Sí,
sí. Ya sé que me van a decir que “de
gustos y colores no han escrito los autores” y que cada quien tiene todo el
legítimo derecho de decir "me gusta" o "no me gusta" tal cosa y que si a un fulano
le gusta llevar un mono peludo en la cabeza pues tiene todo el derecho y que si
a menganita le gusta ir vestida como la bruja baratuja pues allá ella con su
gusto y que nadie la critique por eso.
Y que lo que a tí te gusta puede que a mí no y debo respetarlo. Bueno, bueno. Creo que es verdad
que cada quien tiene un gusto distinto en tantas cosas de la vida. Pero, digo yo, ¿es que ya no hay lugar para
un márgen universal -humano y digno- de estética o de hermosura en las cosas humanas?
Y
pregunto eso porque a mí me da la impresión de que conforme va pasando el
tiempo, de ése márgen al que me refiero pues ya no queda ni el recuerdo. Es decir: las cosas son cada vez más feas y
cuanto más feas más nos atraen, más nos gustan, nos seducen. Y es verdad, hoy a los chicos (niños,
adolescentes y jóvenes), les seduce horrores cosas que –según ése margen que yo
todavía uso y seguiré usando aún a costa de aparecer anticuado o anacrónico
antediluviano- son estéticamente feas y más que feas, horrorosas,
desagradables, y no digo más.
¿A
qué me refiero?
Pues miren, les cuento algo: Un día yo pasaba por la puerta del aula de proyecciones de video en un colegio y por pura curiosidad me introduje para ver qué película estaban viendo los chiquitines de 1ro de secundaria. Casi grito cuando veo que todos estaban extasiados viendo una película de terror, toooodititos bien concentrados viendo como saltaban las cabezas y chorreaba la sangre y casi salpicaba la misma cámara y la pantalla, sierras eléctricas sobre cabezas, sables sobre cuellos, vidrios sobre cuerpos, etc. Ayyyy. Salí medio atontado. Y los chiquitines luego me decían, ¿no le gusta, padre? Mi gesto era más que elocuente. Y ellos estaban sorprendidos de mi opinión contraria: a todos les encantaba ver eso (Lo curioso es que varios de ellos luego me dijeron que no querían ver “La Pasión de Cristo” porque dizque “había mucha sangre en esa película”… Así nace la hipocresía en los futuros adultos). Díganme ustedes si eso no es tener gusto por lo horrible.
Pues miren, les cuento algo: Un día yo pasaba por la puerta del aula de proyecciones de video en un colegio y por pura curiosidad me introduje para ver qué película estaban viendo los chiquitines de 1ro de secundaria. Casi grito cuando veo que todos estaban extasiados viendo una película de terror, toooodititos bien concentrados viendo como saltaban las cabezas y chorreaba la sangre y casi salpicaba la misma cámara y la pantalla, sierras eléctricas sobre cabezas, sables sobre cuellos, vidrios sobre cuerpos, etc. Ayyyy. Salí medio atontado. Y los chiquitines luego me decían, ¿no le gusta, padre? Mi gesto era más que elocuente. Y ellos estaban sorprendidos de mi opinión contraria: a todos les encantaba ver eso (Lo curioso es que varios de ellos luego me dijeron que no querían ver “La Pasión de Cristo” porque dizque “había mucha sangre en esa película”… Así nace la hipocresía en los futuros adultos). Díganme ustedes si eso no es tener gusto por lo horrible.
¿Otro
caso? Un día voy conduciendo el
automóvil de mi comunidad y casi choco con otro vehículo porque me quedé
espantado al ver uno de esos gigantescos paneles publicitarios que hay a la
vera de las pistas. Era una señorita
dizque muy “top model” ella. No piensen
mal, lo que me dejó perplejo fue su rostro: a mí me parecía que se estaba
muriendo, porque estaba pálida, los ojos con sombras negras, sin sonreír
siquiera, con una mirada vaga, yo diría triste, eso sí: luciendo un vestido
dizque muy pipirinais…. ¿Acaso eso no es
feo? Perdón, ¿esa no es una fea a la que
alguien le ha puesto en la cabeza que se ve muy linda? Vaya gusto por lo feo.
¿Un
caso más? Un buen día vino a visitarme
un muchacho que hacía un buen tiempo había acabado la secundaria en un colegio
cuyo nombre no diré pero que era muy exigente en la disciplina y en la buena
presentación de sus alumnos. Y ese
muchachito era uno de los más aplicados en ese sentido. Pero ahora estaba yo frente a lo que quedaba
de ese otrora muchacho bien presentable.
Casi le digo: “Perdón, ¿de qué planeta vienes?” El cabello era tipo casco de motociclista
–redondo y liso- y todo para adelante, tapando las orejas y gran parte de los
ojos, tenía un polo negro con letras entre blancas y rosadas, los pantalones
estaban tan pegados a sus piernas que yo demoré unos minutos en calcular cómo
era posible que se los haya puesto y peor todavía, me preguntaba cómo iba a
hacer él para salir de esos pantalones.
Estaban tan apretados que sus piernas perfectamente dibujadas se
asemejaban –me disculpan- a las patas de un gallo –por no decir gallina-. Y para remate unas zapatillas
que le quedaban bien ridículas. Yo no
sabía si alegrarme por verle o darle mis condolencias por el fallecimiento de
su buen gusto…
Yo
no sé a qué se debe el creciente gusto por lo feo. Y la cosa no es sólo de estética visual. Si vamos a hablar de música –ya sé que voy a
chocar con varios de mis lectores- pues no deja de parecerme una horripilancia musical eso que
llaman: “reggetón”, un auténtico insulto a la música. Y no me detengo ahora a hacer una crítica a
las letras, que para eso tendría que invertir unos treinta artículos de este blog… Sólo me quedo en el aspecto meramente musical: un auténtico
descalabro del buen gusto.
¿Y
qué diremos del mundo de la TV? En verdad,
en mi comunidad no vemos la TV. Pero las pocas
veces que la veo cuando estoy de visita en algún lugar y veo, por ejemplo, los
dibujos animados actuales no dejo de sentirme un marciano cuando observo que a
los niños les gusta mucho personajes que son realmente feos. No hay punto de comparación con los dibujos
animados que hoy podemos llamar “antiguos”.
Personajes deformes, ojos saltones, cuerpos desproporcionados, movimientos irregulares, facciones desencajadas, voces feas, colores
chillones, nada de armonía visual. ¿Será
que a los pequeños ya les van inoculando en el alma el gusto por lo feo?
¿Y
el Facebook y la internet?
Aaaaaaaayyyyyyyyyyy. Sí, sí. Ya sé que probablemente más de uno querrá
considerarme -luego de leer este artículo- como “contacto restringido”. Me
impresionan las fotos feas por lo feas que son.
No puedo creer que sean tan feas y que las luzcan con orgullo sus
autores o sus protagonistas. Y la gama
va desde las simplemente feas por detalles de encuadre, fallas en la
iluminación, etcétera, pasando por las fotos atrevidas: desde la chica que hace
disfuerzos y exagera sus poses para verse “sexy” -según ella-, las más de las veces gracias
al photoshop, hasta la otra que presume de ser coqueta y salta hasta el cielo
cuando alguien de sus “amix” le dice: “wow, que linda que estás amia”. “Lindas” que en el fondo son sólo provocadoras. “Bellas” que sólo llegan a ser coquetas
(taaaanto se extraña la verdadera belleza, que se busca atenuar su ausencia con la
coquetería y la provocación que raya en lo vulgar y grosero). Y están también
las fotos que presentan personas haciendo muecas feas, fingiendo ser muy, pero
muy malos y malas, cuanto más malísimos así les gusta. El gusto por aparecer malos, muy malos.
Y
están las superestrellas de la canción, de la actuación, del cine, que cuando
comenzaron sus carreras eran sinceramente guapos y guapas, sencillamente
lindos, pero con el tiempo y al cosechar éxitos, dinero y fama en abundancia les viene
el bicho de aparecer feos para terminar de enloquecer a sus seguidores y seguidoras. Pienso –por citar un ejemplo nomás- en The Beatles y en aquellas dos fotos de
su álbum recopilatorio en la que se ve “el antes” y “el después” de sus fachas:
comenzaron bien formalitos, bien al terno, bien peinaditos y arregladitos, y en la foto de años después yo
sólo les puedo reconocer porque están ubicados en el mismo lugar y en el mismo
orden para la foto…
¿Quién
nos librará de lo feo? ¿Será que la
auténtica belleza se nos ha escapado?
¿Será que la auténtica belleza ya no entra en nuestros esquemas?
La
belleza está hecha de orden, de armonía, de luz, de sinceridad, de limpieza, de almas claras
y profundas, de almas en paz, de almas luminosas, de corazones puros, de
corazones que aman la modestia y el recato, de amor por la castidad y la limpieza,
de ideales nobles, de espíritus abiertos a La Verdad.
La belleza –la verdadera belleza- desecha automáticamente cualquier cosa artificial o empaquetada, está en contra de maquillajes que mienten. La belleza es verdadera y no inflada. La belleza proviene del interior y no de las cosas que uno se pone o se carga o se introduce al cuerpo.
Algo para las chiquillas y las no tan chiquillas que les gusta lucirse en el facebook: la verdadera belleza no es artificial, por ello las mujeres más lindas no necesitan maquillaje. Un alma pura se refleja en los ojos.
Dios
es la suprema belleza, el supremo bien, la suprema verdad, es la perfecta armonía. Quizá nos gusta tanto lo feo porque hemos olvidado
al que es la fuente de toda belleza, de toda bondad, de toda luz, de toda
armonía. Quizá amamos lo feo porque aún no nos hemos encontrado con la belle za de Dios: Jesucristo.
Pero
el Dios hermoso, Jesucristo, está cerca, a la puerta, llamando hoy como
ayer.
Y
si Él hoy toca a tu puerta, ¿qué le dirás?
¿Le dirás que tú eliges Su belleza y que estás
dispuesto a desechar tanta fealdad?
Jesucristo, el más hermoso entre los hijos de los hombres.
3 comentarios:
Gwnial el post. Me gustó mucho, casi no hay más que agregarle. Siga adelante padre :)
Gracias Daniel,
Dios te guarde y te bendiga.
P. Israel.
Es muy cierto que solo Jesucristo puede llenar verdaderamente nuestras vidas de una paz eterna y alimentar nuestras almas para no caer en los vicios de la vida moderna
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