lunes, 22 de abril de 2024

Un sencillo reporte

 Me he dado una vuelta por este 'barrio' y aquí estoy.  Ha pasado un buen tiempo desde que escribí el último artículo.  He dudado mucho en si debería volver a escribir o no.  Aún tengo la duda.  Me persigue una idea hiriente, no sé si justa, de que hoy la gente ya no gusta de leer artículos grandes.  No pocas personas me miran con ojos extraños cuando les hablo de libros y varios chiquillos me dicen de diversas maneras que hoy lo que la gente hace es ver videos cortos que no duran más de dos minutos, y que leer les da flojera.  Sea lo que fuera, esas y otras cosas me quitaron un poco las ganas de escribir.

Pero también están mis actuales obligaciones: entre clases que debo dictar, personas a las que debo escuchar y atender pastoralmente, y libros que debo leer y que esperan en una larga lista a ser devorados por mí.  Y mis días se hacen cortos, cada vez más cortos.  Y pensar que hay no pocas personas que se preguntan '¿Pero qué hace un monje allí, encerrado, todo el día?'  Las horas se me van tan rápido.  Y tengo la bendición de llegar a la noche bastante cansado, agotado.

Tengo varios esquemas de libros por escribir y una fila de artículos por esbozar.  No puedo con mi mente ni con mi corazón.  Pero, sobre todo, rezo.  Rezo y pido al Señor por los que hoy salen en los videos de evangelización, por los que usan de las redes y de los canales para hacer cosas buenas.  Hay tantos sacerdotes y religiosos también.  Y muchos lo hacen muy bien.  Quizá me falte organizarme, no lo sé. Espero alguna señal de arriba.  Y sino, no pasa nada, que también sé quedarme a solas con el Señor tratando de orar y de hacerle compañía, y pidiendo por mis hermanos que tanto le necesitan.

Dicen que la Iglesia está revoloteada, y que con el dengue y con los nuevos bichos fabricados para enfermar a muchos la gente lo que más piensa es en cómo evitar enfermarse o morir.  Yo pienso que de enfermos ya estamos.  Estamos en no sé qué fase de una rara enfermedad que a todo nos va atacando: es la prisa, es la agitación, en la ansiedad existencial que no nos permite parar, ni vivir, ni respirar.  Doy gracias al Señor de que tenga posibilidades de todas esas cosas: de parar, vivir y respirar. Que para eso soy monje. Y bueno, es lo que tenía para decir, o escribir.

No sé si volveré a esta ventana para asomarme otra vez ni cuando.  Pero para los que aún viven, les pido el favor que me digan si les puedo ayudar con mis palabras.

Dios a todos les bendiga.