domingo, 8 de marzo de 2009

"Los tuyos, los míos y los suyos"

Nuestro mundo está lleno de contradicciones. Hoy por hoy nos llenamos la boca hablando de pluralismo, de libertad, de igualdad de oportunidades, subimos los volúmenes de voz cuando se trata de condenar los fudamentalismos y las intolerancias.

Pero curiosamente no dejamos de hacer selecciones y grupos. Por eso están los tuyos, los míos y los suyos.

Muy fácilmente nos hacemos de grupos que nos apoyen, que nos veneren, que nos den seguridad o que nos den la razón simplemente. Allí están los tuyos.

Tenemos mucho miedo de ir solos, tenemos que ir en grupo, pensar en grupo, creer en grupo, soñar en grupo, decidir en grupo, incluso hasta algunos están pidiendo amar en grupo.

Nos da miedo caminar solos, con la sola verdad personal, preferimos escudarnos en los otros, en los demás, en su compañia. Y sobre todo, tememos bastante pensar distinto del común de la gente (tememos mucho pensar distinto del grupo). Nos da mucho miedo caminar solos con nuestra verdad, quedarnos solos por defenderla con coherencia. Nos han metido en la cabeza que debemos caminar, vivir, creer, soñar en grupo. Nos sentimos seguros así. Y lo peor de todo es que, si tenemos cierto liderazgo nos formamos grupos y nos apropiamos de ellos, "los míos".
Y si tengo a los míos, pues serán muy distintos de "los suyos". Tendremos que contraponernos a ellos, a los suyos, tendremos que distinguirnos. Los líderes les haremos prometer fidelidad y lealtad a "los míos" y condenaremos cualquier acercamiento a "los suyos"... porque simplemente no son "míos".

Todo esto sucede cuando no tenemos muy grande el corazón, cuando nuestras miras son demasiado humanas, "de tejas para abajo". San Pablo nos recuerda que las divisiones, rencillas y disensiones son fruto de la carne y traen muerte.

Jesucristo nos invita en esta cuaresma a ensanchar el corazón, a no odiar a quienes nos odian, a perdonar, a abrir lo horizontes personales, a derribar esos muros que hemos construido con los letreros de "los tuyos, los míos y los suyos".

Porque amar al enemigo es aprender a ser cristiano de verdad.

Enemigo es aquel que nosotros hemos colocado dentro del perímetro de "los suyos". Enemigo es aquel que nos ha colocado la etiqueta de "no es mío".

Amar al enemigo es destruir esos muros y barreras que han formado grupillos que no tienen nada que ver con el Evangelio de Jesucristo. Amar al enemigo es ensanchar el corazón y dar la mano a quien no consideramos "nuestro".

Enemigo es aquel que no nos comprende, aquel que nos combate porque no pensamos igual que él. Enemigo es aquel que no se cansa de malograr nuestra paz, aquel que no nos ve bien porque de alguna manera le incomodamos sin saberlo ni buscarlo nosotros.

La perfección cristiana no está en las abundantes oraciones sino en la abundante acogida de aquel que no nos ama, de aquel que no amamos.

Que Jesucristo, el de corazón grande, nos ayude y enseñe a amar a su estilo, sin barreras y sin banderas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Padre nuevamente una alegria inmensa compartir con Ud.
Padre ¿que hacer cuando estamos llenos de ese mio? cuando queremos ser libres y gritar nuestra fe y sentimos que se ahoga en la garganta por el temor al que diran o a perder "amigos"
¿que hacer para ensanchar el corazón y dejar de ser tan mesquinos en nuestros afectos?
Quisiera mucho poder ser libre y perdonar de verdad a todoslos q alguna vez me hicieron daño.
con afecto en el Señor
MM

Fr. Israel del Niño Jesús, RPS dijo...

Gracias MM por tu compartir.
Yo pienso que el corazón (el alma, el afecto) es un músculo que se hace más fuerte y firme cuando lo sometemos a una gimnasia constante, es decir, nuestro corazón aprenderá a perdonar lugo de haberlo practicdo infinitas veces, luego de muchos intentos; lo mismo se diga para ensancharlo, para hacerlo libre, para hacerlo más fuerte, para que no le importe el qué dirán los demás.
Ánimo en tus intentos: Dios ve los intentos y escucha los intentos.
A negarse a uno mismo hasta que el propio corazón, aunque dolido, aprenda a dar y gastarse sin atenazar ni apropiarse de nadie.
Y... siendo libre, será también fuerte y veraz.
Un abrazo.