martes, 23 de diciembre de 2008

Intrusos en Navidad

El ángel Gucielín había tenido una misión entretenida y lo hizo con todo su espíritu. Casi diríamos que estaba afónico -sino fuera porque los ángeles no tienen garganta- de tanto haber cantado: "Gloria a Dios en las alturas..." "Les traigo una gran alegría, les ha nacido un salvador..." Gucielín estaba muy contento, casi como en el mismo cielo, aunque su misión era bien en la tierra. Fue entonces cuando se le ocurrió asomarse a la gruta de Belén para contemplar el suceso de los sucesos: ¡El Verbo hecho carne!
Había escuchado tantos comentarios de los ángeles mayores que tenía él ahora una gran curiosidad por contemplar ese portento... "Se imaginan: ¡Dios hecho un hombre mortal!", pensaba para sí. De algún modo había crecido su admiración por el mismo Dios: haberse hecho un simple humanito para traerles salvación, qué humilde era Dios.
Antes de entrar en la gruta se sacudió un poco las plumas y las ordenó. Temía no estar a tono con el momento tan solemne. Se deslizó muy lentamente en la cueva y... por un momento no pudo ver nada, habían varias personas allí, eran los pastores, él ya conocía algunos.
Se elevó un poco y pudo ver al fondo a la Señora, pero curiosamente no le vio el rostro y entonces dirigió la mirada al centro de la escena y... "Jo, jo, jo. ¡Feliz Navidad a todos ustedes!" Gucielín casi se cae de la impresión, le fallaron las alas en verdad. Sobre el pesebre estaba un señor gordo y vestido de rojo, con una espesa barba y unas botas curiosas. La mula y el buey lo miraban medio asustados. Los pastores pensaban que él era el Mesías, que él era el centro de la navidad y le ofrecían sus dones. El señor gordo les sonreía tocando su campana y con ese feo "Jo, jo, jo" y observaba con desdén los regalos que los asustados campesinos ponían a sus pies.
Gucielín no sabía qué decir ni pensar.
"No, él no es el Mesías, él no salva a nadie, él no es el centro de la navidad" Eso es, tenía que gritar fuerte esa verdad, que un intruso estaba en el pesebre, que es un fraude, que esa no es la gruta de Belén.
El pequeño ángel montó en cólera y ahora sí que estaba por explotar de indignación, salió de la cueva y pensaba entrar de nuevo y gritar fuerte que ese señor gordo no es el Mesías. Entró decidido y ahora escuchaba a los pastores exclamar asombrados: "Ohhhh" Se elevó un poco y observó como ya no estaba el señor gordo vestido de rojo, no, no, ahora estaba un duende verde con un gorro en punta y otros duendes sobrevolando por el cueva. "Duendes... son duendes" Ni siquiera eran ángeles, eran unos seres pequeños y aparentemente simpáticos, una especie de ángeles enanos y circenses.
"Esto no es posible, esto es una broma de mal gusto o una burla" Gucielín se adelantó y cuando estaba por increpar a los duendes se encontró frente a un muñeco de hielo con una zanahoria como naríz y con una bufanda a cuadros. Nuestro amigo se avalanzó contra él y al querer darle un derechazo vio cómo aquel muñeco se transformaba en un árbol adornado con muchas cajas de colores al pie.
Gucielín se retiró, pensó en pedir refuerzos: alguien o muchos habían falseado la gruta de Belén. Esa no era la primera navidad, no estaba presente el Mesías, no estaba el Verbo hecho carne. Nuestro pequeño amigo se sentía muy mal, le dolía el corazón.
Al salir medio cabizbajo se dio cuenta cómo los pastores se daban la felicitación navideña sin saber por qué o por quién, pero eso no les interesaba en absoluto, querían estar alegres pero en el fondo ni siquiera sabían la razón y tampoco les importaba saberla. Y se desató la música, no tenía nada que ver con las melodías que él y sus amigos entonaban arriba junto a Dios. Y volteó la mirada y se dio cuenta que aquella no era La Señora, que no estaba San José, que en absoluto estaba el misterio de Belén. Y Gucielín vio varios chiquillos y chiquillas bailando como perros y al querer salir de la gruta vio en el suelo muchas botellas de cerveza, comida por doquier y varias cosas más...
Gucielín se sentía muy dolido, él jamás anunció eso, le parecía todo tan grotesco y absurdo.
Tomó vuelo y cuando estaba surcando el cielo... despertó!!!
No lo podía creer, casi se diría que estaba traspirando, le volvió el espíritu a las plumas y se dijo: "Calma pequeño, era sólo un mal sueño, nada más, estate seguro de que eso nunca pasará, nunca"

***********
Es horrible,
es absurda,
es inentendible,
es imposible,
es vacía,
es grotesca,
es mentirosa
una Navidad sin Jesús al centro de todo.
Él es el centro de la navidad.
No hay navidad sin Jesús.

Feliz Navidad con Él, amigos.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Despertar ya!

Hace varios años un entrañable escritor católico, José Luis Martín Descalzo, en uno de sus tan esperados artículos -que ahora se encuentran también en la internet- afirmaba que por lo general los seres humanos vivimos dormidos nueve de cada diez horas de nuestra vida.
Esta afirmación me ha parecido bastante acertada y dramática.
Por lo general tenemos el alma dormida. Podemos tener los ojos abiertos pero podemos tener también el alma extraviada en otra dimensión. Será por eso que el mismo Jesucristo se encarga, en este adviento que hemos comenzado ayer, de insistir en el Evangelio que debemos estar despiertos, que debemos ser vigilantes, que ay de nosotros si el patrón viene y nos encuentra dormidos. Posiblemente el alma inmensa de Jesús se dio cuenta que la mayoría de los humanos vivimos dormidos aún con los ojos abiertos.
Posiblemente nos falta plena conciencia de lo que hacemos. Nos acostumbramos a vivir, nos acostumbramos a todo, incluso al mal, a la injusticia, al dolor, y cómo no, también nos acostumbramos a lo bello, a las cosas buenas y al final ya no las valoramos ni nos sorprendemos de todo ello, nos vamos anestesiando de vivir.
Quizá es también un mecanismo de defensa. Es que a veces la vida se pone dura y necesitamos adormecernos un poco para no impresionarnos demasiado o para no deprimirnos sin remedio.
Y así vamos jugando entre la conciencia y la inconciencia, entre el sueño y la vigilia del alma... nos vamos debatiendo en un estado de letargo, en una especie de standby humano. Tenemos la lucecita que dice "encendido" pero no estamos con los cinco sentidos a punto. Quizá en el indicador personal, en nuestra lamparita de "estado" aparece el icono aquel de esa luna: dormido, pero despierto; despierto pero dormido.
Cuánto necesitamos despertar. No es fácil lograrlo y menos vivir mucho tiempo con el alma despierta. Puede suceder que tengamos tiempos, horas, ocasiones de vigilia pero en suma la mayor parte de nuestra existencia la pasamos en un profundo sueño del alma, ronquidos incluidos.
Sospecho que son los santos, esos hombres y mujeres normales de ayer y de hoy, los que hicieron la apuesta de vivir concientemente. Ellos y ellas vivieron muy despiertos, estuvieron en vigilia permanente. Quizá por ello muchas veces nos han parecido exagerados, sino locos. Es loco aquel que se atreve a estar despierto en medio de un montón de gente dormida, como es un desquiciado el honrado en medio de ladrones.
Es una empresa muy exigente la de estar despierto siempre. Quizá por ello muy pocos lo han logrado de verdad. Estar despierto siempre implica también sentir más hondamente la alegría y el dolor. Y quizá eso nos aterra: preferimos dormir un poco para olvidar, para no recordar que sufrimos, para escapar de algún modo de nuestra dura realidad.
Y Jesucristo nos dice que despertemos, que estemos vigilantes.
Y Él sabe que nos cuesta mucho despertar, nos cuesta mucho velar y orar.
Y Él se apiada de nuestro terrible sueño del alma.
Y mientras dormimos él vela por cada uno, como si fuésemos el hijo único que está enfermo.
Y mientras demoramos en despertar él no se cansa de ninguno de nosotros.
Y Él no ha perdido la esperanza en nuestro despertar.
Y él sueña despierto en el momento en que viviremos despiertos para siempre en la eternidad.
Y mientras seguimos durmiendo él se hace centinela y no deja de gritar: "Despierten ya!!!"
No sabemos el día ni la hora en que Dios vendrá a nuestra vida, pero sabemos que cuando él venga nos traerá la paz del corazón y una alegría de manantial que curará nuestro susto y nuestro miedo de vivir.
Pero, ¿qué pasará si viene con todos sus dones y nos encuentra dormidos?