silencio, la oscuridad y la lejanía, porque sólo así pude experimentar que el 95% de las veces podía resistir porque tú lo hacías posible.
Es verdad, el 95% de veces no te ví, no te sentí, no te experimenté, pero curiosamente pude sentir una fuerza que el 99% de veces no era la mía.
Y aún cuando ya debo sentirme experimentado, debo admitir con el poco de honradez que todavía tengo, que cuando venga la próxima oportunidad volveré a sufrir la pataleta de protesta al ser lanzado a la refriega como si fuese el hombre bala o como si fuese carne de cañón.
Yo no sé qué ha pasado, no sé qué es lo que quieres lograr, pero seguramente debo estar muy apasionado por tí porque aunque el 100% de veces me hagas vivir todo lo anterior estoy cierto que no te dejaré, que tú provocas la atracción que siento por tu nombre, que tú me has agarrado de la diestra y que, tengo que admitirlo, yo sin tí ya no puedo vivir.
Admito que varias veces me siento algo resentido contigo, porque no me dejas acertar una sola, me la paso mal, tú no sabes eso.
Y me parece que te sonríes viéndome en aprietos, de acuerdo: sé que tu sonrisa no es sarcástica ni burlona pero me pones a prueba.
Y sé que algo en mi alma me dice que tú tienes razón, que tú debes vencer siempre, que es lo mejor.
Permíteme sólo pedir que alguna vez quede bien, pero bueno tú eres el que tiene el control y yo no te lo quito.
¿Y si me concedes un poquitín de sabiduría para entenderte mejor y no irme de bruces 7 de cada 5 veces?
Okey, tú tienes la razón, sólo he querido desahogar un poco este corazón cansado, no hay problema, no me tomes tan en serio, a veces uno se estresa, ¿no?
Y nada, ya nos vemos, un abrazo, Jefe.
(¿Hasta dónde pretendes llegar mañana? No, no, es sólo una broma)

Un servidor.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Estáte, Señor, conmigo

Estáte, Señor, conmigo
siempre, sin jamás partirte,
y, cuando decidas irte;
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás
me causa un terrible miedo
de si yo sin Tí me quedo,
de si Tú sin mí te vas.

Llévame en tu compañía,
donde Tú vayas, Jesús,
porque bien sé que eres Tú,
la vida del alma mía;
si tu vida no me das,
yo se que vivir no puedo,
ni si yo sin Tí me quedo,
ni si Tú sin mí te vas.

Por eso, más que a la muerte,
temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida,
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tú das,
sé que alcanzarla no puedo
cuando yo sin Tí me quedo,
cuando Tú sin mí te vas.

La fe es amistad, es dinamismo interior que se renueva cada día, a cada momento. En la amistad con Jesucristo siempre existe el riesgo de la périda, es una amistad amenazada (los enemigos de ésta amistad los sabemos muy bien quiénes son).
"Llévame, Señor, contigo" En nuestro trato con Jesucristo siempre experimentamos una cierta nostalgia, una nostalgia de amistad plena con él, una nostalgia de plenitud. Nos sentimos muchas veces lejanos de la verdadera casa nuestra, nos damos cuenta de que vamos caminando a oscuras muchas veces, en medio del frío de la lejanía de la casa paterna. Y sentimos la necesidad de la compañía del más bueno d ela familia, Jesucristo.
"De si yo sin tí me quedo..." Desde que le hemos conocido nos parece que lo peor que nos podría pasar sería perderle a él, quedarnos sin él. Él ha entrado en nuestras vidas y ha tomado posesión de todo lo que somos, si él se va entonces ya no hay nada, ya nada tiene sentido.
"Por eso más que a la muerte, temo, Señor, tu partida" ¿Qué es la muerte frente a perder definitivamente a Jesucristo? La muerte es sólo un paso obligado, el perder a Jesucristo es una desgracia inmensa.
Para pensar:
¿Cómo nos sentimos cuando no podemos recibir a Jesucristo en la comunión eucarística?
¿Sentimos su ausencia cuando no tenemos el sagrario cerca de nosotros?

domingo, 11 de noviembre de 2007

Cuando Dios se hace fiel compañero...

Jesús amigo, amigo bueno
vengo a decirte por qué te quiero
porque eres libre y buen compañero
porque eres Dios, y no te andas lejos.

Jesús amigo, Jesús hermano
ven a mi casa y tráeme tus clavos
quiero llevarlos siempre en mis manos
y así, arrancar los de mis hermanos.

Jesús amigo, Jesús pequeño
gran pensador de todos los tiempos;
palabra viva, salud de enfermos
calor para quien vive en el suelo.

Jesús amigo, Jesús obrero
el de María y un carpintero
que eres el rey de pobres y tiernos
porque contigo nadie anda huérfano.

Jesús amigo, ¡cuenta conmigo!
aunque mis años no sean muy dignos;
mira mi adentro, sincero y vivo
y en tu palabra quedaré limpio.

Jesús amigo, buen compañero
vengo a decirte por qué te quiero,
porque tu vida llena mis sueños
porque tu amor, me hace un hombre nuevo.
(Migueli, P'adentro, 1999)

¿Cómo se hace para tener a Dios tan adentro?
¿Cómo se hace para tener a Dios como amigo?
¿Es posible tener a Jesús como fiel compañero?
¿Es posible que Jesucristo pueda convertirse en la pasión dominante de la vida?
¿Es posible tener tanta confianza en Él?
¿Es posible tener una fe tan viva?
¿Es posible contagiarla suavemente?
¿Puede Jesucristo convertirse en la ilusión constante de la vida, en el compañero de camino?
Las respuestas son de cada quien, yo tengo las mías y las comparto.
Me emociona escuchar la canción de Migueli (cantautor católico) cuyas letras dan inicio a este artículo, son cosas que salen del alma.
Desde hace unos años debo decir que no me llenan algunas canciones muy piadosas pero poco veraces y poco hondas, prefiero las canciones tipo Migueli. La que aludimos hoy se titula "Jesús amigo" y es bien franca y es simple, es de corazón abierto, me encanta, como tantas del buen Migueli.
"Vengo a decirte a decirte por qué te quiero, porque eres libre y buen compañero..."
Te has ubicado, Jefe, en el hondón del alma y te has conviertido en mi vida, y te has ganado mi afecto entero y te quiero como se quiere al único amigo, como se quiere al hijo único, como se ama la única esperanza. Eres libre por excelencia, eres libre porque eres veraz, hablas francamente y nunca desentonas con tu propia conciencia, eres libre y por eso eres fuerte, eres feliz, no tienes nada que ocultar ni que defender, juegas a perdedor también y eres valiente, eres buen compañero, eres fiel, no traicionas jamás.
"Jesús amigo, Jesús hermano, ven a mi casa tráeme tus clavos..."
Tráeme tus clavos, yo los tendré para que no te hagan daño, yo lavaré tus heridas y trataré de consolarte. Me enternece el alma saberte tan sufriente, tan cercano (no te andas lejos). Y yo te mostraré los míos, yo te enseñaré mis clavos... me consuela ya bastante saber que no estoy sólo en mi dolor y que tú fuiste el primero en sufrirlo. Y besaré tus llagas y limpiaré tus clavos, Jesús amigo si vienes hoy a mi casa. Y arrancaré los clavos de mis hermanos, no permitiré que sufran si puedo evitarlo... no los haré sufrir.
"Jesús pequeño... calor para quien vive en el suelo"
Perdona por haber deformado las cosas, porque creí que tú sólo admitías a los buenos a tu mesa, a tu casa. Tú eres pequeño y te gusta estar con los enfermos de alma y de cuerpo, con los pequeños, con esos que no cuentan en nuestras asambleas, con los que viven en el suelo, con los que comen de las migajas que caen de la mesa de los amos. Tú eres calor y vida para todos ellos. Te sientas con ellos, a su lado, te ensucias los vestidos con ellos, Jesús pequeño.
"Rey de pobres y tiernos... porque contigo nadie anda huérfano"
Me río para mis adentros (y también para afuera) cuando me imagino tu séquito, tú te gozas haciéndomelo imaginar: no es un séquito, casi parece un corso, un contraséquito, una contracorte, todo lo más lejano al boato y oropel; estás sonriente en medio de pobres, lisiados, niños, gente sucia, gente que no cuenta, Rey de pobres y tiernos. Y todos saben que contigo nadie anda huérfano, nadie se siente no amado.
"Jesús amigo, buen compañero, vengo a decirte por qué te quiero... porque tu vida llena mis sueños"
Sé que tú eres el cúmulo de todo lo bello, lo bueno, lo amable, lo laudable, de todo lo que es virtud y mérito, por eso tu vida llena mis sueños y, recordando esa canción del Tri, digo que si tú eres como un sueño, yo tan sólo soy un pobre soñador.
No te andes tan lejos, no dejes de llamarme, Amigo.

martes, 6 de noviembre de 2007

Te diré cómo es mi Amigo

Te diré cómo le conocí:
Había oído hablar mucho de Él, pero no hice caso.
Me cubría constantemente de atenciones y regalos, pero nunca le di las gracias.
Parecía desear mi amistad, y yo me mostraba indiferente.
Me sentía desamparado, infeliz, hambriento y en peligro, y Él me ofrecía refugio, consuelo, apoyo y serenidad; pero yo seguía siendo ingrato.
Por fin se cruzó en mi camino y, con lágrimas en los ojos, me suplicó: ven y mora conmigo.

Te diré cómo me trata ahora:
Satisface todos mis deseos.
Me concede más de lo que me atrevo a pedir.

Se anticipa a mis necesidades.
Me ruega que le pida más.
Nunca me reprocha mis locuras pasadas.

Te diré ahora lo que pienso de Él:
Es tan bueno como grande.
Su amor es tan ardiente como verdadero.
Es tan pródigo es Sus promesas como fiel en cumplirlas.
Tan celoso de mi amor como merecedor de él.

Soy su deudor en todo, y me invita a que le llama amigo.
(Robert H. Benson (1871 - 1914), "La amistad de Cristo")

Este breve texto de R. H. Benson me mueve en esta semana a compartir con todos las lineas que ahora siguen.
Quien pretende ser seguidor de Jesucristo deberá prepararse a ser un continuo buscador de Dios. Y Dios se manifiesta a quien le busca con sincero corazón, a quien le busca con pasión y con humildad. Dios no puede negarse a quien es buscador de la verdad, a quien busca todo lo bello, lo bueno y lo laudable. Porque Él es la fuente de todo ello y más.
Y Él se nos ha manifestado en Jesucristo, El Hijo.
Hace 20 años que Él me salió al encuentro y no tengo sino agradecimiento por el gran detalle que tuvo al dejarse ver por mí. Desde entonces la fe no me resulta un cúmulo de dogmas que debo cargar o una serie de cosas que debo aceptar aún sabiendo que no me convencen. Desde que Él me salió al encuentro la fe se me hizo muy lógica, no se me hizo carga ni obligación, se tornó para mí en necesidad, serena pero inquietante, de vida, de luz y de calor. Así le encontré en la Eucaristía. Porque Jesucristo se hizo todo ello para mí.
Yo respeto a quienes afirman que la fe -"la religión", les gusta llamarla- es un opio, a los que sostienen que la fe o la religión es opresora, oscurantista, retrógrada. No sé qué experiencias hayan tenido sobre la fe (o sobre falsas máscaras de fe). En mi caso, testimonio libremente que la fe para mí ha sido liberadora, ha sido iluminadora, ha sido vivificadora y ha alentado mi progreso personal y mi realización como varón normal.
Jesucristo es mi amigo.
No sé decir mucho más ni mejor.
Y me emociona pensar que en la próxima esquina él me estará esperando con un nuevo rostro, con una nueva alegría, con una nueva ilusión por vivir.
No. Dios no es para mí opio, es libertad y es verdad. Y me alegra pensar que aún cuando yo afirmo conocerle hace varios años él siempre será una aterna novedad para mí.
Y me alegra pensar que nunca me aburriré de su presencia ni su trato me cansará.
Dios no me ha arreglado los problemas ni me los ha ahorrado; tampoco -felizmente- he corrido detrás de sus milagros, me ha bastado saber y me basta hoy saber que el milagro él ya me lo hizo hace varios años cuando se metió en mi vida sin preguntar.
Porque Él es el milagro más grande de mi vida.
Y nada, eso es todo.

¡Gracias Jefe por estos veinte años de caminada!
¡Alabado sea Jesucristo!

Cruz Blanca, 8 de noviembre de 1987 - Santa Eulalia, 8 de noviembre del 2007